domingo, 1 de marzo de 2020

COMUNITAS MATUTINA 1 DE MARZO 2020 DOMINGO I DE CUARESMA CICLO A


“Jesús le contestó: Vete, Satanás, porque la Escritura dice: Adora al Señor tu Dios, y sírvele sólo a El”
(Mateo 4: 10)
Lecturas:
1.   Génesis 2: 7-9 y 3:1-7
2.   Salmo 50: 3-6;12-14 y 17
3.   Romanos 5: 12-19
4.   Mateo 4: 1-11
En cada ser humano alienta la vitalidad de Dios, que se traduce en la misión de seguir con la tarea divina de crear y recrear el mundo, transformándolo siempre para bien de toda la humanidad, con sus saludables implicaciones de comunión de bienes, de igualdad, de justicia, de solidaridad, de reconocimiento de la dignidad de cada persona y de todas las formas de vida.
 Esta convicción está en los orígenes de la fe de Israel.  La primera lectura de este domingo hace parte esencial del testimonio de las antiguas comunidades israelitas que dieron origen a estos textos, Dios especialista en vida, dador de la misma,  tiene en el ser humano la plena sacramentalidad de su capacidad vivificadora: “Entonces Dios el Señor formó al hombre de la tierra misma, y sopló en su nariz y le dio vida. Así el hombre se convirtió en un ser viviente. Después Dios el Señor plantó un jardín en la región de Edén, en el oriente, y puso allí al hombre que había formado. Hizo crecer también toda clase de árboles hermosos que daban fruto bueno para comer” [1].
Dentro de la dotación original que Dios confiere a la creatura está el don de la libertad,    podemos  decidir a favor o en contra de Dios,   el Creador nos hace responsables de nuestro destino y de la marcha de la historia. Este elemento es esencial en la comprensión cristiana del ser humano: somos libres para Dios, para el amor, para la dedicación generosa a las demás creaturas, pero igualmente libres para el egoísmo y la injusticia. Misterio profundo que debe hacerse consciente en cada uno para ponderar los alcances de nuestras decisiones. Somos creados  para la libertad! [2]
Así queda por fuera la mentalidad religiosa que nos presenta a un Dios autoritario e impositivo, tenebroso personaje que pretende someter al ser humano a sus designios arbitrarios, causando un tipo de humanidad sumisa, servil y  acongojada por la angustia y el temor.
Las lecturas de este domingo nos llevan a considerar, iniciando el tiempo cuaresmal, la lógica de nuestra libertad, la formación de la misma, los criterios que la fundamentan, y el proyecto de vida de cada ser humano leído en esta clave determinante. Esta temporada  no es para reducirla a penitencias ocasionales sino para revisar a fondo la orientación de nuestra libertad frente a Dios.
 Nuestra libertad está  convertida al amor y a la justicia de Dios? Ella misma se orienta al bien de la humanidad y a hacer del mundo un ámbito de vida digna? O  de ella emanan males y violencias, destrucción de la creación, ofensa constante a las creaturas y a quien las sustenta, el Creador? Estamos en capacidad de detectar los mecanismos y motivaciones profundas que nos conducen a lo uno o a lo otro?
Es permanente tentación los humanos erigirnos como dioses, prescindir de la trascendencia, con la salida a  ese mundo que ha dado lugar a las guerras mundiales, a los genocidios en diversos rincones del planeta, a las tiranías que oprimen , a la destrucción de la naturaleza, al predominio del poder y del dinero sobre la dignidad humana, a la generación constante de caricaturas de la humanidad.
En la enseñanza de la tradición cristiana hablamos de pecado original, inherente a cada humano que viene a la vida. Para transmitirlo, la teología y la catequesis han acudido a las categorías de expresión propias de cada cultura y de cada momento de la historia, conscientes de que algunas de ellas quedan  insuficientes  para hacerlo relevante a los destinatarios del mensaje, en la medida en que las mentalidades y las sensibilidades evolucionan y no se contentan con presentaciones ingenuas.
Conscientes de que todo lo que resulta de la acción creadora de Dios es bueno no podemos permanecer  con una visión del pecado original como mancha primera, antes de que la persona se implique en la vida y en el ejercicio de la libertad.[3] De lo que hay que hablar es  de un pecado originante, de una tendencia que tenemos al mismo como consecuencia de la libertad. La “originalidad” de la disposición para pecar es justamente esta del ser humano que, en ejercicio de ese don, acepta o rechaza el carácter de Dios como principio y fundamento de su vida. No cabe en una mentalidad sensata y saludable asumir que los seres humanos estamos manchados desde el origen, esta es una interpretación pesimista, que no se compadece con la bondad esencial de Dios.
La primera lectura nos pone en contexto:  “En medio del jardín puso también el árbol de la vida y el árbol del conocimiento del bien y del mal” [4] y posteriormente: “Así que Dios les ha dicho que no coman del fruto de ningún árbol del jardín? …..Y la mujer le contestó: podemos comer del fruto de cualquier árbol, menos del árbol que está en medio del jardín. Dios nos ha dicho que no debemos comer ni tocar el fruto de ese árbol, porque si lo hacemos, moriremos. Pero la serpiente dijo a la mujer: No es cierto. No morirán. Dios sabe muy bien que cuando ustedes coman del fruto de ese árbol podrán saber lo que es bueno y lo que es malo, y que entonces serán como Dios” [5]
Es un recurso literario, propio de la antigua cultura hebrea en la que surgieron estos escritos, para expresar una verdad teológica y antropológica de fondo. Dios nos hace libres, expresión estupenda que refleja aquel “Hagamos al hombre a nuestra imagen y semejanza”  [6], partícipes de su divinidad, libertad incluída. Esta, desconectada, de su referencia teologal, va en contra de la realización plena del ser humano;   frustra el proyecto de plenitud que Dios deposita en nosotros. [7]
Lo podemos constatar leyendo nuestro propio relato vital. La formación recibida y libremente asumida, la configuración de nuestra conciencia moral, el sentido de la responsabilidad, el carácter vinculante de nuestro acatamiento a Dios, pero también la seducción de esos ídolos que nos  asedian ,  que van revistiendo diversas formas haciéndonos creer que somos poderosos, inagotables, y falsamente felices.
Al mismo Jesús le suceden las propuestas del mundo, según lo refiere el clásico relato de las tentaciones, hoy en la versión de Mateo. Cómo entiende Jesús su condición de Hijo de Dios? El relato de las tentaciones, puesto intencionalmente por el autor, antes del comienzo de su ministerio público, presenta su revelador talante teologal, su “modus operandi”, su estilo desposeído del vano honor del mundo.[8]
La primera tentación es utilizar al Padre en beneficio propio: “Si de veras eres Hijo de Dios ordena que estas piedras se conviertan en panes[9]. Es la tentación de las necesidades imperiosas, la misma que sufrió el pueblo de Israel durante su largo trasegar por el desierto. Jesús en su humanidad experimenta fuertemente el asedio del mal espíritu, y debe discernir, para tomar finalmente la decisión de dar el primado de su vida a Dios. Entran aquí también todo el mundo de los intereses personales, de menor a mayor, y el olvido de la trascendencia hacia el Padre y hacia el prójimo. Jesús , con su rechazo contundente, nos indica el sesgo teologal de la libertad.
Desconfiar de Dios y dar crédito exclusivo al esfuerzo humano, constituyéndonos nosotros en la medida de la vida. A esto Jesús responde:  “No sólo de pan vivirá el hombre sino también de toda palabra que salga de los labios de Dios”[10]
Luego, el tentador le propone hacer su entrada triunfal en la ciudad santa, descendiendo de lo alto como Mesías glorioso, invocando el poder y la legitimidad teologal. Nos pasa también, le pasa a la Iglesia cuando su ministerio proviene de “arriba”, cuando no se despoja de estos privilegios y se sacraliza, cuando olvida al mismo Jesús, despojado de toda pretensión humana, siempre en salida.  Por eso contesta con energía y con libertad :”No pongas a prueba al Señor tu Dios” [11]
Surge en el escenario el apetito desordenado de triunfar:  “Finalmente, el diablo lo llevó a un cerro muy alto, y mostrándole todos los reinos del mundo y la grandeza de ellos, le dijo: Te daré todo esto, si te arrodillas y me adoras” [12] Jesús rechaza tal condición citando Deuteronomio 6: 13: “Vete, Satanás, porque la Escritura dice: adora al Señor tu Dios y sírvele sólo a El” [13]
El  relato de Mateo  destaca  la soberanía de Jesús, su radical referencia teologal y el modo de su mesianismo crucificado y  desentendido del vano honor del mundo. Una libertad para Dios y para  darse a todo ser humano  liberándolo  de la servidumbre del pecado y de la injusticia. [14]
Cómo manejamos nuestra  libertad?  Somos capaces de  autonomía frente a tantas propuestas de enriquecimiento, dominio sobre los otros, individualismo, consumismo, utilización de los demás como trampolín para lograr nuestros objetivos, exhibicionismo, recurso a estrategias maquiavélicas, deseo de honores y reconocimiento? Tenemos clara la orientación teologal de nuestra libertad?
El remate  teológico- antropológico de estas lecturas lo da el texto de Romanos cuando reconoce la tendencia que tenemos a  desordenar el plan original de Dios.  El no escatima los medios para impedir que su intención sea frustrada por el ejercicio indebido de la libertad humana: “Pero el delito de Adán no puede compararse con el don que Dios nos ha dado. Pues por el delito de un solo hombre muchos murieron, pero el don que Dios nos ha dado gratuitamente por medio de un solo hombre, Jesucristo, es mucho mayor y en bien de muchos[15].
La concepción bíblica del ser humano es densamente realista: somos poseedores del extraordinario don de la libertad, pero en ejercicio de la misma somos ambiguos. Esta demanda una intervención defínitiva, salvífica, liberadora, que nos integra como redimidos y como instrumentos para que muchos encuentren que en la referencia teologal está la estupenda posibilidad de una libertad inscrita en el amor. [16]




[1] Génesis 2: 7-9
[2] Juan Luis Ruiz de la Peña. Imagen de Dios: antropología teológica fundamental. Sal Terrae. Santander (España), 1988; Teología de la creación. Sal Terrae. Santander (España), 1988; El don de Dios: antropología teológica especial. Sal Terrae. Santander (España), 1991.
[3] Piet Schoonenberg. El poder del pecado. Editorial Carlos Lohlé. Buenos Aires, 1970; El hombre y el pecado. Editorial Carlos Lohlé. Buenos Aires, 1971.
[4] Génesis 2: 9
[5] Génesis 3: 1-5
[6] Génesis 1: 26
[7] Marciano Vidal. Cómo hablar del pecado hoy: hacia una moral crítica del pecado. PPC. Madrid, 1977.
[8] Manuel de Jesús Acosta Bonilla. Vivir en marginalidad: lectura socio-histórica del Evangelio de Lucas. UCA editores. San Salvador, 2013.
[9] Mateo 4: 3
[10] Mateo 4: 4
[11] Mateo 4: 7
[12] Mateo 4: 8-9
[13] Mateo 4: 10
[14] Leonardo Boff. Jesucristo Liberador: ensayo de cristología crítica para nuestro tiempo. Sal Terrae. Santander (España), 1994.
[15] Romanos 5: 15
[16] Leonardo Boff. Gracia y experiencia humana. Trotta. Madrid, 2001.

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