“Si entran en un pueblo
y los acogen, coman lo que les pongan; curen los enfermos que haya en él y
díganles: El Reino de Dios está cerca de ustedes”
(Lucas
10: 8-9)
Lecturas:
1.
Isaìas 66: 10 – 14
2.
Salmo 65: 1 – 7, 16 y 20
3.
Gàlatas 6: 14 – 18
4.
Lucas 10: 1 – 12 y 17 - 20
Dice el teólogo español
Josè Antonio Pagola: “La iglesia debe responder al deseo original
de Jesùs de ser un movimiento profético que camina por la historia según la
lógica del envìo”,[1]
frase que expresa con elocuencia el espíritu que nos propone el texto del
Evangelio de Lucas que se proclama este domingo: Jesùs enviando en misión a setenta y dos
discípulos, relato programático que define el deber ser constante y creciente
de la comunidad de sus seguidores.
Desde siempre, en
nuestra formación cristiana, hemos escuchado esto de iglesia misionera, de
discípulos enviados. Es una proposición
ciento por ciento verdadera y válida, pero existe el peligro de que se
torne lugar común y no impacte el ser y el quehacer eclesiales, como tantas
frases elaboradas, proclamaciones de principios sin fuerza para transformar la realidad.
Uno de los temas y
preocupaciones recurrentes del papa Francisco se refiere a una “Iglesia
en salida”[2],
despojada de privilegios y prevenciones con respecto a la realidad de los seres
humanos y del mundo, siempre en plan de anunciar la Buena Noticia de Dios que
es padre y madre de todos, que se vuelca amorosamente hacia la humanidad para
salvarla, liberarla, sanarla, cuidarla y hacerla siempre más libre y digna. Ese
sincero deseo de Francisco coincide – como es obvio – con la intención original
de Jesús al enviar a 72 discípulos a comunicar su Buena Noticia: “Después
de esto, designó el Señor a otros setenta y dos y los envió por
delante, de dos en dos, a todas las poblaciones y sitios adonde él había de ir.
Pero antes les dijo: La mies es mucha y los obreros pocos. Rueguen, pues, al
Dueño de la mies que envíe obreros a su mies”.[3] En
su ministerio público Jesús acata la voluntad del Padre, y hace explícito en
todo su proceder la pasión salvadora de Dios hacia la humanidad. Ya lo hemos dicho: el ser humano
y su felicidad definen la opción preferencial de Dios, esta certeza determina
la conducta de Jesús.
En este orden de cosas
nos remitimos a la experiencia original y originante del Señor. El se implicó con compromiso total en la realidad de su gente,[4] en
sus expectativas y sensibilidades, en sus clamores de dignidad, en sus dramas
de pobreza y de sufrimiento y se dió sin reservas para anunciarles la cercanía
de un Dios amorosamente incondicional, restituyéndolos en su dignidad,
sanándolos, ejerciendo la misericordia y la compasión, portando una contundente
señal de esperanza, en profético contraste con la pesadez de la religión judía
de su tiempo, responsable de onerosas cargas y mandatos, poco afecta a la compasión
y a la reivindicación de los pobres y de los condenados morales.
Cómo responder de modo
consistente a la infatigable búsqueda de significado existencial por parte del
ser humano? Como cristianos escrutamos los signos de los tiempos y detectamos
en ellos las grandes inquietudes de la humanidad? Miramos con particular
responsabilidad los clamores dolientes de quienes padecen injusticias,
sometimientos y pobrezas? Contemplar estas realidades nos hace sentir Iglesia
en salida,, enviados a anunciar y a realizar que la última palabra sobre la
vida de los humanos no la tienen los señores de la muerte y del poder sino el
Dios de la vida revelado en Jesucristo?
En el tiempo de Jesùs [5] se
vivìan grandes desasosiegos y frustraciones, profundos desencantos: una religión
rìgida e intransigente que no favorecía la acogida generosa , asentada en su
mentalidad legalista y ritual, lejana de los corazones , desconocedora de la
misericordia; un imperio romano dominador, autoritario, preocupado por extender
sus posesiones, sin compasión por la inmensa mayoría de pobres que poblaban
aquel pequeño país de Palestina; una imagen de Dios justiciero y vengativo; multitud
de seres humanos abandonados a su suerte y al sentimiento trágico de la vida.
En este contexto surge Jesùs con un estilo a contracorriente de
tan penosas realidades, pobre con los pobres, desposeído de
ambiciones de poder y de riqueza,
anunciando la cercanìa de un Dios misericordioso, reivindicador de los últimos
del mundo, solidario con la felicidad de todos, lejano de jerarquías y
poderosos, provocador de una corriente de vitalidad y de sentido como nunca se
había visto en aquellas tierras, de tal intensidad estas novedades como para
apropiarse de las palabras estimulantes y gozosas de
Isaìas: “Alègrense con Jerusalèn, llénense de gozo con ella todos los que la
aman; unànse a su alegría todos los que han llorado por ella; y ella, como una
madre, los alimentarà de sus consuelos hasta que queden satisfechos”.[6]
Estas palabras del
tercer Isaías expresan el gozo del pueblo de Israel al regresar del destierro.
Dios es para ellos Padre y Madre que devuelve la dignidad y la libertad
secuestradas por los opresores. Coincide con imágenes como las del profeta
Oseas que se vale de la figura del amor maternal para expresar esta decisión
amorosa de regresar su pueblo a la libertad. Israel es el hijo primogénito de
Dios, El lo toma bajo su cuidado. Por eso, el pueblo se sintió verdaderamente
amado y protegido, y lo celebró permanentemente. El favor de Dios es para todos,
pero prefiere a los pobres y humillados, es un “leit motiv” de la revelación
bíblica y referente normativo para la
misión de Jesús y de la Iglesia. De modo especial, los profetas del
Antiguo Testamento tuvieron en esta realidad uno de los núcleos de su anuncio y
de su denuncia.[7]
Hagámonos preguntas
para ponernos en contexto con cosas que
pasan en Colombia y en el mundo: hemos visto la felicidad de las comunidades
que retornan a su hábitat luego de ser desplazados por la ferocidad de los
violentos?[8] Tomamos
nota de lo que significa para las poblaciones rurales el arraigo en su
territorio, su casa, sus costumbres, su cultura, sus cultivos, sus animales
domésticos? Sabemos del gozo de recuperar lo que la perversidad de los
violentos les ha arrebatado?[9] Estas
cuestiones penetran nuestra práctica de “cristianos en salida”?
La misión de Jesùs,
cuya lógica es la de anunciar una Buena Noticia en nombre del Padre Dios,
quiere llegar a todos los abandonados,
entristecidos, humillados, ofendidos, condenados morales, excluìdos,
desconocidos en su dignidad, desechados por los poderosos del mundo. Lo que él
se propone es re-encantar la historia de la humanidad y abrirla de modo
definitivo a la perspectiva de su sentido en el amor del Padre Dios. Esto se simboliza en el envío de los
setenta y dos discípulos, a quienes señala las siguientes condiciones:
-
Nuestra vida – la de los discípulos – es
el fundamento de ese anuncio, si estamos viviendo en el espíritu del Reino de
Dios y su justicia[10],
si nuestra conducta lo refleja, si estamos tan persuadidos de la plenitud que
Dios nos comunica que nos sentimos movidos a anunciarlo, esa es la misión , la
salida apostólica. El relato de Lucas, netamente postpascual, revela que la
comunidad primitiva lo había vivido y se sentía comprometida con el envío
misionero.
-
No les dice que lleven doctrinas, ni
reglamentos litúrgicos o morales, la gran indicación es el anuncio del Dios
compasivo y misericordioso, Dios para todos, Dios que acoge, que reivindica,
que restaura: “sanen a los enfermos que haya allí, y díganles: el Reino de Dios
está cerca de ustedes”.[11]
-
Itinerancia misionera, pónganse en
camino, no se afiancen en sus seguridades, tengan capacidad de desinstalarse,
disponibilidad y movilidad. Vale decir: Iglesia en salida!
-
“Vayan, pero sepan que los envío como
corderos en medio de lobos”; [12]
Anuncien la profecía del reino, denuncien lo que es incompatible con este
proyecto, pero no sean incautos, tengan “malicia indígena” para discernir las
tendencias del mal espíritu, las seducciones del poder y de la
espectacularidad, desenmascaren los ídolos de muerte, no se comprometan con el
vano honor del mundo, no se dejen asimilar por el talante de los lobos.
-
“No lleven bolsa, ni alforja, ni
sandalias”[13].
Austeridad y pobreza como relato de coherencia y credibilidad. No enaltezcan
los recursos apostólicos por sí mismos, válganse de ellos como medios
orientados a la finalidad misional, que su tenor de vida sea sencillo y
dispuesto a compartir con los humildes, que la comunión y la participación sean
estructurantes de su estrategia apostólica.
-
“Si entran a una casa, digan
primero: paz a esta casa”[14].
Ser portadores de la paz, en la mentalidad bíblica esta consiste en la abundancia
de dones para que hombres y mujeres logremos plenitud, bienaventuranza,
realización, humanismo y experiencia del don del Padre.[15]
-
“Permanezcan en la misma casa,
coman y beban lo que tengan”[16].
Encárnense, asuman las condiciones reales de las comunidades a donde vayan,
amen a la gente, sus valores y sus tradiciones, déjense interpelar por ellas.
-
“Curen a los enfermos que haya y
díganles: el Reino de Dios está cerca de ustedes”[17].
Alejen de los seres humanos todo lo que impida su felicidad, su sentido de
vida, propicien la autenticidad, los lazos de fraternidad, el servicio, la
solidaridad, la mesa compartida, la justicia, la trascendencia hacia el padre y
hacia el prójimo. Nada de prohibiciones angustiosas, ni peroratas doctrinales,
las verdades de la fe llegarán como felices realidades de salvación y serán
asumidas en la medida en que la gente descubra existencialmente su potencial
liberador
Es decir, con sus
intenciones y con sus actos indiquen que ha empezado el tiempo nuevo de la
bienaventuranza, dando a entender que
para Dios lo màs entrañable es la felicidad humana, el rescate de la muerte y
de las consecuencias del pecado y de la injusticia, el restablecimiento de la
dignidad de las personas, el comienzo de una época en la que El abre sus brazos de Padre – Madre para acoger
misericordiosamente a todos los que habían perdido la ilusión de una existencia
feliz.
Cuando muchos en el
mundo hacen confrontaciones fuertes y severas al cristianismo y a la Iglesia
están pensando en el mensaje original de Jesús, aquí delineado a grandes
rasgos, y nos demandan coherencia en el
más alto nivel en que algo debe llegar a serlo. Por eso nos interrogan ante el
exceso de seguridades materiales que tenemos en la Iglesia, por posturas
cerradas que no captan los signos de los tiempos y las grandes cuestiones del
ser humano . por desmesura en la
autoprotección institucional que se silencia ante escándalos financieros o
conductas pecaminosas de sus ministros.
Para vivir en estado de
misión es imperativo reconocer con humildad estas manifestaciones del mal
espíritu, y asumir una tarea evangélica
de purificación y penitencia, de tal manera que logremos el nivel deseado de
fuerza testimonial, fundamentando esta en palabras como las que Pablo dice a
los Gálatas: “En cuanto a mí, de nada quiero gloriarme sino de la cruz de Nuestro
Señor Jesucristo. Pues por medio de la cruz de Cristo, el mundo ha muerto para
mí y yo he muerto para el mundo”. [18]
Todo ser humano que, en
libertad, decida seguir este camino, adquiere el compromiso de ser testigo de
estas realidades. El asunto misional no se reduce a obispos, sacerdotes,
religiosas, es tarea de la Iglesia toda, cada uno lo realiza desde el modo de
vida que haya escogido: matrimonio, ejercicio profesional, sacerdocio, vida
consagrada con votos religiosos, celibato. Si algo queda claro en el modelo de
Iglesia que surge de la comunidad cristiana primitiva es que la tarea de
anunciar la Buena Noticia no es responsabilidad exclusiva y excluyente de una
“casta profesional” de clérigos, es compromiso para todos, sin excepción. Ahí
reside uno de los elementos claves para desclericalizar la vida eclesial,
incluídos los laicos que se convierten en “clones” de obispos y sacerdotes,
sometiéndose a ellos servilmente y perdiendo su iniciativa espiritual y
apostólica.
Es apasionante – hoy , en pleno siglo XXI –
acoger la misma invitación que hizo Jesús a aquellos setenta y dos discípulos:
“Quien los escucha a ustedes a mí me escucha; quien los rechaza a ustedes, a mí
me rechaza; y quien me rechaza a mí, rechaza al que me ha enviado”.[19]
[1]
http://www.atrio.org/2010/12/entrevista-a-jose-antonio-pagola
El sitio www.atrio.org publica la entrevista
que la periodista Ane Urdangarín hace al teólogo vasco José Antonio Pagola, en
Diario Vasco edición del 20 de diciembre de 2010. Pagola es nacido en 1937,
sacerdote de la diócesis de San Sebastián (Guipúzcoa, España), autor del conocido texto “Jesús: aproximación
histórica”. PPC. Madrid, 2008.
[2]
Papa Francisco. Evangelii Gaudium: la alegría del Evangelio. Es el primer texto
magisterial de Francisco, publicado el 24 de noviembre de 2013, 8 meses después
de su elección al ministerio de Obispo de Roma y pastor de la iglesia
universal. Es su texto programático para una “Iglesia en salida”.
[3]
Lucas 10: 1-2
[4]
LANCASTER JONES OFM, Fray Guillermo . El mundo en que vivió Jesús: aportes de
la arqueología y de la historia. Publicación de Pontificia Universidad
Antonianum (Por San Antonio de Padua), universidad de la Orden Franciscana con
sede en Roma, www.antonianum.eu
[5]
BRAVO GALLARDO, Carlos. El pueblo en tiempos de Jesús: la no-historia del
pueblo o el reverso de la historia. Instituto Tecnológico de Estudios
Superiores de Occidente. Guadalajara, México. Publicado en Revista Latinoamericana
de Teología, Universidad Centroamericana José Simeón Cañas. San Salvador.
[6]
Isaías 66: 10-11
[7]
SANZ GIMENEZ-RICO. Enrique. Los profetas y la justicia. Universidad Pontificia
de Comillas. Madrid, 2014. SICRE, José Luis. Profetas: comentario. Tomos I y
II. Cristiandad. Madrid,2007.
[8]
UNICEF. El retorno de la alegría, manual del voluntario. UNICEF, Bogotá 2001.
[9]
Véase el documental “No hubo tiempo para la tristeza” en http://www.centrodememoriahistorica.gov.co/micrositios/informeGeneral/documental.html
[10]
PABLO VI. Exhortación Evangelii Nuntiandi: El anuncio del Evangelio hoy. 1975.
En este texto ,que sigue en plena vigencia, el Papa Montini destaca que el testimonio de
los cristianos es el recurso más potente que tiene la evangelización, el estilo
de vida inspirado en Jesús.
[11]
Lucas 10: 9
[12]
Lucas 10: 3
[13]
Lucas 10: 4
[14]
Lucas 10: 5
[15]
CASTILLO, José María. Dios y nuestra felicidad. Desclée de Brower. Bilbao,
2007.
[16]
Lucas 10: 7
[17]
Lucas 10: 9
[18]
Gálatas 6: 14
[19]
Lucas 10: 16
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