“Pues
todos han echado de lo que les sobraba; esta, en cambio, ha echado de lo que
necesitaba, todo cuanto poseìa, todo lo que tenía para vivir”
(Marcos
12:44)
Lecturas
1.
1 Reyes 17: – 16
2.
Salmo 145: 7 – 10
3.
Hebreos 9: 24 – 28
4.
Marcos 12: 38 – 44
A Dios no le interesan
la cantidad de los cumplimientos, ni la solemnidad de los rituales, ni la precisión jurídica de las observancias,
a El le interesa la calidad del corazón pleno de amor y resuelto a darse todo
de sì mismo para ser instrumento de ese amor siempre mayor que da vida,
sentido, libertad, dignidad. Esto se inscribe en la lógica de abundancia
desmedida propia del Reino y de su justicia.
Una vez màs queda claro
el proyecto que el Padre nos comunica en Jesùs: darnos sin reservas, dar la
vida, dar de lo que necesitamos para vivir, no escatimar, correr siempre el
riesgo de la entrega, del servicio, de la solidaridad, y negarnos rotundamente
a la apariencia, a la vanidad religioso – moral, al fundamentalismo
intransigente de los que se creen dueños de Dios y de la religión.
Por eso, el referente
esencial de este modo de ser y de vivir es el mismo Jesucristo que : “Se ha
manifestado una sola vez ahora, al final de los tiempos, para destruir el
pecado mediante su sacrificio” (Hebreos 9: 26), afirmación que enfatiza
ese proyecto de vida llamado Evangelio en el que Jesùs , revelación plena del
Padre, se define – y define asì al ser humano – como la gran posibilidad de la
vida que se ofrece toda “para quitar los pecados de la multitud”
(Hebreos 9: 28).
Las lecturas de este
domingo evidencian el pecado que lleva a la muerte y a la frustración de la
humanidad, y la gracia de los humildes -
confianza plena en Dios! – que salva y dignifica la condición humana, realidad
que se explicita en la
necesidad del profeta Elìas y en la generosidad de la viuda de Sarepta: “Porque esto dice Yahvè, Dios de Israel: El
cántaro de harina no quedarà vacío , la aceitera de aceite no se agotarà, hasta
el dìa en que Yahvè conceda lluvia sobre la superficie de la tierra. Ella se
fue e hizo lo que le había dicho Elìas. Y comieron èl, ella y su familia. Por
mucho tiempo la orza de harina no quedó vacìa y la aceitera de aceite no se
agotò, según la palabra que Yahvè había pronunciado por boca de Elìas”
(1 Reyes 17: 14 – 16).
Esta radical confianza
en Dios que revela el gesto de la viuda es avalado también en el relato de
Marcos, y en el contraste que propone – fuerte, severo, deliberado! – con la
actitud de los escribas, los guardianes de la religión y de la moral: “Guàrdense
de los escribas, que gustan pasear con amplio ropaje, ser saludados en las
plazas, ocupar los primeros asientos en las sinagogas, y los primeros puestos
en los banquetes, y que devoran la hacienda de las viudas so capa de largas
oraciones. Esos tendrán una sentencia màs rigurosa” (Marcos 12: 38 –
40).
Bien sabemos que esta
es una de las constantes en el ministerio de Jesùs, denunciar el peligro de la
religión establecida, su tentación de poder y vanagloria, en la que aquellos
que se sienten administradores exclusivos pretenden enseñorearse sobre los
demás, primero sobre los humildes y los mínimos.
Por eso fustiga ropajes, estilos, pretensiones
de primacía, demanda de honores y reverencias, soberbia y conciencia de ser
merecedores de las favores de Dios y de los demás.
En cambio: “Muchos
ricos echaban mucho, pero llegó también una viuda pobre , y echò dos moneditas,
o sea, una cuarta parte del as. Entonces, llamando a sus discípulos les dijo:
Les digo de verdad que esta viuda pobre ha echado màs que todos los que echan
en el arca del tesoro. Pues todos han echado de lo que les sobraba; esta, en
cambio, ha echado de lo que necesitaba, todo cuanto poseìa, todo lo que tenía
para vivir” (Marcos 12: 41 – 44).
Mata y resta esperanza
y dignidad el estilo prepotente de los escribas, sus signos antievangélicos,
sus apariencias, sus debates para afirmar doctrinas y normas por encima de las
personas; da vida y esperanza el gesto de la viuda pobre, que entrega su
soporte, su medio de vida, como gran significación de su total confianza en el
Padre.
Còmo interroga esto a
la Iglesia y al mundo de hoy? En repetidas ocasiones, desde el comienzo de su
ministerio, el Papa Francisco ha sido clarísimo en denunciar las
inconsistencias de una economía desalmada, de un capitalismo demencial que
produce riqueza y pobreza sin compasión ni sentido de la dignidad, lo mismo que
ha puesto en tela de juicio los estilos de vida indebidamente infiltrados en la
Iglesia, en los que el gusto por la vida cómoda, por los lujos innecesarios,
por el dinero, denotan una ausencia total de conversión a Dios y al prójimo.
Esta viuda es figura de
Jesùs que da todo su ser y su poseer, para que otros vivan. Es claro en Marcos
que las ofrendas a Dios son para que la comunidad realice el reino, la misma
tarea del Señor. Es la participación libre y responsable en la construcción del
bien común, en el que es preciso resaltar el servicio a los màs necesitados.
Ella es testigo primordial del Evangelio porque en esas monedas entrega su
vida, su persona, a favor del reino que es plenitud de humanidad.
Dice el teólogo
holandés Edward Schylleebeckx, fraile dominico nacido en 1914 y
fallecido en 2009, uno de los grandes inspiradores del Concilio Vaticano II: “Con
el transcurso del tiempo he aprendido por experiencia que, si la religión es el
mayor bien del hombre y para el hombre, es también muchas veces completamente
instrumentalizada para humillar y hasta para torturar al hombre…Si se da una
religión que ofende y destruye al hombre y la dignidad humana, se trata de una
religión que se niega a sì misma. Una religión que humilla al hombre es, por
definición, una forma equivocada de creer en Dios o, por lo menos, una religión
que ha perdido el sentido de su propia interpretación, asì como el contacto con
sus raíces autènticas” (En su libro “Soy un teólogo feliz”, Madrid
1994, página 124).
La explicación es
sencilla: todo aquello de lo que el yo se apropia, se pervierte. Jesùs llama
severamente la atención sobre esto. La religión en cuanto construcción social
que canaliza los anhelos humanos de plenitud, una vez apropiada por el ego
farisaico se convierte en instrumento de poder, al servicio de quienes se creen
mediadores del Absoluto.
Tal es el mensaje contenido en el evangelio de hoy, en el relato de Elìas con la viuda de Sarepta, de la
mediación salvífica del único sacrificio de Jesucristo, en la carta a los
Hebreos, por contraste con las pretensiones humanas de no dejar a Dios ser
Dios.
El engaño del poder,
especialmente nefasto en el ámbito religioso, encuentra su remedio en lo que
simboliza la imagen de la viuda, esa figura representa el desprendimiento, la
desidentificación del egocentrismo. Aquì està un aspecto central del proyecto de
Jesùs, en el que se nos convoca a todos a una nueva humanidad, confianza
radical en Dios, en el prójimo, y libertad contagiosa para el desprendimiento y
para la sabia relativización de todas las cosas, ideologías, títulos,
ancestros, pertenencias, personas, y demás arraigos que se salen de su
condición de medios y se tornan, por nuestro pecado, en ídolos y en fines.
La religión es como una
carta de navegación que nos orienta hacia el descubrimiento de nuestro ser, si
asì es se vive al servicio de la persona y de la espiritualidad. Cuando se
absolutiza, se corrompe y se confunde.
Por feliz
y evangélica oposición, la espiritualidad constituye la dimensión màs
profunda de la persona, por la que claman nuestros deseos màs hondos, y que
tiene relación directa con nuestra identidad, lo màs genuino de nosotros
mismos. La religión es lo que tenemos, la espiritualidad es lo que somos.
La viuda de Marcos, y
la de Sarepta, alejadas de todo càlculo,
se dejan llevar por el sentimiento religioso màs autèntico, por el
reconocimiento de Dios como gratuidad suprema y liberadora, y – en su pequeñez
– ponen un cuestionamiento muy radical a todas esta aspiraciones que solemos
llevar de ser mejores, superiores, santos, poseedores de dogmas y moralidades.
La motivación de dar,
siguiendo esta perspectiva, es manifestar la libertad frente a las cosas
materiales y afianzar nuestra confianza en lo que vale de verdad. Estàn nuestro
mundo, nuestra cultura, las mentalidades dominantes, conscientes del sentido de
lo esencial, de lo que trasciende los afanes del dìa a dìa para descubrir la
felicidad verdadera? Estamos nosotros dispuestos a esta osadìa de la libertad,
como las dos humildes viudas?
La segunda lectura de
hoy, de la Carta a los Hebreos, hace parte de esa teología que “desmonta” la
mediación religiosa del templo judío, de su sacerdocio absolutizado en cuanto
único camino de salvación, y de las actitudes bien referenciadas de ritualismo,
cumplimiento estrictísimo de normas, como pretendida garantía de acceso a Dios,
para dejar establecido que es la mediación de Jesucristo la que abre la
posibilidad de un encuentro libre, desposeído, amoroso, con el Padre: “Pues
bien, Cristo, no entrò en un santuario hecho por mano humana, en una
reproducción del verdadero, sino en el mismo cielo, para presentarse ahora ante
el acatamiento de Dios en favor nuestro” (Hebreos 9: 24).
Las dos humildes
mujeres viven felizmente en esta mediación, los escribas y los pretendidos
dueños de la religión, no! , porque es el dejar atrás las seguridades y
aventurarse en la ruta de Dios, donde se adquiere la libertad a través del despojo. Tal es el proyecto del Señor
Jesùs.
No hay comentarios:
Publicar un comentario