domingo, 13 de mayo de 2012

Pistas para la Homilía, por Jorge Humberto Peláez S.J.,PASCUA – DOMINGO VI B (13-mayo-2012)

1. Lecturas:
a. Hechos de los Apóstoles 10, 25-26. 34-35. 44-48
b. I Carta de san Juan 4, 7-10
c. Juan 15, 9-17

2. Jesús Resucitado confía a sus seguidores la tarea de llevar la Buena Noticia de la salvación a todos los pueblos. El libro de los Hechos de los Apóstoles nos ofrece una excelente visión de conjunto de la actividad misionera de la primera comunidad cristiana, con sus éxitos y fracasos, las acogidas entusiastas y las persecuciones.

3. Ciertamente, la comunidad asumió con entusiasmo el mandato misionero. Pero ponerlo en práctica fue difícil, porque suponía liberar el mensaje cristiano de los condicionamientos que le imponían las raíces y el entorno judío. No fueron pocas las tensiones que se vivieron dentro de la comunidad apostólica.

4. Esta tensión que la Iglesia vivió desde sus orígenes, la sigue acompañando a lo largo de toda su historia. El diálogo entre la fe cristiana y las diversas culturas es un tema de la mayor importancia. El texto de los Hechos de los Apóstoles que nos propone la liturgia de este VI Domingo de Pascua tiene como protagonista al Apóstol Pedro quien, acompañado de un grupo de creyentes convertidos del Judaísmo, visita en su casa a un oficial romano, llamado Cornelio. Se trata de un caso muy interesante para reflexionar sobre la evangelización y la diversidad cultural.

5. Pedro y sus acompañantes descubren una realidad nueva; el texto nos dice que Pedro hizo un público reconocimiento: “Ahora caigo en la cuenta de que Dios no hace distinción de personas”. La comitiva que lo acompañó en esta visita vivió una experiencia importante: “Los creyentes judíos que habían venido con Pedro, se sorprendieron de que el don del Espíritu Santo se hubiera derramado también sobre los paganos”.

6. La primera comunidad cristiana provenía exclusivamente del Judaísmo; este era su origen, en él se inspiraba su educación, y su tradición religiosa hundía sus raíces en la Ley y los Profetas. Aunque acogía de manera incondicional el mandato misionero universal, tenía dificultades culturales para dar el paso de abrirse a otros horizontes:
a. Los seres humanos nos sentimos seguros cuando nos movemos en unos espacios culturales conocidos, pues estamos familiarizados con las personas, las situaciones, los símbolos. Es natural que experimentemos lo desconocido como una amenaza pues nos sentimos despojados de las seguridades.
b. A esto se añade la carga emocional de los prejuicios. Una cosa es explorar lo desconocido con curiosidad e interés, y otra cosa es hacerlo habiendo asumido unas posiciones previas que nos van a quitar la objetividad. Los seres humanos tendemos a encasillar a los demás en juicios simplistas e injustos; por ejemplo, afirmamos que “todos los costeños son…”, “todos los paisas son…”, todos los venezolanos son…”, todos los argentinos son…”. Estos prejuicios van acompañados de un orgullo malsano sobre lo propio y el desprecio de lo ajeno.

7. Estas reflexiones nos permiten hacer referencia a un capítulo muy sensible en la historia del Cristianismo, que es el trabajo evangelizador llevado a cabo por los misioneros que acompañaban a los ejércitos de las potencias coloniales (España, Portugal, Inglaterra, Francia, Holanda, Alemania, etc.) Esta alianza entre la espada de los conquistadores y la cruz de los misioneros tiene momentos muy oscuros porque, con frecuencia, significó el atropello de los derechos humanos y la destrucción de ricas tradiciones culturales.

8. Teniendo como telón de fondo estas experiencias históricas sobre la evangelización, debemos preguntarnos cómo abordar hoy el antiguo y siempre nuevo reto de anunciar el Evangelio en un mundo marcado por la diversidad:
a. El relato de los Hechos de los Apóstoles nos ofrece pistas valiosas; el Dios que se ha revelado en Jesucristo no tiene antipáticas preferencias; por eso el apóstol Pedro exclama: “Ahora caigo en la cuenta de que Dios no hace distinciones de personas”. La oferta de salvación es totalmente abierta: “Acepta al que lo teme y practica la justicia, sea de la nación que fuere”. En consecuencia, haríamos mal si quisiéramos establecer unos filtros que Dios no quiere… El Espíritu Santo no actúa dentro de un formato determinado por nosotros.
b. El mandato misionero universal nos exige estudiar cuidadosamente las particularidades culturales de los grupos a los cuales vamos a acompañar. Por ejemplo, si voy a trabajar con jóvenes, debo conocer sus intereses, su música, sus gustos, su lenguaje; si voy a trabajar con personas de la tercera edad, debo conocer sus temores, sus expectativas, su forma de razonar.

9. La misión que el Señor Resucitado confía a su Iglesia exige un esfuerzo gigantesco para comunicar, de manera pertinente y comprensible, los misterios de la fe y la propuesta del Reino. Por eso no es posible trasladar formatos preestablecidos que pudieron funcionar en un contexto particular, pero que se vuelven incomprensibles en otras circunstancias. La evangelización exige una gran creatividad.

10. El mandato misionero universal de anunciar a Cristo Resucitado en un mundo marcado por la diversidad exige el respeto de las tradiciones; muchas veces utilizamos expresiones despectivas simplemente porque no conocemos las raíces que nutren determinadas expresiones culturales. Hagamos nuestras las palabras de san Pedro. “¿Quién puede negar el agua del bautismo a los que han recibido el Espíritu Santo lo mismo que nosotros?”

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