Lecturas
1.
Eclesiástico
3: 17-21 y 30 - 31
2.
Salmo
67: 4-7 y 10-11
3.
Hebreos
12: 18-19 y 22-24
4.
Lucas
14: 1 y 7-14
El ser humano sólo es apto para abrirse a la manifestación de
Dios cuando decide dejar a un lado todas sus vanidades y arrogancias, sus
pretendidas grandezas, sus “importancias”
y asume que la precariedad y la limitación están siempre presentes. Este
es el mensaje dominante en las lecturas de este domingo.
Podemos empezar nuestra consideración evocando a Francisco
de Asís (1181-1226), cuyo carisma evangélico se fundamentó en la “minoridad”,
en el empequeñecimiento, en el hacer del propio relato vital una narrativa de
humildad, de sobriedad, de conciencia plena de la fragilidad. Debemos decir que
esto es imperativo para quien se plantee con seriedad el seguimiento de Jesús y
la vivencia cabal del talante cristiano.
En los tiempos en que vivió, y también en su contexto
familiar y social, lo apropiado eran la grandeza y el reconocimiento social, la
Iglesia se había dejado seducir por el poder temporal y muchos de los estilos
de papas, cardenales y obispos estaban determinados por esta mentalidad,
pareciéndose mucho más a la corte de un monarca temporal que al Evangelio de Jesús.
Recordamos la bella y
muy diciente película de Franco Zefirelli “Hermano
sol, hermana luna”, en la que presenta magistralmente el contraste
entre el “poverello de Asís”, de sus hermanos que le seguían, con el
ambiente eclesial y el propio de los
padres del santo.
El buen Francisco estaba “programado” por sus progenitores
para ser alguien muy importante, rico y destacado. Su padre, un ambicioso
comerciante, lo tenía destinado a seguir su proyecto de éxito económico; su
madre, aristócrata, veía en él a un joven “bien”, digno de la mejor sociedad.
Pero – como suele suceder – Dios escribe derecho con letras torcidas; la historia de este hombre es elocuente en
este sentido.
Enviado a hacer parte de la cruzada que iba a tierra santa
para recuperar del poder musulmán esos
dominios para la cristiandad, Francisco enferma y se ve en peligro de muerte,
hecho que lo hace retornar a su ciudad y a su hogar, deshecho y deprimido. Es
en esa experiencia límite de precariedad donde redimensiona su vida y se
encuentra con otra alternativa – la de Dios – que lo dispone a la vida
fraterna, a la pequeñez, a la comunión con la “hermana pobreza”, al
disfrute de la naturaleza, dando un mensaje contundente y vigoroso a las
empoderadas y arrogantes iglesia y sociedad de su época.
En él se cumplen plenamente estas palabras: “Hijo
mío, en todo lo que hagas actúa con humildad y te querrán más que al hombre
generoso. Cuanto más importante seas, más humilde debes ser y alcanzarás el
favor de Dios, porque es grande la compasión de Dios que revela sus secretos a
los humildes” (Eclesiástico 3: 17-20).
Es una invitación a aquello que en lenguaje coloquial llamamos el bajo
perfil, a la búsqueda permanente de la sabiduría genuina que no tiene sus
raíces en el “vano honor del mundo”, siguiendo la muy conocida expresión de
San Ignacio de Loyola.
El movimiento franciscano significó en esa edad media un
recuerdo de la originalidad del proyecto de Jesús en términos de servicio, de
comunión con los pobres, de vida fraterna, de existencia sobria, y sigue
constituyéndose en una severa confrontación también para la iglesia que somos
hoy, lo mismo que para nuestras historias individuales.
Muchos de los ambientes sociales son de alta competitividad,
se da prelación a los sobresalientes por razón de poder, dinero, belleza
física, títulos y prosapias, logros, y se subestima a los pequeños, a los
pobres, a los que – según esta penosa mentalidad – “no son nadie”.
Percibir este contraste y optar – como Francisco – por el
modo humilde y discreto es uno de los elementos claves de la vida según el
Espíritu. Como hemos dicho frecuentemente en estos mensajes dominicales, el
estilo de Jesús es contracultural, los valores que proceden de la revelación de
Dios nos llevan por los caminos sabios de la discreción y se convierten en un
interrogante profético para este mundo de vanidades y de aplausos a los
famosos.
El relato evangélico lo refuerza con particular elocuencia: “Observando
cómo elegían los puestos de honor, dijo a los invitados la siguiente parábola:
Cuando alguien te invite a una boda, no ocupes el primer puesto; no sea que
haya otro invitado más importante que tú y el que los invitó a los dos vaya a
decirte que le cedas el puesto a otro” (Lucas 14: 7-9).
El mundo en el que vivió
Jesús estaba muy influído por los honores que se debían a los sacerdotes del
templo, a los maestros de la ley, a los social y religiosamente importantes,
mientras que El es un hombre del pueblo, pobre con los pobres, a quienes elige
como el “lugar profético” para anunciar la Buena Noticia y para revelar la
paternidad de Dios desbordante, misericordiosa, acogedora, incluyente de los
humillados y ofendidos. Verdaderamente
escandaloso y provocador es el comportamiento del Señor!
Definitivamente es apasionante el talante de Jesús , porque
quiebra en sus mismos fundamentos estas categorías humanas de exaltación, de vanas pretensiones, y enaltece
en perspectiva profundamente evangélica,
al que es humilde, discreto, austero, sobrio. En esto radica la genuina felicidad,
“porque
quien se engrandece será humillado, y quien se humilla será engrandecido” (Lucas
14: 11).
Que la conciencia de este aspecto esencial del reino de Dios
y su justicia nos remita al más radical ejercicio de solidaridad con las
protestas campesinas que por estos días hacen evidente gravísimas situaciones
de injusticia en nuestro país. Independientemente de intereses políticos de
unos y otros en la derecha y en la izquierda, lo que hay que ver es el clamor
de estas gentes humildes, agricultores, afectados en su trabajo, en su
sostenibilidad, en su digna cotidianidad, por políticas y decisiones que son
abiertamente injustas y excluyentes.
Cómo nos habla Dios en estas realidades? Simplemente nos
preocupamos porque se nos alteraron nuestras habituales comodidades? Nuestra
hipótesis se reduce a afirmar que detrás del paro están los subversivos de
siempre? Calificamos este movimiento agrario y campesino como una expresión de
desacato al orden establecido? O dejamos que el Señor Dios y esta humanidad
doliente nos interpelen en materia de solidaridad, de conciencia de los muchos
padecimientos que afectan la dignidad y el bienestar de estos nobles
trabajadores de la tierra? Porque hay que recordar siempre que estar con los
últimos es la preferencia de Jesús! Es – escuetamente – la causa de la dignidad
humana, sin matrícula ideológica, sin adscripción política.
“La significación de San Francisco adquiere aún mayor
relevancia si consideramos los grandes desafíos que nos plantea la sociedad
moderna, de entre los cuales vamos a detenernos en el más importante: el que
procede de la brutal pobreza a la que están sometidos millones y millones de
seres humanos. Un tremendo abismo ha sido abierto entre los hombres, las clases
sociales y las naciones; por un lado, una gran mayoría se debate por sobrevivir
en medio de la miseria, el hambre, el analfabetismo y el desprecio; por otro,
una pequeña minoría disfruta de los beneficios de la prosperidad, rodeados de
toda clase de bienes y servicios” (BOFF,Leonardo. San Francisco de Asís: ternura y vigor.Sal
Terrae,Santander;página 76).
Esta afirmación del teólogo brasilero se refuerza con lo que
dicen nuestros obispos latinoamericanos, en su III asamblea general en Puebla
de Los Angeles (México, enero de 1979): “La Conferencia de Medellín apuntaba ya,
hace poco más de diez años, la comprobación de este hecho: un sordo clamor
brota de millones de hombres, pidiendo a sus pastores una liberación que no les
llega de ninguna parte. El clamor pudo haber parecido sordo en ese entonces.
Ahora es claro, creciente, impetuoso y, en ocasiones, amenazante” (III
Asamblea General del Episcopado Latinoamericano , Puebla de Los Angeles,México,
Nos. 88 y 89).
Esta reflexión densamente pastoral, no ideológica ni
política, procede de la sensibilidad de nuestros obispos ante las penosas
realidades que afectaban en aquellos años a tantas comunidades
latinoamericanas, y que lamentablemente siguen vigentes debido a la intrínseca
injusticia del orden (orden? desorden?)
económico internacional inscrito en el modelo neoliberal, frecuentemente
calificado por el inolvidable Juan Pablo II como “capitalismo
salvaje”.
De aquí, qué retos se derivan para nuestro empeño de ser
fieles al proyecto de Jesús? Lo que está diciendo con diversos tonos e
intensidades el papa Francisco, a propósito de opción preferencial por los
pobres, de iglesia humilde y descalza, lo estamos integrando a nuestro
discernimiento y a nuestro crecimiento en los caminos del Señor?
Llevemos al corazón y a una intención decidida de conversión
lo que nos dice el salmo 67: “Padre de huérfanos, protector de viudas,
ese es Dios desde su santa morada. Dios da un hogar a los que están solos,
libera de la prisión a los cautivos….” (Salmo 67: 6-7). El necesita de
nosotros como instrumentos para hacer viable esta intencionalidad de salvación
y de liberación: estamos dispuestos a tomar el reto de Dios? O preferimos
permanecer en un cómodo egoísmo?
Antonio José Sarmiento Nova,SJ – Alejandro Romero Sarmiento
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