domingo, 18 de agosto de 2019

COMUNITAS MATUTINA 18 DE AGOSTO 2019 DOMINGO XX DEL TIEMPO ORDINARIO CICLO C

He venido a arrojar un fuego sobre la tierra, y cuànto desearìa que ya hubiera prendido!”
(Lucas 12: 49)
Lecturas:
  1. Jeremìas 38: 4 – 10
  2. Salmo 39: 2 – 4 y 18
  3. Hebreos 12: 1 – 4
  4. Lucas 12: 49 – 53

Con notable frecuencia en la historia de estos veinte siglos de cristianismo nos encontramos a la Iglesia, y a muchos de sus pastores e integrantes, convertidos en soportes del orden establecido – que mejor se puede llamar desorden - plagado de injusticias y atropellos contra la humanidad, contrariando asì, y de manera gravísima, el espíritu original de Jesùs y de su Buena Noticia. Muchas entidades religiosas son legitimadoras de “ordenamientos” económicos y políticos claramente injustos, transformadas ellas en sustento ideológico de realidades que van en contra del querer de Dios y del respeto debido a la dignidad humana y a la creación en general.1
La iglesia y las iglesias se validan en su autenticidad cuando se mantienen fieles al espíritu de Jesús, cuando son proféticas, cuando están en permanente plan de salida misional, cuando se dedican sin reservas al servicio de la humanidad, llevando la Buena Noticia de salvación, y trabajando para que esta configure seres humanos libres a partir de una experiencia profunda del amor de Dios.
Por esta razón es imperativo estar siempre en proceso de vuelta a los orígenes de la fe. Cuando en la vida de los cristianos se evidencia el talante de profecía y libertad, de enfático rechazo de la manipulación de Dios y de la mediación religiosa, de negativa crítica a la dominación del ser humano, atribuyendo esto a una pretendida voluntad de Dios, que en últimas no es otra cosa que la manifestación de la pecaminosidad de hombres concretos que se ensañan en contra de sus prójimos, se pone sobre el tapete la prioridad del conflicto, que no es irresponsable exposición sino capacidad de poner en tela de juicio el pecado del mundo, en nombre de Jesús.2
Si lo nuestro en materia de convicciones cristianas es la seriedad para seguir el camino de Jesùs, vamos a ver claramente que él se presenta como signo de contradicción, tal como lo plantea el texto de Lucas que consideramos en este domingo: “He venido a arrojar un fuego sobre la tierra, y cuànto desearìa que ya hubiera prendido!” .3 Jesús vive un ministerio generador de conflicto y contradicción. La suya no es una misión de ingenua conciliación y de un pacifismo que más bien es evasión de la fuerza liberadora del Evangelio
Tal expresión , de claro contexto apocalíptico,4 se refiere a la misión de Jesùs que consiste en poner fin a los aspectos pecaminosos e injustos del mundo para que surja el reino de Dios, tarea que no es de buen recibo por parte de quienes son los “dueños” del poder. Ven en el profeta a un enemigo de sus intereses y, en consecuencia, a alguien indeseable a quien hay que someter y eliminar.
La mentalidad apocalíptica, propia del tiempo de Jesùs, tenía ante sí la imagen de una gran confrontación entre las fuerzas del bien y las del mal, tipificadas aquellas en Jesùs, y las últimas en el imperio romano y en la institución religiosa judía, que encarnaban la dominación de conciencias, cuerpos y bienes, utilizando recurrentemente a Dios como legitimador de ese sistema que iba en contravía del proyecto de Jesùs de perdonar, de incluir, de sanar, de liberar, de dar nuevas alternativas de vida y dignidad a los eternamente oprimidos.
Con la imagen del conflicto familiar quiere enfatizar el carácter dramático de su misión: “Porque desde ahora habrá cinco en una familia y estarán divididos: tres contra dos y dos contra tres”5 , su proyecto no es el de una cómoda conformidad religiosa ni el de una silenciosa adaptación a eso que para El es claramente injusticia y negación de la voluntad de Dios, siempre compasiva, misericordiosa y reivindicadora.
La primera lectura , del profeta Jeremìas, es una alusión a esta animadversión que los perversos sienten por las gentes de conciencia limpia y de trabajo comprometido para denunciar todo lo que disuelve la dignidad de las creaturas: “Aquellos notables dijeron al rey: hay que condenar a muerte a ese hombre, porque con eso desmoraliza a los guerreros que quedan en esta ciudad y a toda la plebe, diciéndoles tales cosas”.6
Los estudiosos del texto bíblico llaman a este pasaje la pasión de Jeremías. El profeta tiene que pasar toda suerte de ignominias y persecuciones por causa de la palabra de Dios que debe anunciar. Nos conecta con los mártires de nuestro tiempo, con aquellos que, siguiendo a Jesús, se han enfrentado a los poderes del mundo para provocar el conflicto que provoca el surgimiento de una nueva humanidad.7
Vienen a la memoria los mártires de la justicia en nuestro país, cuando en los siniestros años ochenta y noventa se enfrentaron a la corrupción del narcotráfico, presente en los facinerosos que delinquieron y en la institucionalidad que se dejó pervertir; los más de seiscientos líderes asesinados desde que a finales de 2016 se firmaron los acuerdos de paz con las FARC, la multitud de campesinos, amas de casas, agentes de pastoral, sindicalistas, profesores universitarios, activistas de derechos humanos, estudiantes, sacerdotes, trabajadores, que han denunciado las fisuras de un sistema que impide sistemáticamente el ejercicio de la libertad y la crítica que propone alternativas de cambio.8
Asì también los profetas que, en nombre de la fe en Dios y de su correspondiente afirmación de la dignidad de sus hijos, señalaron con severidad y vigor las lacras de gobernantes, militares, terratenientes, manteniendo al pueblo en miseria, y silenciando con violencia la expresión de su inconformidad.
En el texto evangélico que nos ocupa este domingo parece que Jesús cambia el tono de su mensaje. La Buena Noticia en su origen nos parece promotora de paz, de conciliación, de una serenidad que es fruto de la experiencia profunda de Dios. Sin embargo, ahora se nos presenta en términos de confrontación y de contradicción: “Piensan ustedes que he venido a traer paz a la tierra? No, les digo que he venido a traer la división”.9
Este trabajo de denuncia y anuncio no resulta simpático para el “orden establecido” porque lo desajusta en todo su sistema, evidenciando su malignidad. Pone a unos y a otros en confrontación y en polarización, también en escándalo. Está claro que Jesús no es un predicador religioso que adormece conciencias y que distribuye píldoras espirituales para formar personas sumisas y adaptadas a un sistema petrificado, carente de vida, vertical, y abandonado a una inercia sociocultural. Es el cristianismo de conservación, el que gusta a los poderosos porque mantiene sujetos que no protestan.
El Evangelio no admite medianìas ni cumplimientos mediocres de puntualidades rituales, sino una manera de vivir alerta, profética, creativa, atizada por la misión de Jesùs; sus palabras fuertes nos pueden resultar sorprendentes y de difícil asimilación porque entran en contraste con la tradicional imagen del Señor “manso y humilde de corazón”.
El destacado relato vital de Monseñor Romero10 – ahora San Romero de América - tan querido por los pobres de El Salvador y del mundo y por las gentes deseosas de justicia, es una consecuencia de la misión de Jesùs, tal como la presenta el evangelio de este domingo, una sacudida de las conciencias, una crítica potente a la religiosidad que se evade de la historia, una denuncia del adormecimiento de tantos cristianos que permanecen en silencio ante los manejos de los injustos.
Las palabras de la carta a los Hebreos nos resultan esclarecedoras para lo que ocupa nuestra reflexión de hoy: “Por tanto, también nosotros, teniendo en torno nuestro tan gran nube de testigos, sacudamos todo lastre y el pecado que nos asedia, y corramos con constancia la carrera que se nos propone, con los ojos fijos en Jesùs, que inicia y lleva a la perfección de la fe” .11
La “nube de testigos” está constituída por todos aquellos seguidores de Jesús, hombres y mujeres, que siguen el mismo itinerario de denuncia, a sabiendas de que en este ejercicio les va la vida. Ellos son los pioneros de un nuevo orden de vida, el de Dios, y representan a los millones de excluídos por el pecado del mundo, se convierten en voz de los sin voz. Su profecía rompe con la tranquilidad, pone el dedo en la llaga, remite a un hondo examen de conciencia, plantea otra escala de valores.12
Dios clama en los millares de desplazados, migrantes, refugiados, que buscan con desespero salir de la miseria y de la violencia, en la niñez prostituìda y utilizada para la guerra, en los ancianos desconocidos porque ya no son ùtiles para la productividad, en los condenados morales que son rechazados por un sistema religioso y moral que oscurece el vigor del Evangelio, en los solitarios y fracasados que no se sienten acogidos con misericordia.
Constatar estas indignidades es un llamamiento a “prender el fuego” de la justicia, del reino de Dios, a llamar con palabras claras – aunque sean de contradicción – el desorden establecido, a seguir a Jesùs en su misión de erradicar el mal y de afirmar, aùn con riesgo de la propia vida, que la voluntad del Padre no es la de entronizar una religiosidad “opio del pueblo”, sino un modo de vida profundamente teologal y humano, que nos haga conscientes de la indispensable projimidad que debe estar en la raíz de nuestras opciones y conductas.
El, en vista del gozo que se le proponía, soportò la cruz sin miedo a la ignominia y està sentado a la diestra del trono de Dios. Fìjense en quien soportò tal contradicción de parte de los pecadores, para que no desfallezcan faltos de ànimo” 13), es el ejemplo original del Señor Jesùs, a quien debemos mirar para seguir sin temor la contradicción salvadora de su cruz, “el fuego que enciende otros fuegos”, expresión original de otro fiel seguidor suyo, San Alberto Hurtado, SJ.14
Definitivamente seguir el camino de Jesús no es asunto tranquilo, no es integrarse a una funcionalidad religiosa de piedad individual, adaptada sin sobresaltos a unos cumplimientos estipulados por la autoridad de sacerdotes y pastores. Con él se conmueven los cimientos de la tierra, es “piedra en el zapato” que socava ese adormecimiento, que plantea una escala de valores – la conocemos bien – contenida en las bienaventuranzas, es el despliegue de una nueva manera de humanidad que viene de Dios y se implica en lo más profundo de nuestra condición.




1 En los procesos políticos de los últimos años en varios países del mundo se destacan los partidos políticos de corte conservador, cuya base electoral más fuertes son los miembros de iglesias cristianas evangélicas, de matriz fundamentalista e integrista. Es el caso de la elección de Trump en USA, de Bolsonaro en Brasil, de Alvaro Uribe en Colombia, de recientes elecciones presidenciales en Centro América.
2 SANHUEZA, Krety. Jesucristo prototipo de justicia y de martirio a favor de los pobres y marginados. Publicado en revista CUESTIONES TEOLOGICAS. Universidad Pontificia Bolivariana, Medellín. Volumen 43, número 99. Páginas 175 a 197. 2016.
3 Lucas 12: 49
4 RICHARD, Pablo. Apocalipsis: reconstrucción de la esperanza. www.nuestrabiblia.org Servicio Bíblico Verbo.
5 Lucas 12: 51
6 Jerem+ias 38: 4
7 RICCARDI, Andrea. Il secolo del martirio. Mondadori. Milán, 2000. Este libro es un completo recuento de las persecuciones sufridas por los cristianos en los contextos de las dos guerras mundiales, del régimen comunista de la Cortina de Hierro, en América Latina bajo las dictaduras inspiradas en la doctrina de la seguridad nacional, y en otros regímenes totalitarios.
8 GIRALDO MORENO, Javier. Aquellas muertes que hicieron resplandecer la vida. Editorial Desde los Márgenes. Bogotá, 1992.
9 Lucas 12: 51
10 BROCKMAN, James R. La palabra queda: vida de Monseñor Oscar Arnulfo Romero. UCA editores. San Salvador, 2015.
11 Hebreos 12: 1-2
12 TOJEIRA, José María. El martirio ayer y hoy: testimonio radical de fe y justicia. UCA Editores. San Salvador, 2005. ROMERO, Oscar Arnulfo. La voz de los sin voz: la palabra viva de Monseñor Romero. Introducciones, comentarios y selección de textos de Jon Sobrino, Ignacio Martín-Baró, Rodolfo Cardenal. UCA Editores. San Salvador, 1980.
13 Hebreos 12: 3
14 HURTADO CRUCHAGA, Alberto. Un fuego que enciende otros fuegos: páginas escogidas. Pontificia Universidad Católica de Chile. Santiago, 2005.

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