domingo, 23 de agosto de 2020

COMUNITAS MATUTINA 23 DE AGOSTO DOMINGO XXI DEL TIEMPO ORDINARIO

“Quien dicen los hombres que es el Hijo del hombre?”
(Mateo 16: 13)
Lecturas:
1.   Isaías 22: 19-23
2.   Salmo 137: 1-8
3.   Romanos 11: 33-36
4.   Mateo 16: 13-20

El cristianismo, en sus diversas vertientes doctrinales e históricas, es la religión más difundida en el mundo. Se estima en unos 2.500 millones de creyentes,  distribuídos así: 1.225 millones de católicos, 500 millones de protestantes, 300 millones de ortodoxos, 475 millones en las neo iglesias surgidas a partir del siglo XIX, principalmente las llamadas neopentecostales. Todas estas iglesias y congregaciones convergen en la persona de Jesucristo, Señor y Salvador. Se espera de todas ellas un alto nivel de coherencia en la vivencia y práctica del espíritu original de Jesús, de su modo propio condensado en las bienaventuranzas, de su manera de comunicar a Dios como padre compasivo y misericordioso, de su ética de la projimidad, de su disposición para el servicio y la fraternidad.[1]
No se puede poner en duda el alto nivel de autenticidad y seriedad espiritual de muchos de estos creyentes, también del influjo que la fe cristiana ha ejercido en la configuración de sociedades y culturas. Pero, dadas las demandas del mismo Jesús en materia de fidelidad y de responsabilidad en las implicaciones de seguir su camino, es preciso que nos sometamos a un riguroso control de calidad, en el que la pregunta del mismo Jesús  – formulada en el evangelio que la Iglesia nos propone este domingo – es desafiante invitación a un juicioso examen de conciencia: “Tras llegar Jesús a la región de Cesarea de Filipo, hizo esta pregunta a sus discípulos: Quien dicen los hombres que es el Hijo del Hombre? Ellos respondieron: unos que Juan el Bautista; otros, que Elías; otros, que Jeremías, o uno de los profetas. El les preguntó: pero, ustedes, quien dicen que soy yo?”.[2]
La exigencia  de esta pregunta también es para nosotros, los cristianos del siglo XXI. Ella se puede ampliar con la cuestión de fondo: somos fieles al espíritu original del Señor Jesús? Por qué, en nombre suyo, se han emprendido guerras, fundamentalismos opresores, cruzadas beligerantes, persecuciones, exclusiones y condenas morales, posturas intransigentes y anatemas, desconocimiento de la verdad de otras tradiciones creyentes, violencia de lo sagrado? La “gloria” de las estadísticas con sus números generosos no nos puede hacer dormir sobre los laureles, se impone poner entre paréntesis esa millonada de adeptos para dejar que el mismo Señor nos interrogue por nuestros niveles de coherencia. A eso queremos ir con la pregunta del evangelio de este domingo.
En su bello y profundo libro “Imágenes deformadas de Jesús”, el teólogo francés Bernard Sesboüé [3]se dedica a estudiar con rigor las respuestas a la pregunta que el mismo Jesús formula a Pedro y a los discípulos: “Quien dice la gente que es el Hijo del hombre?” ,[4] ratificada con esta más directa: “Y ustedes,  quien dicen  que soy?” .[5] Responder a esta cuestión fundamental ha de ser tarea de siempre en el ejercicio de la fe cristiana.  [6]
Atender a este requerimiento es  realidad  de fondo que interpela a cada creyente :
-      Si estamos llevados simplemente por una inercia religiosa de tipo sociocultural, en la que la adscripción al cristianismo es uno más de los elementos de identidad social, acostumbrados a ser cristianos sin mayores incidencias en la generación de una manera de vivir cualificada por el Evangelio. Es una religiosidad de formalidades sociales, adoptadas porque la mayoría tiene esa adscripción, pero esta no genera procesos de fondo en los que realmente se asuma a Jesús como realidad que define las opciones y los proyectos de vida. [7]
-      Si nuestro cristianismo se inclina por definiciones incompletas de Jesús, mucho más divino que humano, o viceversa; un Jesús milagrero, con rasgos de extraterrestre, desentendido de la humanidad, especialmente de sus aspectos más dramáticos y dolorosos.
-      O también el ejercicio de una fe condicionada por el sentimiento trágico de la vida, en la que se exalta en demasía el sufrimiento del Señor, con la abundante expresión de la religiosidad popular que no atina a detectar el fundamento pascual de la condición cristiana.
-      O un Jesús melifluo y sentimental, ingenuo, sin la perspectiva crítica que se requiere para captar las complejidades de la humanidad y de la historia, con la consiguiente evidencia de prácticas religiosas aisladas de la realidad.
-      O un Jesús reducido   a ser caudillo y revolucionario social, identificado con determinadas tendencias políticas, convirtiéndolo en el gestor de unas reivindicaciones de justicia, realidades que en principio  son legítimas  pero que no agotan todo lo que la auténtica tradición cristiana afirma y vive sobre la totalidad del misterio del Señor Jesucristo.[8]
Sean estas reflexiones un llamado  para volver al diálogo que propone el evangelio de este domingo, que así nos sintamos interpelados por el mismo Jesús que hace preguntas serias a nuestra fe, a la manera como asumimos su seguimiento y a la configuración de nuestra humanidad con la de El.
La respuesta que da Pedro a Jesús es altamente comprometedora, es la  profesión de fe de la primera comunidad cristiana: “Tú eres el Mesías, el Hijo de Dios vivo” ,[9] escueta y densa formulación  que condensa la convicción  de las primeras comunidades cristianas, que luego vendrá a ser heroico testimonio en la vida de esas cristiandades originales, acreditadas a menudo con el martirio y la persecución.
Cómo respondemos nosotros,   desde este siglo XXI, a   tal interrogante? Nos aventuramos a vivir la fe en   el Señor Jesús con  todas las implicaciones de su divinidad y de su   humanidad?  Se refleja eso en nuestro ser cotidiano, en la totalidad de dimensiones que  constituyen nuestra condición humana, en la construcción de una historia que refleje coherentemente la dignidad humana, con todas sus evidencias de justicia, solidaridad, promoción del bien común, respeto por la diversidad, inclusión, fraternidad y apertura definitiva a la trascendencia de Dios?[10]
Creer en Jesús, seguir a Jesús, no es  asunto limitado a  momentos rituales o a formalidades de religiosidad sociocultural. Su proyecto pretende abarcar la totalidad de la existencia y determinar la opción fundamental de las personas que se acojan a esta oferta : “Pero esto no tiene nada que ver con lo que han aprendido de Cristo si es que han oído hablar de él y en él han sido enseñados conforme a la verdad de Jesús: en cuanto a su vida anterior, despójense del hombre viejo, que se corrompe dejándose seducir por deseos rastreros, renueven su mente espiritual y revístanse del Hombre Nuevo, creado según Dios, que se manifiesta en una vida justa y en la verdad santa” .[11]
Unida a la profesión de fe y al reconocimiento de la identidad de Jesús viene la misión que él confía a Pedro, como persona que vincula y cohesiona a la primera comunidad de cristianos:   “Jesús le dijo: dichoso tú, Simón, hijo de Jonás, porque no te lo ha revelado nadie de carne y hueso, sino mi Padre del cielo! Pues yo te digo que tú eres Pedro y sobre esta piedra constituiré mi Iglesia, y el imperio de la muerte no la vencerá”.[12]
Qué sentimientos y  preguntas provoca en   nosotros Pedro, primero invadido de temores y de imaginarios mundanos, y luego el más corajudo de los apóstoles?  Pedro, pastor de la primera comunidad de cristianos de Roma, es la roca en la que se afianza la solidez evangélica de la Iglesia. Es el gran afirmador del Señor Jesús, lo ratifica  con la ofrenda martirial de su vida,  da testimonio de la esperanza definitiva con la que Dios garantiza que todo lo humano adquiere plenitud gracias a la mediación liberadora del Señor Jesucristo. El ministerio de Pedro , ejercido por el Obispo de Roma, es factor de comunión de todas las iglesias particulares, él garantiza también la unidad en la pluralidad, afirma la profesión esencial de reconocer en Jesucristo la plena definición salvífica de Dios para la humanidad, promueve la diversidad de carismas, es paradigma de servicio y de apertura generosa a todas las culturas en las que se encarna la fe cristiana y la comunión eclesial.
El servicio de Pedro no puede ser un poder del mundo, ejercido con talante autoritario y vertical, sino servicio,  y este consiste en el anuncio de la Buena Noticia del Padre Dios presentada por el Señor Jesús para que la humanidad halle el más auténtico sentido de la existencia.[13] El cristianismo, en la diversidad de sus denominaciones, no es genuino si se queda en los rituales masivos, o en el triunfalismo de sus estadísticas: “Al contrario, den culto al Señor, Cristo, en su interior, siempre dispuestos a dar respuesta a quien les pida razón de su esperanza”. [14]





[1] Hans Küng. El cristianismo.  Trotta. Madrid, 1997. José Antonio Pagola. Jesús: aproximación histórica. PPC. Madrid, 20010. Carlos Uribe Celis. Jesús: la historia alternativa. Debate. Bogotá, 2018. John Dominic Crossan. El nacimiento del cristianismo. Sal Terrae. Santander, 2002. Paul Johnson. La historia del cristianismo. Maxi. Barcelona, 2017.
[2] Mateo 16: 13-15
[3] Bernard Sesboüé SJ. Imágenes deformadas de Jesús. Mensajero. Bilbao, 1999.
[4] Mateo 16: 13
[5] Mateo 16: 15
[6] Rinaldo Fabris. Jesús de Nazareth: historia e interpretación. Sígueme. Salamanca, 1995. J.P. Meier. Un judío marginal: nueva visión del Jesús histórico. Verbo Divino. Estella, 2004. Es una compleja obra en varios volúmenes, en ella el autor da cuenta exhaustiva de la figura histórica de Jesús y de la diversidad de interpretaciones que lo abordan. Juan Luis Segundo. El hombre de hoy ante Jesús de Nazareth. Cristiandad. Madrid, 1989.
[7] Jesús Andrés Vela. Reevangelización: el primer anuncio del Evangelio a bautizados no cristianos. Facultad de Teología, Universidad Javeriana. Bogotá, 2012.
[8] Gabino Uríbarri. Ante los retos a la cristología de parte de la actual cultura plural. Publicado en revista Teología y Vida volumen 58 número 2. Pontificia Universidad Católica, Santiago de Chile. Se recomienda ver el número completo 326 de la Revista Internacional de Teología CONCILIUM Jesús como el Cristo en la actual encrucijada cultural. Verbo Divino. Estella, 2008. Albert Nolan. Jesús hoy: una espiritualidad de libertad radical. Sal Terrae. Santander, 2011.
[9] Mateo 16: 16
[10] Autores varios. Ser cristiano en el siglo XXI: reflexiones sobre el cristianismo que viene. Universidad Pontificia de Salamanca, 2001. Luis González-Carvajal. Los cristianos del siglo XXI. Sal Terrae. Santander, 2001.
[11] Efesios 4: 20-24
[12] Mateo 16: 17-18
[13] Carlos Schickendantz. Hacia una nueva forma de ejercicio del ministerio de Pedro: consideraciones históricas y teológicas. Publicado en revista Teología y Vida volumen 41, número 2. Pontificia Universidad Católica de Chile. Santiago, 2000. Jean Marie Tillard. El obispo de Roma. Sal Terrae. Santander, España, 2006.
[14] 1 Pedro 3: 15

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