Lecturas
1.
Sabiduría
9: 13 – 18
2.
Salmo
89: 3 – 6 y 12 -17
3.
Filemón
(capítulo único) : 9 – 10 y 12 -17
4.
Lucas
14: 25 – 33
El comienzo de esta reflexión dominical está marcado por dos situaciones
que demandan de nuestra parte total solidaridad y compromiso:
-
El
asunto de las reclamaciones de los campesinos de Colombia, que sigue sin
solución favorable. Es un asunto de justicia elemental que sigue interrogando
al estado pero también a todos los ciudadanos, muchos de ellos con el deseo
sincero de seguir el camino de Jesús y, en consecuencia, comprometidos con los
ideales que El nos propone en el Evangelio.
-
El
movimiento mundial de solidaridad que se ha suscitado en torno al drama de
Siria, la cruel guerra en la que el gobierno de ese país ha cometido delitos
flagrantes de lesa humanidad contra la población civil, y la voz de alerta que
muchos en el mundo han dado ante la amenaza de una intervención militar por
parte de los Estados Unidos : lo uno y
lo otro igualmente reprobables! Las penosas consecuencias de estas acciones son
bien conocidas en Irak y Afganistán por parte de toda la comunidad mundial.
Que sea esta jornada una expresión humana y cristiana de
compromiso con estas causas, que no permanezcamos en la lejana indiferencia
habitual, que la voz de Dios y de la humanidad lleguen a lo más hondo de
nosotros mismos! El Papa Francisco ha invitado hoy – 7 de septiembre – a un día
de oración y ayuno como lenguaje de
cercanía con estos hermanos.
El libro de la Sabiduría es una reflexión de fondo
sobre el sentido de la vida humana en la perspectiva de Dios, en la que destaca
particularmente una exigente invitación a la justicia, cuya intensidad marca un
contraste con las frecuentes situaciones de persecución y oprobio a las que
fueron sometidos los judíos de esta
época ( es un contexto muy cercano a los tiempos de Jesús) por parte de los
opresores griegos y romanos lo mismo que de sus coterráneos vendidos a estos
poderes imperiales.
Es fundamental captar también que este texto es una
elaboración muy evolucionada con respecto a la convicción de Dios como ser
trascendente y misericordioso, y al ser humano como llamado a la inmortalidad y
plenitud pasando las fronteras de la historia. En este sentido se puede hablar
perfectamente de una gran proximidad a elementos esenciales del mensaje
cristiano en términos de sentido absoluto de la vida y de consumación de la
misma en Dios.
La sabiduría es el don de Dios con el que El nos habilita
para la trascendencia: “Quien conocerá tu designio, si tú no le das
la Sabiduría enviando tu santo espíritu desde el cielo? Sólo así fueron rectos
los caminos de los que están sobre la tierra, así los hombres aprendieron lo
que te agrada y la Sabiduría los salvó” (Sabiduría 9: 17-18).
Estas reflexiones sobre la condición sapiencial de la vida, y
en particular de la existencia creyente, nos ayudan – como ya es frecuente en
este ámbito – a marcar un contraste con muchas de las realidades cotidianas.
Los seres humanos vivimos afanados por la falta de tiempo, por las urgencias
del trabajo y de la productividad, los mensajes de la publicidad nos crean
necesidades que no son esenciales, las presiones sociales nos “obligan” a
pensar o a proceder de acuerdo con esos imperativos, se nos exige hacer carrera
y ser importantes, tener títulos, lograr el acceso a todos los indicadores con
los cuales somos reconocidos como “gente bien”.
Nos estamos dejando alienar por estos requerimientos
sociales? O tenemos la suficiente entereza para salir adelante a estas
presiones y tomar por los caminos de la libertad de espíritu?
De todo esto resulta que lo fundamental sale perdiendo, la sustentación teologal y humanista de la vida, la capacidad
de relativizar todo esto como el mayor ejercicio de libertad, el sentido de la
dignidad humana, y el compromiso generoso, sincero, con tantos hombres y
mujeres que son excluídos de estas
dinámicas de “importancia social”. Vemos en muchos de nuestros medios gente muy
informada, tecnológicamente entrenada, competente para producir, con mínimos
penosos en sus aspectos sapienciales y humanistas. Los podemos llamar “bárbaros
ilustrados”!
Justamente esta llamada de atención con respecto a Siria y a
las reivindicaciones campesinas de Colombia está inspirada en la sabiduría que
procede de Dios. Quien se compromete con El está inevitablemente convocado a
apasionarse por el ser humano y por todas sus causas de dignidad, realidades
estas que no parecen inspirar las mentes y las decisiones de los poderosos de este
mundo.
Un verdadero sabio está determinado por la trascendencia, que
no es otra cosa que una referencia fundante y fundamental hacia Dios y hacia la
humanidad. Genios éticos como Gandhi o Madre Teresa de Calcuta son
lenguajes de singular elocuencia en esta clave de comprensión de la existencia.
Lo mismo que nuestros muy queridos y conocidos Padre Arrupe y Monseñor Romero. Esas historias de
ellos son genuina sabiduría!
El diseño que nos propone el Antiguo Testamento sobre el ser
humano sabio es un anticipo de las BIENAVENTURANZAS de Jesús. Un sabio
en esta clave es el que no cifra su felicidad en poder y en materialidades, en
prestigios y escalafones sociales, y se cimenta en Dios, como su hijo, y con
todos los seres humanos en la dimensión de la fraternidad y de la solidaridad.
En este orden de cosas podemos apreciar el bello y generoso
testimonio de Pablo en su carta a Filemón cuando se manifiesta como aval de su
amigo y estrecho colaborador en el ministerio, Onésimo: “te suplico en favor de un hijo mío, que
engendré en la prisión: Onésimo” (Filemón 10), ……..”y no ya como esclavo, sino como
algo mucho mejor que esclavo: como hermano muy querido para mí y más aún para
ti, como hombre y como cristiano” (Filemón 16). Pablo se presenta ante Filemón como
garante de Onésimo, se compromete plenamente con este hermano, siguiendo la
mejor orientación de su espíritu de seguidor de Jesús.
Somos nosotros garantes de la humanidad? En nuestra
mentalidad y proceder estamos sinceramente comprometidos con seres humanos
concretos, ante quienes no vacilamos en empeñarnos en los mismo términos en que
Pablo se compromete con Onésimo? De nuestra condición de cristianos se
desprende un radical ejercicio de comunión y de fraternidad? Los rostros de los
campesinos colombianos y de los lejanos – apenas geográficamente – de Siria, son invitaciones al respaldo total, a la
donación de la vida, al empeño de todo lo nuestro como aval y crédito de esta
humanidad doliente?
Con Pablo vienen a nuestra mente y afecto los muchos
integrantes de la “nube de testigos” que
han hecho de su vida apasionante ejercicio de filiación y fraternidad, como Martin
Luther King, de cuyo célebre discurso “tengo un sueño” hemos
conmemorado en estos días cincuenta años. Estos hombres y mujeres son
referentes para modelar nuestra vida según el dictado de ser unos para otros
legitimadores de esta dignidad, constante imperativo ético para nuestros
proyectos de vida.
En el texto de Lucas , Jesús nos señala unos presupuestos
para ser sus discípulos, destacando cuáles son las prioridades del reino de
Dios y su justicia: “Si alguien viene a mí y no me ama más que a su padre y su madre, a su
mujer y a sus hijos, a sus hermanos y hermanas, no puede ser mi discípulo.
Quien no carga con su cruz y me sigue no puede ser mi discípulo” (Lucas
14: 26-27).
En saludable interpretación del texto debemos reconocer lo
que el Señor quiere dejarnos claro, en materia de prioridades y motivaciones.
Todo lo que somos y tenemos es medio que conduce al fin para el que hemos sido
creados, ese fin absoluto es Dios mismo y eso que con Jesús llamamos el “reino”,
es un nuevo orden de vida en el que la paternidad – maternidad de Dios cimentan
la dignidad de cada ser humano, entendido y vivido como prójimo y hermano.
De aquí se deriva una mirada crítica a la totalidad de lo que
somos y tenemos: somos fines de nosotros mismos? Absolutizamos la tenencia, los
saberes, los talentos recibidos, las personas, hasta el punto de convertirnos
en esclavos de todo esto? O dejamos que la dinámica liberadora del Espíritu nos
desposea de todo para disfrutarlo gozosamente en su condición de creaturas
orientadas a esa plenitud?
Con el ejemplo de la construcción y del rey que se prepara
para la batalla Jesús nos invita a la genuina solidez. La gran aventura de la
vida auténtica no se arraiga en honores, riquezas, famas, pertenencias de
clase, aplausos, aprendizajes, curriculum vitae. Todos estos “bienes” tienen
sentido si están orientados a esta perspectiva fundamental de realización
teologal y fraterna, según el estilo de Jesús: “quien no renuncie a sus bienes
no puede ser mi discípulo” (Lucas 14:
33).
Cabe advertir que no se trata de renuncias penitenciales,
desgarradoras, ascéticas, determinadas por un reglamento, son decisiones
autónomas, responsables, comprometidas con el ideal al que el Señor nos invita,
siempre con la idea de llevarnos por un camino de auténtica realización humana.
Lo que se decide por seguir este camino es liberador en el más pleno
significado de este término, la austeridad cristiana es siempre feliz y
esperanzadora.
Estamos dispuestos a aceptar la invitación para seguir esta apasionante
historia de amor y de libertad?
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