“Sanen
a los enfermos que haya allì y díganles: El Reino de Dios ya està cerca de
ustedes”
(Lucas 10: 9”
Lecturas:
1.
Isaìas 66: 10 – 14
2.
Salmo 65: 1 – 7, 16 y 20
3.
Gàlatas 6: 14 – 18
4.
Lucas 10: 1 – 9
Dice el teólogo español
Josè Antonio Pagola: “La iglesia debe responder al deseo original
de Jesùs de ser un movimiento profético que camina por la historia según la
lógica del envìo”, frase que expresa con elocuencia el espíritu que nos
propone el texto del Evangelio de Lucas que se proclama este domingo, Jesùs
enviando en misión a setenta y dos discípulos, relato programático que define
el deber ser constante y creciente de la comunidad de sus seguidores.
Desde siempre, en
nuestra formación cristiana, hemos escuchado esto de iglesia misionera, de
discípulos enviados, con el peligro de que se torne lugar común y no impacte el ser y el
quehacer eclesiales, como tantas frases elaboradas, proclamaciones de
principios sin fuerza para transformar la realidad.
Por eso, demandemos al Espìritu la posibilidad
real de pasar de la retòrica a los hechos coherentes de nuestra vida que se quieren identificar con
la voluntad del Señor y con la esperanza de la humanidad que aguarda las
mejores y màs definitivas razones para vivir con esperanza y con sentido.
Si damos un repaso a
los medios de comunicación, los
encontramos plagados de malas noticias: masacre en Orlando, asesinato masivo en
el aeropuerto de Estambul, también en Bangladesh; congresistas colombianos que
se aprueban un alza escandalosa en su salario, en abierta contradicción con la
precariedad de su desempeño y de su moralidad, bofetada a las necesidades de la
mayoría de la población colombiana; delitos, muertes, injusticias sociales, decisiones
injustas de gobiernos, políticas económicas excluyentes, vacìos de sentido de
la vida.
Què hacer ante esto? Còmo responder de modo
consistente a la infatigable búsqueda de
significado existencial del ser humano? Què desafíos plantean estas violencias
e ignominias a la Iglesia, a cada
cristiano en particular?
En el tiempo de Jesùs
también se vivìan grandes desasosiegos y frustraciones, profundos desencantos:
una religión rìgida e intransigente que no favorecía la acogida generosa ,
asentada en su mentalidad legalista y ritual, lejana de los corazones en
expectativa, desconocedora de la misericordia; un imperio romano dominador,
autoritario, preocupado por extender sus posesiones, sin compasión por la
inmensa mayoría de pobres que poblaban aquel pequeño país de Palestina; una
imagen de Dios justiciero y vengativo; multitud de seres humanos abandonados a
su suerte y al sentimiento trágico de la vida.
En este contexto es en donde surge Jesùs con un estilo a
contracorriente de estas penosas realidades,
pobre con los pobres, desposeído de ambiciones humanas de poder y de
riqueza, anunciando la cercanìa de un Dios misericordioso, reivindicador de los
últimos del mundo, solidario con la felicidad de todos, lejano de jerarquías y
poderosos, provocador de una corriente de vitalidad y de sentido como nunca se
había visto en aquellas tierras, de tal intensidad estas novedades como para
apropiarse de las palabras estimulantes y gozosas de
Isaìas: “Alègrense con Jerusalèn, llénense de gozo con ella todos los que la
aman; unànse a su alegría todos los que han llorado por ella; y ella, como una
madre, los alimentarà de sus consuelos hasta que queden satisfechos”
(Isaìas 66: 10 – 11).
Palabras que reflejan con exactitud lo que se vive siglos
después con la misión de Jesùs, cuya lógica es la de anunciar una Buena Noticia
en nombre del Padre Dios, llegando a todos los abandonados, entristecidos,
humillados, ofendidos, condenados morales, excluìdos, desconocidos en su
dignidad, desechados por los poderosos del mundo. La misión de Jesùs es
re-encantar la historia de la humanidad y abrirla de modo definitivo a la
perspectiva de su sentido definitivo en el amor del Padre Dios.
Tal es la razón de ser de la misión a la que El envía a sus
discípulos:” Cuando entren en una casa, saluden primero, diciendo: Paz a esta casa.
Y si allì hay gente de paz, su deseo de paz se cumplirá……” (Lucas 10:
5), y: “…sanen a los enfermos que haya allì, y díganles: El reino de Dios ya
està cerca de ustedes” (Lucas 10: 9).
Es decir, con sus
intenciones y con sus actos indiquen que ha empezado el tiempo nuevo de la
bienaventuranza, dando a entender que
para Dios lo màs entrañable es la felicidad humana, el rescate de la muerte y
de las consecuencias del pecado y de la injusticia, el restablecimiento de la
dignidad de las personas, el comienzo de una época en la que El abre sus brazos de Padre – Madre para acoger
misericordiosamente a todos los que habían perdido la ilusión de una existencia
feliz.
Nuevamente volvemos
sobre los énfasis de Francisco, pastor de la Iglesia universal y Obispo de
Roma, que se siente en total conexión con las intenciones de Jesús, y plantea
retos de esta naturaleza a la Iglesia toda:
-
Vida
coherente , evangélica, solidaria, servicial, transparente, misericordiosa,
como elemento de persuasión apostólica y de eficacia misional.
-
Universalidad del mensaje, globalización
de la Buena Noticia, llegada a los últimos rincones del planeta, no en plan de
proselitismo fundamentalista o de adoctrinamiento masivo, sino de anuncio de la
esperanza que es viable para todos los humanos, porque procede de un Dios que
no escatima esfuerzos para incluír y para transformar lo que se ha perdido por
el egoísmo de los mismos hombres y mujeres que se ensañan con sus prójimos.
-
No se trata de doctrinas incomprensibles
ni de reglamentaciones exhaustivas para agobiar conciencias y corazones, es la
comunicación de un orden de vida que garantiza eso que en el Evangelio se llama
bienaventuranza, en el que el mismo Dios se hace don a través de Jesucristo
para llenar de significado y de razones para la esperanza la existencia de
todos los destinatarios del mensaje.
-
Iglesia que no se fija en sí misma, que
no persigue posiciones de poder, que es profética porque anuncia la intención
de Dios de propiciar la plena realización y salvación del ser humano, y
denuncia con vigor lo que es incompatible con este proyecto fundamental
Si repasamos
atentamente el contenido del relato evangélico de este domingo lo encontraremos
preñado de estos significados, con las recomendaciones que Jesús hace a los
discípulos para que su misión sea eficaz:
-
Itinerancia, salida del mundo de las
seguridades, renuncia a la instalación, capacidad de peregrinaje por el mundo: “Y
los mandó de dos en dos delante de él, a todos los pueblos y lugares a donde
tenía que ir” (Lucas 10: 1).
-
Conciencia de las dificultades y de las
incomprensiones, el evangelio es una propuesta que va en contra de la mayoría
de mentalidades dominantes, esto acarrea persecuciones, somos, como Jesús,
signo de contradicción: “Miren que los envío como corderos en medio
de lobos” (Lucas 10: 3).
-
Pobreza, testimonio de austeridad, no
depositar la eficiencia del mensaje en seguridades de tipo material: “No
lleven dinero ni provisiones ni sandalias” (Lucas 10: 4)
-
Sean portadores del don de la paz,
Shalom, don de Dios que contiene todas las posibilidades para la
plenitud humana: “Cuando entren en una casa, saluden primero diciendo: Paz a esta casa”
(Lucas 10: 5).
-
Humildad, sintonía con las personas y con sus realidades, encarnación en el mundo,
comunión con la gente y con su historia: “Al llegar a un pueblo donde los reciban,
coman lo que les sirvan” (Lucas 10: 8).
-
Realicen las señales de vida, sanen las
dolencias, curen los corazones afligidos, devuelvan el encanto de vivir: ”Sanen
a los enfermos que haya allí, y díganles: el Reino de Dios está cerca de
ustedes” (Lucas 10: 9).
-
Nada de discursos moralizantes , de
cargas que aflijan a las personas, hagánles saber que Dios está entre ellos,
que es todo para ellos, que su razón de ser es la humanidad feliz y liberada.
Cuando muchos en el
mundo hacen confrontaciones fuertes y severas al cristianismo y a la Iglesia
están pensando en el mensaje original de Jesús, aquí delineado a grandes
rasgos, y nos demandan coherencia en el más
alto nivel en que algo debe llegar a serlo.
Por eso nos interrogan
por exceso de seguridades materiales, por posturas cerradas que no captan los
signos de los tiempos y las grandes cuestiones del ser humano que busca sentido
definitivo de vida, por desmesura en la autoprotección institucional que se
silencia ante escándalos financieros o conductas pecaminosas de sus ministros.
Para vivir en estado de
misión es imperativo reconocer con humildad estas manifestaciones del mal
espíritu, y asumir con responsabilidad una tarea evangélica de purificación y
penitencia, de tal manera que logremos el nivel deseado de fuerza testimonial,
fundamentando esta en palabras como las que Pablo dice a los Gálatas: “En
cuanto a mí, de nada quiero gloriarme sino de la cruz de Nuestro Señor
Jesucristo. Pues por medio de la cruz de Cristo, el mundo ha muerto para mí y
yo he muerto para el mundo” (Gálatas 6:14).
El esfuerzo martirial
de tantos hombres y mujeres que en estos veinte siglos de historia cristiana
han dado su vida por el reino de Dios y su justicia, el ímpetu evangelizador de
aquellos que en condiciones adversas han llevado a muchos pueblos la luz del
Evangelio, la oblación de muchas vidas que han servido sin descanso a sus
hermanos más desfavorecidos, son lenguaje que se alinea con las intenciones
misionales de Jesús y nos invita a permanecer siempre en ese estado de envío,
de anuncio esperanzador de la Buena Noticia.
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