domingo, 8 de septiembre de 2013

COMUNITAS MATUTINA 8 DE SEPTIEMBRE DOMINGO XXIII DEL TIEMPO ORDINARIO



Lecturas
1.      Sabiduría 9: 13 – 18
2.      Salmo 89: 3 – 6 y 12 -17
3.      Filemón (capítulo único) : 9 – 10 y 12 -17
4.      Lucas 14: 25 – 33
El comienzo de esta reflexión dominical está marcado por dos situaciones que demandan de nuestra parte total  solidaridad y compromiso:
-          El asunto de las reclamaciones de los campesinos de Colombia, que sigue sin solución favorable. Es un asunto de justicia elemental que sigue interrogando al estado pero también a todos los ciudadanos, muchos de ellos con el deseo sincero de seguir el camino de Jesús y, en consecuencia, comprometidos con los ideales que El nos propone en el Evangelio.
-          El movimiento mundial de solidaridad que se ha suscitado en torno al drama de Siria, la cruel guerra en la que el gobierno de ese país ha cometido delitos flagrantes de lesa humanidad contra la población civil, y la voz de alerta que muchos en el mundo han dado ante la amenaza de una intervención militar por parte de los Estados Unidos :  lo uno y lo otro igualmente reprobables! Las penosas consecuencias de estas acciones son bien conocidas en Irak y Afganistán por parte de toda la comunidad mundial.
Que sea esta jornada una expresión humana y cristiana de compromiso con estas causas, que no permanezcamos en la lejana indiferencia habitual, que la voz de Dios y de la humanidad lleguen a lo más hondo de nosotros mismos! El Papa Francisco ha invitado hoy – 7 de septiembre – a un día de oración y ayuno como  lenguaje de cercanía con estos hermanos.
El libro de la Sabiduría es una reflexión de fondo sobre el sentido de la vida humana en la perspectiva de Dios, en la que destaca particularmente una exigente invitación a la justicia, cuya intensidad marca un contraste con las frecuentes situaciones de persecución y oprobio a las que fueron sometidos  los judíos de esta época ( es un contexto muy cercano a los tiempos de Jesús) por parte de los opresores griegos y romanos lo mismo que de sus coterráneos vendidos a estos poderes imperiales.
Es fundamental captar también que este texto es una elaboración muy evolucionada con respecto a la convicción de Dios como ser trascendente y misericordioso, y al ser humano como llamado a la inmortalidad y plenitud pasando las fronteras de la historia. En este sentido se puede hablar perfectamente de una gran proximidad a elementos esenciales del mensaje cristiano en términos de sentido absoluto de la vida y de consumación de la misma en Dios.
La sabiduría es el don de Dios con el que El nos habilita para la trascendencia: “Quien conocerá tu designio, si tú no le das la Sabiduría enviando tu santo espíritu desde el cielo? Sólo así fueron rectos los caminos de los que están sobre la tierra, así los hombres aprendieron lo que te agrada y la Sabiduría los salvó” (Sabiduría 9: 17-18).
Estas reflexiones sobre la condición sapiencial de la vida, y en particular de la existencia creyente, nos ayudan – como ya es frecuente en este ámbito – a marcar un contraste con muchas de las realidades cotidianas. Los seres humanos vivimos afanados por la falta de tiempo, por las urgencias del trabajo y de la productividad, los mensajes de la publicidad nos crean necesidades que no son esenciales, las presiones sociales nos “obligan” a pensar o a proceder de acuerdo con esos imperativos, se nos exige hacer carrera y ser importantes, tener títulos, lograr el acceso a todos los indicadores con los cuales somos reconocidos como “gente bien”.
Nos estamos dejando alienar por estos requerimientos sociales? O tenemos la suficiente entereza para salir adelante a estas presiones y tomar por los caminos de la libertad de espíritu?
De todo esto resulta que lo fundamental  sale perdiendo, la sustentación  teologal y humanista de la vida, la capacidad de relativizar todo esto como el mayor ejercicio de libertad, el sentido de la dignidad humana, y el compromiso generoso, sincero, con tantos hombres y mujeres que  son excluídos de estas dinámicas de “importancia social”. Vemos en muchos de nuestros medios gente muy informada, tecnológicamente entrenada, competente para producir, con mínimos penosos en sus aspectos sapienciales y humanistas. Los podemos llamar “bárbaros ilustrados”!
Justamente esta llamada de atención con respecto a Siria y a las reivindicaciones campesinas de Colombia está inspirada en la sabiduría que procede de Dios. Quien se compromete con El está inevitablemente convocado a apasionarse por el ser humano y por todas sus causas de dignidad, realidades estas que no parecen inspirar las mentes y las decisiones de los poderosos de este mundo.
Un verdadero sabio está determinado por la trascendencia, que no es otra cosa que una referencia fundante y fundamental hacia Dios y hacia la humanidad. Genios éticos como Gandhi o Madre Teresa de Calcuta son lenguajes de singular elocuencia en esta clave de comprensión de la existencia. Lo mismo que nuestros muy queridos y conocidos Padre Arrupe  y Monseñor Romero. Esas historias de ellos son genuina sabiduría!
El diseño que nos propone el Antiguo Testamento sobre el ser humano sabio es un anticipo de las BIENAVENTURANZAS de Jesús. Un sabio en esta clave es el que no cifra su felicidad en poder y en materialidades, en prestigios y escalafones sociales, y se cimenta en Dios, como su hijo, y con todos los seres humanos en la dimensión de la fraternidad y de la solidaridad.
En este orden de cosas podemos apreciar el bello y generoso testimonio de Pablo en su carta a Filemón cuando se manifiesta como aval de su amigo y estrecho colaborador en el ministerio,  Onésimo: “te suplico en favor de un hijo mío, que engendré en la prisión: Onésimo” (Filemón 10), ……..”y no ya como esclavo, sino como algo mucho mejor que esclavo: como hermano muy querido para mí y más aún para ti, como hombre y como cristiano” (Filemón  16). Pablo se presenta ante Filemón como garante de Onésimo, se compromete plenamente con este hermano, siguiendo la mejor orientación de su espíritu de seguidor de Jesús.
Somos nosotros garantes de la humanidad? En nuestra mentalidad y proceder estamos sinceramente comprometidos con seres humanos concretos, ante quienes no vacilamos en empeñarnos en los mismo términos en que Pablo se compromete con Onésimo? De nuestra condición de cristianos se desprende un radical ejercicio de comunión y de fraternidad? Los rostros de los campesinos colombianos y de los lejanos – apenas geográficamente – de Siria,  son invitaciones al respaldo total, a la donación de la vida, al empeño de todo lo nuestro como aval y crédito de esta humanidad doliente?
Con Pablo vienen a nuestra mente y afecto los muchos integrantes de la “nube de  testigos” que han hecho de su vida apasionante ejercicio de filiación y fraternidad, como Martin Luther King, de cuyo célebre discurso “tengo un sueño” hemos conmemorado en estos días cincuenta años. Estos hombres y mujeres son referentes para modelar nuestra vida según el dictado de ser unos para otros legitimadores de esta dignidad, constante imperativo ético para nuestros proyectos de vida.
En el texto de Lucas , Jesús nos señala unos presupuestos para ser sus discípulos, destacando cuáles son las prioridades del reino de Dios y su justicia: “Si alguien viene a mí y no me ama más que a su padre y su madre, a su mujer y a sus hijos, a sus hermanos y hermanas, no puede ser mi discípulo. Quien no carga con su cruz y me sigue no puede ser mi discípulo” (Lucas 14: 26-27).
En saludable interpretación del texto debemos reconocer lo que el Señor quiere dejarnos claro, en materia de prioridades y motivaciones. Todo lo que somos y tenemos es medio que conduce al fin para el que hemos sido creados, ese fin absoluto es Dios mismo y eso que con Jesús llamamos el “reino”, es un nuevo orden de vida en el que la paternidad – maternidad de Dios cimentan la dignidad de cada ser humano, entendido y vivido como prójimo y hermano.
De aquí se deriva una mirada crítica a la totalidad de lo que somos y tenemos: somos fines de nosotros mismos? Absolutizamos la tenencia, los saberes, los talentos recibidos, las personas, hasta el punto de convertirnos en esclavos de todo esto? O dejamos que la dinámica liberadora del Espíritu nos desposea de todo para disfrutarlo gozosamente en su condición de creaturas orientadas a esa plenitud?
Con el ejemplo de la construcción y del rey que se prepara para la batalla Jesús nos invita a la genuina solidez. La gran aventura de la vida auténtica no se arraiga en honores, riquezas, famas, pertenencias de clase, aplausos, aprendizajes, curriculum vitae. Todos estos “bienes” tienen sentido si están orientados a esta perspectiva fundamental de realización teologal y fraterna, según el estilo de Jesús: “quien no renuncie a sus bienes no puede ser mi discípulo” (Lucas 14:  33).
Cabe advertir que no se trata de renuncias penitenciales, desgarradoras, ascéticas, determinadas por un reglamento, son decisiones autónomas, responsables, comprometidas con el ideal al que el Señor nos invita, siempre con la idea de llevarnos por un camino de auténtica realización humana. Lo que se decide por seguir este camino es liberador en el más pleno significado de este término, la austeridad cristiana es siempre feliz y esperanzadora.
Estamos dispuestos a aceptar la invitación para seguir esta apasionante historia de amor y de libertad?

Antonio José Sarmiento Nova,SJ    -  Alejandro Romero Sarmiento

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