“No teman a los que
matan el cuerpo y no pueden matar el alma; teman más bien al que puede acabar
con cuerpo y alma en el fuego”
(Mateo
10: 28)
Lecturas:
1.
Jeremías 20: 10-13
2.
Salmo 68: 8-10;14;17 y 33-35
3.
Romanos 5: 12-15
4.
Mateo 10: 26-33
Durante los años 80 y
buena parte de los 90 en nuestro país fue dolorosamente común el asesinato de
personas honestas que denunciaban las depredaciones de narcotraficantes en
alianza con políticos y paramilitares. Fueron aquellos hombres y mujeres que,
en fidelidad a su conciencia y a sus responsabilidades con la sociedad, alzaron
su voz para denunciar, investigar y juzgar a quienes estaban enfrentados
delictivamente a las leyes, al bien común, a la ciudadanía. Su rectitud les
valió la muerte cruenta, sus relatos de vida deben seguir en nuestra memoria
para que no se olviden los valores esenciales que se refieren a la ética y a la
moralidad. Por nuestra mente y afecto desfilan periodistas, jueces, polícías,
algunos destacados políticos de probada honorabilidad, líderes sociales. Ahora
también – desde la firma de los acuerdos de paz con las FARC – se ha vuelto
habitual el asesinato de los líderes sociales, hasta marzo iban 442 ,
comenzando en octubre de 2016.[1]
Esto mismo ha sucedido
en diversos lugares del mundo. Lo trata , por ejemplo, la película “Z”[2]
del director Costa Gavras[3].
En la trama se asesina a un diputado de oposición que denuncia las componendas
del gobierno de derecha, luego se da el típico encubrimiento de los
responsables, la remoción del juez honesto empeñado en lograr justicia, y demás
elementos que caracterizan estas artimañas para ocultar la verdad y dejar los
crímenes en impunidad.
En el mundo cristiano,
las páginas de mayor gloria y coherencia son vividas por heroicos testigos de
la fe, a quienes designamos como mártires, palabra de origen griego que alude a aquellos que avalan con su vida el
significado de sus creencias y convicciones en seguimiento de Jesús, sin dar el
brazo a torcer ante los poderes que los sojuzgan.[4] La
Palabra de este domingo – cuando reanudamos el tiempo litúrgico ordinario – nos
esclarece el testimonio supremo de la fe en Dios y también nos invita a disipar
los temores que surgen de la cultura de la muerte.
Esta fue la que condenó a Jesús[5] a
ser crucificado , no soportaron sus
responsables la profunda libertad con la que vivía y hablaba de Dios Padre,
revelando su misericordia y su solidaridad con los seres humanos, denunciando
las inconsistencias de los poderes del mundo, poniendo el dedo en la llaga de
una religión que no estaba abierta ni a Dios ni al prójimo, preocupada mucho
más por su estructura ritual y jurídica.
Con ese mismo estilo anima a sus discípulos : “No teman a los que matan el
cuerpo pero no pueden matar el alma; teman más bien al que puede llevar a la
perdición alma y cuerpo en la Gehenna” .[6]
El capítulo 10 de Mateo
es llamado el discurso misional, en el que Jesús prepara a 72 discípulos para
la misión, haciéndoles algunas advertencias que se inscriben en ese talante de autonomía, de austeridad,
de servicio incondicional, de no dejarse permear por la ambición de poder y de
posesiones materiales.
El Señor alude especialmente a las persecuciones[7]
que pueden experimentar por el estilo contestatario y profético que El les
comunica, y a la actitud de poner en tela de juicio la lógica falsa de los poderes imperantes en
su momento: “Sepan que los envío como ovejas en medio de lobos. Sean, pues,
prudentes como las serpientes, y sencillos como las palomas. Guárdense de los
hombres, porque los entregarán a los tribunales y los azotarán en sus
sinagogas, serán conducidos ante gobernadores y reyes por mi causa, para que
den testimonio ante ellos y ante los paganos” . [8]
Jesús prefirió la
verdad desnuda de Dios, la de su Buena Noticia,
marcó así una tendencia
determinante para personas y comunidades que quieran tomar en serio el
asunto cristiano, no la cómoda instalación en un sistema de prácticas rituales
sino el seguimiento activo que aspira a
la mayor coherencia ética y espiritual.
En tiempos de Jesús[9]
los grupos de poder intimidaban a las personas, ocultaban la verdad y
manipulaban la realidad de los hechos a su antojo y, por supuesto, perseguían a
los insobornables profetas y a quienes, inspirados en la verdad de Dios,
confrontaban tales injusticias y mentiras. De esa misma injusticia y falsedad
se vive hoy en muchos ambientes sociales y políticos, también – penosamente –
en ambientes religiosos. Lo que hoy se
ha dado en llamar “postverdad” es una versión hipócrita y aparentemente sofisticada
de aquella pecaminosa actitud que
distorsiona la verdad y entroniza la mentira.[10]
Los cristianos de los
primeros tiempos estuvieron expuestos a las mismas amenazas. Se enfrentaban
al Imperio Romano que tenía el control
político y militar de Palestina, el país de Jesús, y también a los diversos
grupos sectarios de los judíos que veían en ellos a los seguidores de un
subversivo, blasfemo y hereje, condenado a muerte por tales delitos. Cada uno
de estos tenía sus intereses muy
definidos que , y no aceptaban el modo libre, solidario, despojado de
seguridades materiales, y afianzado en Dios, que animaba a estos primeros
seguidores de Jesús.
Anticipo de esto en el
Antiguo Testamento lo vivió el profeta Jeremías, del que proviene la primera
lectura de este domingo. En este hombre se ve una clara superación del
triunfalismo religioso y una explicitación de la preferencia de Dios por los
débiles y los humildes. Su testimonio es el de alguien escarnecido y humillado,
pero no intimidado por los poderosos que le perseguían: “Escuchaba las calumnias de la
turba: terror por doquier!
Denunciémosle! Todos con quienes me saludaba estaban acechando un
traspiés mío: a ver si se distrae y lo sometemos, y podremos vengarnos de él.
Pero Yahvé está conmigo como un campeón poderoso, por eso tropezarán al
perseguirme , se avergonzarán de su impotencia….” .[11]
Cómo es Dios causa de
esta independencia y de esta extraordinaria capacidad para no dejarse
atemorizar por violentos y detentadores del poder? Qué sucede en el interior de quien procede
así? Es, sin duda, una experiencia
profunda del Padre, igual a la de Jesús,
en quien se revela la intimidad del ser cuya felicidad no reside en esos
criterios mundanos de dominación y humillación de los débiles sino en la verdad
que libera y da sentido y esperanza.
El “no tengan miedo” de
Jesús a sus discípulos se inscribe en el contexto de la misión, Jesús se pone él
mismo como garantía que respalda a sus
seguidores y los anima a permanecer firmes en medio de las contradicciones: “Si
alguien se declara a mi favor ante los hombres, también yo me declararé a su
favor ante mi Padre que está en los cielos” .[12]
Finalmente, siguiendo
el espíritu de la segunda lectura, se
nos presenta a Pablo inmerso en ese mundo religioso que absolutiza la
justificación por el cumplimiento de la ley y por las minuciosidades del culto
fundamentalista. Este hombre, que
primero fue fariseo radical y perseguidor encarnizado de los discípulos de
Jesús, sabe que en esa fanática observancia no residen ni la verdad ni la
libertad. Pablo denuncia la incapacidad de los mecanismos habituales de la
religión para brindar a la comunidad una auténtica experiencia de sentido y de
genuina humanidad.
Esta consideración
previa nos ayuda a entender el contraste que ofrece la carta a los Romanos: “Por
un hombre entró el pecado en el mundo y, por el pecado , la muerte; y así la
muerte alcanzó a todos los hombres , puesto que todos pecaron…….”, pero
….. Si
por el delito de uno murieron todos, con cuánta más razón se han desbordado
sobre todos la gracia de Dios y el don otorgado por la gracia de un hombre,
Jesucristo!” . [13]
La alusión paulina no
es a la muerte física sino a una
religiosidad que pretendía justificar al ser humano por la acumulación de
méritos derivados del cumplimiento estrictísimo de la ley, como era el modelo
del judaísmo vigente en tiempos de Jesús. Es la letra que mata el espíritu!
Pablo[14]
establece la novedad que sucede en Jesucristo, gratuidad pura de Dios para la
humanidad, verdadera religión enraizada en la misericordia del Padre y en el
don que de si mismo ha hecho en Jesús. No es el poder de la ley el que salva
sino la desbordante gracia de Dios que se ofrece sin límites a todo el que
libremente quiera beneficiarse de este ofrecimiento.
[1]
Centro Nacional de Memoria Histórica.
Basta ya! Memorias de guerra y dignidad. CNMH. Bogotá, 2013. Marco Palacio.
Entre la legitimidad y la violencia: Colombia 1875-1994. Norma. Bogotá,
1995. Héctor Abad Faciolince. El olvido que seremos. Planeta. Barcelona,
2006. Laura Restrepo. Delirio. Santillana. Bogotá, 2003. Fabio Castillo.
Los jinetes de la cocaína. La Oveja Negra. Bogotá, 1987.
[3]
Director de cine franco-griego,
nacido en Atenas en 1933.
[4]
Andrea Riccardi. El siglo de los
mártires. Encuentro. Madrid, 2010. John Foxe. El libro de los mártires.
Clie. Madrid, 2002. Teresa Withfield. Pagando el precio: el asesinato de los
jesuitas en el Salvador. UCA editores. San Salvador, 2003. José María
Tojeira. El martirio ayer y hoy. UCA editores. San Salvador, 2005.
[5]
Rafael Aguirre Monasterio. La
mirada de Jesús sobre el poder. En Revista Teología y Vida No. 55 (2014),
páginas 83-104. Facultad de Teología, Pontificia Universidad Católica de Chile.
Christian Ducquoc. Jesús, hombre libre. Sígueme. Salamanca, 1976.
[6]
Mateo 10: 28
[7] Carlos Bravo Gallardo. Las
bienaventuranzas como contracultura. En Revista Christus , México D.F., No.
697 (1996), páginas 14-17
[8]
Mateo 10: 16-18
[9]
E.P. Sanders. Jesús y el judaísmo.
Trotta. Madrid, 2008.
[10]
Marc Amorós. Fake news, la verdad
de las noticias falsas. Plataforma. Barcelona, 2018.
[11]
Jeremías 20: 10-11
[12] Mateo 10: 32
[13] Romanos 5: 12.15
[14] Günther Bornkamm. Pablo de Tarso.
Sígueme. Salamanca, 2002.
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