domingo, 30 de octubre de 2016

COM1UNITAS MATUTINA 30 DE OCTUBRE DOMINGO XXXI DEL TIEMPO ORDINARIO



“Pues el Hijo del hombre ha venido a buscar y salvar lo que se había perdido”
(Lucas 19: 10)

Lecturas:
1.   Sabidurìa 11: 22 a 12: 2
2.   Salmo 144: 1 – 14
3.   2 Tesalonicenses 1: 11 a 2: 2
4.   Lucas 19: 1 – 10

El mundo entero es ante tì como un gramo en la balanza, como gota de rocìo matutino sobre la tierra. Pero te compadeces de todos porque todo lo puedes y pasas por alto los pecados de los hombres para que se arrepientan. Amas a todos los seres y no aborreces nada de lo que hiciste, pues, si algo odiases, no lo habrìas creado” (Sabidurìa 11: 22 – 24), bella meditación que reconoce el inmenso y desbordante amor de Dios, su compromiso incondicional con todas las creaturas y su constante decisión de mantenernos siempre en el dinamismo de su vitalidad.
Este trato agradecido, cercano, consciente de la misericordia sustancial de Dios, nos pone a pensar en el lenguaje sobre El, en la forma como se nos ha inculcado la fe en El, en las imágenes que tenemos acerca de lo divino, y en las conductas correspondientes a ellas. Es complejo hablar de esto porque se trata de un proceso de siglos en el que los contenidos de la fe se inculturaron en unas categorías de pensamiento que resultan extrañas para muchos de los seres humanos de hoy.
Siempre pensamos en Dios como el que està arriba, el omnipotente, la majestad suprema, estilo propio de una mentalidad monárquica y jerárquico, y al ser humano como sometido y humillado. Tal  manera de presentarlo resulta incompatible con las sensibilidades contemporáneas de autonomía y de libertad, de solidaridad y cercanìa fraterna. Asì se  explica que en muchos ambientes sociales asistamos al eclipse de Dios o, por lo menos, al oscurecimiento de su realidad y a no pocas crisis de fe, o alejamiento definitivo de las convicciones creyentes.
El texto citado del libro de la Sabidurìa  nos ayuda poderosamente a cambiar esa   imagen, aproximándonos a un Dios solidario, decididamente favorable al ser humano y a la vida, compasivo, capaz de penetrar amorosamente en mentes y corazones, nunca distante sino cercano, comprometido,  Dios portador de una vitalidad que siempre està participando a todo lo que es fruto de su amorosa creatividad.
El lenguaje sobre Dios resulta de la cultura, de las mediaciones filosóficas y sociales propias de cada momento de la historia,  y no se puede pretender que esos diversos modos sean eternos  porque  se corre el peligro de hacerse inadecuado e insuficiente para expresar todo lo que queremos decir sobre El.
 Este hermoso escrito   nos conecta con el Dios de los mìsticos y contemplativos, de los humildes y agradecidos, lo saca del pedestal de lejanìa y lo torna próximo a nuestra existencia cotidiana.  De aquí se desprende el  trabajo esencial de la buena teología y de la catequesis para saber comunicar a Dios como el que es, siempre  amorosamente dedicado al ser humano.
Por estas razones , afirmamos  con esperanza y felicidad que nosotros somos, por excelencia, el asunto prioritario de El. Su interés es nuestra plenitud, nuestro crecimiento, nuestro sentido de la vida, nuestra razón fundamental para vivir con significado y con ilusión. Nosotros somos el asunto esencial en la agenda de Dios, a quien Jesùs nos revela como Padre misericordioso y compasivo.
Muchos de los que se apartan de la fe y afirman su ateísmo o su agnosticismo,  lo hacen llevados por ese estilo poco persuasivo del Dios que prohíbe, vigila, castiga, llena de miedos y de culpas, con los consiguientes estilos de creyentes temerosos, apocados, aprisionados por un tinglado religioso fundamentado en normas y en rituales desencarnados. No es este el Dios que se nos ha manifestado  en Jesùs!
El relato de Lucas en el evangelio de hoy es altamente expresivo en orden a modificar radicalmente nuestra idea y experiencia de Dios. Este es el siempre compasivo, el amigo de la vida, el que ama entrañablemente todo lo que existe, como lo reconoce el pasaje citado. Es, en síntesis, el Dios misericordioso, el Dios inserto en los gozos y esperanzas, en las penurias y sufrimientos de la humanidad, con la intención resuelta de salvar, de re-crear, de liberar, de llenar de sentido la totalidad de nuestra existencia.
El tema fundamental de este pasaje es sobre el trato que se da al pecador, sobre la mentalidad excluyente y condenatoria que se daba en tiempos de Jesùs a quienes eran públicamente reconocidos como tales y, en general, a ese modo religioso intransigente, despectivo, moralista, tan frecuente en muchos de nuestros mapas mentales y en nuestras actitudes soberbias, en las que subyace esa pretensión – ciertamente injusta y antievangélica! – de rechazar a aquellos a quienes consideramos que no se ajustan a nuestros canones de comportamiento religioso y moral.
Cuando Jesùs se fija en Zaqueo, quien previamente había hecho un gran esfuerzo para verle, para dejarse tocar por su misericordia, los presentes se escandalizan: “Al verlo, todos murmuraban: ha ido a hospedarse en casa de un pecador” (Lucas 19: 7), con esto, el evangelista destaca una vez màs, como ya lo ha hecho antes, ese estilo arrogante de quienes se sienten portadores de la verdad y de la correcta religiosidad. Por ser rico y por ser cobrador de impuestos era visto con notable antipatía.
Que sea esta coyuntura un momento para preguntarnos sobre nosotros, sobre nuestro medio social, sobre el modo de proceder cuando nos encontramos con alguien que ha fallado, probablemente personas cercanas a nosotros, un miembro de familia. Còmo reaccionamos? Discriminamos y condenamos? Nos rasgamos las vestiduras y lo lanzamos al escarnio y a la humillación?
Vale la pena detenerse con honda autocrìtica en tantos procedimientos moralistas propios de muchos ambientes religiosos, la homofobia, especialmente la obsesión con todo lo relativo a la sexualidad, el rechazo inmisericorde y totalmente lejano de la sensibilidad  de Dios.
En Jesùs se experimenta un nuevo modo de captar a Dios, de sentirlo, de vivenciarlo,  marca cualitativa que – con enorme gozo – nos lleva a salir de esa prisión del lenguaje que deforma nuestra percepción de El: “ Cuando Jesùs llegó a aquel sitio, alzò la vista y le dijo: Zaqueo, baja pronto, conviene que hoy me quede en tu casa” (Lucas 19: 5), indicando claramente el interés por esta persona y el deseo de involucrarse con èl  para replantear todo su proyecto vital.
Asì, Zaqueo se hace discípulo y asume todas las exigencias que  esto exige, como la de modificar de raíz su actitud con los pobres y frente al dinero y a los bienes materiales, condiciones indispensables para el seguimiento de Jesùs: “Se apresurò a bajar y lo recibió con alegría” (Lucas 19: 6) y “Señor, voy a dar la mitad de mis bienes  a los pobres, y, sin en algo defraudè a alguien, le devolverè cuatro veces màs” (Lucas 19: 8).
Con la mirada de Jesùs renace la dignidad del ser humano que es amado por El, este es el contenido de la misericordia , elemento constitutivo de su misión y de todo el proyecto cristiano.
Por otra parte, recordamos que en el evangelio de Lucas es especialmente claro el  énfasis en la negativa de Jesùs al modo de vida egoísta e insolidario de los ricos. A este propósito  recordamos la contundente  expresión de Marìa, en la plegaria conocida como el Magnificat: “Desplegò la fuerza de su brazo, dispersò a los de corazón altanero, derribò a los potentados de sus tronos y exaltò a los humildes, a los hambrientos colmò de bienes y despidió a los ricos con las manos vacìas” (Lucas 1: 51 – 53).
 Surge entonces la pregunta: no es el favor de Dios para los ricos, no pueden ellos salvarse? El relato de Zaqueo plantea el asunto bien a fondo.
 Jesùs considera dignamente a Zaqueo  por eso quiere alojarse en su casa, entrar en su vida,  sentarse con èl en su mesa, y abrirle la perspectiva de una vida de solidaridad con los débiles y excluìdos. Este comportamiento   es la respuesta elocuente al  espinoso asunto planteado.
 No es en la riqueza desmedida, muchas veces lograda a costa de los pobres, donde el ser humano se realiza y donde hace posible su sintonía con Dios y con el prójimo.  Este criterio evangélico es normativo para todo aquel que se interese con seriedad por configurar su vida con el programa de Jesùs. Zaqueo se da cuenta de esto y expresa con nitidez su ruptura con el mundo de la injusticia, es ahora una nueva persona avalada por el mismo Señor: “Hoy ha llegado la salvación a esta casa, porque también este es hijo de Abrahan, pues el Hijo del hombre ha venido a buscar y salvar lo que estaba perdido” (Lucas 19: 9 – 10).
Desde el Evangelio, Buena Noticia de salvaciòn, deducimos el cambio radical de concepción del ser humano, de la indigna instrumentalización y de la cosificación a la que son sometidos muchos hombres y mujeres, Jesùs nos traslada al ámbito de la gratuidad y del reconocimiento del valor inherente a cada persona, superando el modelo de dominación injusta por el de la comunión y el encuentro. Esto se hace posible desde el Dios verdadero que es misericordia, fuerza restauradora de la humanidad para hacerla como El, gratuita y amorosa.
Vivir asì es participar de lo que Pablo dice a los Tesalonicenses: “Que nuestro Dios los haga dignos de la vocación y lleve a tèrmino con su poder todo el deseo de ustedes de hacer el bien y la actividad de la fe” (2 Tesalonicenses 1: 11).

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