domingo, 27 de septiembre de 2015

COMUNITAS MATUTINA 27 DE SEPTIEMBRE DOMINGO XXVI DEL TIEMPO ORDINARIO



“Juan le dijo: Maestro, hemos visto a uno que expulsaba demonios en tu nombre, y tratamos de impedírselo porque no es de los nuestros. Jesùs contestò: No se lo prohíban, porque nadie que haga un milagro en mi nombre podrá luego hablar mal de mì”
(Marcos 9: 38 – 48)

Lecturas:
1.   Nùmeros 11: 25 – 29
2.   Salmo 18: 8 – 14
3.   Santiago 5: 1 – 6
4.   Marcos 9: 38 – 48
El Espìritu no tiene limitaciones, su acción es desbordante de amor, de creatividad, de innovación, no puede ser encasillado por los estrechos lìmites que solemos imponer los humanos, ni monopolizarlo en unos determinados ámbitos institucionales, desconociendo las infinitas posibilidades de su actuar. El Espìritu sopla donde quiere, y causa alarma e inquietud a los guardianes del orden establecido, pretendidos concesionarios exclusivos de Dios y de sus dones.
Esto es lo que pretenden hoy los textos de la primera lectura, libro de los Nùmeros, y el evangelio de Marcos, cuando dice el primero, a propósito de los celos de Josuè porque otros distintos de ellos estaban profetizando, este demanda a Moisès: “Moisès, señor mìo, prohìbeselo. Moisès les respondió: Estàs celoso de mì? Ojalà todo el pueblo del Señor fuera profeta y recibiera el espíritu del Señor” (Nùmeros 11: 28 – 29).
De entrada vienen a la mente nuestras propias intransigencias, sectarismos, celos enfermizos, integrismos y fundamentalismos, lo mismo que las muchas evidencias de esto en religiones, partidos políticos, sectas, camarillas de elegidos, grupos que se sienten propietarios de las verdades de salvación, todos culpables de falso mesianismo.
Pan nuestro de cada dìa que desafortunadamente ha ocupado muchos escenarios de nuestro mundo religioso, descalificando, condenando y excomulgando a los que son distintos de nosotros en pràcticas y convicciones.
Asì mismo  están procediendo los discípulos de Jesùs, en la referencia de Marcos: “Maestro, hemos visto a uno que expulsaba demonios en tu nombre, y tratamos de impedírselo, porque no es de los nuestros” (Marcos 9: 38).
La invitación es a “leer” sutilmente el relato evangélico, dejando que interrogue nuestras vidas, nuestros modos de pensamiento, nuestros estilos de proceder, si nos arraigamos en posturas inamovibles, considerándolas universalmente vàlidas y condenando a quienes no las comparten, juzgándolos como errados, desorientados, perdidos.
Esa sutileza es la que se descubre en la fuerte y constante actitud de Jesùs ante este tipo de mentalidad, sigue El empeñado en corregir este afán de superioridad, ese deseo desordenado de ellos de controlar el naciente movimiento en torno suyo. Con el pretexto de celo buscan afianzar privilegios, olvidando que todo lo que nos hace diferentes como individuos es accidental y anecdótico. Unirnos a un grupo con la intención de ser superiores y màs fuertes es una penosa ampliación del ego.
Algo de esto se transparenta con fuerza en las palabras de Santiago, segunda lectura de este domingo, cuando hace sus advertencias a los ricos: “Sus riquezas están podridas; sus ropas, comidas por la polilla. Su oro y su plata se han enmohecido, y ese moho será una prueba contra ustedes y los destruirà como fuego” (Santiago 5: 2 – 3).
Son palabras de indiscutible  severidad, con ellas  no se anda con rodeos para denunciar un fundamentalismo, una pretensión arrogante de desconocer a los últimos y excluìdos, un argumentar que los bienes materiales son criterio de dominio sobre otros, incluidos el desprecio y el maltrato.
 Y entre líneas se descubre un elemento central del mensaje cristiano: ningún ser humano es superior a otro, no hay razones vàlidas para afirmar algo asì. Tampoco las creencias religiosas nos erigen como personas mejores  con respecto a quienes no las profesan, o a quienes viven en caminos religiosos distintos de los nuestros, la dignidad humana es un asunto fundante y fundamental en términos de equidad y de valoración de cada persona, independientemente de sus títulos, riquezas, etnia, cultura, origen social, convicciones religiosas o políticas.
Esto es un embate riguroso contra el espíritu de secta y contra el rechazo de las posibilidades liberadoras, transformadoras que podemos tener todos los seres humanos para diseñar un mundo màs saludable y ecuánime, màs amable y justo, sobre la raíz de una excelente humanidad, realidad que puede estar presente entre creyentes y no creyentes, en la diversidad de tradiciones religiosas y de posturas humanistas y filosóficas. El bien es un asunto universal. En esto Jesùs es enfático y contundente!
Con exquisitez pero con no menor espíritu de profecía y confrontación, Jesùs responde a sus discípulos:” No se lo prohíban, porque nadie que haga un milagro en mi nombre, podrá luego hablar mal de mì. El que no està contra nosotros, està a nuestro favor. Cualquiera que les dè a ustedes aunque solo sea un vaso de agua por ser ustedes de Cristo, les aseguro que tendrá su premio” (Marcos 9: 39 – 41). Este texto contiene una preciosa afirmación ecuménica, los dones de Dios no son exclusividad de este o de aquel grupo, El y ellos son de todos y para todos.
En cambio, encerrarnos en una secta, en un grupo aislado y soberbio con respecto a los demás, es idolatrìa. Del reino no se excluye a nadie, la libertad de Dios y de su amor es común denominador que se extiende a todos los ámbitos de buena voluntad que se dan y pueden darse entre los seres humanos. No se nos olvide que monopolizar a Dios es negarlo. La pretensión de exclusividad ha hecho trizas las mejores iniciativas religiosas de todos los tiempos.
Considerar absoluta cualquier idea de Dios como si fuera definitiva e imponerla a otros a la fuerza es la mejor manera de entrar en el integrismo, fanatismo e intransigencia. Poner lìmites al amor de Dios es ridiculizarlo. A veces, cuando nos da por este espíritu de secta, nuestra pretendida defensa de Dios equivale a defender intereses mezquinos y profundamente egoístas.
Entre el episodio de la primera lectura (Nùmeros) y el que nos narra Marcos hay doce siglos  de distancia, pero la actitud es idéntica. Seguimos excluyendo al que piense o actùe diferente, mirándolo con rabia, con sospecha, y con disposición para excomulgarlo.
Podemos decir que en no pocas ocasiones el teísmo a ultranza, con todas sus versiones de fundamentalismo y vanidad religiosa , es mucho màs perjudicial que el ateísmo. Grandes barbaridades en la historia se han cometido en nombre de Dios: anatemas, inquisiciones, cruzadas, condenas. Ese tipo de Dios es un ídolo, y claramente estamos llamados a ser ateos de esa figura, ese no es el Padre de Jesùs!
Jesùs no es patrimonio exclusivo de los cristianos y de sus muchas iglesias y denominaciones. Si bien estas asumen , cuando están evangélicamente orientadas, el dinamismo del evangelio y el talante cristocèntrico que les es inherente, el Señor Jesùs es patrimonio de toda la humanidad. Su gran intención y praxis està determinada por la cercanìa misericordiosa del Padre a todos los humanos.
Budistas, musulmanes, animistas, brahmanes, judíos, cristianos en sus múltiples identidades y versiones doctrinales y eclesiales, si asumen su espiritualidad, su fe, su sentido de trascendencia, con raíces de diálogo y apertura, son incuestionables evidencias y sacramentalidades del Espìritu.
Atenciòn a las palabras del Papa Francisco, el jueves 24 de septiembre, en el Congreso de los Estados Unidos: “Todos conocemos y estamos sumamente preocupados por la inquietante situación social y política de nuestro mundo. El mundo es cada vez màs un lugar de conflictos violentos, de odio nocivo, de sangrienta atrocidad, cometida incluso en el nombre de Dios y de la religión. Somos conscientes de que ninguna religión es inmune a diversas formas de aberración individual o de extremismo ideológico. Esto nos urge a estar atentos frente a cualquier tipo de fundamentalismo de índole religiosa o del tipo que fuere. Combatir la violencia perpetrada bajo el nombre de una religión, una ideología, o un sistema económico y, al mismo tiempo, proteger la libertad de las religiones, de las ideas, de las personas, requiere un delicado equilibrio en el que tenemos que trabajar. Y, por otra parte, puede generarse una tentación a la que hemos de prestar especial atención: el reduccionismo simplista que divide la realidad en buenos y malos; permítanme usar la expresión: en justos y pecadores”.
La sòlida identidad de una determinada creencia religiosa debe ser siempre ecuménica y dialogante, ese es el gran signo de salud espiritual. El ecumenismo y el diálogo interreligioso son hoy imperativos porque nos llevan a descubrir los valores y la sabiduría de las diferentes tradiciones de fe y de caminos hacia Dios, haciéndonos conscientes de las convergencias y búsquedas del bien para todos los humanos, sin sacrificar los aspectos propios de cada tradición.
En la segunda parte del texto de Marcos Jesùs advierte a los discípulos sobre el escàndalo, y lo hace de manera didáctica, fuerte y severa, con algunas comparaciones de este tinte, y concluye: “Porque todos serán salados con fuego. La sal es buena, pero si deja de estar salada, còmo podrán ustedes hacerla útil otra vez? Tengan sal en ustedes y vivan en paz unos con otros” (Marcos 9: 49 – 50).
Escandaloso es excluìr, condenar, desconocer las bondades de los otros, afirmar con arrogancia la propia supremacía o la del grupo de pertenencia. Constructivo, humanizante, evangelizador, es propiciar la comunión y la participación, sabedores de que todos venimos de Dios y a El vamos por diversos caminos con esperanzas comunes!

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