martes, 8 de mayo de 2012

El Mensaje del Domingo , por Gabriel Jaime Pérez, S.J., V Domingo de Pascua, Ciclo B – Mayo 6 de 2012



Durante la cena pascual, la víspera de su pasión, Jesús les dijo a sus discípulos: "Yo soy la vidverdadera, y mi Padre es el que la cultiva. Si una de mis ramas no da uvas, la corta; pero si da uvas, la poda y la limpia para que dé más. Ustedes ya están limpios por las palabras que les he dicho. Sigan unidos a mí, como yo sigo unido a ustedes. Una rama no puede dar uvas de sí misma, si no está unida a la vid; de igual manera, ustedes no pueden dar fruto, si no permanecen unidos a mí. Yo soy la vid, y ustedes son las ramas. El que permanece unido a mí, y yo unido a él, da mucho fruto; pues sin mí no pueden ustedes hacer nada.
El que no permanece unido a mí, será echado fuera y se secará, como las ramas que se recogen y se queman. Si ustedes permanecen unidos a mí y fieles a mis enseñanzas, pidan lo que quieran y se les dará. En esto se muestra la gloria de mi Padre, en que den mucho fruto y lleguen así a ser verdaderos discípulos míos”(Juan 15, 1-8).
El Evangelio de hoy tiene como trasfondo la Canción de la Viña o cultivo de uvas, escrita ocho siglos antes de Cristo por el profeta Isaías (I5, 1-7) para referirse a la acción amorosa de Dios que cuida de su pueblo como el viñador lo hace con la vid. Esta misma imagen es evocada ahora por Jesús para exhortar a sus discípulos a permanecer unidos a Él. Reflexionemos sobre esta exhortación, teniendo en cuenta también los demás textos bíblicos de este domingo [Hechos de los Apóstoles 9, 26-31; Salmo 22 (21), 26b-28.30-32; 1ª Carta de Juan 3, 18-24].

1. “Yo soy la vid verdadera (…) y ustedes son las ramas
La expresión Yo soy empleada por Jesús (Yo soy la luz del mundo - Yo soy la puerta - Yo soy el buen pastor - Yo soy la resurrección y la vida - Yo soy el camino, la verdad y la vida - Yo soy el pan de vida - Yo soy la vid - Yo soy, el que habla contigo, como le dice a la Samaritana cuando ella le pregunta por el Mesías -Cuando ustedes hayan levantado en alto al Hijo del hombre, entonces sabrán que Yo soy -, o simplemente Yo soy, como les responde a quienes llegan a apresarlo en el huerto de Getsemaní) es en el Evangelio de Juan una referencia al nombre con el que se le había revelado Dios a Moisés: Yo soy el que soy (Éxodo 3, 14), que es lo que traduce el nombre hebreo Yahvé.
Lo que Dios es se manifiesta en la forma como actúa, y esta acción la expresan en los textos bíblicos varias metáforas, entre ellas la imagen del viñador o cultivador que llena de todos sus cuidados la planta que él mismo sembró, y la figura de lavid verdadera que da las mejores uvas para la producción del mejor vino, con la cual Jesús se identifica prometiendo que quienes estén unidos a Él, como las ramas al tronco, darán mucho fruto.
Hay en este pasaje del Evangelio un detalle significativo: Jesús dice que al que da fruto lo limpia -o en otras traducciones lo poda- para que dé más fruto. Esto quiere decir que, en el proceso de crecimiento espiritual que implica nuestra unión o comunión con Él, debemos estar dispuestos a experiencias de purificación para arrancar de nosotros los apegos o afectos desordenados que nos impiden dar frutos de buena calidad.

2. “Quien permanece unido a mí da mucho fruto”
El fruto resultante de permanecer con Jesús es la vivencia del amor, gracias a la cual la  Iglesia primitiva, la comunidad primera de quienes creyeron en Jesús resucitado, tenía paz y crecía espiritualmente, como lo dice la primera lectura (Hechos 9, 31), cumpliendo el mandamiento por el cual eran reconocidos sus seguidores, como Él lo había dicho y lo repetiría en el mismo Evangelio (Ámense unos a otros como yo los he amado… En esto conocerán los demás que ustedes son mis discípulos: Juan 14, 34-35; 15, 12.17) y como lo recalca la segunda lectura (Y éste es su mandamiento: que creamos en el nombre de su Hijo, Jesucristo, y que nos amemos unos a otros, tal como nos lo mandó. Quien guarda sus mandamientos permanece en Dios, y Dios en él; en esto conocemos que permanece en nosotros: 1 Juan 3, 23).
Ya ustedes están limpios, dice Jesús. En efecto, todo el proceso formativo de sus discípulos ha implicado una purificación inicial, pero ésta debe continuar porque las tendencias desordenadas no desaparecen en forma automática, y por ello es necesario reforzar constantemente la conexión con Él. Ahora bien, para estar y permanecer unidos a Jesús tenemos que dejarnos vivificar por la savia que Él quiere comunicarnos: su Espíritu Santo, que nos mueve a escuchar y comprender la Palabra de Dios en la oración individual y comunitaria, y a conectarnos con la vida resucitada de Jesús en la comunión eucarística.
La idea de estar en unión con Jesús, que aparece siete veces en el pasaje del Evangelio de hoy,  constituye el núcleo del mensaje de este domingo y nos da una clave importante para examinarnos, preguntándonos: ¿Qué he hecho, qué hago y qué debo hacer para permanecer conectado a Jesús?

3. “Si permanecen unidos a mí y fieles a mis enseñanzas, pidan lo que quieran…”
¡Ama y haz lo que quieras! San Agustín de Hipona (siglo IV d.C.) expresó con esta frase el sentido de lo que Jesús les dice a sus discípulos en la última parte del pasaje evangélico de hoy. Es frecuente la queja de quienes se sienten desatendidos por Dios porque no oye sus peticiones o parece no tenerlas en cuenta. Lo que ocurre tal vez es que, quienes así se quejan, por una parte no han cumplido la condición que indica Jesús -si permanecen unidos a mí y fieles a mis enseñanzas-, y, por otra, no han entendido que la oración hecha como es debido nos dispone a pedir lo que nos conviene para nuestra vida espiritual y eterna, que es muy diferente de lo que corresponde a nuestros afectos desordenados.
Invoquemos entonces especialmente en este mes de mayo la intercesión de María Santísima, para que, como decía san Ignacio de Loyola, ella misma por obra y gracia del Espíritu Santo nos ponga con su Hijo, es decir, nos mantenga unidos a Él de tal modo que nuestra vida sea productiva y podamos dar frutos de amor, de justicia y de paz.-

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