“Porque
donde estè su tesoro, allì estarà también su corazón”
Lucas
12: 34
Lecturas:
- Sabidurìa 18: 6 – 9
- Salmo 32: 1 y 12 – 22
- Hebreos 11: 1 – 2 y 8 – 19
- Lucas 12: 32 – 48
Nuestra
condición creyente debe ser estructurante de un proyecto total de
vida, brindando coherencia a todo nuestro ser y quehacer, de tal
manera que no hemos de detenernos en asuntos puntuales, en esta o
aquella pràctica, en este o aquel pretendido “requisito de
salvación”, para configurar nuestro relato vital en la perspectiva
del sentido definitivo de vida que se nos ofrece en Jesucristo, en
quien todo lo humano se hace divino, haciéndose èl mismo parte
sustancial de nuestra humanidad. Siempre mirando al futuro con
esperanza!
Vistas
asì las cosas, descubrimos una dimensión fundante de promesa, que
es garantía de toda la existencia, lo que demanda de nuestra parte
una disposición constante de vigilancia activa, de aventura
creyente y confiada en Aquel que es el aval por excelencia de esta
historia de sentido, como lo vivieron aquellos personajes de la
historia bíblica, prototipos de la fe: “Por
la fe, Abrahàn, al ser llamado por Dios, obedeció y salió para el
lugar que había de recibir en herencia. Ademàs, salió sin saber a
dònde iba…….Es que Abrahàn esperaba la ciudad asentada sobre
cimientos, cuyo arquitecto y constructor es Dios”.1
Esta
caminata existencial, todo nuestro recorrido por la vida en clave de
Dios como principio y fundamento, adquiere mayor consistencia cuando
es vivida en comunidad, haciéndonos unos con otros mutuo soporte en
ejercicio de fraternidad: “Los
santos hijos de los buenos ofrecían sacrificios en secreto y
establecían unánimes esta ley divina: que los santos compartirían
los mismos bienes y peligros, cantando previamente las alabanzas de
los antepasados”
.2
Y
esa comunidad es la Iglesia universal y particular, donde se vive el
compromiso que se deriva de nuestra configuración con Jesucristo en
el bautismo, pero se extiende también a la humanidad, incluso la no
creyente, como lugar del ejercicio de salvar, de liberar, de
garantizar la dignidad y el sentido de todas las creaturas. Porque
el favor de Dios no se limita a los creyentes, El es un Dios que
rebasa fronteras, El es para toda la humanidad.
Estas
afirmaciones no son ajenas al diario vivir de hombres y mujeres,
ellas se insertan en el centro mismo de cada persona, de cada
comunidad, de sus gozos y esperanzas, también de sus crisis y
sufrimientos, de sus grandes decisiones y realizaciones, de los
momentos de alegría y de los de tristeza, involucrándose como
generadoras de significado trascendente en cada biografía individual
y colectiva.
Las
lecturas de este domingo – Sabidurìa, Hebreos y Lucas – nos
remiten al asunto esencial de la vida asumida como esperanza activa
que hace de esta historia y de esta realidad un sacramento del Dios
que actùa en cada ser humano, creado a su imagen y semejanza, que
posibilita el ejercicio de una fe encarnada, histórica y
existencialmente comprometida, que al mismo tiempo pone en tela de
juicio un tipo de cristianismo que sòlo se fija en el màs allà y
nos conecta con el mundo, con el ser humano, siempre en plan de
construcción de sentido.3
Los
israelitas vivieron la durísima experiencia de la esclavitud en
Egipto, del trato indigno dado a ellos por el faraón y por su gente,
y luego pasaron a experimentar la pasión por la libertad, bajo el
liderazgo de Moisès, encontrando en la travesìa del desierto un
paradigma del devenir humano en todos los tiempos, con sus
desolaciones, desencantos, expectativas, logros, plenitudes,
realizaciones.
En
esa peregrinación se encontraron con un Dios solidario y liberador
que se diò a sì mismo rechazando la opresión de su pueblo y
promoviendo a toda costa su marcha de liberación, vivencia que les
confirió una fe vigorosa que se hizo constitutiva de su identidad y
de su comunidad, que se halla en el fundamento mismo de las
convicciones creyentes de Israel: “Aquella
noche fue previamente anunciada a nuestros padres, para que se
animasen, sabiendo bien en què juramentos habían creìdo”.4
Còmo
vivir un dinamismo asì en el mundo de hoy sobre el que siempre
llamamos la atención por estar plagado de injusticias, de
violencias, de exclusiones, de seres humanos escarnecidos por la
perversión de estructuras y de otros hombres que ejercen sin piedad
la fuerza del mal que destruye y disuelve la dignidad? Còmo
comunicar una fe que sea motor de una historia de liberación, de
movilización histórica que transforma las estructuras de pecado y
los corazones que dan origen a esto último?5
Sean
estas preguntas retos de fondo a nuestra conciencia creyente para dar
el paso cualitativo del cristianismo que recibe pasivamente al
cristianismo agente de la historia construìda en nombre de Dios al
estilo de Jesùs, en solidaridad con todos los prójimos que El nos
pone en el camino para esta tarea, en la que es esencial “tener
ceñida la cintura y las lámparas encendidas”
. 6
La
vigilancia que propone la Palabra de hoy es descubrir a Dios que
actùa dentro de nosotros y dentro de nuestra historia, Dios que es
totalmente Otro pero que està totalmente aquí y ahora potenciando
lo mejor de la humanidad, llamada a vivir en búsqueda constante de
ese significado, a activar el trabajo en contra de la injusticia, del
poder que genera muerte, del vacío que expone al absurdo y a la
tragedia, de los ídolos que hipotecan la autonomía y construyen un
mundo de serviles.
Es
fundamental revisar críticamente algunas mentalidades con respecto a
la esperanza y a su correspondiente disposición de vigilancia. Esta
no consiste en estar esperando siempre el “golpe” de la muerte,
despreciando el gozo de la vida real, de la feliz materialidad que se
nos concede para disfrutar y construír comunión. Hay residuos de un
viejo ascetismo, de corte dualista, que inspira a los cristianos para
vivir siempre en plan de la “otra vida”, haciendo de la
vigilancia una actitud angustiada, que no disfruta. ES imperativo
afirmar que esto no está en la mente de Jesús.7
Los
grandes testigos de la fe – genios èticos, genios espirituales –
son estìmulo para emprender esta responsabilidad de descubrir el
don de Dios en el aquí y en el ahora.8
Es el pueblo creyente siempre en pos de su libertad, guiado por sus
inspiradores.
La
carta a los Hebreos tipifica este emprendimiento creyente en la
persona de Abrahàn: “Por
la fe peregrinò hacia la Tierra prometida como extranjero, habitando
en tiendas, lo mismo que Isaac y Jacob, coherederos de las mismas
promesas…….Por lo cual, también de uno solo y ya marcado por la
cercana muerte, nacieron hijos, numerosos como las estrellas del
cielo, incontables como la arena de las playas”9,
expresión esta última que nos da pie para captar la fecundidad de
la confianza en Dios que se multiplica en la descendencia y que hace
posible la gran comunidad de los que participan de las mismas
certezas y de las correlativas esperanzas que vienen con ellas.
Dios
trabaja en nuestra autonomía , no en el miedo ni en el sometimiento
indigno. La vigilancia , en este contexto, no es vivir eternamente
angustiados en una preparación para la muerte, dejando de lado el
compromiso ya señalado y muy exigente de construir la historia en
clave densamente humana y densamente teologal. Esto quiere decir que
hay que vivir en profundidad y también morir en profundidad para
resucitar definitivamente.
Esa
comprensión de la “otra vida”, del espíritu fúnebre que
acompaña muchas pràcticas religiosas, infundiendo temor y creando
personalidades sombrìas no es la propia de Jesùs ni de la lógica
de la fe cristiana. Tal tipo de comportamientos deben desaparecer de
la cotidianidad eclesial para dar paso a la espiritualidad del vivir
en plenitud el màs acà. La vida presente tiene sentido por sì
misma.
Descubrir
eso es la gran tarea de los creyentes, ejercicio del cristianismo
como tarea de esperanza, provocadora de los mejores motivos para
vivir con entusiasmo, comprometiéndose en las tareas existenciales
que nos hacen màs libres y humanos, màs felices y fraternales, màs
justos y equitativos, màs proféticos y aptos para interpretar los
signos de los tiempos con las acciones
liberadoras que han de acompañar un estilo que es el propio del
Señor Jesùs.
"Tengan
ceñida
la
cintura
y las lámparas encendidas, y sean como esos que esperan a que su
señor vuelva de la boda, para abrirle en cuanto llegue y llame.
Dichosos los siervos a quienes el señor, al venir, encuentre
velando. Les aseguro que se ceñirà, los hará ponerse a la mesa e
irà sirviéndolos uno tras otro”10
no es una invitación al adormilamiento y a la pasividad, a la manera
de un grupo de asustados y paralizados incapaces de lanzarse a la
gran aventura de la historia, sino un acicate que nos remite a la
implicación comprometida en este mundo concreto y real para hacerlo
digno de Dios y de cada ser humano.
Todo
el esfuerzo del Concilio Vaticano II, del magisterio eclesial, de la
reflexión de los teólogos y de los estudiosos de la Biblia, del
quehacer pastoral de las comunidades, que tiene su énfasis en el
carácter sacramental de lo humano, de lo histórico, de lo
existencial – clara recuperación de lo màs original de la
revelación bíblica! - , es desafío que nos saca del
ensimismamiento sobrenaturalista y nos conecta con el talante
fundante del Dios que se ha encarnado en nuestra humanidad
apropiándose de la historia para colocarla en perspectiva de
salvación y de liberación.
Desde
luego que la conciencia de la promesa de Dios en Jesucristo, que nos
garantiza un futuro trascendente, definitivo, bienaventurado, que da
sentido a toda nuestra vida y al paso de la frontera desde el aquí
humano a la plenitud de El, es legìtima y da fundamento a la
esperanza, exigiendo una corresponsabilidad en la construcción de
esta historia como relato de este Dios liberador y provocador de la
lucha contra las realidades de muerte, de pecado y de injusticia,
feliz anticipación de ese futuro de bienaventuranza.
La
idea que tenemos de una vida futura desnaturaliza la vida presente,
histórica, hasta dejarla reducida a una incómoda y ansiosa sala de
espera. La preocupación por un más allá nos impide vivir
cabalmente el más acá, la historia, la realidad existencial de la
que hacemos parte sustancial. Esta vida presente tiene pleno sentido
por sí misma. Lo que aguardamos para el futuro, incluyendo ese
futuro pleno y consumado en Dios, está ya aquí y ahora a nuestro
alcance. Aquí y ahora puedo vivir la eternidad, puesto que puedo
conectar con lo que hay de Dios en mí. Aquí y ahora puedo alcanzar
mi plenitud, porque teniendo a Dios lo tengo todo.11
La
esperanza cristiana no se basa en lo que Dios me dará sino en que
nosotros seamos capaces de descubrir lo que Dios nos está dando aquí
y ahora en orden a nuestra plenitud de sentido. Estamos llamados a
tomar conciencia de esto, esa es la genuina vigilancia a la que se
refieren las lecturas de este domingo, vivir nuestra realidad
antropológica en clave teologal, eso es “estar despiertos”,
apuntando al futuro desde un presente vivido con total realismo e
historicidad.12
Los
grandes testigos de la fe son el relato de Dios en el que El se narra
haciéndonos ver que esta esperanza es viable, sucede, El siempre la
ofrece, asume que nuestra libertad la acoge. Es la gran caminada
histórica de las comunidades creyentes, afincándose en su historia
de liberación, y en su Dios, siempre presente, dando todo de sí
para que haya vida en abundancia.
1
Hebreos 11: 8-10
2
Sabiduría 18: 9
3
MOLTMANN, Jürgen. Teología de la esperanza. Sígueme. Salamanca,
1999. ALFARO, Juan. Esperanza cristiana y liberación del hombre.
Herder. Barcelona, 1977.
4
Sabiduría 18: 6
5
La auténtica Teología de la Liberación, de sólido fundamento
bíblico conecta, en la mejor lógica de la revelación, la
esperanza histórica en un futuro de justicia y de superación de
toda opresión con la expectativa de una vida que se transfigura en
Dios al pasar la frontera de la muerte.
6
Lucas 12: 35
7
KUNG, Hans. Mantener la esperanza: escritos para la reforma de la
Iglesia. Trotta. Madrid, 1993. WEIL, Simone. A la espera de Dios.
Trotta. Madrid, 1993.
8
MOTTU, Henry. Dieu au risque de l´engagement: Douze figures de la
theologie et de la philosophie religieuse au XXe siécle. Labor et
Fides. Ginebra (Suiza), 2005.
9
Hebreos 11: 9 y 12
10
Lucas 12: 35-37
11
BOROS, Ladislaus. Somos futuro. Sígueme. Salamanca, 1979;
Experimentar a Dios en la vida. Herder. Barcelona, 1981.
12
SCHYLLEEBECKX. Edward. Dios futuro del hombre. Sígueme. Salamanca,
1979.
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