Lecturas
1.
Isaías
43: 16-21
2.
Salmo
125: 1-6
3.
Filipenses
3: 8-14
4.
Juan
8: 1-11
Los textos bíblicos que se nos proponen en este último
domingo de cuaresma nos implican en una decidida apuesta por la esperanza que
proviene de la novedad vital que nos ofrece el Padre en Jesús, una total
re-significación de nuestra existencia. Esto hay que destacarlo en abierto
contraste evangélico porque lo
predominante en la presentación de la cuaresma es su estilo sombrío,
entristecido, lúgubre, probablemente causante de culpas enfermizas , con la
imagen del Dios justiciero y vengativo.
Empecemos por el texto de Juan y hagamos un ejercicio de
identificación con los personajes del relato: Jesús, los escribas, fariseos, y
la mujer adúltera, cuáles son sus actitudes? Cuál su mentalidad e intenciones?
Es una historieta ajena a nosotros, mil veces leída sin impacto personal? O nos mueve a preguntas y confrontaciones de
alta exigencia en términos de ruptura con hipocresía, arrogancia moral,
intransigencia, o, por los lados de Dios: misericordia, humildad, necesidad de
reconciliación, apertura a esa nueva manera de vivir que ofrece Jesús?
Es claro que a El no
le preocupa la argumentación de estos hombres religiosos con respecto a la
mujer, humillada y ofendida, su referencia se dirige a ellos mismos y a su
conciencia, desarmando su fundamentalismo religioso-legal y haciendo materia
central de este coloquio la coherencia moral (¡!!) de estos personajes. Ocurre
a menudo que los guardianes de la moral y de la verdad presentan graves
inconsistencias en su vida: “Al insistir ellos en su pregunta, se
incorporó y les dijo: aquel de Ustedes que esté sin pecado, que le arroje la
primera piedra” (Juan 8: 7).
Esta mujer está abatida, desorientada, vacía de sentido, de
amor, es vejada y desconocida. La ley religioso-moral del judaísmo del tiempo
de Jesús es implacable, milimétrica, de rigidez neurótica, no da posibilidades
de restauración. Pero ella en Jesús halla esperanza, su vida se replantea
felizmente, rescata su feminidad, vuelve a tener razones que la validan como
persona, porque la justicia que se le hace no es la de los hombres sino la de
Dios, siempre acogedora, siempre posibilitadora de la dignidad: “Vete
y no vuelvas a pecar” (Juan 8:11).
Cuántas veces nos hemos visto en similar condición? O cuántas
veces hemos estado cerca de personas desencantadas, deshechas, amargadas por el
moralismo nuestro o de otros?
No se nos olvide nunca que lo propio de Jesús es la Buena
Noticia del Padre, la entrada avasalladora y gozosa de la vida nueva, del
sentido pleno y trascendente. Hay que re-encantar siempre al ser humano, tender
la mano, bajar a las intimidades del corazón y emprender juntos, desde este
apasionante don de Dios, la vida nueva, feliz, libre, saturada de amor y de
contagioso significado humano y teologal.
Y en cambio, qué reto tan severo el planteado por el Señor a
estos maestros de la ley y custodios de la religión: cuál es su derecho a
condenar y a decidir sobre la vida de esta mujer? Qué los autoriza a esta conducta, tan a menudo
repetida en ambientes religiosos y causante de inmensos sufrimientos,
desconciertos, y también abandonos de la comunidad de fe?
En esta última semana de cuaresma sumerjámonos en nuestra
interioridad y pongámonos escuetamente
ante el Padre, conscientes de tantas fragilidades, egoísmos, juicios injustos,
afecciones desordenadas, y humildemente, como esta buena mujer, dejemos que El
entre, purifique, perdone, sane, libere, re-oriente. Y al final: gratitud y
bendición por la nueva vida que Jesús introduce en nuestro ser!!
Qué alentadoras son las palabras de Isaías a este propósito: “Voy
a hacer algo nuevo, ya está en marcha, no lo reconocen? Sí, abriré en el
desierto un camino, alumbraré ríos en el páramo…… pues llenaré de aguas en el
desierto, …. para abrevar a mi pueblo, mi elegido, ese pueblo que yo me he
formado” (Isaías 43: 19-20).
Recuerdo que hace años leí el libro “El Dios en quien no creo”
del español Juan Arias, en el que en un
estilo ágil, cotidiano, reflexiona sobre las falsas imágenes de Dios y sobre
las graves distorsiones que esto causa en hombres y mujeres, cuando los arrasa
la angustia de origen religioso, minimizando su autoestima y llevándolos a
sentirse ínfimos, corruptos, sin perspectivas de salvación. Lo traigo a cuento
para poner de presente que la bienaventurada contrapartida de esta especie de
terrorismo teológico es el amoroso e incondicional Padre de Jesús, resueltos
ambos, en el Espíritu, a posibilitar una vida novedosa, feliz, comprometida
sí y altamente responsable, pero siempre
estimulada y plena de ilusiones.
Y a propósito: que inmensa responsabilidad la que tiene ahora
el papa Francisco, descalzar a la Iglesia, alejar la pompa y el ritual fríos, y
caminar detrás de Jesús, con toda la humanidad, por las más saludables rutas de
vitalidad, de encuentro fraterno, de estilo solidario, de servicio a todos,
pero siempre prefiriendo a los últimos, a los entristecidos, a los destechados,
para que se configure el ser humano nuevo que está plenamente expresado en
Jesús de Nazareth : “Juzgo que todo es pérdida ante la sublimidad del conocimiento de
Cristo Jesús, mi Señor. Por El perdí todas las cosas; incluso las tengo por
basura para ganar a Cristo y encontrarme arraigado en El, no mediante mi
justicia, la que viene de la Ley, sino mediante la que viene por la fe en
Cristo, la justicia que viene de Dios apoyada en la fe” (Filipenses 3:
8-9). Papa Francisco: lo tuyo es portar y hacer efectiva la Buena Noticia de
Jesús, y solamente eso!
Pensemos en el asunto central del sentido de la vida, en el
legítimo derecho que tiene todo ser humano a que su existencia valga la pena,
en las aspiraciones de felicidad y plenitud, también en nuestra precaria
condición que a menudo nos hace errar, y demos una vista crítica a todo lo que
maltrata la humanidad, lo que la destruye, humilla, violenta, oprime. Allí
debemos estar los creyentes, al lado de Jesús, en nombre del Padre, para
rescatar, sanar, curar, salvar, redimir, re-crear, liberar. Esta es la genuina
razón de ser del cristianismo y de la iglesia!
Oremos por todos nosotros, por todos los seres humanos, por
los que están envilecidos por la riqueza y el consumo egoísta, por los que
toman decisiones injustas en contra de sus hermanos, por los causantes de
muerte y de violencia, y – en primerísima línea! – por los que aguardan con
pasión el reconocimiento de su dignidad, la reivindicación de su condición
humana, la adquisición de su felicidad. Y, por supuesto, por el Papa Francisco,
para que el Señor inspire todo el exigente ministerio que ahora comienza.
Gratitud a Dios Padre por la vida de Alberto Vargas Sierra,
miembro de una muy querida familia de Santander, llamado por el Señor a su
bienaventuranza el pasado domingo. Descanse en paz!
No hay comentarios:
Publicar un comentario