“Vayan y cuenten a Juan
lo que oyen y ven: los ciegos ven y los cojos andan, los leprosos quedan
limpios y los sordos oyen, los muertos resucitan y se anuncia a los pobres la
Buena Nueva”
(Lucas
11: 4 – 5)
Lecturas:
1.
Isaìas 35: 1-10
2.
Salmo 145
3.
Santiago 5: 7-10
4.
Mateo 11: 2-11
Uno de los aspectos màs
notorios que encontramos en los evangelios es la capacidad de Jesùs para
desconcertar las expectativas de sus contemporáneos , entre los que se cuentan
los dirigentes religiosos y también sus propios discípulos. Al hacerlo, Jesùs
no se quiere limitar al efecto sorpresa sino que se dedica a orientar mentes y
corazones hacia lo esencial que el Padre
Dios quiere comunicar a través de El: la liberación integral del ser humano y
de su historia.
Esta afirmación, que fue
vàlida para aquellos tiempos, también tiene plena vigencia en los nuestros. Las
lecturas de este domingo, principalmente la de Isaìas y el texto de Mateo, nos
van a ayudar en este propósito.
Para los judíos había
algo fundamental: la expectativa
mesiánica, esto sustentaba su fe y articulaba su religiosidad. Bien conocemos
todas las adversidades que vivieron, sus crisis, la decepción ante no pocos de
sus dirigentes, la pèrdida de su importancia social y religiosa, la invasión de
poderes extranjeros, y la tragedia del exilio. Buscando un sentido superior de la
vida en medio de estas desgracias se
empieza a cultivar la esperanza en la promesa de Dios que les ofrece un Mesìas
que los ha de liberar de todas estas calamidades. A esto responde el espíritu
de la primera lectura de hoy.
La primera gran
deportación fue sufrida por los israelitas el año 720 a.c. Esta, junto con las sufridas a comienzos del siglo
VI a.c. fueron los mayores dramas padecidos, pèrdida de su autonomía, afrenta a
sus símbolos religiosos, cautividad en tierra extraña, humillaciones y
vejaciones sin cuento. [1].
Un desplazamiento forzado como los que se viven hoy en muchos lugares del planeta.
[2]
Constatar estas
adversidades nos permite entender mejor el jùbilo que se vive después del
exilio, cuando retornan a su tierra de origen y recuperan todos los elementos
de su identidad sociocultural y religiosa, ven en este retorno la mano de Dios,
que hace decir a Isaìas: “Los redimidos de Yahvè volverán, entraràn
en Siòn entre aclamaciones: precedidos por alegría eterna, seguidos de regocijo
y alegría. Adiòs, penas y suspiros!” [3].
El profeta anima con
bellas palabras al pueblo que sale de la cautividad y regresa a la tierra de
sus mayores: “Que estalle en flores y se regocije, que lance gritos de jùbilo. Le va
a ser dada la gloria del Lìbano, el esplendor del Carmelo y del Saròn. Podrà
verse la gloria de Yahvè, el esplendor de nuestro Dios”[4].
La esperanza cristiana
no puede ser ni ingenua ni desentendida de las realidades humanas que esperan
sentido y liberación. Una mentalidad teológica que ya no es relevante insistió
demasiado en una salvación sobrenatural desconociendo la fuerza histórica de la
revelación bíblica, con esto se espiritualizó el mensaje cristiano y se
desencarnó al mismo Jesús, incurriendo gravemente en la herejía de considerarle
como verdadero Dios y aparentemente humano. [5]
La teología más
integrada y saludable se esfuerza por acoger la fe de la Iglesia en la
verdadera humanidad y divinidad de Jesús, salvando con ello las implicaciones
de la salvación histórica del ser humano – gracias a la mediación salvífica de
Jesucristo – y también la consumación de todo lo nuestro en la trascendencia
que El hace posible.[6]
En este Adviento de
2019 , vinculándonos con esa alegría de los israelitas que volvían a su hogar
original, la Palabra nos llama a hacernos conscientes del drama que aflige a
varios millones de prójimos, migrantes, refugiados, desplazados, desposeídos.
Es el aspecto dramático de la fe que nos exige responsabilidad frente a los condenados de la
tierra y la suficiente indignación para movilizarnos en contra de quienes
deciden tales injusticias.[7]
Còmo canalizar, desde
la fe cristiana, este sentido de solidaridad? Còmo no hacer lejanos estos
clamores? Còmo traerlos a nuestro proyecto de vida? Como integrar en nuestras
màs serias preocupaciones este desafío de projimidad? La Palabra, proclamada
por Isaías en los lejanos tiempos bíblicos, tuvo la pretensión de ser profecía
de liberación histórica; ahora la proponemos en este siglo XXI, para que incida
en la esperanza real de las comunidades vulnerables de hoy. Dios siempre está
viniendo para ser liberador!
Es una de las grandes preocupaciones
pastorales y humanitarias del Papa Francisco, formulada en palabras como estas:
“Quisiera advertir que no suele haber
conciencia clara de los problemas que afectan particularmente a los excluìdos.
Ellos son la mayor parte del planeta, miles de millones de personas. Hoy están
presentes en los debates políticos y económicos internacionales, pero
frecuentemente parece que sus problemas se plantean como un apéndice, como una
cuestión que se añade casi por obligación o de manera periférica, si es que no
se los considera un mero daño colateral” [8].
Veamos que nos dicen al
respecto Jesús y Juan el Bautista: “Juan, que en la cárcel había oído hablar de
las obras de Cristo, envió a sus discípulos a preguntarle: Eres tú el que ha de
venir o debemos esperar a otro? Jesús les respondió: Vayan y cuenten a Juan lo
que oyen y ven: los ciegos ven y los cojos andan, los leprosos quedan limpios y
los sordos oyen, los muertos resucitan y se anuncia a los pobres la Buena
Nueva….Y dichoso aquel a quien yo no le sirva de escándalo!”[9] .
La actuación de Jesús
dejó desconcertado al Bautista. El esperaba un Mesías que vendría a implantar
el juicio riguroso de Dios en contra del pecado del mundo, y lo que se
encuentra es un Mesías entregado de lleno a curar heridas, a aliviar
sufrimientos, a reivindicar cobradores de impuestos y prostitutas, a defender a
los pobres, a denunciar las inconsistencias de la religión, a ejercer la
misericordia a diestra y a siniestra, a dar el mensaje del favoritismo de Dios
hacia los condenados de la tierra , sin preocuparse mucho de la promoción de
los rituales religiosos del judaísmo legalista de aquel tiempo. [10]
Jesús no se siente enviado
por un juez implacable a condenar al mundo, por eso no llena de temor a sus oyentes con gestos
justicieros . El ofrece novedades esperanzadoras como las que se anuncian en el
texto de Lucas, con el que inicia su ministerio público: “El Espíritu del Señor sobre mí,
porque me ha ungido para anunciar a los pobres la Buena Nueva , me ha enviado a
proclamar la liberación a los cautivos y la vista a los ciegos, para dar la
libertad a los oprimidos y proclamar un año de gracia del Señor” [11].
Con su sorprendente
respuesta a los discípulos de Juan, Jesús desarma el imaginario colectivo de un
Mesías reformador religioso - moral, o de
un poderoso vengador de las afrentas que
se hacen a Dios, y se presenta como un restaurador del ser humano en toda su
integridad, dando a entender que el proyecto de Dios es la plenitud de la
humanidad aquí en este historia concreta y, por supuesto, proyectada a la
trascendencia y consumación definitivas cuando pasemos la experiencia de la
muerte para vivir en la vitalidad inagotable del Padre.[12]
Con esto, captamos el
genuino contenido de la esperanza cristiana, que tiene incidencia directa en la
transformación de las condiciones de opresión y de injusticia que padecen
millones de seres humanos, que asume una responsabilidad particular con la
dignidad de toda persona, con la protección de la vida en sus variadas y ricas
manifestaciones, que propende por un mundo incluyente y equitativo, anticipando
así en bienaventuranzas históricas las que han de ser las definitivas en ese
futuro decisivo que nos inserta
eternamente en el misterio maravilloso del amor de Dios.
También, siguiendo el
texto de Mateo, cabe advertir la alusión que hace Jesús a Juan el Bautista: “Qué
salieron a ver en el desierto? Una caña agitada por el viento? Qué salieron a
ver, si no? Un hombre elegantemente vestido? Sepan que los que visten con
elegancia están en los palacios de los reyes. Entonces, a qué salieron? A ver
un profeta? Sí , les digo y más que un profeta”[13] .
Al respecto, no se olvide que los
profetas bíblicos no eran funcionarios oficiales de la religión judía, sino –
en nombre de Dios – sus más severos críticos, siempre inquietos por la
autenticidad de la vida de los creyentes y preocupados por la formalidad vacía
de una religión exterior sin conversión del corazón. Jesús reconoce en el
Bautista al hombre de Dios, austero, coherente, movido por una total sinceridad
teologal.
La prueba mesiánica que
reciben los discípulos del Bautista tiene unos indicadores claros, que provienen
del mismo Jesús: los seres humanos desfigurados por el pecado de la injusticia
son ahora configurados en su dignidad de hijos de Dios y de prójimos. Este
elemento es esencial en el estatuto de la esperanza cristiana.
En este Adviento llega el reino de Dios con protestas ,
inconformidades y manifestaciones callejeras. En tales clamores – genuina
profecía popular - captamos a
Jesús, abiertos a dejarnos conmover por El y por la humanidad doliente, listos para eliminar nuestras concepciones y
prácticas religiosas formales, poniendo entre paréntesis esta cultura consumista y “light”, dejando que el Espíritu entre a nuestro ser ,
haciéndonos más humanos, misericordiosos y sensibles con los últimos del mundo.
[1]
NOTH, Martin. Historia de Israel. Ediciones Garriga. Barcelona, 1966.
[2]
OIM ONU ORGANIZACIÓN INTERNACIONAL PARA
LAS MIGRACIONES. Informe sobre las
migraciones en el mundo 2018. OIM. Ginebra (Suiza), 2019 .
[3]
Isaías 35: 10
[4]
Isaías 35: 2
[5]
Se conoce con el nombre de DOCETISMO esta
manera de interpretar a Jesús, exalta su divinidad, oscurece su
humanidad. Es una presentación insuficiente, tiene consecuencias fatales para
la pastoral y para la teología, porque lleva a un cristianismo sobrenaturalista
sin fuerza histórica de liberación.
[6]
KASPER, Walter. Jesús el Cristo. Sígueme. Salamanca, 1987. GONZALEZ FAUS, José
Ignacio. Otro mundo es posible…..desde Jesús. Sal Terrae. Santander (España),
2015. NOLAN, Albert. Jesús, hoy. Sal Terrae. Santander (España), 2005. PAGOLA,
José Antonio. Jesús, aproximación histórica. PPC. Madrid, 2011.
[7]
INDH Chile, Instituto Nacional de Derechos Humanos. Las manifestaciones
públicas y la protesta social: consideraciones desde una perspectiva de
derechos humanos. En www.bibliotecadigital.indh.cl/bitstream/handle/123456789/242/manifestaciones-protesta-social?sequence=4
[8]
FRANCISCO. Encíclica Laudato Si: sobre el cuidado de la casa común, # 49.
Tipografía Vaticana, página 38. Roma, 2015.
[9]
Mateo 11: 2-6
[10]
CASTILLO, José María. La alternativa cristiana. Sígueme. Salamanca, 1981.
[11]
Lucas 4: 18-19
[12]
TAMAYO-ACOSTA, Juan José. Para comprender la escatología cristiana. Verbo
Divino. Estella (Navarra), 2003.
[13]
Mateo 11: 7-9
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