domingo, 7 de julio de 2019

COMUNITAS MATUTINA 7 DE JULIO 2019 DOMINGO XIV DEL TIEMPO ORDINARIO CICLO C


“Si entran en un pueblo y los acogen, coman lo que les pongan; curen los enfermos que haya en él y díganles: El Reino de Dios está cerca de ustedes”
(Lucas 10: 8-9)
Lecturas:
1.   Isaìas 66: 10 – 14
2.   Salmo 65: 1 – 7, 16 y 20
3.   Gàlatas 6: 14 – 18
4.   Lucas 10: 1 – 12 y 17 - 20
Dice el teólogo español Josè Antonio Pagola: “La iglesia debe responder al deseo original de Jesùs de ser un movimiento profético que camina por la historia según la lógica del envìo”,[1] frase que expresa con elocuencia el espíritu que nos propone el texto del Evangelio de Lucas que se proclama este domingo:  Jesùs enviando en misión a setenta y dos discípulos, relato programático que define el deber ser constante y creciente de la comunidad de sus seguidores.
Desde siempre, en nuestra formación cristiana, hemos escuchado esto de iglesia misionera, de discípulos enviados. Es   una proposición ciento por ciento verdadera y válida, pero existe el peligro de que   se torne lugar común y no impacte el ser y el quehacer eclesiales, como tantas frases elaboradas, proclamaciones de principios sin fuerza para transformar la realidad.
Uno de los temas y preocupaciones recurrentes del papa Francisco se refiere a una “Iglesia en salida[2], despojada de privilegios y prevenciones con respecto a la realidad de los seres humanos y del mundo, siempre en plan de anunciar la Buena Noticia de Dios que es padre y madre de todos, que se vuelca amorosamente hacia la humanidad para salvarla, liberarla, sanarla, cuidarla y hacerla siempre más libre y digna. Ese sincero deseo de Francisco coincide – como es obvio – con la intención original de Jesús al enviar a 72 discípulos a comunicar su Buena Noticia: “Después de esto, designó el Señor a otros setenta y dos y los envió por delante, de dos en dos, a todas las poblaciones y sitios adonde él había de ir. Pero antes les dijo: La mies es mucha y los obreros pocos. Rueguen, pues, al Dueño de la mies que envíe obreros a su mies”.[3] En su ministerio público Jesús acata la voluntad del Padre, y hace explícito en todo su proceder la pasión salvadora de Dios hacia  la humanidad. Ya lo hemos dicho: el ser humano y su felicidad definen la opción preferencial de Dios, esta certeza determina la conducta de Jesús.
En este orden de cosas nos remitimos a la experiencia original y originante del Señor.  El se implicó con  compromiso total en la realidad de su gente,[4] en sus expectativas y sensibilidades, en sus clamores de dignidad, en sus dramas de pobreza y de sufrimiento y se dió sin reservas para anunciarles la cercanía de un Dios amorosamente incondicional, restituyéndolos en su dignidad, sanándolos, ejerciendo la misericordia y la compasión, portando una contundente señal de esperanza, en profético contraste con la pesadez de la religión judía de su tiempo, responsable de onerosas cargas y mandatos, poco afecta a la compasión y a la reivindicación de los pobres y de los condenados morales.
Cómo responder de modo consistente a la infatigable búsqueda de significado existencial por parte del ser humano? Como cristianos escrutamos los signos de los tiempos y detectamos en ellos las grandes inquietudes de la humanidad? Miramos con particular responsabilidad los clamores dolientes de quienes padecen injusticias, sometimientos y pobrezas? Contemplar estas realidades nos hace sentir Iglesia en salida,, enviados a anunciar y a realizar que la última palabra sobre la vida de los humanos no la tienen los señores de la muerte y del poder sino el Dios de la vida revelado en Jesucristo?
En el tiempo de Jesùs [5] se vivìan grandes desasosiegos y frustraciones, profundos desencantos: una religión rìgida e intransigente que no favorecía la acogida generosa , asentada en su mentalidad legalista y ritual, lejana de los corazones , desconocedora de la misericordia; un imperio romano dominador, autoritario, preocupado por extender sus posesiones, sin compasión por la inmensa mayoría de pobres que poblaban aquel pequeño país de Palestina; una imagen de Dios justiciero y vengativo; multitud de seres humanos abandonados a su suerte y al sentimiento trágico de la vida.
En este contexto  surge Jesùs con un estilo a contracorriente de tan  penosas realidades,  pobre con los pobres, desposeído de ambiciones  de poder y de riqueza, anunciando la cercanìa de un Dios misericordioso, reivindicador de los últimos del mundo, solidario con la felicidad de todos, lejano de jerarquías y poderosos, provocador de una corriente de vitalidad y de sentido como nunca se había visto en aquellas tierras, de tal intensidad estas novedades como para apropiarse   de las palabras estimulantes y gozosas de Isaìas: “Alègrense con Jerusalèn, llénense de gozo con ella todos los que la aman; unànse a su alegría todos los que han llorado por ella; y ella, como una madre, los alimentarà de sus consuelos hasta que queden satisfechos”.[6]
Estas palabras del tercer Isaías expresan el gozo del pueblo de Israel al regresar del destierro. Dios es para ellos Padre y Madre que devuelve la dignidad y la libertad secuestradas por los opresores. Coincide con imágenes como las del profeta Oseas que se vale de la figura del amor maternal para expresar esta decisión amorosa de regresar su pueblo a la libertad. Israel es el hijo primogénito de Dios, El lo toma bajo su cuidado. Por eso, el pueblo se sintió verdaderamente amado y protegido, y lo celebró permanentemente. El favor de Dios es para todos, pero prefiere a los pobres y humillados, es un “leit motiv” de la revelación bíblica y  referente normativo para la misión de Jesús y de   la Iglesia. De modo especial, los profetas del Antiguo Testamento tuvieron en esta realidad uno de los núcleos de su anuncio y de su denuncia.[7]
Hagámonos preguntas para  ponernos en contexto con cosas que pasan en Colombia y en el mundo: hemos visto la felicidad de las comunidades que retornan a su hábitat luego de ser desplazados por la ferocidad de los violentos?[8] Tomamos nota de lo que significa para las poblaciones rurales el arraigo en su territorio, su casa, sus costumbres, su cultura, sus cultivos, sus animales domésticos? Sabemos del gozo de recuperar lo que la perversidad de los violentos les ha arrebatado?[9] Estas cuestiones penetran nuestra práctica de “cristianos en salida”?
La misión de Jesùs, cuya lógica es la de anunciar una Buena Noticia en nombre del Padre Dios, quiere llegar  a todos los abandonados, entristecidos, humillados, ofendidos, condenados morales, excluìdos, desconocidos en su dignidad, desechados por los poderosos del mundo. Lo que él se propone es re-encantar la historia de la humanidad y abrirla de modo definitivo a la perspectiva de su sentido  en el amor del Padre  Dios. Esto se simboliza en el envío de los setenta y dos discípulos, a quienes señala las siguientes condiciones:
-      Nuestra vida – la de los discípulos – es el fundamento de ese anuncio, si estamos viviendo en el espíritu del Reino de Dios y su justicia[10], si nuestra conducta lo refleja, si estamos tan persuadidos de la plenitud que Dios nos comunica que nos sentimos movidos a anunciarlo, esa es la misión , la salida apostólica. El relato de Lucas, netamente postpascual, revela que la comunidad primitiva lo había vivido y se sentía comprometida con el envío misionero.
-      No les dice que lleven doctrinas, ni reglamentos litúrgicos o morales, la gran indicación es el anuncio del Dios compasivo y misericordioso, Dios para todos, Dios que acoge, que reivindica, que restaura: “sanen a los enfermos que haya allí, y díganles: el Reino de Dios está cerca de ustedes”.[11]
-      Itinerancia misionera, pónganse en camino, no se afiancen en sus seguridades, tengan capacidad de desinstalarse, disponibilidad y movilidad. Vale decir: Iglesia en salida!
-      Vayan, pero sepan que los envío como corderos en medio de lobos”; [12] Anuncien la profecía del reino, denuncien lo que es incompatible con este proyecto, pero no sean incautos, tengan “malicia indígena” para discernir las tendencias del mal espíritu, las seducciones del poder y de la espectacularidad, desenmascaren los ídolos de muerte, no se comprometan con el vano honor del mundo, no se dejen asimilar por el talante de los lobos.
-      “No lleven bolsa, ni alforja, ni sandalias[13]. Austeridad y pobreza como relato de coherencia y credibilidad. No enaltezcan los recursos apostólicos por sí mismos, válganse de ellos como medios orientados a la finalidad misional, que su tenor de vida sea sencillo y dispuesto a compartir con los humildes, que la comunión y la participación sean estructurantes de su estrategia apostólica.
-      “Si entran a una casa, digan primero: paz a esta casa[14]. Ser portadores de la paz, en la mentalidad bíblica esta consiste en la abundancia de dones para que hombres y mujeres logremos plenitud, bienaventuranza, realización, humanismo y experiencia del don del Padre.[15]
-      “Permanezcan en la misma casa, coman y beban lo que tengan[16]. Encárnense, asuman las condiciones reales de las comunidades a donde vayan, amen a la gente, sus valores y sus tradiciones, déjense interpelar por ellas.
-      “Curen a los enfermos que haya y díganles: el Reino de Dios está cerca de ustedes[17]. Alejen de los seres humanos todo lo que impida su felicidad, su sentido de vida, propicien la autenticidad, los lazos de fraternidad, el servicio, la solidaridad, la mesa compartida, la justicia, la trascendencia hacia el padre y hacia el prójimo. Nada de prohibiciones angustiosas, ni peroratas doctrinales, las verdades de la fe llegarán como felices realidades de salvación y serán asumidas en la medida en que la gente descubra existencialmente su potencial liberador
Es decir, con sus intenciones y con sus actos indiquen que ha empezado el tiempo nuevo de la bienaventuranza, dando a entender  que para Dios lo màs entrañable es la felicidad humana, el rescate de la muerte y de las consecuencias del pecado y de la injusticia, el restablecimiento de la dignidad de las personas, el comienzo de una época en la que El  abre sus brazos de Padre – Madre para acoger misericordiosamente a todos los que habían perdido la ilusión de una existencia feliz.
Cuando muchos en el mundo hacen confrontaciones fuertes y severas al cristianismo y a la Iglesia están pensando en el mensaje original de Jesús, aquí delineado a grandes rasgos, y nos  demandan coherencia en el más alto nivel en que algo debe llegar a serlo. Por eso nos interrogan ante el exceso de seguridades materiales que tenemos en la Iglesia, por posturas cerradas que no captan los signos de los tiempos y las grandes cuestiones del ser humano .  por desmesura en la autoprotección institucional que se silencia ante escándalos financieros o conductas pecaminosas de sus ministros.
Para vivir en estado de misión es imperativo reconocer con humildad estas manifestaciones del mal espíritu, y asumir  una tarea evangélica de purificación y penitencia, de tal manera que logremos el nivel deseado de fuerza testimonial, fundamentando esta en palabras como las que Pablo dice a los Gálatas: “En cuanto a mí, de nada quiero gloriarme sino de la cruz de Nuestro Señor Jesucristo. Pues por medio de la cruz de Cristo, el mundo ha muerto para mí y yo he muerto para el mundo”. [18]
Todo ser humano que, en libertad, decida seguir este camino, adquiere el compromiso de ser testigo de estas realidades. El asunto misional no se reduce a obispos, sacerdotes, religiosas, es tarea de la Iglesia toda, cada uno lo realiza desde el modo de vida que haya escogido: matrimonio, ejercicio profesional, sacerdocio, vida consagrada con votos religiosos, celibato. Si algo queda claro en el modelo de Iglesia que surge de la comunidad cristiana primitiva es que la tarea de anunciar la Buena Noticia no es responsabilidad exclusiva y excluyente de una “casta profesional” de clérigos, es compromiso para todos, sin excepción. Ahí reside uno de los elementos claves para desclericalizar la vida eclesial, incluídos los laicos que se convierten en “clones” de obispos y sacerdotes, sometiéndose a ellos servilmente y perdiendo su iniciativa espiritual y apostólica.
 Es apasionante – hoy , en pleno siglo XXI – acoger la misma invitación que hizo Jesús a aquellos setenta y dos discípulos: “Quien los escucha a ustedes a mí me escucha; quien los rechaza a ustedes, a mí me rechaza; y quien me rechaza a mí, rechaza al que me ha enviado”.[19]






[1] http://www.atrio.org/2010/12/entrevista-a-jose-antonio-pagola El sitio www.atrio.org publica la entrevista que la periodista Ane Urdangarín hace al teólogo vasco José Antonio Pagola, en Diario Vasco edición del 20 de diciembre de 2010. Pagola es nacido en 1937, sacerdote de la diócesis de San Sebastián (Guipúzcoa, España),  autor del conocido texto “Jesús: aproximación histórica”. PPC. Madrid, 2008.
[2] Papa Francisco. Evangelii Gaudium: la alegría del Evangelio. Es el primer texto magisterial de Francisco, publicado el 24 de noviembre de 2013, 8 meses después de su elección al ministerio de Obispo de Roma y pastor de la iglesia universal. Es su texto programático para una “Iglesia en salida”.
[3] Lucas 10: 1-2
[4] LANCASTER JONES OFM, Fray Guillermo . El mundo en que vivió Jesús: aportes de la arqueología y de la historia. Publicación de Pontificia Universidad Antonianum (Por San Antonio de Padua), universidad de la Orden Franciscana con sede en Roma, www.antonianum.eu

[5] BRAVO GALLARDO, Carlos. El pueblo en tiempos de Jesús: la no-historia del pueblo o el reverso de la historia. Instituto Tecnológico de Estudios Superiores de Occidente. Guadalajara, México. Publicado en Revista Latinoamericana de Teología, Universidad Centroamericana José Simeón Cañas. San Salvador.
[6] Isaías 66: 10-11
[7] SANZ GIMENEZ-RICO. Enrique. Los profetas y la justicia. Universidad Pontificia de Comillas. Madrid, 2014. SICRE, José Luis. Profetas: comentario. Tomos I y II. Cristiandad. Madrid,2007.
[8] UNICEF. El retorno de la alegría, manual del voluntario. UNICEF, Bogotá 2001.
[9] Véase el documental “No hubo tiempo para la tristeza” en http://www.centrodememoriahistorica.gov.co/micrositios/informeGeneral/documental.html
[10] PABLO VI. Exhortación Evangelii Nuntiandi: El anuncio del Evangelio hoy. 1975. En este texto ,que sigue en plena vigencia,  el Papa Montini destaca que el testimonio de los cristianos es el recurso más potente que tiene la evangelización, el estilo de vida inspirado en Jesús.
[11] Lucas 10: 9
[12] Lucas 10: 3
[13] Lucas 10: 4
[14] Lucas 10: 5
[15] CASTILLO, José María. Dios y nuestra felicidad. Desclée de Brower. Bilbao, 2007.
[16] Lucas 10: 7
[17] Lucas 10: 9
[18] Gálatas 6: 14
[19] Lucas 10: 16

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