“Esta gracia se ha
hecho patente ahora con la manifestación de nuestro salvador Cristo Jesùs,
quien ha destruido la muerte y ha hecho irradiar vida e inmortalidad por medio
del Evangelio”
(2
Timoteo 1: 10)
Lecturas:
1.
Gènesis 12: 1-4
2.
Salmo 32: 4-5;18-19 y 20-22
3.
2 Timoteo 1: 8-10
4.
Mateo 17: 1-9
El centro del mensaje
de este domingo se concentra en el relato de la Transfiguración de Jesús
propuesto por Mateo. Es un texto muy antiguo, elaborado a partir de la
experiencia pascual vivida por los discípulos. Una vez que descubrieron el
verdadero ser de Jesús en esta vivencia, fundamento de la fe cristiana, trataron de comunicarla
porque en ella recibieron la Vida, que transformó decisivamente las suyas. Para
hacerlo creíble lo ponen en la vida terrena de él, justo antes del juicio de la
pasión; pero, en realidad, lo que están describiendo es un genuino testimonio
pascual, sus vidas ahora son sustancialmente nuevas,[1] en
camino de transfiguración.
Así, se nos remite a un
asunto permanente de la condición humana, el misterio de la muerte y de la vida, el del
gozo y el dolor, el de la destrucción-aniquilamiento y el de la regeneración y
transformación, el de la oscuridad y el
de la luz. Todo esto va sucediendo
constantemente en nuestras vidas, hasta que viene el momento definitivo de la
muerte y , con esto, el paso a la
luminosidad definitiva: “Al oír esto los discípulos cayeron rostro
en tierra llenos de miedo. Mas Jesús, acercándose a ellos, los tocó y les dijo:
Levántense, no tengan miedo. Ellos alzaron sus ojos y no vieron a nadie más que
a Jesús”. [2]
Es bien clara la
intención de presentar este relato en el ambiente de cuaresma. Esta no puede ser sombría, como suele darse en
muchos medios cristianos. Su espíritu es hacernos
conscientes de la esperanza radical que
sustenta nuestra existencia, es Dios mismo quien nos ha asumido en el Señor
Jesucristo, él se ha implicado
vitalmente en todo lo que somos para liberarlo del absurdo orientándolo hacia
la vida plena de la que él es portador prototípico. Lo que el pecado y la
muerte desfiguran es transfigurado en él mismo que nos pone junto al Padre, [3] se
inserta en nuestro ser para hacernos nuevos en el amor y en la libertad. [4]
Los seres humanos
estamos expuestos a desfigurarnos por el pecado, por la injusticia, por la
muerte, pero – gracias a Dios – las cosas no se quedan irreversiblemente
lanzadas al absurdo. En Jesús el Padre nos configura y nos transfigura.
Abraham – referido por
la primera lectura – es un relato estupendo de este trànsito de lo oscuro a lo
luminoso a partir de su encuentro con Yavè. Es el prototipo de uno de los
muchos grupos hebreos que emigraban buscando mejores maneras de vivir, como
sucede con millones en el mundo de hoy.
En ese esfuerzo
existencial, profundamente humano y no pocas veces doloroso, escuchan el
llamado a dejarlo todo y a fiarse de una novedosa promesa de vida: “Yahvè
dijo a Abrahan: vete de tu tierra, de tu patria, y de la casa de tu padre a la
tierra que yo te mostrarè. De ti harè una nación grande y te bendecirè.
Engrandecerè tu nombre, y seràs tu mismo una bendición para muchos” . [5]
Leamos el relato
involucrándonos también en nuestros proyectos de vida, viendo còmo tenemos que salir de un mundo de
seguridades, haciendo rupturas con todo lo que nos impide vivir con sentido,
tomando decisiones liberadoras, y
corriendo el riesgo de una nueva vida en la que se vislumbran posibilidades de
definitiva plenitud, son nuestras
“tierras prometidas” como las que alimentaron la esperanza de Abrahán y de las comunidades que lo seguían.
Dios irrumpe en la historia para liberarnos de todo
lo que disminuye y oscurece nuestra humanidad. La invitación es a buscar
la luz y la libertad, dando una nueva figura a todo lo que somos y hacemos.
Abraham y su gente son imagen de esa novedad cualitativa propiciada por la
promesa liberadora de Yahvé.
Muchos salen de
situaciones aberrantes de injusticia, de pobreza, de violencia, en búsqueda de
espacios para desarrollarse libre y felizmente, el fenómeno de las migraciones
en nuestros días es intenso y dramático, no se resignan a someterse a las
fuerzas de la muerte.[6]
Otros, sin desplazarse de sus lugares, descubren novedosas posibilidades en las
que se juegan ideales mucho mayores que ganar dinero y obtener éxitos, son los
que apuestan por vidas crìticas, proféticas, liberadas y liberadoras.[7]
Dònde quedamos nosotros ante estas alternativas?
El relato bíblico pone
el origen de Israel en esta migración mitológica, justificándola en el deseo
que tiene Yavè de elegirse un pueblo. Este pueblo encuentra en esta aventura
abrahàmica la raíz de su identidad y de su significado: “Bendecirè a quienes te bendigan y
maldecirè a quienes te maldigan. Por tì se bendecirán todos los linajes de la
tierra” . [8]
Qué implicaciones tiene
este relato en nuestra vida? Es capaz de provocar cambios de profundidad? Es la gran pregunta de la fe. Dios nos
invita a un estilo vital en creciente
proceso de mejoría ética y espiritual, nos pide abandonar seguridades alienantes, romper con sometimientos,
renunciar a todo lo que frena nuestro crecimiento en humanidad. [9]
En las palabras de
Pablo a su discípulo y compañero apostólico, Timoteo, destaca con nitidez el
talante de libertad que proviene del Espíritu, palabra que no se somete a poderes humanos,
que esclarece el sentido teologal de la vida, portadora de sentido
trascendente, que dignifica al ser humano, que en Jesucristo tiene la evidencia
definitiva de Dios que destruye el absurdo de la muerte y abre la humanidad al
futuro : “Esta gracia se ha hecho patente
ahora con la manifestación de nuestro salvador Cristo Jesús, quien ha destruido
la muerte y ha hecho irradiar vida e inmortalidad por medio del Evangelio, para
cuyo servicio he sido yo constituído heraldo, apóstol y maestro” . [10]
Es Jesús, que renuncia
a asegurarse la vida y obtiene la
victoria significada en la transfiguración. Téngase presente lo que dice en el
pasaje inmediatamente anterior: “Porque quien quiera salvar su vida, la
perderá; pero quien pierda su vida por mí, la encontrará. Pues, de qué le
servirá al hombre ganar el mundo entero, si arruina su vida?” . [11]
El episodio narrado es una teofanía, que quiere decir manifestación
de Dios, el autor bíblico escoge la montaña como lugar simbólico de su comunicación, recordando así
diversas escenas del Antiguo Testamento que tienen esta connotación. Una cima
alta y apartada aleja horizontalmente de los hombres y acerca verticalmente a
Dios. En ese contexto tendrá lugar la manifestación gloriosa de Jesús, sólo a
tres de los discípulos:” Seis días después, tomó Jesús consigo a
Pedro, a Santiago y a su hermano Juan, y
los llevó aparte, a un monte alto. Y se transfiguró delante de ellos: su rostro
se puso brillante como el sol y sus vestidos se volvieron blancos como la luz”
. [12]
Este hecho no es
contado en beneficio de Jesús, sino como experiencia muy constructiva para los
discípulos. Después de escucharle hablar de su pasión y de su muerte, de las
duras condiciones que plantea a quienes desean seguirle, tienen tres
experiencias complementarias: ven a Jesús transfigurado de forma gloriosa, se
les presentan Moisés y Elías y escuchan la voz que dice: “Este es mi hijo amado en quien
me complazco, escúchenlo” . [13]
Qué quiere decir la
exquisita teología de esta narración?
-
Que al ver transformados su rostro y sus
vestidos tienen la experiencia de que su destino final no es el fracaso, sino
la gloria.
-
Al ver a Moisés y a Elías conversando
con Jesús tienen la certeza de que El es la plenitud de esta historia
religioso-espiritual de Israel y de la revelación de Dios a la humanidad.
-
Al escuchar la voz de lo alto saben que
se les está planteando un camino
plenamente configurado con la voluntad del Padre, es decir, pleno de sentido.
Jesús vivió
constantemente transfigurado, pero no lo manifestaba con evidencias
espectaculares, consecuente con lo que se transmite en el evangelio de Marcos:
el secreto mesiánico. Su humanidad y su divinidad se expresaban cada vez que se
acercaba a alguien para hacerlo más humano, para implicarlo en la figura de la
nueva humanidad que él comunica a todos.[14]
[1]
Andrés Torres Queiruga. Repensar la resurrección.
Trotta. Madrid, 2007.
[2]
Mateo 17: 6-8
[3]
Gerd Lüdemann & Alf Özen. La
resurrección de Jesús: historia, experiencia, teología. Trotta. Madrid,
2001. Edward Schylleebeckx. Jesús, la
historia de un viviente. Trotta. Madrid, 2001.
[4]
Juan Luis Ruiz de la Peña. Imagen de
Dios: antropología teológica fundamental. Sal Terrae. Santander (España),
1988.
[5]
Génesis 12: 1-2
[6]
Organización Internacional para las migraciones OIM. Informe sobre las migraciones en el mundo 2020. OIM. Ginebra
(Suiza), 2019 .
[7]
Jorge Saurí. El hombre comprometido.
Editorial Carlos Lohlé. Buenos Aires, 1968. Ladislaus Boros. Somos futuro. Sígueme. Salamanca, 1976.
[8]
Génesis 12: 3
[9]
Ignacio Lepp. La existencia auténtica.
Editorial Carlos Lohlé. Buenos Aires, 1963.
[10] 2
Timoteo 1: 10-11
[11]
Mateo 16: 26
[12]
Mateo 17: 1-2
[13]
Mateo 17: 5
[14]
José Ignacio González Faus. La humanidad
nueva: ensayo de cristología. Sal Terrae. Santander (España) , 1984.
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