Lecturas
1.
Josué
5: 9-12
2.
Salmo
33: 2-7
3.
2
Corintios 5: 17-21
4.
Lucas
15: 1-3 y 11-32
Muchos lugares del mundo, entre ellos nuestra tierra
colombiana, han sido y son escenarios de intensa violencia, de agresiones
mortales contra muchos seres humanos, de divisiones fuertes y destructivas, de
intransigencias interminables. Qué hay en la raíz de estas conductas tan
generadoras de desolación y muerte? Cabe explorar en nuestra oración y
discernimiento una respuesta inteligente, también con recurso a los estudiosos
de la mente y de la conducta de los humanos.
Hoy, una de las invitaciones es a que consideremos lo que
anida en los seres humanos que no tienen capacidad de perdón y de
reconciliación, lo que inspira a los desconocedores de la misericordia. El
panorama es desolador, pero hay que abordarlo con la mayor honestidad y
realismo porque esto es un drama que sigue afectando a buena parte de la
humanidad.
Da mucho qué pensar cuando lo que nos sirven la televisión y
el cine tiene que ver con estas realidades. Nos preguntamos si es una postura
crítica de los medios de comunicación para suscitar lo mismo en el público, o
si más bien el tema se inclina a la explotación morbosa de las personalidades
de los violentos y de sus procederes, lo mismo que a la malsana curiosidad de
quienes habitualmente vemos este tipo de programas y películas.
Que todo esto nos ayude a entrar en una profunda meditación –
como esperanzadora contrapartida! – de la misericordia de Dios, a lo que nos
invitan con densidad los textos bíblicos de este domingo.
El primer recuerdo que se nos presenta es el de la
incondicional fidelidad de Dios a las promesas hechas a los israelitas y a
nosotros: “Y dijo Yahvé a Josué: hoy les he quitado de encima el oprobio de
Egipto” (Josué 5: 9). El texto consigna la gozosa conciencia de que
Yahvé, después de llevarlos por el desierto guiados por Moisés, ahora les hace
realidad, felicísima por cierto, la esperada tierra prometida.
Si bien es cierto que Dios no es una gran central de hacer
milagros y favores – y con esto conjuramos el peligro de incurrir en el
providencialismo que desconoce nuestra libertad y nuestra responsabilidad - es fundamental que estemos conscientes de la
gratuidad de Dios, de su total compromiso con nosotros, de saber que la opción
preferencial de Dios es el ser humano y su plenitud, en esta vida y más allá de
ella. Y por esto suscita toda su estrategia salvadora y liberadora en nuestra
cotidianidad, en las experiencias variadas de la vida, felices o dolorosas, en
las personas, en la historia. Es un Dios implicado, encarnado y absolutamente
fiel y gratuito!
Qué hay en nuestra vida personal a propósito de esto? Cómo
nos permite establecer el contraste con el mundo de los inmisericordes y desconocedores
del bien y del perdón? La clásica parábola del padre compasivo y del hijo
pródigo – que hace parte de la memoria colectiva humana – es una contundente
provocación para vivir en otra lógica, de abundancia, de amor, de cercanía, de
recuperación del egoísmo y del mal para vivir en la gozosa novedad del Señor.
Esta historia no descansa sobre la rebeldía del hijo ni sobre la envidia del
mayor, revoluciona nuestros mapas mentales y espirituales y pone el acento en
la gratuidad desmedida del padre que perdona, acoge, celebra fiesta “porque este hijo mío había muerto y ha
vuelto a la vida; se había perdido y ha sido hallado” (Lucas 15: 24).
Cuando vemos la frialdad de los asesinos (tengamos presente
la barbarie nazi, los excesos de las dictaduras, el genocidio en Ruanda-Burundi
en los años 90, la brutalidad de paramilitares y guerrilleros, los crímenes
abominables de los narcotraficantes), o el estilo desalmado con el que se
despoja a millones de seres humanos de su trabajo, de sus bienes, de su derecho
a vivir dignamente (despidos masivos, expropiaciones!!!), de una parte no
podemos dejar de estremecernos, de indignarnos, de otras, comprometernos en un
estilo novedoso de vida, humanitario, cercano, comprensivo, solidario. Y esto
para el mundo cristiano está determinado en el estilo que el Padre nos ha
revelado en el Señor Jesucristo.
Cómo inspirar la relación entre los seres humanos con este
talante? Cómo influír para que las instituciones, la convivencia ciudadana, el
mundo empresarial, colegios, escuelas , universidades, iglesias, asuman con
todas sus consecuencias esta lógica de misericordia?
En el magisterio de Juan Pablo II destaca su encíclica “Dives
en Misericordia” (rico en misericordia, adviento de 1980), en el que
este memorable papa hace un recorrido por Antiguo y Nuevo Testamento, por los
Padres de la Iglesia y la Tradición, por la vida de las comunidades de
creyentes, para recordar a los cristianos y a la humanidad del siglo XX que la
misericordia es la personalidad de Dios, es su modo de proceder, y que ella es
la absoluta solidaridad – amorosa, inagotable – de El con todo el género
humano.
Esta realidad tiene consecuencias individuales y sociales. El
hijo pródigo representa a todo hombre y mujer que se desordena y rompe el
vínculo con este amor fundante, pero que se experimenta vacío, roto,
desarticulado y por eso descubre la necesidad de Dios, de su amor, de la
restauración plena de su ser en el perdón y la reconciliación: “Padre,
he pecado contra el cielo y ante ti. Ya no merezco ser llamado hijo tuyo”
(Lucas 15: 21), y el padre responde: “Traigan el mejor traje y vístanlo; pónganle
un anillo en el dedo y cálcenle unas sandalias. Traigan el novillo cebado,
mátenlo, y comamos y celebremos una fiesta…..” ((Lucas 15: 22-23).
Es esto permisividad, conducta blanda, que no plantea
rigurosas exigencias y compromisos a quien ha fallado gravemente? O es más bien la concreción de la amorosa
decisión de Dios de empeñarse en la salvación del hombre caído, a toda costa,
planteando la responsabilidad a quien se sabe perdonado, levantado,
restablecido? Cómo es nuestra experiencia en este sentido? Sabemos esto de perdonar y ser perdonados,
nos sentimos beneficiados por esta iniciativa del Padre y de tantos hombres y
mujeres notables en materia de misericordia y de conciencia de la fragilidad
humana?
O más bien nuestra identificación es con el envidioso hermano mayor: “El
replicó a su padre: hace muchos años que te sirvo y jamás dejé de cumplir una
orden tuya. Sin embargo, nunca me has dado un cabrito para tener una fiesta con
mis amigos. Y ahora que ha venido ese hijo tuyo, que ha devorado tu hacienda
con prostitutas, has matado para él el novillo cebado” (Lucas 15:
29-30). Clara referencia a los
intransigentes fariseos, a los maestros de la ley, que se escandalizaban porque
Jesús, en nombre del Padre, perdonaba, acogía, restauraba, se aproximaba
misericordiosamente a los publicanos y a las prostitutas. Dónde estamos inscritos?
Esta oración de hoy es una estupenda oportunidad para
dejarnos sorprender por Dios, para recordar que su mirada sobre la condición
humana no es cuantitativa, de méritos adquiridos, y de clasificaciones, sino de
acogida, de inclusión, de posibilitar siempre mejorías sustanciales en
nosotros, es decir, de hacer que la vida de todos tenga sentido y esperanza,
aún a pesar de nuestros desvaríos.
Volviendo a los pensamientos iniciales de hoy: qué
movimientos espirituales se suscitan en nosotros al considerar la violenta
intransigencia de tantos congéneres en comparación con la desbordante
misericordia del Padre? Es un reto de la mayor magnitud el que se nos propone,
no para piadosas conductas ocasionales, para fervores momentáneos, sino para
decidir un proyecto de vida totalmente arraigado en el Señor Jesús, en términos
de humilde necesidad del Padre y de apertura comprensiva a nuestras
fragilidades y a las de todos los humanos. Hay que decirlo: esto es ir a
contrarriente! Pero es el imperativo de Dios.
Pidamos al Espíritu el don de captar en nosotros esta
garantía de esperanza definitiva, maravillosamente expresado por San Pablo: “Así
que, en adelante, ya no enjuiciamos a nadie según criterios humanos; y si
enjuiciamos a Cristo según tales criterios, ya no lo enjuiciamos así. Lo digo
porque el que está en Cristo es una nueva creación; pasó lo viejo, todo es
nuevo. Y todo proviene de Dios, que nos reconcilió consigo por Cristo y nos
confió el ministerio de la reconciliación. En efecto, Dios estaba reconciliando
al mundo consigo por medio de Cristo, no tomando en cuenta las transgresiones
de los hombres, al tiempo que nos confiaba la palabra de la reconciliación” (2
Corintios 5: 16-19).
Esta semana dos intenciones particulares de oración:
-
Por
todos nuestros hermanos de Venezuela, por su gobernantes, por todos los
estamentos sociales, por el sector público y privado, por la oposición, por los
dirigentes, que haya cordura, serenidad, sensatez, sentido total del bien
común, al que todos tienen derecho.
-
Para
que el Espíritu inspire a los cardenales en la elección del sucesor de Pedro,
que sea un hombre sensible a todas las esperanzas del ser humano del siglo XXI,
abierto, dialogante, incluyente, humano , demasiado humano, en el mejor estilo
del Señor Jesús.
Antonio José Sarmiento Nova,SJ
Alejandro Romero Sarmiento
http://comunitasmatutina.blogspot.com
No hay comentarios:
Publicar un comentario