“Pues
ustedes andaban antes como ovejas extraviadas, pero ahora han vuelto
a Cristo, que los cuida como un pastor y vela por ustedes”
(1
Pedro 2: 25)
Lecturas:
- Hechos 2: 36-41
- Salmo 22: 1-6
- 1 Pedro 2: 20-25
- Juan 10: 1-10
Sucede
que en los modos habituales en los que está organizado el mundo
predomina el modelo jerárquico, autoridades y súbditos sometidos a
ellas, ordenamiento de poderes que se manejan verticalmente, asì
funcionan la mayoría de las organizaciones políticas,
empresariales, religiosas, sociales.
A
esto se añade que hay una gran preferencia por el poder, entendido
como dominio sobre otros, gran deseo de muchos en la sociedad es
ascender escalones hasta llegar al máximo nivel, cifrando en esto la
felicidad. Con notable frecuencia este tipo de lógica deriva en
autoritarismo y dictaduras, tiranizando con violencia a quienes están
sometidos. La historia de la humanidad sobreabunda en dominaciones de
unos pocos sobre muchos.
La
obsesión por el poder llega a ser idolatrìa, verdadera enajenación
que ha traìdo a la humanidad desgracia, muerte, esclavitud. Circulan
nombres tristemente cèlebres como Hitler, Stalin, Pinochet, la
familia Somoza de Nicaragua, Trujillo de la Repùblica Dominicana,
Francois Duvalier de Haitì, Videla de Argentina, Neròn en la
antigüedad romana, y tantos otros a los que asociamos con las
mayores humillaciones para millones de seres humanos.
Y
entonces – en abierta provocación profética - aparece Jesùs
rompiendo estos esquemas, enseñando que el verdadero sentido de la
existencia reside en el servicio amoroso y solidario, en la donación
de la vida hasta la consecuencia mayor del martirio, en la abnegación
sin reservas para llevar vida en abundancia a quienes la han perdido
por causa de esa idolatrìa del poder, y lo hace – como lo propone
el evangelio de hoy – bajo la figura del pastor que se compromete
ilimitadamente con la vida y con la dignidad de sus ovejas: “Esto
les aseguro: Yo soy la puerta por donde pasan las ovejas. Todos los
que vinieron antes de mì, fueron unos ladrones y unos bandidos; pero
las ovejas no les hicieron caso. Yo soy la puerta: el que por mì
entre, se salvarà. Serà como una oveja que entra y sale y encuentra
pastos” (Juan
10: 7-9).
Con
estas imágenes , Jesùs alude a quienes buscan a la gente para
utilizarla en interés propio, usándola como trampolín para su
ascenso, exprimièndola sin compasión, fuertes referencias las
que hace a tales mercenarios. Por feliz oposición, todo en èl, su
misión, sus palabras, sus gestos, sus actuaciones son para comunicar
un modo bienaventurado de humanidad en el que reside la divinidad:
“…pero
yo he venido para que tengan vida y para que la tengan en abundancia”
(Juan 10:10).
Todo
el que se interese en este camino está llamado a asumir el mismo
estilo de servicio, de compromiso personalizado con quienes se han
puesto bajo su responsabilidad, de dar todo lo mejor para las ovejas
que se le confían, sin buscar en ello ningún reconocimiento
distinto de la satisfacción de reivindicarlas en su dignidad, de
contribuír señaladamente a la mejor humanidad de todos los que
integran el rebaño.
De
eso hemos escuchado con frecuencia en estos años del ministerio del
Papa Francisco, con sus conocidas expresiones sobre la Iglesia que
debe estar siempre en salida, dejando atrás la autorreferencialidad,
instando a los pastores a “oler a oveja”, renunciando a
mentalidades y estilos de vida que reflejen riqueza y poderío,
“primereando” en la disposición de servicio, como cuando dice:
“La
Iglesia en salida es la comunidad de discípulos que primerean, que
se involucran, que acompañan, que fructifican y festejan. Primerear:
sepan disculpar este neologismo. La comunidad evangelizadora
experimenta que el Señor tomó la iniciativa, la ha primereado en
el amor; y, por eso, ella sabe adelantarse, toma la iniciativa sin
miedo, salir al encuentro, buscar a los lejanos y llegar a los cruces
de los caminos para invitar a los excluídos”
(Papa Francisco. Exhortación Apostólica “La alegría del
Evangelio”, No. 24) .
Este
domingo – debido al contenido del evangelio que se proclama – se
conoce tradicionalmente como del Buen Pastor, con esto se quiere
expresar el afecto y gratitud de las comunidades hacia sus pastores ,
los obispos y los sacerdotes, sin olvidar que este estilo de
pastoreo es justamente para que todos, sin excepción, animados y
estimulados por quienes los presiden en la caridad, adopten este
talante.
En
la Iglesia existe un elemento que es esencial para comprenderla como
comunidad de los discípulos de Jesús, es su condición ministerial,
recordando que esta palabra proviene del latín minister, que
significa literalmente servidor, y es asociada con “menesteres”,
los oficios más humildes para bien de todos.
El
Concilio Vaticano II en su Constitución sobre la Iglesia – “Lumen
Gentium” – la ha definido como Pueblo de Dios y Sacramento
Universal de Salvaciòn, destacando el aspecto ministerial de quienes
son ordenados para servicio de la misma – obispos, sacerdotes,
diáconos – e indicando que una consecuencia clara del bautismo es
la de ser y vivir todos en condición ministerial, sin excepción.
Una
afirmación asì marca el contraste que se convierte en exigencia
de vida para los ministros ordenados y para las comunidades a ellos
confiadas, este principio es el que inspira las siguientes palabras
de Jesùs: “Como
ustedes saben, entre los paganos los jefes gobiernan con tiranìa a
sus súbditos, y los grandes hacen sentir su autoridad sobre ellos.
Pero entre ustedes no debe ser asì. Al contrario, el que entre
ustedes quiera ser grande, deberá servir a los demás; y el que
entre ustedes quiera ser el primero, deberá ser su esclavo. Porque,
del mismo modo, el Hijo del hombre no vino para que le sirvan, sino
para servir y para dar su vida en rescate por todos” (Mateo
20:25-28).
Las
comunidades cristianas deben ser asì y deben ayudar y exigir a sus
pastores que sean asì, deponiendo todo culto a la personalidad,
optando por modos de vida sobrios, distinguiéndose en su atención
cuidadosa a los màs humildes y desconocidos, haciendo de todas sus
manifestaciones una rèplica de ese modo original del Señor que es
el que verdaderamente persuade.
Atràs
han de quedar vanidades y prepotencias, vestimentas principescas,
títulos de poder, y dar paso sin reservas a un ministerio que se
inspire en estas palabras de Pedro, de la segunda lectura de este
domingo:
“ Cristo no cometió ningún pecado ni engañò jamàs a nadie.
Cuando lo insultaban, no contestaba con insultos; cuando lo hacían
sufrir, no amenazaba sino que se encomendaba a Dios, que juzga con
rectitud. Cristo mismo llevò nuestros pecados en su cuerpo sobre la
cruz, para que nosotros muramos al pecado y vivamos una vida de
rectitud. Cristo fue herido para que ustedes fueran sanados”
(1 Pedro 2: 22-24).
Esto
tiene plena consistencia pascual porque la resurrección de Jesùs es
la adquisición de una novedad de vida que procede de Dios, es lo que
experimentan los primeros discípulos, superando sus temores,
cobardìas, precariedades, dejándose tomar por el Espìritu para
servir a sus contemporáneos con la comunicación de la Buena
Noticia, que levanta a los seres humanos caìdos por el egoísmo y
por la injusticia, dominados por los poderes tiránicos.E l ser
humano nuevo que aquí se origina tiene su raíz en el mismo Señor
Resucitado.
La
comunidad de Juan, de la que procede el relato evangélico que se
denomina con tal nombre, està hablando testimonialmente de la Vida
que ha recibido de Jesùs el Viviente:
“Pero yo he venido para que tengan vida y para que la tengan en
abundancia”
(Juan 10: 10), no es una proclamación retòrica sino la afirmación
existencial de Jesùs sucediendo en ellos e invitándolos a
convertirse en el punto de partida de la Iglesia, para que esta en
cada generación de su historia sea lo mismo, haga lo mismo, proclame
lo mismo, y en todo sea consecuente con ese acontecimiento que marca
la garantía de sentido para todos los que acepten esa oferta de
plenitud.
En
este espíritu las palabras de Jesùs confrontan a los malos pastores
por su lejanìa de la comunidad, por entender su función como poder,
y también…. penosamente! – por los conocidos e inaceptables
abusos con niños y jóvenes, pecado que tanto avergüenza a la
Iglesia y mancha dolorosamente la dignidad del ministerio.
Un
autèntico pastor es el que se dedica en totalidad al ejercicio de la
misericordia, a la inclusión, a tener en cuenta a cada uno de los
suyos sin distinguir por condición social o ideológica, sin fobias
ni antievangélicos criterios de discriminación, cada oveja le
interesa por sì misma, por el valor y dignidad que cada una posee.
Mientras los dirigentes del templo llevan las ovejas a la muerte,
Jesùs las lleva hacia la vida!.
La
verdadera humanidad de Jesùs que se expresa con toda verdad en su
pastoreo, en dar a todos la vida del Padre, es el camino que nos
permite acceder a su divinidad. El restituye a las ovejas en su
verdadero ser y en favorecer que cada una alcance su plenitud.
Por
poner un bello ejemplo, entre muchos que se pueden destacar, de
coherencia con lo que la Iglesia nos plantea en este cuarto domingo
de Pascua, les proponemos reconocer la vida de Francisco Javier
Nguyen Van Thuan (1928-2002), obispo y cardenal vietnamita,
prisionero durante largos años en un campo de concentración de su
país, pastor que, una vez recuperada su libertad, se entregò en
estos términos pascuales al ministerio de sus comunidades, de modo
infatigable y en plena identificación con el Señor Jesùs. La
Iglesia adelanta ahora su proceso de beatificación.
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