Lecturas
1.
Sabiduría
11: 23 a 12:2
2.
Salmo
144: 1-2 y 8-14
3.
2
Tesalonicenses 1:11 a 2:2
4.
Lucas
19:1-10
El capítulo 19 de Lucas es el final de la vida de Jesús,
antes de su entrada en Jerusalem. Es un relato provocador para los hombres
religiosos del judaísmo de su tiempo, porque en él se fija en un pecador público y detestado –
Zaqueo – para que lo invite a su hogar y lo haga partícipe de su mesa, signo de
comunión en el espíritu de las bienaventuranzas y escándalo para los “fieles”
sacerdotes y maestros de la ley: “Zaqueo, baja en seguida, porque hoy tengo
que hospedarme en tu casa” (Lucas 19: 5). Un argumento más que se
adiciona a todas las razones que tenían los dirigentes judíos para sospechar de
Jesús y someterlo a juicio, porque la condición de Zaqueo lo hacía repugnante
para la vanidad moral del fariseísmo vigente en ese contexto.
Con frecuencia hemos escuchado que Jesús es solidario con el
pecador, no con el pecado; y es completamente cierto y de total factura
evangélica. El nos comunica ilimitadamente, con la máxima generosidad - hasta la donación cruenta de su vida – la
misericordia del Padre-Madre Dios, dinamismo que rehace al ser humano en su
mismo centro y lo re-orienta en la perspectiva liberadora del Evangelio.
Jesús los escandaliza: “Al ver esto, todos murmuraban y decían: se ha hospedado en la casa de un
pecador” (Lucas 19: 7), porque
se presenta con autoridad: “hoy ha llegado la salvación a esta casa,
pues también este es hijo de Abraham. Pues el Hijo del hombre ha venido a
buscar y salvar lo que estaba perdido” (Lucas 19: 9) – que para la
mentalidad judía era exclusivamente de Dios – y porque en nombre de la
misma da la oportunidad a Zaqueo de
replantear todo su proyecto de vida: “Señor, la mitad de mis bienes la doy a los
pobres, y si engañé a alguno, le devolveré cuatro veces más” (Lucas
19:8).
Una vez más, el evangelio está mostrando la situación de
Jesús, enfrentado a un pueblo vanidoso que no se aparta de sus fijaciones
religioso-morales, que no se resigna a perder la idea de un Mesías espectacular
que confirma a los buenos y condena a los malos, incapaz de captar la lógica
revolucionaria de la Buena Noticia y afianzado en su concepción de la relación
con Dios como un asunto de pureza legal y ritual, sin implicarse en lo más
mínimo en la conversión del corazón.
El Dios que transforma a Zaqueo y a tantas personas no es un
dios manipulable, ni a la medida de los estrechos cauces de una salvación que
se pretende lograr sólo por cumplimientos milimétricos de requisitos,
ceremoniales, deberes ominosos, y otras cargas incomprensibles para el Padre de
Jesús. Cuando hablamos de gracia de Dios estamos expresando la desmesura del
amor, la disposición incondicional para que el ser humano sea pleno, feliz,
bienaventurado, libre de las ataduras del egoísmo, del pecado, de la
injusticia. El contradictorio Zaqueo, ahora nuevo discípulo, es felicísimo
relato de la eficacia liberadora del ministerio de Jesús.
Por esto Jesús es rechazado y mal visto. No en vano el
capítulo 19 y las acciones allí referidas son antesala del proceso de la pasión
y muerte del Señor, ”merecida” por haber conmovido las leyes y los dogmas de la
intransigente religiosidad de aquellos judíos. Somos conscientes del alcance
provocador de estas realidades? O, más bien, nos hemos dedicado a un
cristianismo endurecido, el de las observancias legales, el de la
autosuficiencia moral, el del desprecio por los pecadores y por los que no
están a la altura de nuestras condiciones?
Tengamos presente que el seguimiento de Jesús no es una
ideología religiosa para preservar un determinado orden o establecimiento, sino
una experiencia vital de hondísima raigambre teologal y humana – es el Padre
aconteciendo plenamente en el Hijo e involucrando en esto a toda la humanidad!
– para que haya sentido absoluto de la vida, dignidad en su más puro
significado, trascendencia definitiva, liberación de todo lo que cierra el
corazón humano, apertura a un futuro ilimitado que se inserta en el misterio
mismo del amor de Dios.
Esto es lo que quieren decir estas palabras: “Tú
tienes compasión de todos porque todo lo puedes, y pasas por alto los pecados
de los hombres para que se arrepientan. Porque amas todo cuanto existe y no
desprecias nada de lo que hiciste; si odiaras alguna cosa, no la habrías
creado. Como existiría algo si tú no lo quisieras? Cómo permanecería si tú no
lo hubieras creado? Pero tú eres indulgente con todas las cosas, porque todas
son tuyas, Señor, amigo de la vida” (Sabiduría 11: 23-26). Cómo llega a
nuestra sensibilidad el significado de este texto? Qué suscita en nuestra
interioridad? A qué nos mueve?
El testimonio original de la fe de Israel es su confianza
radical en un Dios que es creador y dador de vida, permanente y crecientemente
comprometido con sus creaturas, siempre empeñado en mantenerlas en su dinamismo
vital, surtiendo una pedagogía de libertad, de reconstrucción constante del
corazón, de replanteamiento liberador de
los motivos y prioridades que orientan todo lo nuestro. Y esta intencionalidad
se hace contunde y definitiva en todo lo que El nos revela en Jesús, el Cristo.
Jesús es la máxima estrategia de la vitalidad creadora y
amorosa del Padre! En El descubrimos el rostro de Dios y el de nuestra propia
condición humana! Y todo El está saturado de divinidad y de humanidad,
convocándonos a participar de este felicísimo misterio.
Buena estrategia para captar estos contenidos es hacer un
ejercicio de identificación con los personajes que refiere el texto de Lucas:
con Zaqueo
que hizo lo posible para ver a Jesús, subiendo a un árbol, consciente de su
necesidad de salud y sentido nuevo; con Jesús, que se fija en este pecador y
se compromete con él; con los escandalizados judíos que murmuraban
por su trato con un hombre repudiado.
Dónde estamos? Cuáles
de nuestras intenciones y conducta están con unos y otros? Afincados testarudamente en el
fundamentalismo religioso y moral? Cerrados a la misericordia divina? Comprensivos con la fragilidad humana, que
empieza con la aceptación de que ella sucede en nuestro propio interior?
Seducidos por el apasionante Padre de Jesús que cambia nuestra mente y corazón
para ingresarnos en la esperanzadora dimensión de este reino, nuevo orden de
vida y de sentido?
Hagamos conciencia de algunas consecuencias devastadoras del trinomio
pecado-fundamentalismo-injusticia: Siria, un país en el que el propio estado
destruye sin piedad a su población
civil; millares de africanos que se lanzan al mar para buscar Europa, hastiados
de hambres y miserias sin fin; decisiones de los centros de poder económico y
político que privan de oportunidades a muchísimos seres humanos; jóvenes con
vidas irremediablemente fracasadas que sólo encuentran alternativa en la
delincuencia y en la prostitución; ricos consumidos en su comodidad material,
anestesiados ante las injusticias clamorosas de este mundo.
Un mundo así no es el querido por Dios ni el buscado por –
también hay que decirlo con vigor – por tantos hombres y mujeres de buena
voluntad. De qué manera hacemos nuestro un proyecto de vida que se compromete
con la erradicación de todas estas evidencias del mal, para dar paso a un nuevo
orden de dignidad, en el que el ejercicio de lo humano se viva como comunión,
como mesa compartida, como solidaridad, como reivindicación de la dignidad
perdida? Cómo vamos al encuentro de
tantos Zaqueos, conscientes de que también en nosotros anida alguien así, algo
o muy pecadores, seducidos por falsos
ídolos, pero también necesitados de un amor superior que nos rehaga y salve?
La fe cristiana nos propone un horizonte definitivo, como el
que Pablo manifiesta a los cristianos de Tesalónica:” Así, el nombre de nuestro Señor
Jesucristo será glorificado en ustedes, y ustedes en El, según la gracia de
nuestro Dios y de Jesucristo, el Señor” (2 Tesalonicenses 1: 12). Este
es el patrimonio propio de los seguidores de Jesús, fuente de incuestionable
identidad en los cimientos de nuestra fe, pero, también, desde esta misma sustancia
cristiana , llamados a apreciar y reconocer la riqueza y hondura espiritual de
otras tradiciones religiosas distintas de la nuestra, igualmente animadas por
el Espíritu de Dios que sopla donde quiere sin someterse a límites ni fronteras, porque es de su propio ser el
carácter inconmesurable del amor que se hace presente donde quiera que haya
corazones limpios y seres humanos dispuestos a esta nueva manera de vivir.
El diálogo interreligioso y el ecumenismo son hoy una señal
del Espíritu que nos invita a promover una globalización alternativa, la del
humanismo, la de la justicia, la del reconocimiento de la común dignidad de
todo hombre y de toda mujer, la que sale de los límites estrechos de grupos
autocontemplativos para ofrecerse a esta causa de hacer un mejor mundo, el de
los Zaqueos reconstruidos.
Vienen a la mente y al corazón muchos nombres, universales,
orgullo del género humano, cuyos “genios éticos” y espirituales nos han
indicado estos caminos de encuentro y reconciliación, como Gandhi, Chiara
Lubich, Rigoberta Menchú, Juan XXIII, Luther King, Monseñor Romero, Nelson
Mandela, Aug San Suu Kyi, Dom Helder
Cámara, que miraron el mundo y la vida desde el reverso de la historia,
como Dios que siempre va a contracorriente, para indicar que las lógicas del
poder y de la dominación no son esperanza y redención, que sólo en una
solidaridad comprometida es posible vivir dignamente. Ellos y muchos más dieron
lo mejor de sí para construír una humanidad reconciliada, y esperan sucesores!
Antonio José Sarmiento Nova,SJ – Alejandro Romero Sarmiento
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