domingo, 7 de mayo de 2017

COMUNITAS MATUTINA 7 DE MAYO DOMINGO IV DE PASCUA

Pues ustedes andaban antes como ovejas extraviadas, pero ahora han vuelto a Cristo, que los cuida como un pastor y vela por ustedes”
(1 Pedro 2: 25)
Lecturas:
  1. Hechos 2: 36-41
  2. Salmo 22: 1-6
  3. 1 Pedro 2: 20-25
  4. Juan 10: 1-10
Sucede que en los modos habituales en los que está organizado el mundo predomina el modelo jerárquico, autoridades y súbditos sometidos a ellas, ordenamiento de poderes que se manejan verticalmente, asì funcionan la mayoría de las organizaciones políticas, empresariales, religiosas, sociales.
A esto se añade que hay una gran preferencia por el poder, entendido como dominio sobre otros, gran deseo de muchos en la sociedad es ascender escalones hasta llegar al máximo nivel, cifrando en esto la felicidad. Con notable frecuencia este tipo de lógica deriva en autoritarismo y dictaduras, tiranizando con violencia a quienes están sometidos. La historia de la humanidad sobreabunda en dominaciones de unos pocos sobre muchos.
La obsesión por el poder llega a ser idolatrìa, verdadera enajenación que ha traìdo a la humanidad desgracia, muerte, esclavitud. Circulan nombres tristemente cèlebres como Hitler, Stalin, Pinochet, la familia Somoza de Nicaragua, Trujillo de la Repùblica Dominicana, Francois Duvalier de Haitì, Videla de Argentina, Neròn en la antigüedad romana, y tantos otros a los que asociamos con las mayores humillaciones para millones de seres humanos.
Y entonces – en abierta provocación profética - aparece Jesùs rompiendo estos esquemas, enseñando que el verdadero sentido de la existencia reside en el servicio amoroso y solidario, en la donación de la vida hasta la consecuencia mayor del martirio, en la abnegación sin reservas para llevar vida en abundancia a quienes la han perdido por causa de esa idolatrìa del poder, y lo hace – como lo propone el evangelio de hoy – bajo la figura del pastor que se compromete ilimitadamente con la vida y con la dignidad de sus ovejas: “Esto les aseguro: Yo soy la puerta por donde pasan las ovejas. Todos los que vinieron antes de mì, fueron unos ladrones y unos bandidos; pero las ovejas no les hicieron caso. Yo soy la puerta: el que por mì entre, se salvarà. Serà como una oveja que entra y sale y encuentra pastos” (Juan 10: 7-9).
Con estas imágenes , Jesùs alude a quienes buscan a la gente para utilizarla en interés propio, usándola como trampolín para su ascenso, exprimièndola sin compasión, fuertes referencias las que hace a tales mercenarios. Por feliz oposición, todo en èl, su misión, sus palabras, sus gestos, sus actuaciones son para comunicar un modo bienaventurado de humanidad en el que reside la divinidad: “…pero yo he venido para que tengan vida y para que la tengan en abundancia” (Juan 10:10).
Todo el que se interese en este camino está llamado a asumir el mismo estilo de servicio, de compromiso personalizado con quienes se han puesto bajo su responsabilidad, de dar todo lo mejor para las ovejas que se le confían, sin buscar en ello ningún reconocimiento distinto de la satisfacción de reivindicarlas en su dignidad, de contribuír señaladamente a la mejor humanidad de todos los que integran el rebaño.
De eso hemos escuchado con frecuencia en estos años del ministerio del Papa Francisco, con sus conocidas expresiones sobre la Iglesia que debe estar siempre en salida, dejando atrás la autorreferencialidad, instando a los pastores a “oler a oveja”, renunciando a mentalidades y estilos de vida que reflejen riqueza y poderío, “primereando” en la disposición de servicio, como cuando dice: “La Iglesia en salida es la comunidad de discípulos que primerean, que se involucran, que acompañan, que fructifican y festejan. Primerear: sepan disculpar este neologismo. La comunidad evangelizadora experimenta que el Señor tomó la iniciativa, la ha primereado en el amor; y, por eso, ella sabe adelantarse, toma la iniciativa sin miedo, salir al encuentro, buscar a los lejanos y llegar a los cruces de los caminos para invitar a los excluídos” (Papa Francisco. Exhortación Apostólica “La alegría del Evangelio”, No. 24) .
Este domingo – debido al contenido del evangelio que se proclama – se conoce tradicionalmente como del Buen Pastor, con esto se quiere expresar el afecto y gratitud de las comunidades hacia sus pastores , los obispos y los sacerdotes, sin olvidar que este estilo de pastoreo es justamente para que todos, sin excepción, animados y estimulados por quienes los presiden en la caridad, adopten este talante.
En la Iglesia existe un elemento que es esencial para comprenderla como comunidad de los discípulos de Jesús, es su condición ministerial, recordando que esta palabra proviene del latín minister, que significa literalmente servidor, y es asociada con “menesteres”, los oficios más humildes para bien de todos.
El Concilio Vaticano II en su Constitución sobre la Iglesia – “Lumen Gentium” – la ha definido como Pueblo de Dios y Sacramento Universal de Salvaciòn, destacando el aspecto ministerial de quienes son ordenados para servicio de la misma – obispos, sacerdotes, diáconos – e indicando que una consecuencia clara del bautismo es la de ser y vivir todos en condición ministerial, sin excepción.
Una afirmación asì marca el contraste que se convierte en exigencia de vida para los ministros ordenados y para las comunidades a ellos confiadas, este principio es el que inspira las siguientes palabras de Jesùs: “Como ustedes saben, entre los paganos los jefes gobiernan con tiranìa a sus súbditos, y los grandes hacen sentir su autoridad sobre ellos. Pero entre ustedes no debe ser asì. Al contrario, el que entre ustedes quiera ser grande, deberá servir a los demás; y el que entre ustedes quiera ser el primero, deberá ser su esclavo. Porque, del mismo modo, el Hijo del hombre no vino para que le sirvan, sino para servir y para dar su vida en rescate por todos” (Mateo 20:25-28).
Las comunidades cristianas deben ser asì y deben ayudar y exigir a sus pastores que sean asì, deponiendo todo culto a la personalidad, optando por modos de vida sobrios, distinguiéndose en su atención cuidadosa a los màs humildes y desconocidos, haciendo de todas sus manifestaciones una rèplica de ese modo original del Señor que es el que verdaderamente persuade.
Atràs han de quedar vanidades y prepotencias, vestimentas principescas, títulos de poder, y dar paso sin reservas a un ministerio que se inspire en estas palabras de Pedro, de la segunda lectura de este domingo: “ Cristo no cometió ningún pecado ni engañò jamàs a nadie. Cuando lo insultaban, no contestaba con insultos; cuando lo hacían sufrir, no amenazaba sino que se encomendaba a Dios, que juzga con rectitud. Cristo mismo llevò nuestros pecados en su cuerpo sobre la cruz, para que nosotros muramos al pecado y vivamos una vida de rectitud. Cristo fue herido para que ustedes fueran sanados” (1 Pedro 2: 22-24).
Esto tiene plena consistencia pascual porque la resurrección de Jesùs es la adquisición de una novedad de vida que procede de Dios, es lo que experimentan los primeros discípulos, superando sus temores, cobardìas, precariedades, dejándose tomar por el Espìritu para servir a sus contemporáneos con la comunicación de la Buena Noticia, que levanta a los seres humanos caìdos por el egoísmo y por la injusticia, dominados por los poderes tiránicos.E l ser humano nuevo que aquí se origina tiene su raíz en el mismo Señor Resucitado.
La comunidad de Juan, de la que procede el relato evangélico que se denomina con tal nombre, està hablando testimonialmente de la Vida que ha recibido de Jesùs el Viviente: “Pero yo he venido para que tengan vida y para que la tengan en abundancia” (Juan 10: 10), no es una proclamación retòrica sino la afirmación existencial de Jesùs sucediendo en ellos e invitándolos a convertirse en el punto de partida de la Iglesia, para que esta en cada generación de su historia sea lo mismo, haga lo mismo, proclame lo mismo, y en todo sea consecuente con ese acontecimiento que marca la garantía de sentido para todos los que acepten esa oferta de plenitud.
En este espíritu las palabras de Jesùs confrontan a los malos pastores por su lejanìa de la comunidad, por entender su función como poder, y también…. penosamente! – por los conocidos e inaceptables abusos con niños y jóvenes, pecado que tanto avergüenza a la Iglesia y mancha dolorosamente la dignidad del ministerio.
Un autèntico pastor es el que se dedica en totalidad al ejercicio de la misericordia, a la inclusión, a tener en cuenta a cada uno de los suyos sin distinguir por condición social o ideológica, sin fobias ni antievangélicos criterios de discriminación, cada oveja le interesa por sì misma, por el valor y dignidad que cada una posee. Mientras los dirigentes del templo llevan las ovejas a la muerte, Jesùs las lleva hacia la vida!.
La verdadera humanidad de Jesùs que se expresa con toda verdad en su pastoreo, en dar a todos la vida del Padre, es el camino que nos permite acceder a su divinidad. El restituye a las ovejas en su verdadero ser y en favorecer que cada una alcance su plenitud.
Por poner un bello ejemplo, entre muchos que se pueden destacar, de coherencia con lo que la Iglesia nos plantea en este cuarto domingo de Pascua, les proponemos reconocer la vida de Francisco Javier Nguyen Van Thuan (1928-2002), obispo y cardenal vietnamita, prisionero durante largos años en un campo de concentración de su país, pastor que, una vez recuperada su libertad, se entregò en estos términos pascuales al ministerio de sus comunidades, de modo infatigable y en plena identificación con el Señor Jesùs. La Iglesia adelanta ahora su proceso de beatificación.

No hay comentarios:

Publicar un comentario

Archivo del blog