martes, 3 de diciembre de 2013

Homilía en la Eucaristía del 1 de diciembre Primer Domingo de Adviento de 2013 y segundo aniversario de la Pascua de Clarita Sarmiento Nova (el 3 de diciembre)

El tiempo de Adviento, que comenzamos con este domingo, tiene el contenido y la significación de Dios que viene para llenar de sentido nuestras vidas. El de este año 2013 saluda esta llegada con el texto del Papa Francisco, publicado el martes pasado, que se llama LA ALEGRIA DEL EVANGELIO, en el que nuestro pastor mayor hace una reflexión a fondo sobre condiciones y expectativas del mundo contemporáneo, particularidades de la cultura, búsquedas de sentido de la humanidad de estos tiempos, clamores de dignidad y de justicia, con las consiguientes exigencias que estas realidades hacen a la Iglesia, en términos de que esta renuncie a todo lo que en ella impide la cabal comunicación de la Buena Noticia y sea cada vez, con mayor transparencia, la Iglesia de Jesús, descalza, despojada de privilegios, superando su tentación autorreferencial e implicándose decisivamente en la cotidianidad de los seres humanos.
La cuestión central de la fe cristiana no es una ideología de tipo religioso, ni el fortalecimiento de una institución que presta servicios rituales, ni tampoco un código de prescripciones jurídicas o una colección de doctrinas. Lo clave, lo definitivo, lo que hay que estar recuperando siempre , es que Dios se ha implicado – y se sigue implicando!! – en la historia humana para sacarla de su ensimismamiento y para hacerla trascendente, para dotarla de un sentido absoluto, salvador y liberador, y esto lo ha expresado de manera plena en la persona de Jesús: El es la proximidad de Dios a cada persona, pero también es la proximidad nuestra a Dios.
Cuánto quisiéramos hacer entender a tantos en la Iglesia, y fuera de ella, que la preocupación principal no debe ser la de tipo religioso, ni la del proselitismo de nuevos adeptos y competencia mercantil con otras creencias. La jugada maestra es la humanidad de Dios, y la divinidad de los humanos. Y esto es lo que se formula contundentemente en la persona de Jesús de Nazareth.
En este orden de cosas, la invitación es a disponer lo mejor de nosotros mismos para acoger esta proximidad, esta encarnación, este Dios que se mete hasta lo más hondo de la condición humana, que se hace historia dramática, crucificada, y que lanza su clamor intenso, fuerte, severo, exigente, especialmente para llamar la atención sobre las muchísimas indignidades que se cometen utilizando su nombre y maltratando en su raíz la dignidad de sus hijos.
El profeta Isaías dice a sus contemporáneos, muchos de ellos maltratados por la desilusión y la injusticia, y otros,adormecidos en una religión sin vida, que: “Al final de los tiempos estará firmemente establecido el monte del templo del Señor en la cumbre de las montañas, se elevará por encima de las colinas. Hacia él caminarán todas las naciones….” (Isaías 2: 2). Si supiéramos hebreo podríamos captar el pleno significado de estas palabras, que no hacen parte de ese lenguaje religioso estereotipado, convencional, que no mueve a mayores cosas.
Este hombre, Isaías, siente como propia la suerte de su gente, pero también vive intensamente, tomando la totalidad de su ser, la presencia de un Dios que lo apasiona, que lo hace más humano, solidario, comprometido, y que lo impulsa a rechazar la honda deshumanización de su pueblo, para proponer que esa “cumbre de las montañas”, eso que se establece allí, es una novedosa realidad que está empeñada en cambiar cualitativamente esa manera de vivir muriendo, ese pesimismo y desencanto, esa indiferencia, esos estilos poco seductores.
Cómo estamos nosotros? Qué es lo que mueve nuestra vida? Como solemos decir con fina ironía, casa, carro y beca? El consumo? La posición social? Los indicadores de bienestar? Trabajar desmedidamente hasta el punto de hacernos adictos de esta realidad? Dejar que la mentalidad dominante nos programe todo lo que somos y hacemos? Desconocemos los clamores de los seres humanos sufrientes, humillados y ofendidos? Vamos por la vida persiguiendo privilegios e instalándonos en un cómodo egoísmo?
No se nos olvide que la palabra bíblica, en su genuino y original significado, lo que quiere es promover un cambio radical, cualitativo, liberador, en aquellos que son sus oyentes y la reciben con interés, no a manera de instrucción, sino de impulso para una nueva manera de vivir, profética, creativa, sapiencial.
Por otra parte, en el texto de la carta a los Romanos, Pablo hace esta alerta: “Conociendo, además, el tiempo que nos ha tocado vivir, ya es hora de que despierten del sueño, pues nuestra salvación está ahora más cerca de nosotros que cuando empezamos a creer” (Romanos 13: 11). Esta es una advertencia crítica para que salgamos de la vida programada, de la rutina de hacer siempre lo mismo sin dejar que la conciencia emerja hacia la transparencia y la autenticidad, del mundo de nuestros afectos desordenados, del vivir anestesiados con respecto a las realidades fundamentales de la vida, a las que nos vienen de la sabiduría profunda, del espíritu, de los retos que nos proponen otros seres humanos, deseosos de que la vida valga la pena.
Siguiendo esa misma perspectiva de esperanza, Pablo también hace esta invitación: “Despojémonos, pues, de las obras de las tinieblas y revistámonos de las armas de la luz.
Portémonos con dignidad, como quien vive en pleno día” (Romanos 13: 12-13). Por tinieblas podemos entender todo tipo de arrogancia y vanidad, el cifrar la importancia personal en ser aplaudido por muchos, en el culto al poder y al dinero, en la indiferencia ante el sufrimiento de la humanidad, en hacer de la vida una continua estrategia para escalar posiciones, en el cultivo permanente del pesimismo y de las actitudes agrias, en los procedimientos de dudosa ortografía moral.
La propuesta cristiana es para construír un ser humano completo, libre de estas adherencias, dispuesto a dar lo mejor de sí mismo para que la vida de otros tenga sentido y para dedicarse de modo infatigable al cultivo de la dignidad de cada ser humano. Cuando decimos jocosamente “puedo dormir porque tengo la conciencia tranquila” es porque verdaderamente estamos saliendo del adormecimiento moral y evolucionando hacia un talante emprendedor, de largo alcance, de mirada amorosa y liberadora, como todo lo que el Señor Jesús nos propone para una existencia con significado.
Y , finalmente, el texto de Mateo, hace una invitación a la vigilancia, como una de las evidencias de la esperanza en Aquel que viene para ser todo en nosotros, y para que nosotros seamos todo en El: “Estén, pues atentos, porque no saben qué día llegará su Señor….. estén preparados porque a la hora en que menos piensen, vendrá el Hijo del hombre” (Mateo 24: 42 y 44). Y de entrada es preciso dejar claro que no se trata de asumir un estilo angustioso y angustiante, temeroso, rechazando el legítimo gozo de vivir, pensando que a Dios no le gustan nuestros disfrutes. La cosa no es por ahí!
La lectura adecuada del texto es la de desarrollar un estilo de vida que sea siempre en esperanza, en ser estupendos seres humanos, en dejar que la solidaridad, el servicio, la rectitud, el sentido de comunión, calen hondo en nuestro ser hasta el punto de hacerse componentes sustanciales de todo nuestro ser y quehacer. Aguardar a Dios no equivale a hacer arreglos afanados de última hora, como esa familias de agonizantes, que en su momento fueron auténticos monumentos al egoísmo y a la injusticia, y que en el trance final pretenden que un ritual mágico los absuelva de todos sus desvaríos.
Aguardar a Dios significa vivir siempre en esta tónica convencida de hacer las cosas bien, de trabajar con pasión para que la felicidad y la justicia no sean un artículo de lujo, de ser nosotros mismos instrumentos de Dios que hacen posible la dignidad de los seres humanos, traduciendo en actitudes estimulantes la esperanza, el amor, la libertad. Estos elementos son definitivos en el evangelio de Jesús, quien desee tomarlo en serio asume que hay que vivir así, siempre dispuestos para el encuentro definitivo.
Sin incurrir en vanos elogios de la personalidad, pienso que todos estamos de acuerdo en afirmar que nuestra entrañable Clarita Sarmiento Nova entendió la vida así e hizo el máximo esfuerzo posible para ser coherente con esta comprensión.
Frágil y fuerte a la vez, nos vienen muchos recuerdos de su generosidad, de su preocupación sincera por los demás, de su reciedumbre para el trabajo, de su empeño por hacer de su familia un hogar bello y amoroso, de su inmenso cariño por todos nosotros. Hoy, aún nostálgicos con su reciente partida, sabemos que la suya fue una vida plenamente realizada, hermosa narrativa de las buenas cosas que en ella forjó el buen Dios y que dispensó tan pródigamente a todos los que por lazos familiares, amistad o trabajo, disfrutamos de su buena humanidad.
Fue una bella combinación de fuerza santandereana con delicadeza femenina, pendiente de muchas personas y verdadera cuidadora de la vida en todas sus manifestaciones.
Verla débil en su enfermedad, fue también una constancia de su reciedumbre interior, la aceptó con entereza, la vivió con dignidad, fue como la síntesis de todo su temple, ahora asumido por el Dios maravilloso y seductor que para ella ya llegó definitivamente.
En este sacramento, en el que celebramos el mayor motivo de esperanza que Dios nos concede, el de la vida inagotable que se legitima gracias al señor Jesucristo, bendecimos al Padre Dios por haberse relatado tan densamente en la biografía de nuestra bella hermana, la hija de José Antonio e Inesita, la esposa de José, la mamá de Alejandro y de Laurita, la hermana de Antonio José, Juan Manuel, Javier, Ximena, Josefina; amiga y servidora de tantas personas, muchas de ellas pobres y frágiles, a quienes dedicó preferentemente su profesión de odontóloga.
Cada vez que uno de los nuestros se marcha nos hacemos más humanos, más realistas, más sensibles, mejores personas. Es de esperar que su vida, todo su esfuerzo, su sufrimiento final, se traduzcan en dones y gracias para todos nosotros, en rupturas con realidades que nos hacen esclavos para acceder a la genuina libertad, la que procede del Espíritu que – desde el Padre Dios – inspira nuestra historia en los caminos de Jesús.
Que sigamos en disposición de Adviento, de gozosa e ilusionada espera para recibir al que viene para inundarnos de bienaventuranza!

Antonio José Sarmiento Nova,S.J.

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