domingo, 2 de agosto de 2020

COMUNITAS MATUTINA 2 DE AGOSTO 2020 DOMINGO XVIII DEL TIEMPO ORDINARIO

“Comieron todos y se saciaron. Y recogieron de los trozos sobrantes doce canastos llenos”

(Mateo 14: 20)

 

Lecturas

1.   Isaías 55: 1 – 3

2.   Salmo 144: 8 – 18

3.   Romanos 8: 35 – 39

4.   Mateo 14: 13 – 21

Hoy empezaremos estas reflexiones dominicales haciendo un contraste entre dos países. Qatar, considerado el país más rico del mundo, y Sudán del Sur, el más pobre. Esta referencia se hace teniendo en cuenta el informe anual que emite el PNUD, Programa de Desarrollo Humano de Naciones Unidas, siguiendo los indicadores correspondientes que establecen los diversos niveles de logro en materia de necesidades básicas satisfechas o insatisfechas. [1]

Qatar es un pequeño país del mundo árabe, con 11. 586 km², y una población de 2.500.000 habitantes, situado en el Golfo Pérsico, fronteras con Arabia Saudita y Bahrein. Su principal fuente de desarrollo económico es la industria petrolera, el  producto interno bruto PIB per cápita es de 128.000 dólares anuales, el desempleo está en el 0.7 %, también tienen producción petroquímica y son primeros exportadores mundiales de gas, no hay población en línea de pobreza. Su nivel de vida es similar al de Emiratos Árabes Unidos, cuyas imágenes de opulencia circulan frecuentemente en las redes sociales.

Mientras tanto, Sudán del Sur, en el nororiente de África, cerca del llamado “cuerno africano” en frontera con Etiopía, Kenia, Uganda, Sudán (del que se separó recientemente después de una cruenta guerra civil), tiene un área de 644.329 km², población de 13.500.000 habitantes, el producto interno bruto PIB genérico es de 1.700 dólares, el nomina es de 246 dólares per cápita,  su tasa de inflación anual es 379.8 %,  desempleo 22.33 %. El comentario final del informe consultado dice que sus habitantes tienen un bajísimo nivel de vida; es especialmente dramática la situación de la infancia, sometida a grandes hambrunas y al reclutamiento forzado para hacer parte de los grupos armados.  El conflicto con Sudán, de tipo étnico-religioso,  ha llevado a este país a una permanente crisis humanitaria, con altos niveles de violencia e inestabilidad institucional, que afectan seriamente la capacidad productiva, el poder adquisitivo de la población y la calidad de vida. Herencias irresponsables que “legaron” los colonizadores europeos a las naciones del África subsahariana, a partir de su “independencia” en los años sesenta. [2]

Por qué hacer tal contraste? Es posible que las cifras referidas no sean muy precisas, pero se aproximan bastante a la realidad.  Lo que pretendemos  es poner a consideración de los lectores  el gravísimo desequilibrio socio económico que hay en el mundo, señalando dos países como polos de riqueza y  de pobreza. En el centro del modelo económico que rige mayoritariamente hay un desequilibrio estructural, una desigualdad perversa que el sistema requiere para funcionar. Es decir, que se necesita que haya mayorías en miseria y en pobreza para que la economía planetaria funcione y se mantenga “equilibrada”. Lo ofrecemos a su reflexión en clave ética, humanista y espiritual.

Qué pensamos y sentimos ante esto? Cuál es nuestra reacción? Es “normal” la injusticia en la distribución de la riqueza, el acceso inequitativo a los bienes básicos de subsistencia, es “normal” que 1.300 millones de seres humanos, hoy en 2020, sean pobres en el más pleno sentido de la palabra? 736 millones de personas sobreviven al día con 1.90 dólares, 1.000 millones de niños viven en pobreza. Mientras Qatar es el país con mayor renta per cápita del planeta, Sudán del Sur está clasificado en el nivel más alto de estados frágiles o fallidos.[3]

En el ya lejano 1967 el Papa de esos años, Pablo VI, en su encíclica Populorum Progressio Sobre el Desarrollo de los Pueblos, señalaba con claridad profética la extrema injusticia de la economía mundial junto con la cruel desigualdad que la acompaña. También la palabra de Juan Pablo II, de Benedicto XVI y de Francisco han llamado la atención con altísima severidad sobre la materia.[4] El mundo no puede vivir tranquilo en este “desorden establecido”. Dónde queda nuestra concepción y práctica de la dignidad humana? [5]

La Palabra que se nos propone en este domingo tiene su centro en el gesto simbólico de Jesús cuando multiplica peces y panes, según el relato de Mateo 14: 13-21: “Al atardecer se le acercaron los discípulos y le dijeron: El lugar está deshabitado , y la hora es ya avanzada. Despide, pues, a la gente, para que vayan a los pueblos y se compren comida. Mas Jesús les contestó: denles ustedes de comer. Replicaron ellos: no tenemos aquí más que cinco panes y dos peces. El dijo: tráiganlos acá. Entonces ordenó a la gente acomodarse sobre la hierba; tomó luego los cinco panes y los dos peces, y levantando los ojos al cielo, pronunció la bendición y, partiéndolos, dio los panes a los discípulos, y estos a la gente. Comieron todos y se saciaron”. [6] Es central en el proyecto de Jesús la lógica de la mesa que se comparte para todos en igualdad de condiciones, el Reino de Dios y su justicia se distingue por la acogida a todos, por la comunión de bienes, por la cultura de la solidaridad, por el reconocimiento del prójimo como referente central de todo proyecto de vida que pretenda ser auténtico. El gesto de Jesús es de la más notable elocuencia,  significa que en la óptica de Dios la acogida al ser humano es universal,  solidaridad, misericordia y compasión para todos. [7] La riqueza que se acumula sin projimidad es abiertamente inmoral.

Dios no tiene límites en materia de vitalidad, eso es lo suyo propio y es lo que manifiesta el texto de Isaías, primera lectura de este domingo: “ ¡Atención, sedientos! , vengan por agua, también los que no tienen dinero: vengan, compren trigo, coman sin pagar, vino y leche gratis”.[8]

 Estas palabras tienen su contexto en la expectativa que tiene Israel con respecto a una nueva época en la que todos  tendrán derecho a la participación justa y equitativa en los bienes de la vida, como una de las más notables señales de la era mesiánica, tiempo de vida inagotable y de plenitud.

Cómo presentar este mensaje en medio de tantas mezquindades que generamos los humanos? Cómo contrastar con vigor el carácter gratuito de Dios con estas milimetrías del capital, desmedido para unos pocos, negando a la inmensa mayoría el sustento digno, la mesa bien servida, las posibilidades de participar con justicia en aquello a lo que se tiene derecho  limitado por el egoísmo de las estructuras socioeconómicas y por las decisiones de poderosos comprometidos con esta  economía desalmada?

La invitación del profeta marca una oposición que pone en tela de juicio el pecado de Israel, olvidando a   Dios y a las personas más débiles, magnificando su poder y  sus riquezas,  como sucede hoy en la sociedad de consumo, anestesiada en su mar de comodidades, en su individualista cultura de bienestar, en sus intereses inmediatistas, utilitarios, totalmente desconocedora de la dimensión de lo gratuito.

Cómo es nuestra sensibilidad ante el dolor y las carencias de tantas personas?  Sentimos como propios los sufrimientos de otros? Salimos del paso haciendo ofrendas y limosnas de ocasión? Tranquilizamos la conciencia dando cosas sin comprometernos? Nos limitamos a la piadosa frase “pobrecitos”? Y seguimos dedicados al cultivo de nuestros intereses? Nos parece que la pobreza es algo natural que necesitan las mismas estructuras de la sociedad para mantener el equilibrio de la economía? Qué pensamos del despilfarro, de esta sociedad que produce deshechos a montón, golpeando también la madre naturaleza y desperdiciando con el más alto nivel de irresponsabilidad?

El gesto de Jesús es uno de los indicativos del reino de Dios y su justicia, que se inaugura con El mismo: es la mesa servida, ilimitada, generosa, acogiendo a cada persona en la lógica de bienaventuranza que se desprende del amor del Padre.

En el relato hay una clarísima alusión a la sacramentalidad eucarística, el pan que congrega en una misma mesa a los hombres y mujeres entendidos y asumidos como hermanos, la vida eterna contenida en este don, que es el mismo Señor Jesús, no se puede completar si no está referida a la justicia, al reconocimiento del derecho  que tienen todos al sustento que les corresponde.[9] La extrema sencillez de la narración es intencional ,  Jesús nos está diciendo que si Dios nos interesa,  es imperativo que esto se manifieste en nuestro interés por la humanidad sufriente.  No podemos ser de Dios  si no pertenecemos a la gente, a la sufrida gente, a la que tiene hambre, a la que desplazan, a la que no  pagan lo justo y lo debido, a la que se subestima  y maltrata, a la que siempre lleva las de perder, porque ellos son  los favoritos del Señor.[10]

Con el relato de Mateo, Jesús exige a sus discípulos – y, en consecuencia, a nosotros – ser gestores de solidaridad, les desarma los pretextos que le exponen para despedir a la multitud, los confronta para que hagan lo máximo posible para que todos coman y queden satisfechos. No hay  dispensa que nos exima de esta responsabilidad .

Lo que nos acerca a Dios y al prójimo no es la abundancia de rituales y de ceremonias perfectas, sino el corazón convertido que se torna eficiente en el ejercicio de esta ética de la projimidad. Ahora, con los templos cerrados y con las posibilidades del culto litúrgico bien limitadas, Dios nos está invitando a repensar la vida, la religión, el uso de los bienes materiales, a “re-inventarnos” en la solidaridad, en la seriedad con la que asumimos a ese “otro” con sus reclamos de justicia y de dignidad. Hay mucha gente “brava” porque no hay misas ni procesiones, ojalá esa braveza la evidenciaran haciéndose cargo de estos retos que con la pandemia se tornan más dramáticos y evidentes. [11]

 



[1] PNUD. Informe sobre desarrollo humano 2019: más allá del ingreso, más allá de los promedios, más allá del presente. Desigualdades del desarrollo humano en el siglo XXI. New York. Naciones Unidas, 2019.

[2] Franz Fannon. Los condenados de la tierra. Fondo de Cultura Económica. México D.F. 1965.Erik García Moral. Breve historia del África subsahariana. Nowtilus. Madrid, 2017. Jean Ziegler. El hambre en el mundo explicada a mi hijo. El Aleph. Barcelona, 2010. Roberto Ceamanos Llorens. El reparto de África: de la conferencia de Berlín a los conflictos actuales. La Catarata. Madrid, 2016.

[3] Joseph E. Stitglitz. Malestar en la globalización. Taurus. Madrid, 2002; El precio de la desigualdad. Taurus. Madrid, 2012. Thomas Piketty. El capital en el siglo XXI. Fondo de Cultura Económica. México D.F., 2014.

[4] Pablo VI. Encíclica Populorum Progressio Sobre el Desarrollo de los Pueblos. Tipografía Vaticana, 1967. Juan Pablo II. Laborem Exercens Carta Encíclica sobre el Trabajo. Tipografía Vaticana. Roma, 1981. Encíclica Centesimus Annus en el centenario de Rerum Novarum. Tipografía Vaticana. Roma, 1991. Sollicitudo Rei Socialis. Tipografía Vaticana. Roma, 1987. Benedicto XVI. Caritas in Veritate. Tipografía Vaticana. Roma, 2009. El magisterio social del Papa Francisco es permanente, es una de las líneas fuerza de su pontificado, sus referencias a las poblaciones “descartadas y descartables” por el modelo neoliberal es preocupación constante de su ministerio, la confrontación a los países de Europa Occidental por su intransigencia ante la fuerte migración africana, siria y paquistaní también ocupa su sensibilidad.

[5] CELAM Consejo Episcopal Latinoamericano. Enseñanza de la Doctrina Social de la Iglesia en la Universidad. Centro de Publicaciones del CELAM . Bogotá, 2011.

[6] Mateo 14: 15-20

[7] Jon Sobrino. El principio misericordia. UCA Editores. San Salvador, 2012. Fuera de los pobres no hay salvación. UCA Editores. San Salvador, 2009.

[8] Isaías 55: 2

[9] José María Castillo. Donde no hay justicia no hay eucaristía. En http://www.servicioskoinonia.org/biblioteca/bibliodatos1.html?teol01 José Ignacio González Faus. Símbolos de fraternidad: Sacramentología para empezar. Cristianismo y Justicia. Barcelona, 2007.

[10] José ignacio González Faus. Vicarios de Cristo: los pobres. Cristianismo y Justicia. Barcelona, 2013.

[11] Pedro Trigo. Distinción entre orden establecido y realidad: por honradez con la realidad. Publicado en Revista Latinoamericana de Teología, número 105, septiembre-diciembre 2018, páginas 269-285. Centro de Reflexión Teológica. Universidad Centroamericana. San Salvador.

No hay comentarios:

Publicar un comentario

Archivo del blog