domingo, 6 de septiembre de 2015

COMUNITAS MATUTINA 6 DE SEPTIEMBRE DOMINGO XXIII DEL TIEMPO ORDINARIO

“Llenos de admiración decían: Todo lo hace bien. Hasta puede hacer que los sordos oigan y que los mudos hablen”
(Marcos 7: 37)

Lecturas
1.   Isaìas 35: 4 – 7
2.   Salmo 145: 7 – 10
3.   Santiago 2: 1 – 5
4.   Marcos 7: 31 – 37
La curación de ciegos , sordos y mudos es una señal que, en el contexto bíblico, evidencia la llegada de los tiempos mesiánicos, de la salud y de la vida que proceden como gratuidad de Dios: “Entonces los ciegos verán y los sordos oirán ; los lisiados saltaràn como venados y los mudos gritaràn. En el desierto, tierra seca, brotarà el agua a torrentes. El desierto será un lago, la tierra seca se llenarà de manantiales. Donde ahora viven los chacales, crecerán cañas y juncos” (Isaìas 35: 5 – 7). Son tiempos definitivos, propicios para la esperanza y  para el gozo de vivir!
Còmo es esto posible cuando en el mundo siempre constatamos tantas manifestaciones de tragedia y de barbarie?
Los seis millones de judíos asesinados por el terror nazi en la II guerra mundial, el genocidio hutu – tutsi de hace veinte años en Ruanda y Burundi, las decisiones de gobiernos que maltratan tan gravemente la dignidad de pobres y excluìdos, como esta que ahora ha tomado el presidente venezolano en contra de ciudadanos honestos y trabajadores de nuestro país, los miles de migrantes que huyen de Siria en medio de la absurda guerra aùn vigente, el niño Aylan Kurdi cuyo cadáver aparece en un playa turca?  Indiscutible bofetada a la inconsciencia de muchos en el mundo!
Còmo hablar de mesianidad y  de salvación cuando tantos seres humanos deciden en contra de Dios y de sus congéneres?
Que sea el ejercicio de discernimiento que responde a estas preguntas una experiencia de sentido crìtico humano y cristiano, de tal densidad que nos libre de la ingenuidad, de la evasión angelical, y nos haga conscientes de estar insertos en estas realidades, con la mirada siempre puesta en el futuro de Dios y conectada con compromiso total  a este mundo donde tantos humanos se debaten sin esperanza.
Recordemos la rigurosa crìtica formulada a muchas expresiones religiosas vistas como “opio del pueblo” por parte de Karl Marx, consuelos celestiales para los sufrimientos y frustraciones, para las pobrezas y los absurdos padecimientos. Que nuestra respuesta  a esto no sea la de una defensa fundamentalista sino la de una disposición para vivir como creyentes este presente histórico en clave de futuro, con el “polo a tierra” bien puesto para ser y hacer como Jesùs, implicado solidaria y misericordiosamente con todos en esta búsqueda que clama justicia, dignidad, reconocimiento, razones para vivir con sentido, salvación.
La sencillez de las lecturas de este domingo no es reñida con su densidad salvífica y liberadora. El sordo que es beneficiado con la curación en el relato de Marcos 7 es un símbolo de todos aquellos que carecen de posibilidades en la vida, y a èl dedica Jesùs su fuerza sanadora, indicando que este gesto cubre a todos los que están en similares condiciones de carencia, de marginalidad, de anonimato, de soledad. Es tan limitado este hombre que no viene por sì mismo sino por otros: “Allì le llevaron un sordo y tartamudo, y le pidieron que pusiera su mano sobre èl” (Marcos 7: 32).
Muchos diràn: otra vez con el eterno asunto de los pobres!!! Sì,  es indiscutible que sobre esto debemos volver “otra vez y otra vez” porque es una realidad avasalladora en el mundo, siempre. La pobreza material, la migración forzada, el vacío existencial y la soledad, la imposibilidad de ser representado socialmente, la ceguera, la sordera, la minusvalía humana, la condición de víctimas, son hechos penosamente constantes y crecientes, productos del pecado de la humanidad, de las estructuras injustas y violentas, de la economía sin alma, de los corazones endurecidos.
Para esto se hace presente Jesùs en la historia humana, El expresa con definitivo vigor sacramental e histórico a Dios Padre, resuelto a ejercer salud y misericordia, liberación y plenitud, vida y resignificaciòn gozosa de cada persona a quien El “abra sus oìdos”.
Tambièn es muy importante descubrir otro aspecto de este relato y del contexto general en el que està situado. Es la alusión a la “sordera” y a la “ceguera” de los discípulos, presente en Marcos 8: 17 – 18: “Jesùs se diò cuenta y les dijo: Por què dicen que no tienen pan? Todavìa no entienden ni se dan cuenta? Tienen tan cerrado el entendimiento? Tienen ojos y no ven, y oìdos y no oyen? No se acuerdan? Cuando repartì los cinco panes entre cinco mil hombres, cuàntas canastas llenas de pedazos recogieron?” (Marcos 8: 17 – 19).
Conocemos bien el esfuerzo de Jesùs por iniciar a sus discípulos en la novedad radical del reino de Dios y su justicia, en el estilo de las bienaventuranzas, en la definitiva vitalidad que irrumpìa con El, y de la deficiencia y limitación de Pedro y de sus compañeros para captar esto, anclados en mentalidades de poder y privilegios, de precaria comprensión de la gratuidad de Dios, de mezquindad y cortedad de miras.
Igualmente, el texto hay que leerlo  en la clave de la superación de la “sordera” que impide escuchar la Palabra, apropiarla, vivirla, accediendo al nuevo estilo que propone el Evangelio. Buena sugerencia para comprender màs cabalmente la lectura es complementarla con Marcos 8: 22 – 26, la curación del ciego en Betsaida.
El hecho de que una persona fuera sorda o muda o ciega o coja no era visto como un problema de salud física sino como un problema religioso. Esa limitación era signo de que Dios había abandonado a quien padeciera tales lìmites. En consecuencia, la institución religiosa estaba obligada a hacer lo mismo. Por eso eran marginados de la comunidad de religión, la mayor desgracia que podía recaer sobre alguien.
En feliz contradicción a este nefasto orden de cosas, Jesùs manifiesta que Dios es totalmente de los marginales, de los limitados, de los ofendidos. Al curar, los està sacando de esta excomunión, demostrando con total elocuencia que Dios no margina a nadie y que una entidad religiosa que procede asì NO actùa en su nombre.
Las bienaventuranzas dejan claro que el reino de Dios està abierto a todos. Asì entendemos este énfasis evangélico del Papa Francisco de hacer de la Iglesia una comunidad en torno a Jesùs, un ámbito de acogida y comunión, no un tribunal de inquisición y de condena. Recordemos para nunca olvidar que El Señor es solidario con el pecador, no con el pecado.
Simultàneamente confronta a los sordos e invidentes que no se arriesgan a acoger la Palabra, entre los que se cuentan sus discípulos, y se inclina para liberar a este hombre de su sordera.
Asì, estamos llamados a mirar toda esta grave problemática que afecta a tantos humanos, probablemente a nosotros mismos, cegueras, sorderas, impedimentos, y buscar, bajo la asistencia del Espìritu, caminos de superación, de perdón, de reconciliación, de justicia, sin minimizar la responsabilidad moral pero también sin minimizar los extraordinarios alcances de la misericordia divina.
Por eso, Jesùs se dedica con esmero a este sordo: “Se lo llevò a un lado, aparte de la gente, le metió los dedos en los oìdos y con saliva le tocò la lengua. Luego, mirando al cielo, suspirò y dijo al hombre: Efatà! (es decir: ábrete!” (Marcos 7: 32 – 33).
Tenemos presente aquí esta seductora tendencia contemporànea de la ética del cuidado, que promueve el compromiso efectivo y afectivo con la vida, indiscutible reacción contraria a esta abominable cultura de la muerte y del descuido.
 Jesùs es el maestro del cuidado en nombre de la paternidad de Dios y de la dignidad humana, se  explica asì  su ministerio permanente de volcarse con extrema misericordia hacia  cada ser humano afectado por el pecado y por la injusticia, por el egoísmo y por la muerte, por los lìmites que le impiden vivir plenamente su humanidad, significando con su quehacer milagroso que Dios ha irrumpido en la historia para instalar el tiempo definitivo de la salvación: “Al momento, los oìdos del sordo se abrieron , y se le desatò la lengua y pudo hablar bien” (Marcos 7: 35).
El Reino consiste en que los que excluyen dejen de hacerlo y los excluìdos dejen de sentirse como tales, construyendo històricamente el proyecto de la comunión y de la participación, abriendo mentes y corazones, oìdos y ojos , para ver la nueva realidad que se tiene que construir con realidad y eficacia liberadora en este mundo nuestro, como señal que anticipa la consumación definitiva que nos espera cuando crucemos la frontera hacia nuestra inserción plena en el misterio del amor de Dios.
El ejemplo de Santiago es esclarecedor: “Ustedes, hermanos mìos, que creen en nuestro glorioso Señor Jesucristo, no deben hacer discriminaciones entre una persona y otra. Supongamos que ustedes están reunidos, y llega un rico con anillos de oro y ropa lujosa, y lo atienden bien y le dicen: siéntate aquí, en un buen lugar, y al mismo tiempo llega un pobre vestido con ropa vieja, y a este le dicen: Tù, quédate allà de pie, o siéntate en el suelo; entonces están haciendo discriminaciones y juzgando con mala intención” (Santiago 2: 1 – 4).
Sin palabras!

El mensaje de Jesùs debe operar en nosotros el mismo efecto que en el sordomudo tuvieron su saliva y su dedo. Escuchar es la clave para descubrir una trayectoria de libertad y de liberación, de solidaridad y de servicio, de sanación y comunicación de la vida para nosotros y  para todos, como El, renunciando a todos esos modelos mentales y prejuicios que obstaculizan la acción transformadora de la Buena Noticia. 

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