domingo, 29 de noviembre de 2015

COMUNITAS MATUTINA 29 DE NOVIEMBRE I DOMINGO DE ADVIENTO

“Entonces verán venir al Hijo del hombre en una nube con gran poder y gloria. Cuando empiecen a suceder estas cosas, cobren ànimo y levanten la cabeza, porque se acerca su liberación”
(Lucas 21: 27 – 28)

Lecturas
1. Jeremìas 33: 14 – 16
2. Salmo 24: 4 – 14
3. 1 Tesalonicenses 3: 12 a 4: 2
4. Lucas 21: 25 – 28 y 34 – 36
El pueblo de Israel vivió toda su historia en tònica de continua espera, también en la comunidad cristiana vivimos en la expectativa del advenimiento del reino de Dios y su justicia. Por esto, encontramos en el Antiguo y en el Nuevo Testamento un acopio de textos bellísimos que tienen como común denominador la esperanza en Aquel que ha de venir para nuestra salvación y liberación.
Este es el espíritu del tiempo de Adviento, y eso es lo que significa este tèrmino que identifica la etapa previa a la Navidad.
El lenguaje de la mente oscila siempre entre el pasado y el futuro, evocaciones, recuerdos , planes, ideales , proyecciones. Esto hace que estemos en ese permanente vaivén, vueltos hacia atrás, con una memoria rumiante, o proyectados hacia adelante, para forjarnos la esperanza de algo mejor que lo presente.
Tambièn los creyentes estamos en un proceso similar, celebrando el pasado o aguardando el futuro. Esto hace que sea necesario entrar en un silencio creativo, acallando tanta sonoridad, para percibir que el único lugar de la vida es el presente. Y que este, vivido en profundidad, es el espacio de la plenitud. Por eso, lo que llamamos “venida-adviento” ya es “llegada”, està sucediendo ahora. Este es el tiempo de Dios, aquí y ahora.
Clarìsimo que no se puede reducir a un simple acontecer cronológico, paso de un momento a otro en el sentido escueto del devenir del tiempo. Este PRESENTE no es movimiento permanente del almanaque, es aquello que contiene el tiempo! : “En aquellos días y en aquella sazòn harè brotar
para David un germen justo, que practicarà el derecho y la justicia en la tierra. En aquellos días estarà a salvo Judà, y Jerusalèn vivirà en seguro. Y asì se la llamarà: Yahvè, nuestra justicia” (Jeremìas 33: 15 – 16).
Podemos asì distinguir entre “cronos” , que es el tiempo cronológico, y “kairòs”, que es el tiempo de salvación, el presente que trasciende las limitaciones espacio – temporales donde Dios sucede creando, recreando, salvando, liberando. Son tiempos no contradictorios, en el sentido de que lo divino no es distinto de lo humano ni superior a èl, la historia de los seres humanos, nuestros relatos vitales, son el ámbito donde Dios sucede, transformando el “cronos” en “kairòs”. El hace que deje de ser sucesión de acontecimientos para convertirlo en historia con perspectiva de trascendencia, con sentido.
Dios es el futuro del ser humano, es su plenitud, su principio y fundamento, su sentido de vida, incluso para aquellos-as que libremente no lo aceptan como rector de sus biografías. Siempre los seres humanos aguardamos algo definitivo como significado pleno de todo lo que somos y hacemos, para muchos es Dios explícitamente, para otros muchos es un Dios anónimo que se traduce en la justicia, la dignidad humana, la solidaridad.
Còmo cultivar esta lógica del adviento, de Aquel que siempre està viniendo para salvar, en este mundo de tragedias y desafueros? En Mali y Nairobi y Beirut y Parìs, en esta Colombia nuestra con tantas víctimas, en los 43 jòvenes desaparecidos y asesinados en Mèxico en 2014, en el brutal drama de Siria e Iraq, en las pobrezas sin lìmite de Haitì y Centro Amèrica, del Africa subsahariana y de los multitudinarios asentamientos de pobreza en las grandes ciudades? Còmo significar con eficacia, amor, solidaridad, la real posibilidad de este Dios que se hace historia y carne humana, pesebre y cruz, para salvar, redimir y transformar?
Estas preguntas son orientadas directamente a nosotros como acicate para nuestra responsabilidad humana y creyente, cuestión radical donde se combinan en saludable interacción la iniciativa gratuita de Dios con el ejercicio de nuestra libertad comprometida.
Este tiempo nos invita a estar en vigilante espera y también a prepararnos dignamente para el acontecimiento de Navidad, trascendiendo la puntualidad cronológica para sumergirnos en el Presente del Dios que se inserta en la humanidad inculcando la novedad del reino, la llegada de ese nuevo orden de vida, en el que se cambia la lógica del poder, del individualismo, por la del servicio y la solidaridad, personificando esta irrupción en la persona del Señor Jesùs.
“En cuanto a ustedes, que el Señor los haga progresar y sobreabundar en el amor mutuo – y en el amor para con todos – como es nuestro amor para con ustedes. De ese modo se consolidaràn sus corazones con santidad irreprochable ante Dios, nuestro Padre, de cara a la venida de nuestro Señor Jesucristo, con todos sus santos” (1 Tesalonicenses 3: 12 – 13), es el deseo de Pablo para esta comunidad de cristianos de Tesalònica, en el que es transparente la esperanza de una humanidad nueva, la que llega con el esperado de los tiempos.
Cuàntas veces en cuàntos y muy diversos momentos de la historia los seres humanos hemos esperado mesìas, salvadores, redentores, de todo tipo, políticos, religiosos, económicos, étnicos, sociales, y cuàntas veces también hemos vivido decepciones profundas con consecuencias fatales para todos. Desfilan Alejandro Magno, los emperadores de Grecia y Roma, Carlomagno, Constantino, Carlos V, Luis XIV, Hitler, Mussolini, los zares de Rusia, Stalin, los deprimentes dictadores latinoamericanos, los habitantes de la Casa Blanca, del Elìseo, del Palacio de Buckingham. Idolos con pies de barro!
Tema denso para reflexionar sobre los lìmites de la pretendida grandeza de los poderosos, cuyo contenido – es de esperar – ha de llevarnos a vivir en una saludable relatividad y a enfocar nuestras expectativas en otras referencias mucho màs definitivas y trascendentes.
Los judíos esperaron durante largos siglos la liberación. Y cuando llegó Jesùs con su oferta de salvación lo rechazaron, lo juzgaron, lo condenaron, lo asesinaron, porque no coincidìa con su mesianismo. Les escandalizò su pobreza, su estar pobre con los pobres, su desposesión, su confrontación del establecimiento religioso y legal, su solidaridad con los pecadores, su negativa al poder, su comunicación de Dios como padre cercano y misericordioso. Jesùs los defraudò!
Nos pasa esto a los cristianos? En quièn esperamos? A quien esperamos? Seguimos con la ilusión del poder triunfante, del Dios jerárquico y jerarquizante, como alguien que viene de afuera, o estamos abiertos a comprender que el reino ya llegó, que El està aquí generando la novedad de lo divino y de lo humano, modificando de raíz nuestros esquemas anti bienaventuranzas, nuestros criterios de santidad, de superioridad moral y religiosa?
Buena y profunda cuestión para orar y discernir en este Adviento de 2015., conscientes de que el Dios que llega con Jesùs nos desinstala, deja atrás el modelo del milagrero, o del iracundo ídolo que se estremece vengativamente con nuestros pecados y miserias, frustrador de nuestra felicidad con prohibiciones de imposible cumplimiento, para dar paso al Dios con nosotros – Emmanuel causa de felicidad y plenitud, de sentido y de vitalidad
– implicado, encarnado, solidario, todo para nosotros, todo misericordia, todo amor, todo cercanìa.
Don del Espìritu es la capacidad de discernir, de interpretar los signos de los tiempos en los que asoma este advenimiento: “Habrà señales en el sol, en la luna y en las estrellas; y en la tierra, naciones angustiadas, trastornadas por el estruendo del mar y de las olas” (Lucas 21: 25), dejando atrás el lenguaje que atemoriza vamos a fijarnos en el contenido y a pensar si esta humanidad de la que hacemos parte es capaz de estremecerse con indignación profética por los gravísimos males que los humanos nos infligimos unos a otros.
Este estremecimiento nos inserta en el espíritu del que viene para salvar y replantear de raíz estas condiciones de muerte y nos compromete para trabajar junto a El en la construcción del nuevo ser humano asumido por Dios, dignificado por El, en un proyecto de justicia, de bienaventuranza, de solidaridad, de dignidad humana? Esta pregunta viene de Dios – en vivo y en directo – para todos nosotros.
La alerta a la que invita el evangelio de hoy es constructiva, creadora, encarnada, histórica y trascendente: “Cuiden que no se emboten sus corazones por el libertinaje, la embriaguez y las preocupaciones de la vida, y venga aquel dìa de improviso sobre ustedes, como un lazo; porque vendrà sobre todos los que habitan la faz de la tierra. Estèn en vela, pues, orando, en todo tiempo, para que tengan fuerza, logren escapar y puedan mantenerse en pie delante del Hijo del hombre” (Lucas 21: 34 – 36).
Dios es salvación y ya està en nosotros. Lo que hay de El en cada uno es nuestro verdadero ser. Tenemos que salir del engaño que somos esto o aquello – las arrogancias del ego – para descubrir esta sustancia teologal, raíz de sentido y de libertad. El no nos salva como “premio” por nuestros merecimientos, el nos salva haciéndonos nuevos, solidarios, honestos, fraternos, solidarios, serviciales, como Jesùs.
Vamos de los ídolos – incluidos los religiosos – a la libertad que proviene de Dios, en la que hallamos nuestra genuina identidad, donde se juega la autenticidad de todos los seres humanos. Dejar la màscara, el personaje, la colección de títulos, las bellezas efìmeras, los poderes alienantes, los prestigios y los aplausos, para desnudarnos ante Dios y ante el prójimo, como Jesùs, totalmente desposeído, y pleno de Dios y de humanidad. Esto es lo que siempre està viniendo de parte de Dios, y es el màs legìtimo presente con perspectiva de futuro.
“Muèstrame tus caminos, Yahvè, ensèñame tus sendas. Guìame fielmente, ensèñame, pues tù eres el Dios que me salva. En tì espero todo el dìa, por tu bondad, Yahvè” (Salmo 24: 4 – 5).

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