LECTURAS
1. Deuteronomio 6: 2-6
2. Salmo 17: 2-4 y 47-51
3. Hebreos 7: 23-28
4. Marcos 12: 28-34
Cuàl es el fundamento de nuestra
vida? Cuàl es ese principio que articula y da coherencia de sentido a todo lo
nuestro? Las lecturas de este domingo, por supuesto en clave creyente, nos
orientan hacia una respuesta cabal a estos interrogantes.
Algunos elementos de contexto para
entender mejor la primera lectura, del Deuteronomio. Este libro obedece a una
dinámica de profunda renovación teológica y espiritual en Israel, suscitada por
algunos profetas, que veìan con inmensa pena la decadencia de la religión y sus
consecuencias negativas en el tejido social.
Es lo que sucede cuando la religión
se torna un rito vacìo, sin referencia a la realidad del mundo, cuando sus
ministros se hacen burócratas rituales, cuando el lenguaje y el estilo en
general están distanciados de la vida y de sus mismos orígenes, cuando pierde
fuerza profética y capacidad transformadora.
Deuteronomio significa “segunda ley”,
es una tendencia en el Antiguo
Testamento para retornar a los israelitas a los auténticos fundamentos de su fe
y de su humanidad. Es parecido a lo que significò ( y esperamos que siga
significando!!!) el concilio Vaticano II para la iglesia del siglo XX con sus
dinámicas de diálogo con otras tradiciones religiosas, de recuperación del
carácter histórico y existencial de la teología, de espiritualidad ecuménica,
de atención a los signos de los tiempos, de inserción en las crudas realidades
sociales , de apertura a nuevas sensibilidades en la formulación y vivencia de
la fe. Pongàmosle cuidado al Deuteronomio porque en este tiempo eclesial,
marcado por un retorno a pràcticas y modelos conservadores, necesitamos de un
nuevo movimiento del Espìritu que nos ponga en contacto con lo esencial del
proyecto de Jesùs con todas sus posibilidades de respuesta liberadora a las
búsquedas de las gentes de nuestro tiempo.
Y aunque parezca de elemental sentido
común decirlo, lo fundamental es Dios, como lo formula este texto: “Escucha,
Israel, el Señor es nuestro Dios, el Señor es uno. Amaràs al Señor tu Dios con
todo tu corazón, con toda tu alma y con todas tus fuerzas” (Deuteronomio
6: 4-5). Esta afirmación-invitaciòn
adquiere todo su sentido si constatamos que muchas de las convicciones y modos
de la religión están màs orientados a una ideología deformada y deformadora
sobre Dios que a una experiencia de su vida en medio de nosotros.
Esto es lo que sucede con las
posturas fundamentalistas, con el complejo de superioridad moral (fariseísmo),
con el apego a normas y minuciosidades legales, sin………………..conversiòn del
corazón al verdadero Dios. La tendencia deuteronomista orienta a una ruptura
con todos los falseamientos religiosos para acceder al Dios vivo, que se
implica decisivamente en nuestra historia, que es plenamente solidario con el
ser humano, que se nos revela plenamente en Jesucristo.
Creer en Dios no es, entonces, un
apego desordenado a determinados líderes religiosos, ni a ideas no procesadas
en un saludable discernimiento y en una catequesis seria y comprometida, ni a
modelos que en determinado momento de la historia tuvieron vigencia pero que ya
perdieron su fuerza significativa.
Por esto, Jesùs responde con tanta
sencillez y profundidad al letrado que vino a preguntarle sobre el mandamiento
màs importante, su respuesta es el mismo texto ya referida del Deuteronomio, y
lo complementa asì: “El segundo es este: amaràs a tu
prójimo como a tì mismo. No hay otro mandamiento màs importante que estos” (Marcos
12: 31).
Què mociones espirituales suscitan en
nosotros estos textos? A què realidades estamos dedicando nuestros mayores
esfuerzos? Estamos vendidos a la consecución afanosa de dinero y de
comodidades? Somos adictos al trabajo haciéndole perder su significado de
realización personal y de servicio? Nos preocupa en exceso nuestra imagen
social y buscamos siempre aprobación y reconocimiento? Dios es apenas un
recurso ocasional para momentos de emergencia? Nuestra religiosidad es formal y
de pràcticas convencionales?
La autèntica experiencia de Dios
siempre produce un “revolcón” en la vida de quien se deja seducir por El. Què
bueno poder decir y sentir: “Yo te amo, Señor, mi fuerza. El Señor es mi
roca, mi defensa y el que me libra; mi Dios, la peña en que me refugio y mi
escudo, mi fuerza salvadora y mi fortaleza” (Salmo 17: 3).
A propósito de esto, permítanme una
evocación personal, muy sencilla pero de denso significado: el 30 de septiembre
de 2011 salimos del Hospital de San Ignacio con mi hermana Clarita, luego de
haber estado interna allì para diversos exámenes. El diagnòstico final arrojò
que el cáncer ya había hecho metástasis en su cerebro, por esto ìbamos muy
afligidos. Al pasar frente a la capilla del hospital, ella nos indicó que
querìa entrar, asì lo hicimos, y yo sentí, creo que también mi cuñado, mis sobrinos, mi hermana
Josefina, que ella estaba explicitando en silenciosa oración todo el sentido de
su vida y su total confianza en el
Señor, en un momento en el que su fragilidad era absoluta.
En los dos meses que siguieron antes
de su Pascua, ella evidenciò su rica interioridad y su serena certeza de la
presencia de Dios en su vida, en el que ahora està inserta para siempre , plena
y bienaventurada.
Quiero compartir este sentimiento con
los padres, hermanos y esposo de Ana Marìa Hidalgo Jaramillo, de Sergio
Montenegro Botero, de Jorge Hernàn Lòpez, de Jarby Armando Pèrez Amaya, de
Gerardo Arango Puerta, nobles amigos llamados recientemente por el Señor a su
plenitud. Sè muy bien que estas familias, de sincera raigambre cristiana, asì
viven la partida de sus seres queridos.
La reciedumbre espiritual de Teresa
de Jesùs, de Edith Stein, de Monseñor Romero, de Ignacio de Loyola, de Catalina
de Siena, del Padre Arrupe, de tantos hombres y mujeres señalados por ser
creyentes ejemplares, se debe a la total disposición de todo su ser y su
quehacer para Dios.
Dios se ha expresado de modo decisivo
y pleno en Jesùs, constituìdo en mediador de la fundamentación teologal de
nuestra vida, el suyo es un sacerdocio cualitativamente nuevo, en el que la
ofrenda no son sacrificios externos a èl sino la donación de su propia vida
para abrir el camino de toda la humanidad hacia Dios, de modo liberador y
salvador: “El no tiene necesidad, como los sumos sacerdotes, de ofrecer cada dìa
sacrificios por sus propios pecados antes de ofrecerlos por los del pueblo,
porque esto lo hizo de una vez para siempre ofreciéndose a sì mismo” (Hebreos
7: 27)
En esta lógica de salvación, Jesùs
nos està diciendo que la jugada maestra de la vida es darse a Dios y a los
seres humanos, como en la respuesta que diò al letrado. Atenciòn: esta no es
una consideración piadosa, es proyecto de vida, haciéndolo en eso nos van la libertad, el sentido, la
trascendencia!!!!
Antonio Josè Sarmiento Nova,S.J.
Alejandro Romero Sarmiento
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