“Pero María conservaba
y meditaba todo en su corazón”
(Lucas
2: 19)
Lecturas:
1.
Números 6: 22 – 27
2.
Salmo 66
3.
Gálatas 4: 4 – 7
4.
Lucas 2: 16 - 21
Con esta celebración
tenemos un significativo complemento de Navidad, porque su contenido se integra
en la misma perspectiva del Dios a quien entendemos a partir de lo humano, como
es la lógica de la encarnación, misterio en el que nuestro Dios se inserta de
lleno en la condición de la humanidad, según afirmamos en la reflexión de
Navidad y en la de la Sagrada Familia. Dios se hace humano en el Hijo para que
nosotros nos hagamos divinos.[1]
A partir del ser humano
se llega a Dios. El , para hacerse inteligible a nosotros , adopta nuestro modo
de ser, realidad que es esencial en nuestra fe, no
simple estrategia de apariencia, sino
vigorosa y contundente realidad de salvación. Esta inteligibilidad de
Dios se canaliza en su capacidad salvadora y liberadora, “entendemos a Dios” en
su quehacer salvador y liberador. Por el ser humano Jesús de Nazareth El llega
a nosotros, el gran acontecimiento teologal es, por excelencia, un
acontecimiento cuyo lenguaje es el de nuestra propia humanidad. Jesús es la
visibilidad histórica de Dios.
Con este contenido hacemos
más sólida nuestra comprensión y apropiación de la humanidad de Jesús,
afirmando la maternidad de María, en cuanto madre de este ser humano que es
también divino. Ella es el medio que hace
posible la presencia histórica de la Palabra [2]: “
Dijo María: he aquí la servidora del Señor; hágase en mí según tu palabra”
[3]. Dios
confirma su profundo respeto a la libertad humana, por eso somete al
discernimiento de María la posibilidad de la aceptación. Es un Dios que se
propone, no se impone!
Para entenderlo mejor
hagamos un comentario a modo de contraste. En las religiones de la antigüedad los dioses
eran seres lejanos e inaccesibles, omnipotentes y siempre demandantes de
adoración y sacrificios, con rasgos temibles que infundían en sus creyentes
actitudes de miedo y angustia; en cambio, la diferencia cualitativa con el
cristianismo es la total accesibilidad de Dios en este feliz acontecimiento de
la encarnación, es María el recurso
humano-maternal que lo trae y lo hace presente entre nosotros. Por eso la
designación hebrea del nombre Emmanuel, con el que también se llama a Jesús, el
Dios-con-nosotros. María hace viable la cercanía encarnada de Dios.
Los lectores deben
saber que la definición de María como
Madre de Dios fue realizada por el Concilio de Efeso en el año 431, enseñanza
que no surgió de un asunto gratuito. Se
dio en el contexto de contrarrestar las afirmaciones de Nestorio (386 – 452 ),
obispo patriarca de Constantinopla, quien sostenía una total separación entre
la realidad humana de Jesucristo y su realidad divina. Este tipo de pensamiento
atentaba contra la manifestación plena de lo divino en lo humano, como es la fe
íntegra del cristianismo, con las consecuencias en la vida práctica de una
disociación total entre vida espiritual y existencia humana. Nestorio oscurecía
la humanidad de Jesús.
Por esta razón, el
Concilio citado sale al paso de esta tendencia para afirmar que Jesús ha tenido
un proceso humano, sin dejar de ser Dios, y para eso define la maternidad de
María como componente esencial de esa
humanidad.[4]
Durante mucho tiempo se
ha deformado la devoción mariana, haciendo a María casi más importante que su
Hijo, y atribuyéndole prerrogativas que la divinizan en exceso y le sustraen su
humanidad. Es innegable el valor central que tiene ella en la configuración del
cristianismo, esto es lo que mueve a la Iglesia a colocarla en su justo sitio,
sin minimizarla, explicitando todo el sentido de su maternidad y destacando
justamente que ella sea el instrumento del que Dios se ha valido para insertar
a su Hijo en la historia y en la realidad de los seres humanos.[5]
Valgan estas
consideraciones también para aportar una reflexión sobre el significado
profundo de lo femenino. Recordamos aquí la expresión del fugaz pero profundo y
carismático Papa Juan Pablo I, el papa de septiembre de 1978, que fue el brevísimo
tiempo de su pontificado, cuando en una de sus catequesis dijo “Dios es
padre pero también es madre”,[6]
que evidencia una sensibilidad particular sobre la totalidad del misterio
inabarcable de Dios, en cuanto plenitud de lo humano que es femenino y masculino simultáneamente, en igualdad de condiciones.
El relato evangélico de
hoy es muy escueto pero suficientemente elocuente para aludir a María: “Fueron
rápidamente y encontraron a María, a José y al niño acostado en el pesebre. Al
verlo, les contaron lo que les habían dicho del niño. Y todos los que lo oyeron
se asombraban de lo que contaban los pastores. Pero María meditaba y conservaba
todo en su corazón” [7].
No son relatos
biográficos en sentido estricto sino interpretaciones teológicas de la
comunidad que dio origen a este evangelio, en las que quieren destacar el
acontecer de la divinidad en la humanidad de Jesús y de su entorno familiar, el
de María y el de José.
Subrayamos cómo sucede
lo femenino en María, siguiendo un bonito y denso modelo propuesto por el autor
de espiritualidad italiano Arturo Paoli [8](1912-1915),
quien al hablar de la belleza femenina
la formulaba como:
-
La belleza del ser
-
La belleza de dar
-
La belleza de procrear
Esta triple dimensión
se manifiesta en María, mujer que acepta incondicionalmente la invitación de
Dios: “Yo soy la servidora del Señor, que se haga en mí según tu palabra” [9],
su feminidad se da totalmente a este proyecto , viviéndola como esposa de José
y madre de Jesús, subrayando en su ser esa propiedad femenina del ser maternal,
sin poner impedimentos , siendo el vaso
que porta en sí misma la vida de Dios, y brindando a la humanidad la
posibilidad de tenerlo entre nosotros, y uniendo a ello el encanto femenino de
ser protectora de la vida, con esa cualidad que tienen ellas para experimentar
con mayor profundidad el cuidado de los demás, la capacidad de abnegación, sin
escatimar los sacrificios que esto
demande, resplandeciendo igualmente en una hermosura que es de carácter
espiritual, en el mejor significado de
este término.
Esta lectura evangélica
de lo femenino, hecha desde el ser de María, es una propuesta de indudable
valor liberador para el ser humano de todos
los tiempos de la historia. Tanto lo femenino como lo masculino están expuestos al machismo, al patriarcalismo
y al matriarcalismo, , a la competencia de
poder entre ambos sexos, a los estereotipos de mujer símbolo sexual o muñeca
frágil, o sufrida matrona que carga sobre sí los excesos de sus varones, lo
mismo que los modelos de hombres-machos determinados por el poder y la
conquista.[10]
En el evangelio de
Jesús surge una humanidad nueva y esperanzadora, con el sello sustancial de
Dios, que hace posible hombres y mujeres que asuman su vida como don y
servicio, como defensa de la vida y de la dignidad de todos los seres, como
libertad ante los ídolos que asedian permanentemente, como ruptura con todo
tipo de esclavitud.
Esta novedosa y
redimida humanidad es presentada por la
segunda lectura de este domingo, así: “Pero
cuando se cumplió el plazo, Dios envió a
su Hijo, nacido de mujer, nacido bajo la ley, para que rescatase a los que
estaban sometidos a la ley y nosotros recibiéramos la condición de hijos. Y
como son hijos, Dios infundió en sus corazones el Espíritu de su Hijo, que
clama a Dios llamándolo Abba, es decir, Padre. De modo que no eres esclavo sino
hijo, y si eres hijo, eres heredero por voluntad de Dios” [11].
La acción encarnatoria
de Dios en Jesucristo involucra plenamente al ser humano y le garantiza un
sentido total a su existencia, que en lenguaje teológico llamamos salvación y
liberación, acontecer que no se da sólo en el momento de la muerte física,
porque empieza de modo anticipado cuando la persona libremente acoge este don ,
consciente de que al hacerlo está realizando la jugada maestra de su vida,
asumida totalmente por el amor de Dios.
María juega aquí papel
protagónico. Su feminidad y su maternidad se dan sin límites para este
proyecto!
Destaquemos ,
finalmente, otras señales que indica el texto de Lucas:
-
Jesús nace en Belén, referencia bíblica
que explicita su condición de
descendiente de David, lo conecta con toda la historia de Israel, el pueblo que
inicia esta aventura de la fe.
-
Acuden a reconocerlo los pastores, los
empobrecidos, los desconocidos y últimos de esa sociedad, gran significación
que refuerza el énfasis teologal de preferir la pequeñez: “Los pastores se volvieron
glorificando y alabando a Dios por todo lo que habían oído y visto; tal como se
lo habían anunciado” [12].La
filiación divina de Jesús se aparta de todo privilegio y se encarna siempre en
lo último del mundo, en lo mínimo y marginal.
Qué nos dice María en
este fin de 2019 y comienzo de 2020? Se nos queda apenas como una devoción
sentimentaloide? Estamos dispuestos a captar la estatura evangélica de esta
mujer que, desde su marginalidad, decide tomar en serio a Dios a través de lo
más propio de su ser femenino: la maternidad? Con María descubrimos la
humanidad de Dios manifiesta en su Hijo, y damos – como ella – el sí definitivo
que resignifica nuestras vidas rompiendo con los ídolos del dinero y del poder
para dar el paso al universo del servicio, de la solidaridad, del reino de Dios
y su justicia, como Jesús?
[1]
CAVALCANTI, Alexander. Aspectos teológicos de la encarnación en la teología del
siglo XX. Facultad de Teología Pontificia y Civil de Lima, 2013. También
referimos dos obras de CASTILLO, José María, relacionadas varias veces en estas
notas: La humanización de Dios y La humanidad de Dios, publicadas ambas por la
Editorial Trotta de Madrid.
[2]
THURIAN, Max. María madre del Señor, figura de la Iglesia. Hechos y Dichos.
Madrid, 1966.
[3]
Lucas 1: 38.
[4]
BOFF, Leonardo. El rostro materno de Dios. San Pablo. Madrid, 1985.
[5]
Recordar el ya citado en otras homilías, último capítulo de la Constitución
Dogmática sobre la Iglesia Lumen Gentium del Concilio Vaticano II, lo dedica
plenamente a María.
[6]
El Papa Juan Pablo I – Albino Luciani (1915-1978) hizo esta alusión en el
Angelus del domingo 10 de septiembre de 1978, refiriéndose a un texto del
profeta Isaías.
[7]
Lucas 2: 16-19
[8]
Arturo Paoli (1912-2015), fue un religioso y sacerdote italiano, perteneciente
a la congregación de los Pequeños Hermanos del Evangelio, fundación del beato
francés Carlos de Foucauld, cuyo carisma es la inserción evangélica en los
medios más pobres de la sociedad. Los escritos de Arturo Paoli reflejan una
exquisita espiritualidad evangélica encarnada en las realidades más vulnerables
del mundo: “La persona, el mundo y Dios”, “La perspectiva política de San
Lucas”, “Diálogo de la liberación. Buena parte de su vida la pasó en América
Latina, principalmente en Argentina.
[9]
Lucas 1: 38
[10]
GONZALEZ DORADO, Antonio. De María conquistadora a María liberadora. Sal
Terrae. Santander (España), 1987.
[11]
Gálatas 4: 4-7
[12]
Lucas 2: 20
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