Se suelen llamar temas bíblicos, a ciertos tópicos que se repiten a lo largo de toda la Biblia. Por ejemplo, la Hora. Es natural que recordemos la frase: Llegó la hora del poder de las tinieblas. Pero ya estaba presente en el Antiguo Testamento cuando se habla de la hora de Yahvé y en las muchas frases de Jesús para referirse al acontecimiento cumbre de la historia, su muerte y resurrección.
El tema del Pan recorre
toda la Biblia, incluyendo de algún modo, el mismo maná. Es frecuente
en las homilías del Corpus hacer alusión a la multiplicación de los
panes y en ocasiones a la misma Iglesia, como Cuerpo de Cristo.
Suele impresionar mucho la reflexión
sobre cuántas personas se necesitan para que tengamos una hostia, un
pan, sobre el altar. Habría que enumerar a los campesinos que preparan
la tierra, la abonan, siembran la semilla en los surcos, después
deshierban la maleza, recogen las espigas y las ponen a secar. Habría
que añadir los trabajadores que han construido los secaderos, los
choferes que conducen los carros, los obreros que fabrican la gasolina,
las llantas, los metales de los carros, las carreteras, los puentes…
hasta los vendedores.
La Viña es otro de esos temas, que recorre toda la Biblia. Lo encontramos, por ejemplo, en una parábola bien expresiva, la Canción de la Viña, donde Isaías narra la acción de Dios con el pueblo de Israel: “Mi
amigo tenía una viña en una fértil colina. Cavó la tierra, quitó las
piedras, plantó sepas selectas, construyó en medio una torre y excavó un
lagar. Esperaba que diera buenas uvas, pero dio racimos amargos” (Is. 5,1-3).
Esta parábola está pletórica de palabras
de tipo ecológico: sembrada en colina fértil, se cavó la tierra, se
plantaron cepas selectas, se esperaban uvas selectas. Sólo dio
agrazones, uvas amargas. Sigamos: la colina quedó convertida en un lugar
desértico; que ya no podan ni limpian, sino que se llena de espinas y
cardos, sobre el cual no llueve y por eso expresa la misma desolación y
violencia.
Las frases finales, “Esperaba cumplimiento de la Ley y no hay más que asesinatos, esperaba justicia y solo hay lamentos” (v.7), podría servirnos, mutantis mutandis,
para quejarnos de nuestras actuales barbaridades antiecológicas: la
deforestación del Amazonas para negociar maderas finas o sembrar coca,
la minería irresponsable, muchos otros de Latinoamérica. Todos estos
fenómenos culpables del calentamiento global.
En uno de los salmos, encontramos una alusión al mismo tema: “Arrancaste
una viña de Egipto y expulsaste naciones para plantarla; le preparaste
el suelo, echó raíces y llenó esta tierra. Su sombra cubrió las
montañas, sus ramas los cedros gigantescos, extendió el ramaje hasta el
mar, sus retoños hasta el río Eufrates”. (Sal 80, 9-12). En este mismo salmo se implora el perdón de Dios por la infidelidad del pueblo: “Dios todopoderoso. Atiéndenos, mira desde el cielo, fíjate, ven a visitar tu viña, la planta que sembraste…” (v. 15 y16).
La respuesta de Dios la conocemos: Nos
envía a Jesús como Vid verdadera, que nos trae la vida. Más aún que se
queda como vida en la Eucaristía! Pero el mismo Jesús, con la parábola
de los labradores asesinos, no quiere que olvidemos la muerte de muchos
profetas, incluso la suya, que como heredero murió fuera de la viña (Mt
21,33-43).
Pasemos a posibles aplicaciones a la
vida; desde la reflexión sobre los excesos que se cometen con el vino,
hasta las preciosas celebraciones de primeras comuniones, cumpleaños,
grados, matrimonios, etc. con la presencia del Pan y del Vino. Lo mismo
los abusos, como en el caso de la cocaína, destruyendo bosques y
acabando con vidas humanas, pero también cómo muchas personas han
encontrado en el mate de coca, la solución a un peligro grave, como es
el mal de altura o soroche.
Y cuántos cristianos han hallado en la Eucaristía, la plenitud de vida espiritual. A eso estamos invitados hoy.
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