“Guárdense
muy bien de toda codicia, porque las riquezas no garantizan la vida
de un hombre, por muchas que tenga”
Lucas
12: 15
Lecturas:
- Eclesiastés 1: 2 y 2: 21 – 23
- Salmo 94: 1 – 9
- Colosenses 3: 1 – 5 y 9 – 11
- Lucas 12: 13 – 21
Desplegar
la verdadera vida y dar sentido a la biológica no depende de tener y
acumular más o menos, sino de ser en plenitud, es el sentido
metafísico de la existencia humana, en la mejor acepción de este
término. Lo afirmamos con una frase reiterada: es la jugada maestra
del buen vivir. Esta certeza debe constituirse en criterio
fundamental de discernimiento con el fin de apreciar dónde está la
raíz de la existencia auténtica.1
Sobre
la solidez de esta base podemos desvirtuar algunas trampas que se nos
presentan, como la muy trajinada de “ser ricos ante Dios”, cuyo
contenido puede ser un engaño: una pretendida superioridad
religioso-moral sobre la de aquellos que se han dedicado al
materialismo. Ya sabemos que ese tipo de seguridades espirituales son
refuerzos notables del ego, tan típico de aquellos fariseos del
tiempo de Jesús, la vanidad de quienes se sienten superiores a los
demás y cercanos a Dios. Vale decir lo mismo de la cultura de las
apariencias, las fatuas máscaras de la felicidad barata, la obsesión
de la sociedad de consumo, los indicadores de “éxito” social,
las personalidades maquilladas de “importancia”, la feria de los
egos, y tantas otras manifestaciones del hondo vacío espiritual de
muchos seres humanos y de muchos ámbitos de la sociedad. 2
En
tiempos en los que la Iglesia institucional se sumergió en un estilo
de poder, beneficios, privilegios y riquezas, surgieron dos “genios
éticos” de la vida según el evangelio: San Francisco de Asís y
Santo Domingo de Guzmán. Ambos son reformadores y pioneros del
retorno a la originalidad del espíritu de Jesús, destacando la
pobreza como una actitud de la mayor coherencia en su seguimiento.
Establecen un contraste profético. Su “modus vivendi” señala
como muy viable la alternativa de vivir en sobriedad y de construír
una cultura de comunión y de participación.3
Francisco
es el prototipo del hombre feliz y desposeído, igual se puede decir
de Domingo. Las órdenes religiosas fundadas por ellos –
franciscanos y dominicos u Orden de Predicadores – tienen en la
pobreza un cimiento determinante, no concebida ella como simple
austeridad ascética sino como amorosa libertad para transparentar a
Dios, para permitir el surgimiento de lo esencial humano y
evangélico, para reivindicar la dignidad de los pobres.
La
Palabra que se nos ofrece en este domingo va directo a destacar el
valor esencial de la pobreza del Evangelio y el carácter superfluo
de lo que podemos denominar materialismo desbordante, con la
conocida expresión: “Vanidad,
pura vanidad!, dice Cohélet. Vanidad, pura vanidad! Nada más que
vanidad! Qué provecho saca el hombre de todo el esfuerzo que realiza
bajo el sol?”4
El
objetivo del ser humano es desplegar su humanidad, potenciarla al
máximo para desarrollar su eticidad, su trascendencia, su
solidaridad. El Evangelio afirma constantemente que tener más no nos
hace más humanos: “Después
les dijo: cuídense de toda avaricia, porque aún en medio de la
abundancia, la vida de un hombre no está asegurada por las
riquezas”.5
La
posesión desmedida de bienes, superando con pecaminosidad los
límites de lo necesario para vivir dignamente, no puede ser el
objetivo último nuestro. Una especial falacia de la mentalidad
dominante está en no descubrir con mente crítica que en la medida
en que sucumbimos a la satisfacción de necesidades “innecesarias”
se crea una compulsión creciente de nuevas necesidades, es el
círculo ilimitado del consumo, patética constatación!6.
El poderoso llamado de atención del Papa Francisco en la encíclica
“Laudato
si: sobre el cuidado de la casa común”,
constituye el texto más rico de un líder mundial en esta línea.
Este cuidado de la casa común no es solamente un asunto de química
y de higiene colectiva, es, ante todo, un asunto ético, un asunto
humanista, un asunto espiritual.7
Francisco
llama a esto “apostar por otro estilo de vida”: “Dado
que el mercado tiende a crear un mecanismo consumista compulsivo para
colocar sus productos, las personas terminan sumergidas en la
vorágine de las compras y los gastos innecesarios. El consumismo
obsesivo es el reflejo subjetivo del paradigma tecnoeconómico.
Ocurre lo que ya señalaba Romano Guardini: el ser humano “acepta
los objetos y las formas de vida, tal como le son impuestos por la
planificación y por los productos fabricados en serie y, después de
todo, actúa así con el sentimiento de que eso es lo racional y
acertado”.8
Es
muy exigente mantener un equilibrio saludable en esta materia. Es un
supuesto legítimo trabajar con ahínco para lograr una calidad de
vida digna, enmarcada en un espíritu de feliz austeridad. La
previsión material así vivida es señal de pulcritud existencial,
de densidad espiritual. Jesús no critica tal previsión, lo que él
pone en tela de juicio es que se haga de modo egoísta, es lo
contenido en la parábola del rico insensato, el evangelio de este
domingo.
El
ser humano tiene necesidades, como ser biológico, que debe atender.
Pero, a la vez descubre que reducir su vida sólo a eso no llega a
satisfacerle y por eso anhela el acceso a otra riqueza que está más
allá. Pero es fundamental advertir que no estamos aludiendo a una
visión dualista de la humanidad, como si nuestro proyecto de vida se
redujera a la miseria de la humanidad y a la grandeza de lo
celestial. Ese modelo ha dominado en cierto tipo de ascética
cristiana que exalta el carácter sublime del cielo ideal y fustiga
con rigor fanático el mundo de la materia. Las cosas no pueden ser
así, desde la revelación bíblica, desde Jesús y su Buena Noticia
sabemos que tal visión es integral e integradora!9
Bien
entendidos, la satisfacción de las necesidades biológicas y el
placer que de esto se deriva no tienen nada de malo en sí mismas.
Debe ser el trabajo de todos los humanos, lo llamaba Pablo VI en su
encíclica “Populorum Progressio: sobre el desarrollo de los
pueblos”, el
mínimo vital,
las condiciones indispensables para que cada ser humano pueda llevar
una existencia digna.
El
problema muy grave, alarmante en grado máximo, es que esta
satisfacción es totalmente desigual y escandalosa. Sólo unos grupos
sociales pueden hacerlo, más de dos mil millones de habitantes del
planeta viven actualmente en miseria y precariedad. 10
Con
estas afirmaciones no estamos invocando un espiritualismo
desencarnado, mirar sólo “al cielo” y con eso calmar la sed y el
hambre. La propuesta del cristianismo integra en fascinante
complementariedad a un ser que es espíritu y materia, que trasciende
hacia Dios y hacia el prójimo desde su biología y desde su
realidad concreta. Nuestra reflexión, a partir de los textos
bíblicos de este domingo, propende por una revisión crítica y
profética de lo que el texto de Eclesiastés califica como vanidad
de vanidades, con su sabio escepticismo:
“Qué le reporta al hombre todo su esfuerzo y todo lo que busca
afanosamente bajo el sol?”11
Què
lleva al autor bíblico a dejar en su escrito esta huella escéptica
y desconfiada de los logros del ser humano, aùn de los justos y
moralmente acertados? Este sabio filòsofo israelita ha reflexionado
profundamente sobre la pequeñez de las mayores realizaciones y
logros de nuestra vida. Nos remite simultáneamente a las evidencias
de nuestra inevitable precariedad, a lo frágil de nuestra
existencia, y a todo aquello que desarrollamos con empeño para que
todo nuestro ser y quehacer en los años que nos sea dado vivir no
sea en vano.
Todo
es vanidad de vanidades? Còmo afrontar con responsabilidad creyente
y moral estos hechos, producto de la maldad y la perversión
encarnadas en seres humanos que desconocen la gratuidad del compartir
entre prójimos para constituirse en amos violentadores de la
felicidad y del encuentro sereno y fraternal? Cómo construír una
cultura de la solidaridad y del consumo responsable a partir de una
visión integradora del ser humano, de la naturaleza, de la
satisfacción de las necesidades básicas y de la raíz espiritual de
nuestra condición trascendente?
El
evangelio de Lucas viene como anillo al dedo con su insistencia en
invitar a un ejercicio de relatividad de todo lo que hacemos, somos
y poseemos, ambientadas en las densas palabras de Jesùs: “Guàrdense
muy bien de toda codicia, porque las riquezas no garantizan la vida
de un hombre, por muchas que tenga”
12
Verificar
estadísticas en materia de distribución de la riqueza y de los
bienes produce escalofrìo, y debe marcar una huella profunda en
nuestra sensibilidad ética y espiritual: El 1 % màs rico del
planeta posee la mitad de los activos personales totales; el 8 % de
los màs ricos obtienen hasta el 50 % de los ingresos mundiales; 85
personas en el mundo tienen un patrimonio equivalente al patrimonio
de la mitad pobre de la humanidad.
Hay
codicia personal y codicia estructural, individuos con afección
desordenada por la ganancia y el consumo, y modelos de sociedad y de
economía que están estructurados en torno a esto. El Papa Pablo VI
– ya referido - puso el dedo en la llaga en su encíclica
“Populorum
Progressio”
(1967), en la que estudiò los temas del desarrollo y advirtió sobre
la dramática pobreza de millones en el mundo. Cincuenta y dos años
después la leemos y la encontramos de dramática actualidad.
La
verdadera vida està en el ser , no en el tener, tampoco en el
acumular mèritos con talante farisaico, se trata de ir por otra
escala de valores, que es la de Jesùs en el Evangelio, y la de
tantas comunidades , principalmente de pobres, que con elocuencia y
rectitud nos hablan de la posibilidad de vivir en eso que aquí hemos
llamado el desafío de la projimidad.
La
reflexión de Jesùs en el relato evangélico es clarísima,
cuestionando al que dijo:
“Demolerè mis graneros y edificarè otros màs grandes; almacenarè
allì todo mi trigo y mis bienes, y me dirè: Ahora ya tienes
abundantes bienes en reserva para muchos años. Descansa, come, bebe
y banquetea”
13,
la respuesta del Maestro relativiza toda acumulación indebida y toda
irresponsabilidad con las necesidades del prójimo: “Què
necio eres! Esta misma noche te reclamaràn la vida. Para quien será
entonces todo lo que has preparado? Asì es el que atesora riquezas
para sì y no se enriquece en orden a Dios”
14
El
reto es a dar sentido humano y teologal a nuestra contingencia,
promoviendo la vida digna de todos en igualdad de condiciones, vivir
felizmente en tònica de gratuidad, apropiarnos de la riqueza que
viene de lo trascendente, y tomar en serio las palabras de Pablo, en
la segunda lectura de hoy: “No
se mientan unos a otros, pues se han despojado del hombre viejo, con
sus obras, y se han revestido del hombre nuevo, que se va renovando
hasta alcanzar un conocimiento perfecto, según la imagen de su
Creador”
15
1
LEPP, Ignace. La existencia auténtica. Carlos Lohlé, Buenos Aires
1967.
2
ROJAS, Enrique. El hombre light: una vida sin valores. Temas de hoy.
Madrid 1998. CORREA SOEIRO, Alfredo. El instinto de platea en la
sociedad del espectáculo. Hiru editores. San Sebastián (España),
2003.
3
BOFF, Leonardo. Francisco de Asís: ternura y vigor. Sal Terrae.
Santander (España) 1987. DE COS PEREZ DE CAMINO, Julián. La
espiritualidad de Santo Domingo, fundador de la Orden de
Predicadores. Editorial San Esteban. Salamanca,2012.
4
Eclesiastés 1: 2-3
5
Lucas 12: 15
6
CARRERAS, Joan. Vivir con menos para vivir mejor. Cristianismo y
Justicia. Barcelona, 2019.
7
Papa FRANCISCO. Encíclica Laudato si: sobre el cuidado de la casa
común. Tipografía Vaticana, 2015.
8
Ibidem, numeral 203.
9
BOFF, Leonardo. Gracia y experiencia humana. Trotta. Madrid, 201.
10
PNUD Programa de Naciones Unidas para el Desarrollo Humano. Indice e
indicadores de desarrollo humano: actualización estadística de
2018. Naciones Unidas. Nueva York, 2018.
11
Eclesiastés 2: 22
12
Lucas 12: 15
13
Lucas 12: 18-19
14
Lucas 12: 20-21
15
Colosenses 3: 9-10
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