“Jesùs
les respondió: Yo soy el pan de vida. El que viene a mì nunca tendrá hambre, y
el que cree en mì nunca tendrá sed”
(Juan
6: 35)
Lecturas:
1.
Exodo 16: 2 – 4 y 12 – 15
2.
Salmo 77: 3 – 4; 23 – 25 y 54
3.
Efesios 4: 17 – 24
4.
Juan 6: 24 – 35
La escena de los
israelitas caminando arduamente por el desierto, desesperados y rebelàndose
contra Moisès, nos recuerda lo que sostiene el psicoanalista Erich
Fromm en su libro “El miedo a la libertad” : “La
comunidad de los israelitas protestò contra Moisès y Aaròn en el desierto,
diciendo: ojalà hubiéramos muerto a manos del Señor en Egipto, cuando nos
sentábamos junto a la olla de carne y comìamos pan hasta hartarnos! Nos han
traìdo a este desierto para matar de hambre a toda esta comunidad”
(Exodo 16: 2 – 3).
Lo que sostiene este
estudioso de la cultura del siglo XX,
cuando analiza sus motivaciones y
resortes ocultos, sus actitudes y conductas, es que el ser humano, siempre en
plan de afirmar su libertad y de buscarla con la mayor intensidad, cuando
siente que ella llega, desarrolla unos mecanismos para frenar sus alcances y se
inventa todo tipo de esclavitudes que, con apariencia de gran autonomía, no son
otra cosa que nuevas idolatrìas en las que la humanidad cae sometida y servil.
Asì vienen las
seudorreligiones del poder y del dinero, de la moda y del consumo, del mercado
y de la tecnocracia, de las religiosidades acomodadas a observancias y leyes
sin propiciar crecimiento espiritual, de
los paraísos artificiales en los que se evaden toda responsabilidad y
compromiso en la gestión de la propia vida y del curso liberador de la
historia.
El siglo xx, máximo escenario de afirmación de
la autonomía humana, es también el mayor en materia de esclavitudes y de
sometimientos!
Asì las cosas, vemos a
los israelitas desesperados en Egipto, bajo la autoridad tiránica del faraón y
de su sistema autoritario. Yavè suscita a Moisès como el caudillo que guiarà
al pueblo en su camino hacia la tierra
prometida, utopía que canaliza las esperanzas de libertad de esta gran
comunidad, historia contenida en el libro del Exodo, en la que se constatan la
intervención liberadora de Dios, la pasión de Moisès por conducir a los hebreos
en este camino de nueva vida, y el miedo de este pueblo al verse enfrentado a
los desafíos y requerimientos que les demandan el dejar atrás las cadenas y
emprender la tarea de ser libres. La escena referida arriba es bien elocuente:
prefieren la llenura de la comida en Egipto a la travesìa del desierto.
Dios mismo es el
garante de esta nueva vida de libertad y
de dignidad hacia la que se
dirigen bajo la guía de Moisès. Su tarea es la de persuadirlos de que aquí
reside el verdadero sentido de su existencia como pueblo, tropezando con sus miedos
e inconformidades. La respuesta de Yavè no es de ira e impaciencia sino de
extrema generosidad: “El Señor dijo a Moisès: he oído las
protestas de los israelitas. Diles: hacia el atardecer comerán carne , por la
mañana comerán pan hasta quedar satisfechos, para que sepan que yo soy el
Señor, su Dios” (Exodo 16: 11 – 12).
Es la promesa milagrosa
del manà , materialización del compromiso de Dios para ser principio y
fundamento de la historia de Israel. La experiencia del desierto – lugar arduo,
difícil, desolador – es la posibilidad para que ellos pasen de la mentalidad de
esclavos a la de hombres libres por la decisión de Yavè, adquisición de un
nuevo ser en el que su humanidad es avalada por esta intervención que deja
atrás el viejo mundo que es el dominio egipcio para adentrarse en la realidad
de esa promesa definitiva. Y el manà significa uno de los dones de esa radical
novedad.
Còmo se entienden aquí
los miedos de los hebreos y su deseo de dar marcha atrás en la aventura de ser
pueblo de hombres libres con la generosidad de Dios que les promete hartura y
satisfacción autènticas?? Còmo leemos y asumimos este texto, nosotros creyentes
del siglo XXI? Cuàles son nuestros
temores y frenos para asumir el reto apasionante de la autonomía? Descubrimos
la mano de Dios dándonos la vitalidad, el alimento, que nos garantiza rupturas,
muerte a esclavitudes, y apertura a la novedad del ser que sòlo en El se
adquiere? Son razonables los análisis de Fromm en este sentido?
Y entra en escena Jesùs
con el relato que propone el evangelio de hoy. La gente lo busca afanosamente , después del milagro
de la multiplicación de los panes y de los peces, no quieren que se les escape.
Cuàl es el interés que los mueve? El los confronta: “Les aseguro que ustedes me
buscan, no porque vieron signos sino porque comieron pan hasta saciarse. No
obren por el alimento que perece, sino por el alimento que permanece para la
vida eterna, el que el Hijo del hombre les darà, porque es èl a quien Dios , el
Padre marcò con su sello” (Juan 6: 26 – 27).
Ellos sòlo se fijaron
en la satisfacción de su necesidad inmediata y vaciaron el signo de su
contenido original, no le buscan porque les haya abierto las puertas de un
futuro màs humano. Claramente Jesùs hace una crìtica de las manipulaciones
religiosas de todos los tiempos, cuando quieren poner a Dios a su servicio,
prescindiendo de su autèntico ser liberador.
Las fuertes palabras
del Señor advierten sobre la tendencia humana a malograr su vida enredándose en
lo puramente material y sensible. La búsqueda del verdadero pan exige esfuerzo,
es un sendero de purificación, de renuncia a la muerte, a las esclavitudes, a
los intereses mezquinos, es una regeneración, es la llegada a una nueva vida en
Dios, plenamente humana, emancipada, felizmente cargada de significado y de
posibilidades de libertad.
Ese alimento viene por
vìa de gratuidad, y es El mismo el portador de esa vitalidad que se presenta
como la que tiene verdadera capacidad de responder a esa afanosa expectativa de
sentido. Con esto, Jesùs vuelve a poner en tela de juicio esa pretensión judía
de “materialidad religiosa”, expresada en su lógica de cumplimiento minucioso
de preceptos, queriendo con ello ganar mèritos antes Dios. No pasa por su mente
que El pueda ser plenamente gratuito e incondicional: “Les aseguro que no fue Moisès
quien les diò el pan del cielo, sino mi Padre es quien les da el verdadero pan
del cielo. Porque el pan de Dios es el que baja del cielo y da vida al mundo”
(Juan 6: 32 – 33).
Para garantizar unas
seguridades hemos diseñado un Dios a nuestra medida, “toda talla”, acomodaticio
y manipulable, cosa que no va con el
proyecto de Jesùs. Por eso este texto
propone la total adhesión a El, como la obra primera que el Padre espera de
nuestra parte: “Esta es la obra de Dios, que crean en aquel que El ha enviado”
(Juan 6: 29).
En este planteamiento
descansa el nuevo modo de relación con Dios y de los humanos entre sì, del que
Jesùs es portador, cambiando por completo la economía religiosa de leyes,
determinaciones, obligaciones, rituales, prohibiciones, castigos, rigores, para
entrar en el mundo seductor del amor y de la libertad, en el que la
responsabilidad es garantía de esa confianza que se evidencia en la opción
fundamental por seguir este camino del Evangelio, raíz de todas las decisiones
y de la totalidad del proyecto de vida de quien decide emprenderlo.
Asì, bajo la figura del
alimento se cambia radicalmente del orden milimétrico de los intereses humanos
al orden de la gracia, del puro don de Dios, en el que se da el alimento que sì
calma el hambre y la sed. Sòlo una cosa es decisiva: confiar, aceptar la
voluntad de Dios, no venida de fuera sino inserta en nuestro ser: la clave està
en saber pasar de un pan a otro pan: “Yo soy el pan de la vida. El que viene a mì
nunca tendrá hambre, y el que cree en mì nunca tendrá sed” (Juan 6: 34).
Lo que Jesùs quiere
decir con esto es que se puede vivir desde esta perspectiva del don de Dios,
con los pies bien puestos en la tierra, pero con la mirada puesta con esperanza
plena en esa oferta que es puro vaciamiento de sì mismo, un Dios que se hace
historia, humanidad, que se despoja de todo para insertarse en la realidad de
todos los hombres y mujeres, indicando con esto cuàl ha de ser la orientación que
toma nuestra vida para hacerse trascendente. El se parte y se comparte dándonos
la vida de Dios y proponiendo que la reciprocidad es que también nuestra vida
sea lo mismo.
En esto consiste el
mensaje central de lo que dice Pablo hoy en la carta a los Efesios: “Pero
no es este el Cristo que ustedes aprendieron, si es que realmente lo escucharon
y en èl fueron instruidos conforme a la verdad que està en Jesùs. Aprendieron a
despojarse de la conducta de antes, la del hombre viejo que se corrompe por los
deseos engañosos, a renovar su mente por medio del espíritu y a revestirse del
hombre nuevo, creado a imagen de Dios en vista al don que nos hace justos y a
la santidad verdadera” (Efesios 4: 20 – 24).
Para esto se requiere
vivir como bautizado, tomar en serio esta constitución sacramental de quien ha
sido configurado con Cristo, ahora el nuevo ser està revestido realmente de El
, ha adquirido una nueva condición, que viene como gracia y nueva justicia,
esto es vivir en la novedad del Espìritu, uno de los grandes asuntos de la
teología paulina.
Esta nueva vida es
suscitada por la gracia que viene con Jesùs, esencia del bautismo, y
reconfigura la libertad de quien recibe el don, para que pase del orden
normativo antiguo a la dinámica de lo gratuito, en la que todo lo humano se
hace definitivamente teologal.
Apasionante
actualización esta para pasar siempre del mercantilismo religioso a la total
confianza en Jesùs, en quien se manifiesta con plenitud el rostro grato y
gratificante del Padre!
Tarea: Còmo significar
con nuestra manera de vivir este talante a “contra corriente” de lo gratuito?
Còmo indicar humildemente donde està el pan que hace posible pasar del hombre
viejo al hombre nuevo? Còmo superar el estilo de la institución prestadora de
servicios rituales para dar paso a la comunidad de los discípulos de Jesùs, en
la que se viva esta novedad evangélica del ser y del hacer?
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