viernes, 6 de abril de 2012

Viernes 6 abril. Viernes Santo.

Por unos momentos, pienso en la velada Presencia de Dios en todo:
en los elementos, dándoles existencia;
en las plantas, dándoles vida; en los animales, dándoles sentidos; y finalmente, en mí, dándome todo eso y más,
transformándome en un templo, un hogar para el Espíritu Santo.

Es tan fácil caer en las trampas
que nos coloca la riqueza en nuestras vidas.
Concédeme, Señor, que pueda librarme
de la avaricia y del egoísmo.
Recuérdame que las mejores cosas de la vida son gratuitas:
El amor, la risa, el cariño y el compartir.

Cómo me encuentro hoy?
Cómo estoy con Dios?
Tengo algo que agradecer? Doy las gracias ...
Hay algo que lamento? Pido perdón ...

John 18:1-19:42
Después de haber dicho esto, Jesús fue con sus discípulos al otro lado del torrente Cedrón. Había en ese lugar una huerta y allí entró con ellos. Judas, el traidor, también conocía el lugar porque Jesús y sus discípulos se reunían allí con frecuencia. Entonces Judas, al frente de un destacamento de soldados y de los guardias designados por los sumos sacerdotes y los fariseos, llegó allí con faroles, antorchas y armas. Jesús, sabiendo todo lo que le iba a suceder, se adelantó y les preguntó: «¿A quién buscan?». A Jesús, el Nazareno. El les dijo: «Soy yo». Judas el que lo entregaba estaba con ellos. Cuando Jesús les dijo: «Soy yo», ellos retrocedieron y cayeron en tierra. Les preguntó nuevamente: «¿A quién buscan?». Le dijeron: «A Jesús, el Nazareno». Jesús repitió: «Ya les dije que soy yo. Si es a mí a quien buscan, dejan que estos se vayan». Así debía cumplirse la palabra que él había dicho: «No he perdido a ninguno de los que me confiaste».
Entonces Simón Pedro, que llevaba una espada, la sacó e hirió al servidor del Sumo Sacerdote, cortándole la oreja derecha. El servidor se llamaba Malco. Jesús dijo a Simón Pedro: «Envaina tu espada. ¿Acaso no beberé el cáliz que me ha dado el Padre?

  • Ellos se llevaron a Jesús. Él acarrea su propia cruz. Ellos lo crucifican. Es un lenguaje disperso para decir una historia horrenda. El dolor y el sufrimiento detrás de estas palabras es inimaginable. Por tanto es el amor que lo mueve a Él ha hacerlo.
  • Él lo ha dado todo. Él está muriendo desnudo en la cruz, privado de su belleza y su dignidad. A Él le queda sólo un regalo muy amado, y también lo da. Su madre. Juan se la lleva a su propia casa. Déjame hacer lo mismo que Juan.
 Sin olvidar que sigo en la Presencia de Dios, imagino a Jesús mismo, de pie o sentado a mi lado,
le digo todo lo que está en mi mente, y en mi corazón, tal como se le habla al mejor amigo.

Gloria al Padre y al Hijo y al Espiritu Santo;
como era en el principio, ahora y siempre,
por los siglos de los siglos.
Amen




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