domingo, 4 de agosto de 2019

COMUNITAS MATUTINA 4 DE AGOSTO 2019 DOMINGO XVIII DEL TIEMPO ORDINARIO CICLO C

Guárdense muy bien de toda codicia, porque las riquezas no garantizan la vida de un hombre, por muchas que tenga”
Lucas 12: 15
Lecturas:
  1. Eclesiastés 1: 2 y 2: 21 – 23
  2. Salmo 94: 1 – 9
  3. Colosenses 3: 1 – 5 y 9 – 11
  4. Lucas 12: 13 – 21

Desplegar la verdadera vida y dar sentido a la biológica no depende de tener y acumular más o menos, sino de ser en plenitud, es el sentido metafísico de la existencia humana, en la mejor acepción de este término. Lo afirmamos con una frase reiterada: es la jugada maestra del buen vivir. Esta certeza debe constituirse en criterio fundamental de discernimiento con el fin de apreciar dónde está la raíz de la existencia auténtica.1
Sobre la solidez de esta base podemos desvirtuar algunas trampas que se nos presentan, como la muy trajinada de “ser ricos ante Dios”, cuyo contenido puede ser un engaño: una pretendida superioridad religioso-moral sobre la de aquellos que se han dedicado al materialismo. Ya sabemos que ese tipo de seguridades espirituales son refuerzos notables del ego, tan típico de aquellos fariseos del tiempo de Jesús, la vanidad de quienes se sienten superiores a los demás y cercanos a Dios. Vale decir lo mismo de la cultura de las apariencias, las fatuas máscaras de la felicidad barata, la obsesión de la sociedad de consumo, los indicadores de “éxito” social, las personalidades maquilladas de “importancia”, la feria de los egos, y tantas otras manifestaciones del hondo vacío espiritual de muchos seres humanos y de muchos ámbitos de la sociedad. 2
En tiempos en los que la Iglesia institucional se sumergió en un estilo de poder, beneficios, privilegios y riquezas, surgieron dos “genios éticos” de la vida según el evangelio: San Francisco de Asís y Santo Domingo de Guzmán. Ambos son reformadores y pioneros del retorno a la originalidad del espíritu de Jesús, destacando la pobreza como una actitud de la mayor coherencia en su seguimiento. Establecen un contraste profético. Su “modus vivendi” señala como muy viable la alternativa de vivir en sobriedad y de construír una cultura de comunión y de participación.3
Francisco es el prototipo del hombre feliz y desposeído, igual se puede decir de Domingo. Las órdenes religiosas fundadas por ellos – franciscanos y dominicos u Orden de Predicadores – tienen en la pobreza un cimiento determinante, no concebida ella como simple austeridad ascética sino como amorosa libertad para transparentar a Dios, para permitir el surgimiento de lo esencial humano y evangélico, para reivindicar la dignidad de los pobres.
La Palabra que se nos ofrece en este domingo va directo a destacar el valor esencial de la pobreza del Evangelio y el carácter superfluo de lo que podemos denominar materialismo desbordante, con la conocida expresión: “Vanidad, pura vanidad!, dice Cohélet. Vanidad, pura vanidad! Nada más que vanidad! Qué provecho saca el hombre de todo el esfuerzo que realiza bajo el sol?”4
El objetivo del ser humano es desplegar su humanidad, potenciarla al máximo para desarrollar su eticidad, su trascendencia, su solidaridad. El Evangelio afirma constantemente que tener más no nos hace más humanos: “Después les dijo: cuídense de toda avaricia, porque aún en medio de la abundancia, la vida de un hombre no está asegurada por las riquezas”.5
La posesión desmedida de bienes, superando con pecaminosidad los límites de lo necesario para vivir dignamente, no puede ser el objetivo último nuestro. Una especial falacia de la mentalidad dominante está en no descubrir con mente crítica que en la medida en que sucumbimos a la satisfacción de necesidades “innecesarias” se crea una compulsión creciente de nuevas necesidades, es el círculo ilimitado del consumo, patética constatación!6. El poderoso llamado de atención del Papa Francisco en la encíclica “Laudato si: sobre el cuidado de la casa común”, constituye el texto más rico de un líder mundial en esta línea. Este cuidado de la casa común no es solamente un asunto de química y de higiene colectiva, es, ante todo, un asunto ético, un asunto humanista, un asunto espiritual.7
Francisco llama a esto “apostar por otro estilo de vida”: “Dado que el mercado tiende a crear un mecanismo consumista compulsivo para colocar sus productos, las personas terminan sumergidas en la vorágine de las compras y los gastos innecesarios. El consumismo obsesivo es el reflejo subjetivo del paradigma tecnoeconómico. Ocurre lo que ya señalaba Romano Guardini: el ser humano “acepta los objetos y las formas de vida, tal como le son impuestos por la planificación y por los productos fabricados en serie y, después de todo, actúa así con el sentimiento de que eso es lo racional y acertado”.8
Es muy exigente mantener un equilibrio saludable en esta materia. Es un supuesto legítimo trabajar con ahínco para lograr una calidad de vida digna, enmarcada en un espíritu de feliz austeridad. La previsión material así vivida es señal de pulcritud existencial, de densidad espiritual. Jesús no critica tal previsión, lo que él pone en tela de juicio es que se haga de modo egoísta, es lo contenido en la parábola del rico insensato, el evangelio de este domingo.
El ser humano tiene necesidades, como ser biológico, que debe atender. Pero, a la vez descubre que reducir su vida sólo a eso no llega a satisfacerle y por eso anhela el acceso a otra riqueza que está más allá. Pero es fundamental advertir que no estamos aludiendo a una visión dualista de la humanidad, como si nuestro proyecto de vida se redujera a la miseria de la humanidad y a la grandeza de lo celestial. Ese modelo ha dominado en cierto tipo de ascética cristiana que exalta el carácter sublime del cielo ideal y fustiga con rigor fanático el mundo de la materia. Las cosas no pueden ser así, desde la revelación bíblica, desde Jesús y su Buena Noticia sabemos que tal visión es integral e integradora!9
Bien entendidos, la satisfacción de las necesidades biológicas y el placer que de esto se deriva no tienen nada de malo en sí mismas. Debe ser el trabajo de todos los humanos, lo llamaba Pablo VI en su encíclica “Populorum Progressio: sobre el desarrollo de los pueblos”, el mínimo vital, las condiciones indispensables para que cada ser humano pueda llevar una existencia digna.
El problema muy grave, alarmante en grado máximo, es que esta satisfacción es totalmente desigual y escandalosa. Sólo unos grupos sociales pueden hacerlo, más de dos mil millones de habitantes del planeta viven actualmente en miseria y precariedad. 10
Con estas afirmaciones no estamos invocando un espiritualismo desencarnado, mirar sólo “al cielo” y con eso calmar la sed y el hambre. La propuesta del cristianismo integra en fascinante complementariedad a un ser que es espíritu y materia, que trasciende hacia Dios y hacia el prójimo desde su biología y desde su realidad concreta. Nuestra reflexión, a partir de los textos bíblicos de este domingo, propende por una revisión crítica y profética de lo que el texto de Eclesiastés califica como vanidad de vanidades, con su sabio escepticismo: “Qué le reporta al hombre todo su esfuerzo y todo lo que busca afanosamente bajo el sol?11
Què lleva al autor bíblico a dejar en su escrito esta huella escéptica y desconfiada de los logros del ser humano, aùn de los justos y moralmente acertados? Este sabio filòsofo israelita ha reflexionado profundamente sobre la pequeñez de las mayores realizaciones y logros de nuestra vida. Nos remite simultáneamente a las evidencias de nuestra inevitable precariedad, a lo frágil de nuestra existencia, y a todo aquello que desarrollamos con empeño para que todo nuestro ser y quehacer en los años que nos sea dado vivir no sea en vano.
Todo es vanidad de vanidades? Còmo afrontar con responsabilidad creyente y moral estos hechos, producto de la maldad y la perversión encarnadas en seres humanos que desconocen la gratuidad del compartir entre prójimos para constituirse en amos violentadores de la felicidad y del encuentro sereno y fraternal? Cómo construír una cultura de la solidaridad y del consumo responsable a partir de una visión integradora del ser humano, de la naturaleza, de la satisfacción de las necesidades básicas y de la raíz espiritual de nuestra condición trascendente?
El evangelio de Lucas viene como anillo al dedo con su insistencia en invitar a un ejercicio de relatividad de todo lo que hacemos, somos y poseemos, ambientadas en las densas palabras de Jesùs: “Guàrdense muy bien de toda codicia, porque las riquezas no garantizan la vida de un hombre, por muchas que tenga12
Verificar estadísticas en materia de distribución de la riqueza y de los bienes produce escalofrìo, y debe marcar una huella profunda en nuestra sensibilidad ética y espiritual: El 1 % màs rico del planeta posee la mitad de los activos personales totales; el 8 % de los màs ricos obtienen hasta el 50 % de los ingresos mundiales; 85 personas en el mundo tienen un patrimonio equivalente al patrimonio de la mitad pobre de la humanidad.
Hay codicia personal y codicia estructural, individuos con afección desordenada por la ganancia y el consumo, y modelos de sociedad y de economía que están estructurados en torno a esto. El Papa Pablo VI – ya referido - puso el dedo en la llaga en su encíclica “Populorum Progressio” (1967), en la que estudiò los temas del desarrollo y advirtió sobre la dramática pobreza de millones en el mundo. Cincuenta y dos años después la leemos y la encontramos de dramática actualidad.
La verdadera vida està en el ser , no en el tener, tampoco en el acumular mèritos con talante farisaico, se trata de ir por otra escala de valores, que es la de Jesùs en el Evangelio, y la de tantas comunidades , principalmente de pobres, que con elocuencia y rectitud nos hablan de la posibilidad de vivir en eso que aquí hemos llamado el desafío de la projimidad.
La reflexión de Jesùs en el relato evangélico es clarísima, cuestionando al que dijo: “Demolerè mis graneros y edificarè otros màs grandes; almacenarè allì todo mi trigo y mis bienes, y me dirè: Ahora ya tienes abundantes bienes en reserva para muchos años. Descansa, come, bebe y banquetea” 13, la respuesta del Maestro relativiza toda acumulación indebida y toda irresponsabilidad con las necesidades del prójimo: “Què necio eres! Esta misma noche te reclamaràn la vida. Para quien será entonces todo lo que has preparado? Asì es el que atesora riquezas para sì y no se enriquece en orden a Dios14
El reto es a dar sentido humano y teologal a nuestra contingencia, promoviendo la vida digna de todos en igualdad de condiciones, vivir felizmente en tònica de gratuidad, apropiarnos de la riqueza que viene de lo trascendente, y tomar en serio las palabras de Pablo, en la segunda lectura de hoy: “No se mientan unos a otros, pues se han despojado del hombre viejo, con sus obras, y se han revestido del hombre nuevo, que se va renovando hasta alcanzar un conocimiento perfecto, según la imagen de su Creador15

1 LEPP, Ignace. La existencia auténtica. Carlos Lohlé, Buenos Aires 1967.
2 ROJAS, Enrique. El hombre light: una vida sin valores. Temas de hoy. Madrid 1998. CORREA SOEIRO, Alfredo. El instinto de platea en la sociedad del espectáculo. Hiru editores. San Sebastián (España), 2003.
3 BOFF, Leonardo. Francisco de Asís: ternura y vigor. Sal Terrae. Santander (España) 1987. DE COS PEREZ DE CAMINO, Julián. La espiritualidad de Santo Domingo, fundador de la Orden de Predicadores. Editorial San Esteban. Salamanca,2012.
4 Eclesiastés 1: 2-3
5 Lucas 12: 15
6 CARRERAS, Joan. Vivir con menos para vivir mejor. Cristianismo y Justicia. Barcelona, 2019.
7 Papa FRANCISCO. Encíclica Laudato si: sobre el cuidado de la casa común. Tipografía Vaticana, 2015.
8 Ibidem, numeral 203.
9 BOFF, Leonardo. Gracia y experiencia humana. Trotta. Madrid, 201.
10 PNUD Programa de Naciones Unidas para el Desarrollo Humano. Indice e indicadores de desarrollo humano: actualización estadística de 2018. Naciones Unidas. Nueva York, 2018.
11 Eclesiastés 2: 22
12 Lucas 12: 15
13 Lucas 12: 18-19
14 Lucas 12: 20-21
15 Colosenses 3: 9-10

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