sábado, 23 de diciembre de 2023

COMUNITAS MATUTINA 24 DE DICIEMBRE 2023 DOMINGO IV DE ADVIENTO CICLO B

 

“No temas, María, porque Dios te ha favorecido. Concebirás y darás a luz un hijo, y le pondrás por nombre Jesús; él será grande y será llamado Hijo del Altísimo”

(Lucas 1: 30-32)

Lecturas:

1.      2 Samuel 7: 1-16

2.     Salmo 88

3.     Romanos 16:25-27

4.     Lucas 1: 26-38

Desde los comienzos de nuestra formación en la fe cristiana escuchamos hablar de conceptos como historia de salvación, proyecto y voluntad de Dios. Las lecturas de este cuarto domingo de Adviento se sitúan en esa línea y nos ayudan a comprender y apropiar esas realidades: felizmente ellas nos implican a todos.   Tenemos suficientemente claro que Dios se inserta en la historia real de la humanidad, en la vida cotidiana de todos, esa salvación trabaja en lo normal de cada día, no es un espacio lejano, distante de nuestras inquietudes existenciales, Dios siempre actúa entre nosotros, con nosotros, para nosotros;  es un Dios que habla a través de lo humano, se significa eficazmente en lo humano, este es un principio esencial de la encarnación.[1] Es decir, nuestro Dios coincide salvíficamente con nuestra historia, y su voluntad se orienta a hacernos plenamente felices, realizados, liberados y salvados del pecado, de la muerte y de la injusticia. Este es el proyecto divino. De nuevo, dejémonos sorprender por este apasionante Dios implicado-encarnado-comprometido-solidariamente salvífico con nuestra condición humana! [2]

Tal historia sucede a través de personas concretas, es lo que queremos decir cuando afirmamos que los seres humanos somos relato de Dios o llamados a serlo.[3] La Palabra de este domingo se fija en dos personajes centrales de la historia bíblica: el rey David y María, madre de Jesús. Ellos son relato de Dios, históricos, reales. El primero, convertido después de un gravísimo pecado que le fue enrostrado por el profeta Natán, es el rey de Israel por excelencia, reconocido como cabeza de la descendencia del Mesías;  la segunda, impecable, inmaculada, plenamente dispuesta para dejar que Dios aconteciera en ella, mujer teologal en la totalidad de su ser y de su quehacer. [4]

El relato que nos presenta hoy 2 Samuel es una elaboración teológica en torno a la figura de David, que fue para los israelitas el rey más grande de toda su historia, sólo comparable a Moisés y a Elías. David viene a ser un nuevo patriarca, padre de la gran dinastía de Israel, como Abrahán en los momentos iniciales fue el padre de todo el pueblo elegido. Con esta promesa divina, David se carga de futuro, su nombre se convierte en referente que atraviesa toda la historia de los israelitas, se le constituye en principio de una descendencia que será bendita y favorecida por Dios. De sus entrañas saldrá el Mesías de la nueva humanidad.[5]

No estamos ante narraciones históricas en sentido estricto, sino ante interpretaciones que dan un significado teológico a esa historia, es Dios interviniendo en los hechos que dan significado trascendente a la vida de estos creyentes, configurando su identidad, constituyéndose en principio y fundamento de todo su devenir. En el horizonte permanece la promesa del Mesías, como garantía de que Yahvé se empeña  en manifestarse dando salvación y liberación. Esto es esencial para comprender la teología de la historia que se propone en el Antiguo Testamento,[6] en evolución hacia la plenitud de los tiempos en la persona de Jesús.

En ese contexto, los primeros seguidores de Jesús, asumieron ese concepto para encauzar su comprensión de Jesús – siempre en el salto cualitativo de lo histórico a la experiencia de la fe - . El sería el Hijo de David, el Mesías enviado, en el que se cumple la promesa. Ahora, esta primera comunidad de cristianos, lo asume como aquel cuyo reino no tendrá fin, según profesamos en el credo. El mismísimo Dios es el aval de la historia de Israel, en el que se tipifica la humanidad entera, él es la razón de nuestra esperanza: “Estén siempre dispuestos a defenderse delante de cualquiera que les pida razón de la esperanza que ustedes tienen”. [7] Es esencial que  nos sintamos insertos en esa historia, no de modo anónimo ni ocasional, sino con plena identidad ante El,  porque cada ser humano es opción preferencial de Dios, esta historia discurre para que nuestra vida llegue a su plenitud de sentido,  a la salvación: “A Aquel que puede consolidarlos conforme a mi Evangelio y a la predicación de Jesucristo: la revelación de un misterio mantenido en secreto durante siglos eternos, pero manifestado ahora por las Escrituras que lo predicen, por disposición del Dios eterno, dado a conocer a todos los gentiles para que acojan la fe”. [8]

En el diario discurrir de nuestra vida nos inmediatizamos, llenos de actividades y de compromisos, con vaivenes de diferente signo, unos constructivos y saludables, y otros dolorosos y dramáticos, sumergidos en ese maremágnum de cosas no captamos el horizonte de plenitud en el que Dios se nos manifiesta articulando coherentemente todo nuestro proceso. Sean estos días de Adviento estupenda oportunidad para considerar todo lo que somos y hacemos en esta perspectiva teologal, salgamos adelante a la loca navidad del consumismo y de las compras desenfrenadas para contemplar el misterio apasionante de este Dios que se “toma” la humanidad para hacerla libre, digna y  trascendente, .[9]

La referencia a David en los términos en que lo formula el texto de 2 Samuel es claramente una elaboración desde la fe. El pueblo de Israel vió en él al rey y líder perfecto, aún a sabiendas del gravísimo pecado que cometió, según se narra en 2 Samuel 11 y 12. Luego de ese incidente, confrontado con extrema dureza por el profeta Natán, el relato refiere que el rey emprendió una vida ciento por ciento identificada con Yahvé y con el futuro del pueblo a él confiado. Al autor de este escrito le interesa principalmente llamar la atención sobre el significado de una vida asumida en clave teologal y cómo ella se perpetúa para siempre, convirtiéndose en la estirpe de la que surgirá el Mesías definitivo. Plantear aquí el asunto de David, su gravísimo pecado y posterior conversión, pretende ser un reflejo biográfico del ser humano, nuestra eterna historia de amor y desamor, de dejarnos tomar por Dios y apartarnos de El.

Estamos en el umbral  de Navidad,  no nos podemos reducir a una celebración de  algo puntual, a unos días de fiesta y de regalos, a algo que se cumple como una parte  de la gran lista de quehaceres, para volver  luego  a la existencia gris, saturada de monotonía. Es tiempo de plantearnos a fondo el sentido total de nuestra fe, de nuestro proyecto de vida, de los valores y prioridades que la orientan, de las opciones que hacemos sobre esas bases, de las consecuencias de lo que decidimos. Es el Dios manifestado en la fragilidad del Niño de Belén el elemento constitutivo de nuestras vidas? Nos sentimos herederos de la promesa hecha a David? Nos identificamos con el sí de la joven María?

Cualquier día en la pequeñez de aquella aldea llamada Belén una jovencita humilde, sincera mujer de fe,[10] dispuesta con generosidad para estas aventuras del buen Dios, experimenta el llamado que se nos relata en el evangelio de Lucas, también recordando que se trata de un texto teológico que trasciende la puntualidad de lo simplemente biográfico para ingresar en el horizonte de sentido definitivo de la vida: “El Angel entró en su casa y la saludó diciendo: Alégrate, llena de gracia! El Señor está contigo. Al oír estas palabras, ella quedó desconcertada y se preguntaba qué podría significar aquel saludo. Pero el Angel le dijo: No temas María, porque Dios te ha favorecido: Concebirás y darás a luz un hijo, y le pondrás por nombre Jesús; él será grande y será llamado Hijo del Altísimo” .[11]

Dios sucede en el reverso de la historia, en lo discreto y silencioso, su modo de proceder es sorprendente . Esto del Dios que acontece con tanta fuerza en el mundo de los pobres no es un lugar común. El modo de proceder de Dios  se expresa así, en palabras de María: “Desplegó la fuerza de su brazo, dispersó a los de corazón altanero. Derribó a los potentados de sus tronos y exaltó a los humildes. A los hambrientos colmó de bienes y despidió a los ricos con las manos vacías”. [12] El  estilo de Dios es de pequeñez y abajamiento,  también su denuncia del vano honor de los poderosos y de todas las soberbias que nos envuelven.   Se fija en los desposeídos y escoge así a esta mujer para que sea ella el medio humano en el que acontece el misterio de la encarnación. María, una mujer sin arrogancia, con total  sentido de las cosas de Dios, discreta y sabia, es la cuna humana del adorable misterio de la encarnación, en el que El toma definitivamente el camino de lo humano para hacerse relevante en nuestra historia, asumiéndola para salvarla del pecado y de la muerte.

La sorprendida María pregunta al mensajero, y se lanza a la aventura de Dios, su disposición contiene el sí más salvífico de la historia humana: “Yo soy la servidora del Señor, que se cumpla en mí lo que has dicho” .[13]

David, consciente de su pecado y abierto al don de Dios, es referente para nuestros relatos de vida cuando, en similares circunstancias , descubrimos que no es la afirmación vanidosa de nuestro ego la que nos llena de sentido sino la apertura radical al don de Dios, que nos hace libres y nos dignifica. María, la madre de la feliz esperanza, identifica todas nuestras expectativas de felicidad y de salvación,  y las resume en su Hijo,  definitiva presencia liberadora de Dios en nuestra historia. [14]

Antonio José Sarmiento Nova, S.J.

 



[1] SANCHEZ HERNANDEZ, Olvani.  Qué significa afirmar que Dios habla? Del acontecer de la revelación a la elaboración teológica.  Bonaventuriana. Bogotá, 2007. ELLACURÍA, Ignacio.  Historia de la salvación. En https://www.redicces.org.sv/jspui/bitstream/10972/1188/1/RLT-1993-028-A.pdf  SÍNODO DE LOS OBISPOS XII ASAMBLEA GENERAL. La Palabra de Dios en la historia. Librería Editrice Vaticana. Ciudad del Vaticano, 2008. GRILLI, Massimo & DORMEYER, Detlev. Palabra de Dios en lenguaje humano. Lectura de Mateo 18 y de 1-3 a partir de su instancia comunicativa. Verbo Divino. Estella, 2004.

[2] PRONZATO, Alessandro. La sorpresa de Dios. Sígueme. Salamanca, 1979. VIVES PÉREZ, Pedro Luis. La encarnación como acontecimiento trinitario. En Scripta Theologica , año XXXII número 63-64; páginas 67-106. Universidad de Navarra. Pamplona, 2022. LIBANIO, Joao Batista. El proyecto de Dios y su encarnación en la historia. En https://www.sjweb.info/documents/cis/pdfspanish/200711504sp.pdf GELABERT BALLESTER, Martín. UN Dios capaz del hombre. Humanidad en Dios, divinización del hombre. En Carthaginensia volumen XXXV, número 67; páginas 35-51. Instituto Teológico de Murcia Franciscanos. Murcia, enero-junio 2019. GUDIEL CAÍN, Hugo. Zubiri y la encarnación del Verbo de Dios. En https://www.redicces.org.sv/jspui/bitstream/10972/2263/1/RLT-2012-085-E.pdf FERRANDO, Miguel Angel. Interpretación, verdad y encarnación de la Palabra de Dios. Conferencia Episcopal de Chile. Santiago, 2009.

[3] SCHYLLEEBECKX, Edward. Los hombres, relato de Dios. Sígueme. Salamanca, 1999. ALFARO, Juan.  De la cuestión del hombre a la cuestión de Dios. Sígueme. Salamanca, 2001. MONDIN, Battista.  La expresión del misterio revelado en el lenguaje humano. En  Scripta Theologica número 24, páginas 813-837. Universidad de Navarra. Pamplona, 1992.

[4] FORERO BUITRAGO, Samuel. María, virgen y madre, formó su humanidad en la gracia. En  Albertus Magnus, volumen 4 número 2, páginas 11-24. Universidad de Santo Tomás. Bogotá, julio-diciembre 2012. ALSON, Javier & LAROCCA, Antonio. María y La Palabra En https://www.udayton.edu/imri/mary/_resources/docs-pdfs/es/maria-y-la-palabra.pdf GARCÍA PAREDES, José Cristo Rey. Mariología. Biblioteca de Autores Cristianos BAC. Madrid, 2006; María en la fe de la Iglesia. Aula de Teología de la Universidad de Cantabria. Santander, 19 de febrero de 2013. NAVIA VELASCO, Carmiña. María, la mujer que consuela. En Albertus Magnus volumen volumen 4 número 2, páginas 41-57. Universidad de Santo Tomás. Bogotá, julio-diciembre 2012. JOHNSON, Elizabeth. Verdadera hermana nuestra, teología de María en la comunión de los santos. Herder. Barcelona, 2005.

[5]  PAGÁN, Samuel.  El rey David: una biografía no autorizada. Clie. Barcelona, 2013. SILBERMAN, L. & FINKELSTEIN, N.A. David y Salomón. Siglo XXI Editores. Madrid, 2007.

[6] FERRADA MOREIRA, Andrés. Teología e historia en el Antiguo Testamento. En  Teología y Vida, volumen 52 páginas 369-389.  Pontificia Universidad Católica de Chile. Santiago, 2011.  BAENA BUSTAMANTE, Gustavo.   Fenomenología de la revelación: teología de la biblia y hermenéutica. Verbo Divino. Estella, 2011. TORRES QUEIRUGA, Andrés. Recuperar la salvación: para una interpretación liberadora de la experiencia cristiana. Sal Terrae. Santander, 1995. VON RAD, Gerhard. Teología del Antiguo Testamento. Volumen 1: Las tradiciones históricas de Israel. Sígueme. Salamanca, 1993. CHILDS, Brevard. Teología Bíblica del Antiguo y del Nuevo Testamento. Sígueme. Salamanca, 2011. LOPEZ, Edgar Antonio. Teología de la historia como teología de la acción. En Theologica Xaveriana volumen 65, número 80; páginas 471-496. Pontificia Universidad Javeriana. Bogotá, 2015.

[7] 1 Pedro 3: 15

[8] Romanos 16: 25-26.

[9] SEGURA, Harold.  Adviento: esperanza que transforma. Lupa Protestante. San José de Costa Rica, 2014. RATZINGER, Joseph (Benedicto XVI).  Ser cristiano. Desclée de Brower. Bilbao, 2007. En este libro del Papa Ratzinger recomendamos la lectura atenta del capítulo 1 Estamos salvados? Y dentro del mismo el parágrafo titulado “El cristianismo como adviento”, páginas 15-33. ACCION CATOLICA ARGENTINA. Reflexiones de Adviento. En https://www.accioncatolica.org.ar/wp-content/uploads/2016/11/Textos-para-profundir.pdf

[10] FORTE, Bruno.  María, la mujer ícono del misterio. Sígueme. Salamanca, 2001. LAMET, Pedro Miguel. Las palabras calladas: diario de María de Nazareth. Belaqua. Barcelona, 2004. GEBARA, Ivone & LUCHETTI BINGEMER, María Clara. María. En ELLACURÏA, Ignacio & SOBRINO, Jon. Mysterium Liberationis. Conceptos fundamentales de la Teología de la Liberación, volumen 1; páginas 601-618. UCA Editores. San Salvador, 2008.  

[11] Lucas 1: 28-32

[12] Lucas 1: 51-53

[13] Lucas 1: 38

[14] GONZÁLEZ DORADO, Antonio. De María conquistadora a María liberadora: mariología popular latinoamericana. Sal Terrae. Santander, 1988. BOFF, Leonardo.  El rostro materno de Dios: ensayo interdisciplinar sobre lo femenino y sus formas religiosas. Paulinas. Madrid, 1984. BARRADO BARQUILLA, José. Las “pobrezas de María”. En Albertus Magnus volumen 4, número 2, páginas 73-92. Universidad de Santo Tomás. Bogotá, julio-diciembre 2012. ESPEJA, Jesús. María, símbolo del pueblo. San Esteban. Salamanca, 1990.

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