“Cuando venga el Espíritu de la verdad, él los guiará a toda la verdad”
Hace muchos años leí un texto que me
impresionó mucho; se trata de un testimonio de una joven no creyente que
relata una experiencia que me parece que puede iluminar la fiesta que
celebra hoy la Iglesia; el texto se llama: “Diatriba contra los
cristianos”.
“Me llamo Noemí Herrera o de cualquier
otra forma. ¿Qué importa eso? Acabo de llegar de una noche extraña para
mí a la cual asistí movida por la curiosidad: la llamada Vigilia de
Pentecostés. Soy atea, pero he leído mucho y sigo leyendo; en realidad
soy una buscadora afanosa del sentido de la vida. Experimenté en dicha
ceremonia una mezcla de asombro, emoción y rabia. Y me dije: “Voy a
escribir una página contra los cristianos tan pronto llegue a casa. No
hay derecho...”. Sí, no hay derecho a que ustedes, cristianos,
despilfarren el tesoro que se halla oculto en sus libros guías, en el
Evangelio de Cristo, especialmente.
Ustedes son cobardes, hipócritas,
presuntuosos y mezquinos. Viendo su vida, Carlos Marx no tenía más
remedio que afirmar que la religión es el opio del pueblo y que, si lo
que ustedes viven es la religión, no se puede vacilar en desterrarla del
corazón de los hombres. ¿Conque creen en Jesucristo? Pero, ¿saben quién
es Él? ¿Qué hizo? ¿Cómo vivió? ¿Contra quienes y a favor de quiénes se
pronunció? ¿Quiénes lo mataron y por qué? ¿Lo saben? No.
Definitivamente, no los reconozco como discípulos de Cristo. ¿Cómo se
pueden comparar con aquellos primeros cristianos, que compartían sus
bienes, se ayudaban mutuamente y llevaban una vida de austeridad y
servicio? He dicho que son cobardes, hipócritas, presuntuosos y
mezquinos. Tal vez he sido benévola. Merecerían adjetivos mucho más
severos.
¿No son cristianos esos jefes de
empresas que explotan inmisericordemente a sus obreros? ¿Y esos
políticos de ‘comunión con fotógrafo’, que decía Fernando González, y
que se sienten capaces de todo dizque porque tienen la verdad? ¿Acaso no
fueron los ‘cristianos’ los que bañaron en sangre a Colombia en nombre
de los partidos tradicionales? Hipócritas... ¿De dónde han sacado en el
Evangelio la acérrima defensa de su propiedad privada? De la suya,
porque parece que la propiedad privada del pobre no les merece tanto
respeto. (...) Cristianos, los condeno y los desprecio. Deben ser
testimonio de algo muy grande y muy importante que revolucionó el mundo y
trazó pautas del más noble contenido humano. ¿Cómo lo traicionan así?
(...).
Sin embargo, los envidio. Anoche tuve la
sensación de que en medio de todo, cuentan con algo inexpresable,
misterioso y sutil que llena de alegría los corazones de los jóvenes y
crea una nueva atmósfera de igualdad y de paz. “Jesucristo vive”,
gritaban a una y yo experimenté, sin saber por qué, un nudo en la
garganta. Ciertamente, no puedo gritar lo mismo respecto de Carlos Marx;
y de Lenin apenas si tenemos un cadáver embalsamado y yerto allá en
Moscú. Pero, ¿de qué me sirve todo esto si son incapaces de vivirlo con
la intensidad de la mística que exige un verdadero testimonio? Da rabia
contemplar su mediocridad como creyentes. Si aplicaran a su fe una
centésima parte del interés que ponen en sus negocios, su empuje sería
arrollador; nada ni nadie los detendría. Transformarían el mundo.
Cristianos, ¡cómo los envidio y cómo los desprecio!”
Siempre que leo este documento, me
cuestiona y me golpea. Tenemos un tesoro que no sabemos aprovechar
suficientemente y que no alcanza a ser transparente para los que nos ven
actuar y vivir. El Espíritu de Jesús sigue presente entre nosotros,
según su promesa: “Pero cuando venga el Defensor, el Espíritu de la
verdad, que yo voy a enviar de parte del Padre, él será mi testigo. Y
ustedes también serán mis testigos, porque han estado conmigo desde el
principio”. ¿Seguimos siendo testigos creíbles de la Buena Nueva del
Reino que anunció Jesús?
Hermann
Rodríguez Osorio es sacerdote jesuita, Decano académico de la Facultad
de Teología de la Pontificia Universidad Javeriana – Bogotá
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