Lecturas
1.
Hechos 9: 26 – 31
2.
Salmo 21: 26 – 32
3.
1 Juan 3: 18 – 24
4.
Juan 15: 1 – 8
Tengamos en cuenta
que las imágenes que Jesùs propone como estrategia pedagógica para comunicar su
mensaje y hacerlo màs comprensible y asimilable son resultado de su contexto
cultural, agrícola, rural, también desértico y pastoril. Por eso, la
comparación que nos trae hoy el texto de Juan 15 – la vid y los sarmientos, la
vid y sus ramas – no es muy habitual entre nosotros colombianos, que somos màs
bien cafeteros, de una agricultura muy rica, en la que no es muy frecuente el
cultivo de la vid. Advirtàmoslo para una mejor comprensión de la rica palabra
de este V domingo de Pascua.
De entrada hay que
decir que el protagonista es el labrador, el que siembra, cuida, poda, cosecha
y tira las ramas – sarmientos que no dan el fruto esperado. Y los protagonistas
secundarios – las ramas – no hablan, pero sì actúan; unos manteniéndose unidos
a la vid, y otros que toman la decisión de llevar su vida desprendidos de la
vid. Ya lo sabemos : la vida de estas ramas – sarmientos depende de estar o no
unidos a la vid, ella es origen y fundamento, pero son otros los que toman
decisiones frente a ella.
El título habitual
con el que se conoce esta metáfora de Jesùs hace énfasis en la importancia de
la vid, porque de estar unidos a ella depende el futuro de las ramas y/o
sarmientos. Este enfoque, tìpico de Juan, nos lleva a considerar la
esencialidad de Dios Padre en la
existencia cristiana, aquello que San Ignacio de Loyola denomina como el
principio y fundamento, y – como consecuencia salvífica y sacramental – el papel
decisivo de Jesùs: “Yo soy la vid verdadera y mi Padre es el viñador. El corta los
sarmientos que en mì no dan fruto ; a los que dan fruto los poda para que den
aùn màs” (Juan 15: 1 – 2).
Podar es cortar,
herir al árbol, despojarlo de algo que le ha costado mucho esfuerzo producir.
Bien sabemos que el campesino, los jardineros, los cultivadores, lo hacen para
que la planta estè màs saludable y fuerte. Estas palabras joaneas se aplican
muy bien a lo que de Pablo dice el texto de Hechos: “ Saulo se quedó en Jerusalèn ,
moviéndose libremente; anunciaba valientemente el nombre de Jesùs, conversaba y
discutìa con los judíos de lengua griega, pero estos tramaban su muerte. Sus
hermanos, al enterarse, lo acompañaron hasta Cesarea y lo enviaron a Tarso”
( Hechos 9: 28 – 30).
Como bien recordamos,
el caso de Saulo – Pablo es tìpico en esto de estar unido o desunido de la vid.
Primero es un fariseo
radical y fundamentalista, riguroso observante de la Ley hasta en sus màs
mìnimas prescripciones, desprecia a Jesùs y a sus seguidores porque, como judío
estricto y fanático, considera que son contrarios a las grandes tradiciones
religiosas y morales de Israel, hereje, blasfemo y heterodoxo. Los persigue con
saña y se complace con el martirio de Esteban. Claramente su fuente de vida, su
vid, no es el Espiritu sino el rigorismo religioso, ritual y legal.
Despuès, a partir del
episodio de la caída del caballo en el camino de Damasco, empieza a ser un
hombre nuevo, transformado, ahora sì dotado de la vitalidad del Padre de Jesùs,
realidad que la ley no podía darle
porque esta es de muerte y cumplimiento, sin conversión del corazón. La pasión de Pablo por Jesùs y
por el Reino es, de ahora en adelante, la que decide todo su proyecto de vida,
està unido a la vid y esto se traduce en su intensa actividad apostólica, en la
formación de comunidades cristianas, en las cartas a ellas, en su capacidad
para afrontar cruz y contradicción, en su vigor cristocèntrico.
Cuales son nuestras
fuentes de vida: el ego? Los títulos académicos? El pedigree? Los apellidos?
Nuestro estrato socioeconómico y la capacidad económica? Los clubes sociales a
los que pertenecemos? La universidad de la que somos egresados? Las
pertenencias políticas e ideológicas? Nuestros intransigentes y estèriles mapas
mentales? Nuestra cercanìa a los círculos de poder’? La moda y todo lo que nos
hace “estar in”? No será que esto es estar desprendidos de la vid?
Que sea el caso de
Saulo el fariseo, transformado en Pablo
el apóstol, una buena coyuntura para
detectar si estamos unidos a la vid verdadera, la que nos hace humanos y
sensibles, solidarios y comprometidos, o si , màs bien, somos las ramas –
sarmientos desprendidos de ella, de cristianismo ritual e ideología
anquilosada, de formalidades y protocolos, de mentalidades pretendidamente
religiosas y morales, que no son otra cosa que manipulaciones de Dios y de
Jesùs para “ponerlos al servicio” de estas pobrezas y esterilidades ,
semejantes a las de aquel mundo mundo farisaico tan contrario a la vitalidad
que procede de la vid verdadera: “Si uno no permanece en mì lo tiraràn
afuera como el sarmiento y se secarà: los toman, los echan al fuego y se queman”
(Juan 15: 6).
Un aspecto clave para
entender la crisis de la Iglesia Catòlica y de otras denominaciones cristianas
encuentra aquí un elemento definitivo de discernimiento y de conversión,
entendiendo y asumiendo que un aspecto de estar unidos a la vid es el de la
humildad, la autocrìtica, la aceptación
de estos lìmites y pecados, y el libre emprendimiento de la conversión,
acogiendo el don de Dios Padre en Jesùs.
Se nos cuestiona por
graves inconsistencias, demasiado peso de lo institucional sobre lo profético y
carismático, excesiva prudencia eclesiástica, afecto desordenado por las normas
y reglamentos, silencio frente a graves acontecimientos como los de pederastia y
abuso de los bienes materiales, criterios excluyentes, afirmación desmedida de
que “fuera de la iglesia no hay salvación”, moralismo, rigidez, elementos de
bastante similitud con el fariseísmo inicial de Saulo y de sus partidarios. Nos
parece que esto es como el caso de las ramas – sarmientos desprendidos de la
vida por dar primacía a lo que no es Dios en nuestra comunidad cristiana?
Lo que hace
Francisco, y lo que han hecho hombres y mujeres señalados por su libertad
evangélica y por su exquisito humanismo inscrito en el Señor Jesùs, es
justamente destacar la prioridad de Dios, la vid verdadera, a la que estamos
llamados a vivir siempre unidos para
mantener el aliento original, la vitalidad transformadora, la posibilidad de
hacer creìble la Buena Noticia, el alejarnos del cristianismo de formas y ritos
para vivir la novedad del reino de Dios y su justicia.
Esto es lo que quiere
decir Juan en la segunda lectura: “Y este es su mandato: que creamos en la
persona de su Hijo Jesucristo y nos amemos unos a otros como èl nos mandò.
Quien cumple sus mandatos permanece con Dios y Dios con èl. Y sabemos que
permanece con nosotros por el Espìritu que nos ha dado” (1 Juan 3: 23 –
24).
La bella y
sencillísima parábola de la vid y los sarmientos – ramas, nos remite a la autèntica espiritualidad
cristiana, que es oración – discernimiento, inserción comprometida en las
realidades humanas y sociales, captación profética de los signos de los
tiempos, solidaridad con los últimos del mundo, sintonía gozosa con los logros
y plenitud de todos los humanos, disposición para el diálogo y el encuentro
fraterno, despojo de la prepotencia religioso
- moral, humildad profunda, libertad de espíritu, conciencia de la
fundamentalidad de Dios en nuestra vida y seguimiento apasionado de Jesùs.
Què tenemos que podar
en nosotros para poder ser como lo propone el evangelio? Ya sabemos que esto no
es un acto voluntarista, es el mismo Dios viñador quien a través de
experiencias lìmite, personas que nos confrontan, despojos que la misma vida
nos hace, elimina las ramas secas para permitir crecimiento, nueva manera de
ser, adquisición de los valores evangélicos, como expresiones de nuestra
permanencia en El.
El entusiasmo que
suscita Francisco, Obispo de Roma y Pastor de la Iglesia Universal, es porque
èl – testimonial y coherentemente – se presenta como sinceramente unido a la
vid verdadera, èl se siente como humilde rama que recibe de ella su espíritu
profético y transformador, expresándolo en su cercanìa a toda la humanidad,
rescatando el talante original de Jesùs, siendo portador de la Buena Noticia,
aproximándose con amor y respeto a los pobres y a todos los humillados,
denunciando con severidad las injusticias sociales y económicas, quitando la
etiqueta moralista de tantos pronunciamientos de la Iglesia, lavando el rostro
de esta para hacerla constantemente la comunidad de los discípulos, descalzos y
desposeídos de poder, pròxima siempre al ser humano que se aventura en búsqueda
del sentido pleno de la existencia.
Como dice la primera
lectura: “La Iglesia entera de Judea, Galilea y Samarìa gozaba de paz, se iba
construyendo, vivía en el amor del Señor y crecía animada por el Espìritu Santo”
(Hechos 9: 31), expresa el texto que estas son las consecuencias de tener su
principio y fundamento en Dios nuestro Señor, como Jesùs, como los hombres y
mujeres que viven resueltamente este proyecto de las bienaventuranzas.
En definitiva, esto
es vivir teologalmente: “Si permanecen en mì y mis palabras
permanecen en ustedes, pedirán lo que quieran y lo obtendrán. Mi Padre será
glorificado si dan fruto abundante y son mis discípulos” (Juan 15: 7 –
8).
Esto es lo que espera
el mundo de nosotros, los cristianos, y de nuestras comunidades: que seamos
verdaderamente hombres y mujeres de Dios, de Jesùs, en el Espìritu, tal es la
feliz realidad que nos capacita para ser profundamente humanos y coherentes.
No hay comentarios:
Publicar un comentario