domingo, 29 de julio de 2018

COMUNITAS MATUTINA 29 DE JULIO DOMINGO XVII DEL TIEMPO ORDINARIO


“Comieron todo lo que quisieron”
(Juan 6: 11)

Lecturas:
1.   2 Reyes 4: 42-44
2.   Salmo 144
3.   Efesios 4: 1-6
4.   Juan 6: 1-15

El domingo anterior, el relato de Marcos nos dejó en la antesala del muy conocido milagro de la multiplicación de los panes y de los peces. En su lugar, la liturgia nos lleva durante cinco domingos con el capítulo sexto del evangelio de Juan, el más largo y denso de los 4 evangelios. El autor elabora una teología del seguimiento, una honda reflexión de cómo se vive el camino de Jesús, la configuración de nuestra humanidad con la de El y con su divinidad. Este material, como los demás relatos evangélicos, se elaboró como catequesis , proceso que duraba varios años, dada la hondura con la que se quería disponer a quienes se entusiasmaban con el  nuevo camino que surgía de Jesús, para llegar con suficiente conocimiento y actitud a la recepción del bautismo.
La simbología de Juan es muy potente, se vale de recursos judíos como la numerología y la cábala, eso supone un conocimiento de estos códigos por parte de los destinatarios, hoy nos parece complicado captarlo, pero en ese contexto de inicios del camino cristiano era algo común, patrimonio religioso y cultural de la mayoría de las personas.
Juan nos habla con frecuencia de pan, el alimento espiritual. El monte es el lugar donde habita la divinidad. Sentarse es la señal de la enseñanza por parte de los maestros-rabinos. “Estaba cerca de la Pascua” no es un dato cronológico sino teológico. La gente no sube a Jerusalén, como era su obligación por la ley judía, sino que busca en Jesús la salvación y la liberación que la institución religiosa no puede darles. Proclamarle  rey es afianzar las seguridades que se buscan, apenas materiales, y también es desconocimiento del servicio salvífico que se encarna en El.
El dinero es lo que había desplazado a Dios del templo. Utilizado por el sistema opresor, es el causante de la injusticia y de las ambiciones que alienan al ser humano y lo alejan de su esencia trascendente. Comprar pan es un bien necesario para la vida, a cambio de dinero, inventado este para dominar y crear inequidad. El vendedor dispone del alimento, lo cede sólo bajo ciertas condiciones que él decide.
La vida – lamentablemente – no está al alcance de todos, sino mediatizada por el poder. Jesús no acepta esta mentalidad ni las estructuras que le dan soporte, pero quiere saber si sus discípulos la aceptan; el discípulo Felipe no ve solución, doscientos denarios era el salario de medio año: “ Al levantar Jesús los ojos y ver que venía hacia El tanta gente, preguntó a Felipe: dónde nos procuraremos panes para que coman estos? Se lo decía para probarle, porque ya sabía lo que iba a hacer. Felipe le contestó: doscientos denarios de pan no bastan para que cada uno coma un poco” (Juan 6: 5-7).
En cambio, Andrés muestra una solución diferente; habla de los panes y de los peces como algo de lo que se puede disponer, su mente sí está mediada por la gratuidad: “Uno de sus discípulos, Andrés, el hermano de Simón Pedro, le dijo: aquí hay un muchacho que tiene cinco panes de cebada y dos peces; pero, qué es eso para tantos? Replicó Jesús: hagan que se recueste la gente. La gente se recostó eran unos cinco mil” (Juan 6: 8-9). El jovencito que tiene los alimentos representa al insignificante grupo de los discípulos, es un pequeño , humilde, desposeído de importancia social y religiosa en aquel contexto, pero no retiene, no acumula, dispone su alimento para que todos coman. Esta es la lógica del reino de Dios que Jesús anuncia y realiza.
Comer recostado era indicativo de libertad, Jesús quiere que todos se sientan personas íntegras, con su propia responsabilidad, la madurez de su autonomía , no quiere servidumbres de ninguna clase. También tiene todo el peso significativo el hecho de no estar realizando este signo ni en el templo ni en la sinagoga, Dios no acontece en los límites de una institución religiosa como la judía, sino en el mismo Jesús, en la humanidad, en su realidad, en su historia, en su existencia cotidiana; “había en el lugar mucha hierba” (Juan 6: 10), se refiere a la abundancia de los tiempos mesiánicos, a la extrema e incondicional generosidad de Dios.
“Tomó Jesús entonces los panes y, después de dar gracias, los repartió entre todos los que estaban recostados, y lo mismo los peces. Comieron todo lo que quisieron. Cuando se saciaron dijo a sus discípulos: recojan los trozos sobrantes para que nada se pierda” (Juan 6: 11-12). La acción de gracias expresa la conexión con el ámbito de la divinidad, de donde proceden los dones de la vida, la gracia que confiere bienaventuranza, el alimento es regalo de Dios a todos, nadie lo puede acaparar para provecho propio, es la mesa servida para todos en igualdad de condiciones, es imperativo liberar de la acumulación egoísta para que todos accedan a los bienes de la vida, esto es definitivo en el proyecto de Jesús. Los sobrantes no tienen sentido de resto sino de sobreabundancia, los trozos que sobran de la comunión eucarística no se pueden desechar porque la comunidad cristiana debe continuar con la obra de la entrega y del compartir. Tiene alto significado  que en el Nuevo Testamento a la eucaristía se la designe como “la fracción del pan”, porque no es simplemente pan, es pan partido, que se parte y se comparte para la vida de todos , eso es Jesús, sin rodeos. Darse todo , sin guardarse nada para El.
El capítulo cuarto del segundo libro de los Reyes, del que proviene la primera lectura de hoy, refiere la actividad del profeta Eliseo: socorre a una viuda, su ministerio de auxilio con la mujer sunamita y con su hijo, la liberación de una olla envenenada, y también una multiplicación de panes, a propósito del obsequio de panes y grano fresco que un hombre le ofrece como muestra de gratitud: “Eliseo dijo: dáselo a la gente y que coman. Su servidor replicó: cómo voy a ofrecer esto a cien hombres? El dijo : dáselo a le gente y que coman, porque esto dice Yahvé: comerán y sobrará. Lo puso ante ellos, que comieron y dejaron todavía sobras, conforme a la palabra de Yahvé” (2 Reyes 4: 42-44). Esta es la actitud que subyace en el gesto de Jesús, el profetismo bíblico anticipa estas realidades de abundancia, de justicia, de mesa compartida, de Dios que se da a todos ilimitadamente, es la gran señal de los tiempos mesiánicos, la irrupción de la salvación definitiva en la historia de la humanidad.
Qué pasa con quienes se dicen cristianos y acumulan sin medida? Qué pasa con estos países donde predomina el cristianismo católico, ahora también el evangélico y pentecostal, en disonancia total con sociedades injustas y fracturadas por la pobreza y la desigualdad? Hemos reducido lo cristiano a rituales, a doctrinas asumidas teóricamente, a moralismos individuales, sin trascendencia social? En la memorable conferencia de obispos latinoamericanos reunida en Medellín en agosto de 1968, con el aval y la dirección del Papa Pablo VI, se decía: “Existen muchos estudios sobre la situación del hombre latinoamericano. En todos ellos se describe la miseria que margina a grandes grupos humanos. Esa miseria, como hecho colectivo, es una injusticia  que clama al cielo. Quizás no se ha dicho suficientemente que los esfuerzos llevados a cabo no han sido capaces, en general, de asegurar el respeto y la realización de la justicia en todos los sectores de las respectivas comunidades nacionales”[1]
Este contexto del magisterio episcopal de América Latina se hizo hace cincuenta años. Cómo es la situación de hoy, tanto tiempo después , de economía de mercado, de neoliberalismo implacable, cuántos son los millones de pobres e indigentes en nuestro continente de mayoría cristiana? En qué criterios se inspiran las políticas sociales y económicas de nuestros gobiernos? Las palabras proféticas de tantos cristianos se tienen en cuenta, o son lanzadas al vacío? Qué sucede con quienes  no quieren vivir en la perspectiva de la multiplicación de los panes y de los peces?
Sucede que no se reconoce la novedad de Jesús! Al intentar hacerle rey demuestran que no han entendido nada: “Sabiendo Jesús que intentaban venir a tomarle por la fuerza para hacerle rey, huyó de nuevo al monte El solo” (Juan 6: 15). La multitud queda satisfecha con haber comido, pero la trascendencia del mensaje no les interesa; Jesús les pide entrar en la misma dinámica de generosidad, pero ellos no quieren dar, quieren seguir dependiendo, recibiendo gratis sin asumir la responsabilidad de generar nuevas mesas compartidas. La solución no es recibir sino tomar en serio a Jesús y optar por la ruptura del egoísmo y por la generación de una lógica existencial permanente con estas características.
Jesús no se deja obnubilar con la iniciativa de hacerle rey,  no entra dentro de su opción fundamental por la voluntad del Padre. Por eso vuelve al monte (lugar de la divinidad) y lo hace en soledad,  un rechazo frontal a los apetitos desordenados de poder, de prestigio, de espectacularidad. Lo suyo es la donación radical del amor.
Consumismo, carrerismo social, comodidad sin solidaridad, competencia individualista, vida fácil, indicadores sociales de aceptación, poder, siguen siendo ídolos que alienan al ser humano y lo desentienden del prójimo, de la vida en igualdad, de la dignidad de los seres humanos caidos como consecuencia de estos modelos excluyentes, de religiosidades sin capacidad de salvación y de liberación. Practicamos la religión sólo para ganarnos unos favores individuales de Dios? Lo usamos para nuestros intereses? Volvemos la relación con Dios una religioncita ritual sin fuerza profética, sin panes y peces de abundancia desmedida para significar la vida nueva que Jesús, en nombre del Padre, nos comunica?
El cristianismo es la religión del totalmente Otro, Dios, que se nos vuelve realidad existencial, histórica, próxima, en los totalmente otros, que son los prójimos, los seres humanos concretos, y esto nos lo pone en evidencia sacramental el Señor Jesucristo, el Otro, Dios, nos remite a los Otros, los seres humanos, para multiplicar los panes y los peces, con Jesús en el centro.
A raíz de divisiones y pugnas que se daban en la comunidad cristiana de Efeso, envidias, recelos, Pablo los exhorta a la unidad, consecuencia de lo que venimos reflexionando en este domingo, no una unidad de pacifismo ingenuo sino una efectiva y afectiva projimidad fundamentada en el Señor: “Los exhorto, pues, yo, prisionero por el Señor, a que vivan de una manera digna de la llamada que han recibido: con toda humildad, mansedumbre y paciencia, soportándose unos a otros por amor, poniendo empeño en conservar la unidad del Espíritu mediante el vínculo de la paz. Pues uno solo es el cuerpo y uno solo el Espíritu, como una es la esperanza a la que han sido llamados” (Efesios 4: 1-4).
Tener a los otros en más estima que a uno mismo, apostarlo todo por la felicidad de los otros, la negación de los protagonismos egoístas, son las grandes oportunidades para la comunión, para la mesa que se sirve para todos, señal de que se acoge el don ilimitado de Dios, los panes y los peces que desbordan generosamente y construyen comunidad y participación en el Señor. Aquí residen las más definitivas razones para la esperanza….


[1] II Conferencia General del Episcopado Latinoamericano. Medellín agosto septiembre 1968. Documento Final, Conclusiones, Capítulo Justicia # 1.

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