domingo, 3 de mayo de 2015

COMUNITAS MATUTINA 3 DE MAYO V DOMINGO DE PASCUA “Permanezcan en mì como yo permanezco en ustedes” (Juan 15: 4)



Lecturas
1.   Hechos 9: 26 – 31
2.   Salmo 21: 26 – 32
3.   1 Juan 3: 18 – 24
4.   Juan 15: 1 – 8
Tengamos en cuenta que las imágenes que Jesùs propone como estrategia pedagógica para comunicar su mensaje y hacerlo màs comprensible y asimilable son resultado de su contexto cultural, agrícola, rural, también desértico y pastoril. Por eso, la comparación que nos trae hoy el texto de Juan 15 – la vid y los sarmientos, la vid y sus ramas – no es muy habitual entre nosotros colombianos, que somos màs bien cafeteros, de una agricultura muy rica, en la que no es muy frecuente el cultivo de la vid. Advirtàmoslo para una mejor comprensión de la rica palabra de este V domingo de Pascua.
De entrada hay que decir que el protagonista es el labrador, el que siembra, cuida, poda, cosecha y tira las ramas – sarmientos que no dan el fruto esperado. Y los protagonistas secundarios – las ramas – no hablan, pero sì actúan; unos manteniéndose unidos a la vid, y otros que toman la decisión de llevar su vida desprendidos de la vid. Ya lo sabemos : la vida de estas ramas – sarmientos depende de estar o no unidos a la vid, ella es origen y fundamento, pero son otros los que toman decisiones frente a ella.
El título habitual con el que se conoce esta metáfora de Jesùs hace énfasis en la importancia de la vid, porque de estar unidos a ella depende el futuro de las ramas y/o sarmientos. Este enfoque, tìpico de Juan, nos lleva a considerar la esencialidad  de Dios Padre en la existencia cristiana, aquello que San Ignacio de Loyola denomina como el principio y fundamento, y – como consecuencia salvífica y sacramental – el papel decisivo de Jesùs: “Yo soy la vid verdadera y mi Padre es el viñador. El corta los sarmientos que en mì no dan fruto ; a los que dan fruto los poda para que den aùn màs” (Juan 15: 1 – 2).
Podar es cortar, herir al árbol, despojarlo de algo que le ha costado mucho esfuerzo producir. Bien sabemos que el campesino, los jardineros, los cultivadores, lo hacen para que la planta estè màs saludable y fuerte. Estas palabras joaneas se aplican muy bien a lo que de Pablo dice el texto de Hechos: “ Saulo se quedó en Jerusalèn , moviéndose libremente; anunciaba valientemente el nombre de Jesùs, conversaba y discutìa con los judíos de lengua griega, pero estos tramaban su muerte. Sus hermanos, al enterarse, lo acompañaron hasta Cesarea y lo enviaron a Tarso” ( Hechos 9: 28 – 30).
Como bien recordamos, el caso de Saulo – Pablo es tìpico en esto de estar unido o desunido de la vid.
Primero es un fariseo radical y fundamentalista, riguroso observante de la Ley hasta en sus màs mìnimas prescripciones, desprecia a Jesùs y a sus seguidores porque, como judío estricto y fanático, considera que son contrarios a las grandes tradiciones religiosas y morales de Israel, hereje, blasfemo y heterodoxo. Los persigue con saña y se complace con el martirio de Esteban. Claramente su fuente de vida, su vid, no es el Espiritu sino el rigorismo religioso, ritual y legal.
Despuès, a partir del episodio de la caída del caballo en el camino de Damasco, empieza a ser un hombre nuevo, transformado, ahora sì dotado de la vitalidad del Padre de Jesùs, realidad que la ley no  podía darle porque esta es de muerte y cumplimiento, sin conversión  del corazón. La pasión de Pablo por Jesùs y por el Reino es, de ahora en adelante, la que decide todo su proyecto de vida, està unido a la vid y esto se traduce en su intensa actividad apostólica, en la formación de comunidades cristianas, en las cartas a ellas, en su capacidad para afrontar cruz y contradicción, en su vigor cristocèntrico.
Cuales son nuestras fuentes de vida: el ego? Los títulos académicos? El pedigree? Los apellidos? Nuestro estrato socioeconómico y la capacidad económica? Los clubes sociales a los que pertenecemos? La universidad de la que somos egresados? Las pertenencias políticas e ideológicas? Nuestros intransigentes y estèriles mapas mentales? Nuestra cercanìa a los círculos de poder’? La moda y todo lo que nos hace “estar in”? No será que esto es estar desprendidos de la vid?
Que sea el caso de Saulo el fariseo,  transformado en Pablo el apóstol,  una buena coyuntura para detectar si estamos unidos a la vid verdadera, la que nos hace humanos y sensibles, solidarios y comprometidos, o si , màs bien, somos las ramas – sarmientos desprendidos de ella, de cristianismo ritual e ideología anquilosada, de formalidades y protocolos, de mentalidades pretendidamente religiosas y morales, que no son otra cosa que manipulaciones de Dios y de Jesùs para “ponerlos al servicio” de estas pobrezas y esterilidades , semejantes a las de aquel mundo mundo farisaico tan contrario a la vitalidad que procede de la vid verdadera: “Si uno no permanece en mì lo tiraràn afuera como el sarmiento y se secarà: los toman, los echan al fuego y se queman” (Juan 15: 6).
Un aspecto clave para entender la crisis de la Iglesia Catòlica y de otras denominaciones cristianas encuentra aquí un elemento definitivo de discernimiento y de conversión, entendiendo y asumiendo que un aspecto de estar unidos a la vid es el de la humildad, la autocrìtica,  la aceptación de estos lìmites y pecados, y el libre emprendimiento de la conversión, acogiendo el don de Dios Padre en Jesùs.
Se nos cuestiona por graves inconsistencias, demasiado peso de lo institucional sobre lo profético y carismático, excesiva prudencia eclesiástica, afecto desordenado por las normas y reglamentos, silencio frente a graves acontecimientos como los de pederastia y abuso de los bienes materiales, criterios excluyentes, afirmación desmedida de que “fuera de la iglesia no hay salvación”, moralismo, rigidez, elementos de bastante similitud con el fariseísmo inicial de Saulo y de sus partidarios. Nos parece que esto es como el caso de las ramas – sarmientos desprendidos de la vida por dar primacía a lo que no es Dios en nuestra comunidad cristiana?
Lo que hace Francisco, y lo que han hecho hombres y mujeres señalados por su libertad evangélica y por su exquisito humanismo inscrito en el Señor Jesùs, es justamente destacar la prioridad de Dios, la vid verdadera, a la que estamos llamados  a vivir siempre unidos para mantener el aliento original, la vitalidad transformadora, la posibilidad de hacer creìble la Buena Noticia, el alejarnos del cristianismo de formas y ritos para vivir la novedad del reino de Dios y su justicia.
Esto es lo que quiere decir Juan en la segunda lectura: “Y este es su mandato: que creamos en la persona de su Hijo Jesucristo y nos amemos unos a otros como èl nos mandò. Quien cumple sus mandatos permanece con Dios y Dios con èl. Y sabemos que permanece con nosotros por el Espìritu que nos ha dado” (1 Juan 3: 23 – 24).
La bella y sencillísima parábola de la vid y los sarmientos – ramas,  nos remite a la autèntica espiritualidad cristiana, que es oración – discernimiento, inserción comprometida en las realidades humanas y sociales, captación profética de los signos de los tiempos, solidaridad con los últimos del mundo, sintonía gozosa con los logros y plenitud de todos los humanos, disposición para el diálogo y el encuentro fraterno, despojo de la prepotencia religioso  - moral, humildad profunda, libertad de espíritu, conciencia de la fundamentalidad de Dios en nuestra vida y seguimiento apasionado de Jesùs.
Què tenemos que podar en nosotros para poder ser como lo propone el evangelio? Ya sabemos que esto no es un acto voluntarista, es el mismo Dios viñador quien a través de experiencias lìmite, personas que nos confrontan, despojos que la misma vida nos hace, elimina las ramas secas para permitir crecimiento, nueva manera de ser, adquisición de los valores evangélicos, como expresiones de nuestra permanencia en El.
El entusiasmo que suscita Francisco, Obispo de Roma y Pastor de la Iglesia Universal, es porque èl – testimonial y coherentemente – se presenta como sinceramente unido a la vid verdadera, èl se siente como humilde rama que recibe de ella su espíritu profético y transformador, expresándolo en su cercanìa a toda la humanidad, rescatando el talante original de Jesùs, siendo portador de la Buena Noticia, aproximándose con amor y respeto a los pobres y a todos los humillados, denunciando con severidad las injusticias sociales y económicas, quitando la etiqueta moralista de tantos pronunciamientos de la Iglesia, lavando el rostro de esta para hacerla constantemente la comunidad de los discípulos, descalzos y desposeídos de poder, pròxima siempre al ser humano que se aventura en búsqueda del sentido pleno de la existencia.
Como dice la primera lectura: “La Iglesia entera de Judea, Galilea y Samarìa gozaba de paz, se iba construyendo, vivía en el amor del Señor y crecía animada por el Espìritu Santo” (Hechos 9: 31), expresa el texto que estas son las consecuencias de tener su principio y fundamento en Dios nuestro Señor, como Jesùs, como los hombres y mujeres que viven resueltamente este proyecto de las bienaventuranzas.
En definitiva, esto es vivir teologalmente: “Si permanecen en mì y mis palabras permanecen en ustedes, pedirán lo que quieran y lo obtendrán. Mi Padre será glorificado si dan fruto abundante y son mis discípulos” (Juan 15: 7 – 8).
Esto es lo que espera el mundo de nosotros, los cristianos, y de nuestras comunidades: que seamos verdaderamente hombres y mujeres de Dios, de Jesùs, en el Espìritu, tal es la feliz realidad que nos capacita para ser profundamente humanos y coherentes.

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