domingo, 25 de agosto de 2019

COMUNITAS MATUTINA 25 DE AGOSTO 2019 DOMINGO XXI DEL TIEMPO ORDINARIO CICLO C


“Pues hay últimos que serán primeros, y hay primeros que serán últimos”
(Lucas 13: 30)
Lecturas:
1.   Isaìas 66: 18 – 21
2.   Salmo 116: 1 – 2
3.   Hebreos 12: 5 – 7 y 11 – 13
4.   Lucas 13: 22 – 30
Las lecturas de hoy nos ponen frente a la realidad de eso que en lenguaje religioso tradicional llamamos la salvación eterna. Quiènes se salvaràn? Còmo nos salvaremos? Què debemos hacer para salvarnos? Estas inquietudes son las que están contenidas en el relato evangélico correspondiente a este domingo, a las que Jesùs responde con lenguaje enigmático y sorprendente: “Esfuércense  por entrar por la puerta estrecha, porque les digo que muchos pretenderán entrar y no podrán”. [1]
Ya sabemos muy bien que la lógica de Dios hace trizas nuestros esquemas humanos, esto se ha hecho evidente en el ser y en el quehacer de Jesùs cuando somete a crìtica profunda y rigurosa el establecimiento religioso judío, y  también a las mentalidades similares de todos los tiempos de la historia humana. Desde la experiencia que tiene Jesús de la paternidad de Dios y desde la libertad que esto le genera se pueden someter a “control de calidad” las prácticas religiosas de todos los tiempos de la historia.
La forma tradicional de hallar plenitud de sentido en lo que se llama  “salvación” corresponde a un paradigma religioso bastante individualista y también egocéntrico. Se ha concebido esto como un negocio entre Dios y el creyente: El me salva si yo le cumplo con ciertos requisitos, entonces lo que pasa es que esto se torna en unas “consignaciones” permanentes en mi cuenta “bancaria” religiosa, abonos de obras, méritos, autojustificaciones, cumplimientos, para que, al final de la vida se me haga el correspondiente balance contable – pura meritocracia! - , de acuerdo con esto se me otorgará la anhelada salvación (cielo), tendré que purificarme si el balance no me da (purgatorio), o definitivamente el saldo es rojo y no paso la prueba (infierno). El éxito de esa contabilidad automeritoria será el que me dé o no me dé el pase a la eternidad.[2]Tal concepción es muy pobre y estrecha y no corresponde a la genuina revelación bíblica.[3]
A Jesús no le preocupan ni la cantidad de merecimientos, ni la pertenencia a tal o cual comunidad de elegidos, ni los niveles de alta observancia religiosa de los “aspirantes” a esa salvación, ni tampoco las fechas. El desarma por completo estas pretensiones y, como suele hacerlo, nos hace un planteamiento profundamente radical pero profundamente liberador. [4]
Tal intención del Señor  se hace clarísima con las conocidas palabras: “No todo el que me diga Señor, Señor, entrarà en el reino de los cielos, sino el que haga la voluntad de mi Padre que està en los cielos”[5] , expresión de Jesùs incluìda en el contexto amplio del espíritu de las bienaventuranzas, cuando èl propone su programa de sentido y  de acatamiento a  Dios y al hermano,  trascendiendo en el amor y en el servicio màs allà de las simples pràcticas religiosas y cultuales.
Volviendo  a Lucas, vemos que este pone a Jesùs “caminando hacia Jerusalèn”, tèrmino frecuente en los evangelistas que alude al encuentro de Jesùs con su destino definitivo, con las consecuencias de su misión, con la definitividad de su tarea de manifestar a los humanos el amor universal del Padre, su misericordia, la inclusión de los últimos del mundo, y la radical pròjimidad como dato ètico esencial en su predicación. Ir hacia Jerusalén es ir hacia su cruz, hacia la evidencia plena que legitima su opción por el reino de Dios y su justicia, hacia la consecuencia dramática – la muerte – de todo su actuar que quiebra el referido modelo de salvación – escandaliza a los jefes religiosos del pueblo judío - , sacrificio que se convierte en mediación definitiva de liberación.
Jesùs anuncia constantemente que Dios es un padre bueno que acoge a todos, siempre tendiendo la mano amorosa y dando mil oportunidades a todos para vivir una humanidad plena, servicial, solidaria. Esto es motivo de gozo para muchos, especialmente para aquellos que ordinariamente no son tenidos en cuenta porque se les considera religiosa y moralmente inferiores, mensaje sorprendente que incluye a prostitutas, cobradores de impuestos, pecadores públicos. Ante esto algunos de sus contemporáneos se preguntaron: no està abriendo el camino hacia una relajación de las costumbres, inaceptable planteamiento para los conocidos y rìgidos guardianes de la moral y  de la religión?
El conocido estilo del Papa Francisco, su amplitud de miras, genuinamente evangélica, le ha valido la oposición intransigente de varios cardenales y obispos. Le acusan, como a Jesús, de apartarse de la verdadera doctrina y de la enseñanza moral tradicional. Esto siempre sucede cuando se quiere recuperar el Evangelio, los integristas – nuevos fariseos – no soportan la libertad del profeta y la pérdida de sus seguridades doctrinales.
Las respuestas de Jesùs enfocan el asunto en otra dirección que no tiene que ver con el cumplimiento de ritos, normas, disciplinas, minuciosidades jurídicas, obligaciones. Para èl la clave està en una actitud lùcida que acoge a ese Dios misericordioso como gracia, como don que justifica no por la acumulación de mèritos sino por la gratuidad de ese amor que aspira a que todos entren por esa “senda estrecha”.[6]
Por supuesto que debemos  decir que el seguimiento del proyecto del Padre demanda una existencia responsable y comprometida, no se trata de un facilismo  permisivo a ultranza,  tal propuesta va por el lado de una vida que se vive con gran intensidad humana saliendo del individualismo religioso-moral y haciéndose plena en la atención amorosa a los prójimos, configurando con ellos un mundo de comunión y de participación, de fraternidad, de humanidad que se encuentra con el Padre en el encuentro con los hermanos.[7]
 Aquì està la jugada maestra de lo que llamamos salvación. Para salvarse no basta el hecho de pertenecer a la Iglesia, de seguir con detalle todas sus prescripciones, Jesús está proponiendo un “plus” radical, que es la referencia central de los textos de este domingo. Hay un ego muy moldeado por la vanidad religioso-moral de los fariseos, y de todos los que quieren mantener la vigencia de este modelo hasta el día de hoy.
Esta  no es una frontera que hay que cruzar como cumpliendo el requisito final, es un proceso de descentración del yo que hay que llevar lo màs lejos posible. En este orden de cosas, Jesùs cuestiona a aquellos que se sienten “merecedores” del don de Dios y lo proclaman a diestra y a siniestra. Contra esta autojustificaciòn èl dice: “Cuando el dueño de la casa se levante y cierre la puerta, los que estèn fuera se pondrán a llamar diciendo: Señor, abrènos! Pero les responderà: no se de dònde son ustedes. Entonces empezaràn a decir: Señor, hemos comido y bebido contigo, y has enseñado en nuestras plazas. Pero les volverá a decir: No sè de dònde son. Apàrtense todos de mì, malhechores!” .[8]
Ese perfeccionismo religioso y moral , esa conciencia de ser los buenos y justificados, esa presunción que desprecia a quienes no son asì, definitivamente farisaica, reviste a menudo la forma del fundamentalismo intransigente que condena a quienes ellos juzgan como excluìdos del favor de Dios. Las homofobias, el supremacismo, las vanidades religioso morales, las iglesias integristas,  resultan repugnantes para Jesùs y no constituyen el proyecto de plenitud que èl nos transmite desde el Padre Dios.[9]
En coherencia con todo lo anterior  entramos ahora  en conexión directa con la universalidad del don de Dios anunciado por Jesús, y prefigurado en los profetas del Antiguo Testamento.
La primera lectura nos da una nueva sorpresa cuando anticipa  una salvación universal, incluyente, reconocedora de todos en el mundo: “Yo vengo a reunir a todas las naciones y lenguas; vendrán y verán mi gloria. Les pondrè una señal y enviarè de ellos algunos escapados a las naciones: a Tarsis, Put y Lud, Mèsec, Ros, Tùbal, Yavàn; a las islas remotas que no oyeron mi fama ni vieron mi gloria” .[10]
Este texto pertenece a lo que los estudiosos de la Biblia llaman el tercer Isaìas (capítulos 50 a 66 de este libro del Antiguo Testamento), que delinea los nuevos tiempos mesiánicos de Israel, en los que la promesa de Yavè se cumple con creces, abarcando a todos los seres humanos, como uno de los rasgos que caracterizan esa nueva época, marcada por la determinación universal de salvación: “Y traerán a todos sus hermanos de todas las naciones como oblación a Yahvè” . [11]
Dios no se fija en la perfección absoluta que eventualmente algunos humanos pretendan lograr sino en la condición creatural que nos distingue, necesitados de gracia y de sentido, de libertad y de salvación, manteniéndonos frágiles y – desde ahì – entregados al proyecto de servir, de amar, de dignificar al prójimo, de dar la vida por la humanidad, de acoger, de bendecir. No estamos en el mundo para salvar nuestro yo sino para desprendernos de èl hasta que no quede ni rastro de lo que creìamos ser.
Hay muchos creyentes que son modélicos en este sentido. Su vida está determinada por su disposición de darse sin reservas, siendo instrumento para que muchos reciban la vitalidad de Dios en esta perspectiva de inclusión y universalidad. Por ejemplo, Dorothy Day[12], notable seguidora de Jesús en el siglo XX, profeta que denunció las inconsistencias de la sociedad norteamericana.[13] Su vida fue netamente contracultural, su estilo evangélico escandalizó porque no correspondía con el modelo habitual de católicos beatos, santurrones, la suya fue una existencia libre gracias a la libertad de Jesús en ella.
Una vida como esta, y como muchas que conocemos, nos dice que no estamos en el mundo para una salvación individualista, egocéntrica, sino para perdernos en beneficio de todos, al estilo de Jesùs. No son los “primeros” los que se salvan por su obsesivo cumplimiento religioso, sino los “últimos”, los que se dedican en totalidad a reconocer el amor del Padre en el amor desmedido al prójimo, hasta las últimas consecuencias.
Asì, Jesùs modifica de raíz el esquema de salvación y nos manda a vivir en gratuidad, como es el Dios que nos llama a este estilo de vida, dejando de lado la “contabilidad” de acciones buenas y la acumulación de merecimientos, asunto verdaderamente revolucionario, para dar paso al proyecto de vida que reconoce al prójimo y el debido servicio a èl , en el que se juega el sentido de la existencia de los seres auténticos y deseosos de cumplir la voluntad de Dios.
El penoso espectáculo de católicos y evangélicos llevados por una rabiosa homofobia, el talante condenatorio de muchas de estas conductas, no es ciertamente el del Señor Jesùs, esa pretendida defensa de la ortodoxia religioso – moral nace de un afán de poder, afecto desordenado que no es admisible para pasar la línea de la “puerta estrecha”.
 El yo màs peligroso para alcanzar una verdadera salvación es el yo religioso, envanecido de falsa santidad. Como los fariseos y los maestros de la ley, han cumplido todas las normas de la religión, pero no han sido capaces de descubrir que en ese mismo instante deben considerarse “siervos inútiles”.
Tomemos las palabras de la carta a los Hebreos como dirigidas a nosotros cuando nos dejamos llevar por esta arrogancia tan contraria al espíritu del Evangelio: “Ustedes han echado en olvido la exhortación que se les dirige como a hijos: Hijo mìo, no menosprecies la corrección del Señor, ni te desanimes cuando te reprenda. Pues el Señor corrige a quien ama, y azota a todos los hijos que reconoce” [14]
El humilde reconocimiento de nuestra inevitable precariedad ha de llevarnos a asumir esta lógica novedosa y liberadora de gracia, de dones recibidos y compartidos, de gozosas fraternidades construìdas con amor, y de enfático alejamiento de esa salvación egoísta que no es la que el Padre nos ofrece en Jesùs.



[1] Lucas 13: 24
[2] TORRES QUEIRUGA, Andrés. Repensar la resurrección. Trotta. Madrid, 2008.
[3] TORRES QUEIRUGA, Andrés. Repensar la revelación. Trotta. Madrid, 2010.
[4] SEBASTIAN AGUILAR, Fernando . La fe que nos salva: aproximación pastoral a una teología fundamental. Sígueme. Salamanca, 2012.
[5] Mateo 7: 21
[6] NOLAN, Albert. Jesús antes del cristianismo: quién es este hombre? Sal Terrae. Santander (España), 2001.
[7] VIDAL, Marciano. Para conocer la ética cristiana. Verbo Divino. Estella (Navarra, España), 1998.
[8] Lucas 13: 25-27
[9] GIL ARBIOL, Carlos. El Dios de Jesús y las fronteras culturales y religiosas. Publicado en Revista Cuestiones Teológicas. Universidad Pontificia Bolivariana. Medellín. Volumen 44 No. 102. Julio-Diciembre 2017. Pags. 453 a 467.
[10] Isaías 66: 18-19
[11] Isaías 66: 20.
[12] 1897-1980. Fue una católica alternativa, nacida en Estados Unidos, su manera de vivir el seguimiento de Jesús, su entrega a la reivindicación de los obreros de su país, hicieron de ella una cristiana radical.
[13] DAY, Dorothy. La larga soledad. Sal Terrae. Santander (España) 2007.
[14] Hebreos 12: 5-6

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