domingo, 1 de noviembre de 2015

COMUNITAS MATUTINA 1 DE NOVIEMBRE SOLEMNIDAD DE TODOS LOS SANTOS



“Bienaventurados los que tienen hambre y sed de justicia porque serán saciados”
(Mateo 5: 6)

Lecturas
1.   Apocalipsis 7: 2 – 4 y 9 – 14
2.   Salmo 23: 1 – 6
3.   1 Juan 3: 1 – 3
4.   Mateo 5: 1 – 12
Còmo ser siempre amigos de Dios, muy amigos? Còmo nuestra libertad lo acoge a El en el mayor nivel de intimidad, hasta hacer que sea principio y fundamento de la totalidad de lo que somos y hacemos? Còmo asumir que esta contundencia teologal es al mismo tiempo  la mayor garantía de una total contundencia humana en nuestro ser?
Esta solemnidad de Todos los Santos, que en 2015 coincide con  un domingo, nos abre a responder estas primeras cuestiones, muchas de ellas con pretensión definitiva; nos abre también a experiencias maravillosas, a testimonios de plenitud, cuando abordamos la realidad de la santidad en la comunidad cristiana, condición que implica a toda la Iglesia y que destaca peculiarmente en los relatos de muchos hombres y mujeres que se han señalado en el seguimiento de Jesùs.
Esta celebración podemos entenderla como invitación a la unidad de todos los humanos en Dios porque  no se trata de diferenciar quiènes son mejores o peores, sino de tomar conciencia de lo que hay de Dios en nosotros, estructurando nuestra humanidad, y con la certeza realista  de que no existen personas perfectas, porque justamente en lo humano reside la precariedad inevitable, propia nuestra y – además como un además muy importante!! – porque  Dios no necesita eliminar nuestras imperfecciones , lo suyo es amarnos, ejercer la misericordia y propiciar nuestra felicidad en todo sentido.
Fijèmonos muy bien que el texto del evangelio que se propone para hoy es el de las bienaventuranzas de Mateo, donde Jesùs no està planteando leyes y normas para ser observadas con rigor y milimetrìa, sino que nos està presentando una alternativa de felicidad, de bienaventuranza, de plenitud humana, y para ello señala unos “indicadores”, como los grandes criterios que indican cuàl es ese programa:
-      Bienaventurados los pobres de corazón” (Mateo 5: 3)
-      Bienaventurados los afligidos” (Mateo 5: 4)
-      Bienaventurados los desposeídos” (Mateo 5: 5)
-      Bienaventurados los que tienen hambre y sed de justicia” (Mateo 5: 6)
-      Bienaventurados los misericordiosos” (Mateo 5: 7)
-      Bienaventurados los limpios de corazón” (Mateo 5: 8)
-      Bienaventurados los que trabajan por la paz” (Mateo 5:9)
-      Bienaventurados los perseguidos por causa del bien” (Mateo 5: 10)
-      Y remata con esto: “Bienaventurados ustedes cuando los injurien, los persigan y los calumnien de todo por mi causa” (Mateo 5: 11))
Todo esto es claramente una propuesta de  felicidad en la que Dios se evidencia en cada persona que viva asì, que asuma estos lineamientos de felicidad según Jesùs. Ese es el tipo de santidad que queremos reconocer en este dìa y siempre, asunto no lejano, sacralizado, distante de nuestros contextos de realidad, sino totalmente posible en la medida en que se hace vida, verdad existencial, en nuestros relatos y acciones, y en los de muchísimas personas que se han entregado, se entregan , y se seguirán entregando, a este ideal.
Cada uno de nosotros es perfecto en nuestro verdadero ser: lo que hay de Dios en nosotros, de El sucediendo en nuestras vidas. Es el tesoro que llevamos en vasijas de barro, como dice San Pablo.
Se nos ha inculcado un ideal de ser buenos, perfectos, con un tono muy voluntarista y sicorrìgido, a partir de minuciosos cumplimientos de leyes que se han de cumplir con todo rigor, a menudo enfermizo; también   con un modo de vida sumiso a autoridades, especialmente religiosas, y bien sacralizadas estas, lo mismo que con un talante en el que la alegría, el disfrute, el gozo de vivir, el placer, son vistos como enemigos de carácter abiertamente pecaminoso.
Hay que decir que esta no es la santidad de Jesùs ni la de quienes quieren tomar en serio su oferta de sentido. Muchos desastres individuales y colectivos hemos visto en la historia como consecuencia de este perfeccionismo neurótico. Vuelven al recuerdo las fortísimas confrontaciones de Jesùs a fariseos, sacerdotes, escribas y maestros de la ley, por imponer estas cargas tan pesadas y tan inhumanas a los creyentes.
 Recordemos que Jesùs dijo:” Les aseguro que los recaudadores de impuestos y las prostitutas entraràn antes que ustedes en el reino de Dios” (Mateo 21: 31), respuesta que da El a los sumos sacerdotes y a los ancianos del pueblo cuando le preguntan: “Con què autoridad haces eso? Quièn te ha dado tal autoridad?” (Mateo 21: 23), todo en el contexto del permanente escàndalo judío ante las palabras y acciones de Jesùs, en las que ellos veìan blasfemia, traición al rigor religioso de Israel, heterodoxia, infidelidad a sus tradiciones de legalismo y de ritualismo.
Esa frase de Mateo 21 es un golpe directo contra la idea de perfección que existía en ese tiempo y contra la que se sigue manejando en muchos ambientes religiosos de nuestros dìas. Para Dios lo valioso no es el cumplimiento de una programación sino un corazón humilde, sincero y agradecido. Todo lo que somos lo hemos recibido gratuitamente del Padre, no hay aquí el màs mínimo resquicio para presumir de buenos. Si manifestamos bondad, rectitud, generosidad, limpieza de vida, es porque hemos tomado conciencia de Dios que habita en nosotros.
Aquì reside el carácter radical, liberador, revolucionario, de las bienaventuranzas, es un programa para ser felices, no para cumplir reglamentos a rajatabla. Y ese es el itinerario de la santidad según el Evangelio. Esta es en comunidad, en participación, en vida solidaria y fraterna, en justicia e inclusión, en servicio e igualdad.
Esto último lo avala el texto de Apocalipsis, primera lectura de hoy:”Despuès vì una multitud enorme, que nadie podía contar, de toda nación, raza, pueblo y lengua: estaban delante del trono y del cordero, vestidos con tùnicas blancas y con palmas en la mano. Gritaban con voz potente: la victoria es de nuestro Dios, que està sentado en el trono, y del Cordero” (Apocalipsis 7: 9 – 10), es la visión de una realidad universal, incluyente , abarcante de toda la humanidad, equitativa, en la que Dios brilla como causa determinante de esta santa bienaventuranza. En Dios todos somos uno, lo que viene de El es beneficio para toda la humanidad.
Hemos ridiculizado a Dios creando categorías de perfectos e imperfectos, de santos y pecadores, de buenos y malos, de salvados y condenados, y con esto le hemos endilgado atributos y acciones que riñen justamente con su santidad original y originante, que es esta de darse todo a todos, para que resalte un gènero humano digno, feliz, realizado, trascendente, haciendo evidente este nuevo paradigma en la santidad excelente y prototípica de Jesùs.
El aval de vivir “bienaventuradamente” lo dan las promesas correspondientes:
-      porque el reino de los cielos les pertenece” (Mateo 5: 3)
-      porque serán consolados” (Mateo 5: 4)
-      porque heredaràn la tierra” (Mateo 5: 5)
-      porque serán saciados” (Mateo 5: 6)
-      porque serán tratados con misericordia” (Mateo 5: 7)
-      porque verán a Dios” (Mateo 5: 8)
-      porque se llamaràn hijos de Dios” (Mateo 5: 9)
-      porque el reino de los cielos les pertenece” (Mateo 5: 10)
-      Alègrense y estèn contentos pues la paga que les espera en el cielo es abundante” (Mateo 5: 12).
Veamos que no hay en estas promesas  perspectiva de  nada que se pueda parecer a poder, a títulos de honor, a recompensas materiales, a subir de categorías, lo prometido es una nueva humanidad teologal, y por lo mismo profundamente humana si vale la redundancia, en la que Jesùs es el referente de ese camino hacia el Padre, y hacia cada persona, reconocida como prójimo, próximo, el tù con el que nos hacemos un nosotros. Esta es la genuina santidad!
Este paradigma de lo santo nos lleva a desmontar ese imaginario de unos hombres y mujeres “semidioses”, habilitados para hacer milagros, alejados de la normalidad de cada dìa, para acceder a gentes de a pie, cotidianas, reales, fuertes y frágiles en la feliz simultaneidad que nos acompaña a todos sin excepción, sensibles a todo lo humano, y, por supuesto, conscientes del don ofrecido por Aquel que no se limita en amor y en gracia, lo que los lleva también a ser don para todos, sin limitantes jurídicos ni religiosos ni morales.
Las bienaventuranzas nos dicen que es preferible ser pobre a ser un rico opresor e injusto, llorar a ser causa de sufrimiento para el otro, pasar hambre a causa del amor a otros que negarles el sustento, ser perseguidos y oprimidos por causa de la justicia que llevar una vida cómoda y ajena a estos clamores, dejando con todo esto bien claro el mensaje de que en el ámbito de lo divino hay amor y humanismo en sus evidencias màs puras y gozosas.
Los tres versículos de la segunda lectura, tomada de 1 Juan, son un denso tratado de gracia y santidad, del que destacamos: “Queridos, ya somos hijos de Dios, pero todavía no se ha manifestado lo que seremos. Sabemos que, cuando aparezca, seremos semejantes a èl y lo veremos como èl es. Todo el que tiene puesta en Jesucristo esta esperanza se purifica, asì como èl es puro” (1 Juan 3: 2 – 3).
Santidad fuerte y frágil, santidad de los pequeños y humildes, vigoroso relato del Dios que se empequeñece en el niño de Belèn y en el humillado profeta de la cruz, santidad descalza, real, normal, feliz, humana, demasiado humana, cercana a todos, no escandalizada ni escandalizable, tan humana como Jesùs, tan divina como Jesùs, tan humana y tan divina como somos nosotros, por gracia de Dios.

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