Lecturas
1.
Amós
8: 4-7
2.
Salmo
112: 1-8
3.
1
Timoteo 2: 1-8
4.
Lucas
16: 1-13
Dentro de los asuntos que son indispensables para una
correcta existencia humana y creyente, la Biblia es muy enfática en invitarnos
a desprendernos del fundamentalismo del dinero y de los bienes materiales, lo mismo que en la práctica de la solidaridad y la justicia
con los más débiles de la humanidad. Estos son los aspectos clave que nos
comunica la Palabra en este domingo.
El libro del profeta Amós es un texto de marcada
sensibilidad social. En el siglo VIII,
antes de Cristo, el reino de Israel disfruta de riqueza y prosperidad, pero con
notoria inequidad: el bienestar de unos pocos es insultante para la mayoría que
vive en medio de gran estrechez. Este es el contexto del ministerio y palabra
de Amós.
El profeta recorre el país denunciando las injusticias
sociales: “Escuchen esto, Ustedes que explotan al pobre y exterminan a los
humildes. En los días de fiesta y descanso ya están esperando al día siguiente
para vender su trigo con balanzas falsas. Ustedes falsean la medida y la
moneda. Venden al pobre por dinero” (Amós 4: 4-6). Son palabras de
incuestionable fuerza y severidad!
Al escucharlas podemos traer a la memoria conocidos personajes que, desde la fe en
Jesucristo, han hecho suya la bandera profética de la justicia, como Desmond
Tutu, (n. 1931), arzobispo anglicano en Sudáfrica, premio Nobel de Paz
en 1984 ;Dorothy Day, (1897 -1980), cristiana norteamericana que dedicó
su vida a promover la dignidad de la clase obrera en su país; Gerardo
Valencia Cano (1917-1972), Obispo de Buenaventura (Valle del Cauca) que
sirvió como pastor de la iglesia con especialísimos compromiso y abnegación,
principalmente en favor de las comunidades afro de esa empobrecida región del
Pacífico colombiano.
Las vidas de ellos y las
de muchos otros seguidores de
Jesús han estado signadas por esta pasión profunda por la dignidad humana,
estableciendo una clara línea de coherencia entre su fidelidad al Señor y su
ministerio profético de servicio a los más humildes. Sus relatos de vida son una invitación a imitarlos y a
sintonizarnos con los requerimientos de dignidad de millones de seres
humanos.
En la oración de hoy les proponemos considerar dos aspectos
particularmente:
-
Porqué
tanta reiteración en el asunto de la dignidad humana? Acaso no hay otras
realidades que también demandan atención en el camino creyente? Es una veleidad
ideológica – tendencia izquierdista, tal vez? – o un imperativo que el mismo
Señor Jesús establece para quienes desean asumir la totalidad de los
compromisos que demanda su seguimiento?
-
Conscientes
de que las confrontaciones que nacen del talante profético son fuertes y
tajantes, cómo anunciar este reino de justicia e inclusión, cómo denunciar lo
que es incompatible con él, sin propiciar agresividad, lucha de clases,
descalificaciones excluyentes?
Abiertos al Espíritu pongámonos en disposición de
discernimiento para escrutar a dónde y cómo nos lleva la voluntad de Dios en
estas sensibles realidades de nuestro mundo. Cómo hacer compatible la
sinceridad de nuestra fe con una exquisita sensibilidad en materia de justicia
y de opción preferencial por los pobres?
En la semana que termina el Papa Francisco recibió en
audiencia personal al conocido teólogo peruano Gustavo Gutiérrez Merino
(n. 1928), fraile dominico a quien se considera el padre de la Teología de la
Liberación, tendencia surgida en América Latina a comienzos de los años
setenta, en el dinamismo de creatividad eclesial que se suscitó después del
Concilio Vaticano II.
El Padre Gutiérrez, indudablemente un hombre
de Dios, perseguido e incomprendido por muchos en la Iglesia, por considerar
que su teología ha estado “contaminada”
por el marxismo y por una interpretación
materialista del cristianismo, es un claro signo de esta pasión evangélica por
el ser humano humillado y maltratado por la injusticia de un sistema que no se
fundamenta en el humanismo sino en la ganancia egoísta, como lo señala el texto
de Amós.
Bello y evangélico gesto este del Papa para reconocer a un
hombre “con olor a oveja” , siguiendo con la expresión que el mismo
Francisco nos dijo a obispos y sacerdotes en su homilía del Jueves Santo.
Y ahora nos vamos con el administrador astuto, según la
parábola que nos propone hoy el evangelio de Lucas. Es claro que Jesús no está alabando la pérfida astucia de este
hombre sino su habilidad para hacer amigos. Manejamos así nuestros asuntos para
llevar una vida de contundente fidelidad al Evangelio? Desarrollamos las
mejores estrategias para que los criterios de Jesús sean los que determinen
nuestras opciones y actuaciones? Podemos hablar en nosotros de una “inteligencia
evangélica” que inspire todo nuestro ser y nuestro quehacer?
“El que se mostró digno de confianza en cosas sin importancia
será digno de confianza también en las importantes, y el que no se mostró digno
de confianza en cosas mínimas, tampoco será digno de confianza en lo
importante. Por lo tanto, si Ustedes han administrado mal el maldito dinero ,
quien va a confiarles los bienes verdaderos? (Lucas 16: 10-11) Qué podemos decir
de nosotros mismos al Señor, a las personas con quienes estamos comprometidos,
a nuestra conciencia, en estos aspectos fundamentales de la vida? Somos
cristianos por costumbre o inercia sociocultural, o afincados fanáticamente en
posturas fundamentalistas, o decididamente nos dejamos liberar por Jesús para
entrar en la bienaventurada dinámica del reino de Dios y su justicia?
La fidelidad al Señor nos libera de la conducta
esquizofrénica, El cataliza y unifica todos nuestros esfuerzos, nos advierte
críticamente sobre las idolatrías: “Ustedes no pueden servir al mismo tiempo a
Dios y al dinero” (Lucas 16: 13), es una afirmación tajante que nos
lleva a asumir todo lo que somos y tenemos como medios que, usados y vividos
con salud evangélica, nos conducen al fin para el que hemos sido creados.
En qué depositamos la seguridad de nuestra vida: en nuestros
aprendizajes y títulos? En los abolengos sociales? En el dinero y en la
capacidad adquisitiva? En las comodidades materiales? En la belleza física? En
los muchos éxitos de nuestras hojas de vida? O nos dejamos llevar por la
incontenible fuerza liberadora del Espíritu que nos lleva a afianzar todo lo
nuestro en el fundamento sabio, constante y creciente, siempre trascendente,
del Dios que se nos ha revelado en Jesucristo?
Este es el testimonio que nos ofrece Pablo en el texto de la
1 carta a Timoteo: “Pues único es Dios, único es también el mediador entre Dios y los
hombres, Cristo Jesús, verdadero hombre, que entregó su vida para ganar la
libertad de todos” (1 Timoteo 2: 5-6). Estas palabras son un recuerdo de
que el interés preferencial de Dios es la
plenitud-felicidad-realización-redención-salvación-liberación de cada ser
humano, la gran experticia del Padre es hacer seres humanos de primera,
teniendo como referencia esencial a Jesús, y Pablo es testigo privilegiado de
esto, pues lo vivió en sí mismo y dedicó su vida a comunicarlo en aquellos años
originales de la historia cristiana.
En este orden de ideas, es de altísima importancia destacar
que el trabajo pastoral debe orientarse en esta perspectiva: cómo aportar a la
generación de un mejor ser humano? A la construcción de sociedades más sanas?
Cómo aportamos al sentido de la vida, a la esperanza en un mundo mejor? Cómo
nos hacemos presentes los cristianos en las dinámicas de la paz, de la equidad,
del diálogo y encuentro entre las diversas tradiciones religiosas? Cómo nuestra
fidelidad a Jesús se traduce en la defensa de la vida, en todas sus
manifestaciones? Cómo inspiramos la defensa y promoción de la dignidad del ser
humano?
Que la respuesta a estas cuestiones de profundidad sea
nuestra propia biografía, aportándola con sinceridad y transparencia para
construír el gran relato de la humanidad en términos de espiritualidad, de vida
recta, de comunión y fraternidad, de disfrute exquisito de este mundo que el
buen Dios nos ha regalado para cuidarlo y para hacerlo un escenario de todo lo
mejor del ser humano cuando se sabe inscrito en este amor siempre mayor.
Mucho más que luchas
apologéticas o demanda de privilegios jurídicos e institucionales, o discursos
de intransigencia moralista, las comunidades cristianas serán relevantes en la
historia en la medida de su sinceridad evangélica y humana, en la claridad para
vivir los imperativos del Señor y para atender con apertura de mente y corazón
los clamores de la humanidad, sus búsquedas de sentido, sus gozos y
esperanzas.
Si así vivimos podremos decir con el salmista: “Feliz
el hombre que ama al Señor, que encuentra en sus mandatos su contento…….. Se
yergue como luz para los buenos, el que es justo, clemente y compasivo……” (Salmo
112: 1 y 4). Esto es felicidad según Jesús, vale decir, bienaventuranza!
Antonio José Sarmiento Nova,SJ – Alejandro Romero Sarmiento
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