1. Lecturas:
a. Hechos de los Apóstoles 4, 32-35
b. I Carta de san Juan 5, 1-6
c. Juan 20, 19-31
2. Durante la Pascua, la liturgia
propone a nuestra consideración experiencias diversas sobre el Señor
resucitado vividas por la comunidad apostólica. Así como Yahvé manifestó
su plan de salvación al pueblo de su elección, el Señor resucitado se
manifiesta a sus discípulos para confirmarlos en la fe y confiarles una
misión. La comunidad es el lugar donde se manifiesta el Señor y en ella
comunica su gracia.
3. En la liturgia de este II Domingo de
Pascua, hay un texto que llama poderosamente la atención; es la
descripción que el libro de los Hechos de los Apóstoles hace sobre la
comunidad de bienes: “La multitud de los que habían creído tenía un solo
corazón y una sola alma: todo lo poseían en común y nadie consideraba
suyo nada de lo que tenía. Ninguno pasaba necesidad, pues los que
poseían terrenos o casas los vendían, llevaban el dinero y lo ponían a
disposición de los apóstoles, y luego se distribuía según lo que
necesitaba cada uno”. Nos impresiona este relato, pues contrasta con la
forma como muchos buscan exclusivamente su lucro personal y no tiene
ninguna sensibilidad frente al bien común. Los invito, pues, a
reflexionar sobre el significado de la solidaridad, que era un rasgo
distintivo de la primera comunidad cristiana.
4. ¿Por qué se comportaban de esta
manera los primeros seguidores del Resucitado? Para ellos, la fe no
consistía en el cumplimiento de unos ritos sino en la respuesta
confiada al Señor, quien había tenido la máxima expresión de amor al dar
su propia vida para que todos tuvieran Vida en abundancia. La
revelación definitiva de la solidaridad de Dios con el hombre se
manifestó en la Encarnación y en la Pascua de Jesucristo. La comunidad
apostólica entiende que su respuesta al Dios solidario que se revela en
Jesucristo es la solidaridad con los hermanos.
5. Ahora bien, para que la solidaridad no sea un discurso vacío, debe concretarse en acciones de justicia y de caridad:
a. En primer lugar, la solidaridad con
los hermanos empieza por el reconocimiento de sus derechos y la creación
de las condiciones para que pueda llevar una vida digna.
b. En segundo lugar, la solidaridad del
creyente va más allá de la defensa y promoción de los derechos humanos
para explorar las necesidades más profundas del corazón animando,
consolando, acompañando; la solidaridad del creyente desborda el ámbito
de la justicia y se manifiesta como amor, ternura y don.
c. La comunidad apostólica, que había
escuchado embelesada los relatos de los testigos directos de Jesús y que
había meditado sus enseñanzas cuando se reunía para la fracción del
pan, sabía que su misión de anunciar la Buena Noticia del Resucitado
se cumplía cuando el mandamiento nuevo, comunicado en la Cena de
despedida por el Señor a sus apóstoles, se traducía en acciones
concretas.
6. Cuando uno revisa la historia de la
Iglesia, descubre cómo la comunidad de los fieles ha respondido, en la
práctica, a los desafíos propios de la solidaridad en cada momento
histórico: durante las persecuciones, confortando la fe de los que
vacilaban; en las guerras, curando a los heridos y atendiendo a las
viudas y a los huérfanos; durante las epidemias, sirviendo a los
enfermos y enterrando a los difuntos; en las crisis económicas,
alimentando a los que carecían de empleo. Por eso cada época debe hacer
una lectura muy cuidadosa del entorno social y preguntarse qué
significa, aquí y ahora, ser solidaria, y cuáles son los clamores
concretos de los hermanos en términos de justicia y de caridad.
7. En un mundo en el que los medios de
comunicación nos permiten conocer, en vivo y en directo, los
sufrimientos de la humanidad por causa de los terremotos, tsunamis,
bombardeos, hambrunas, desplazamiento forzado de poblaciones, la
solidaridad se abre a nuevos escenarios. Para poder cubrir las
crecientes necesidades de un mundo globalizado, la comunidad
internacional ha desarrollado eficientes organizaciones; pensemos, por
ejemplo en la Cruz Roja, Médicos sin Fronteras, Cáritas Internacional,
etc. La lista es interminable.
8. Que este II Domingo de Pascua nos
sintamos inspirados por el testimonio de solidaridad vivido por la
primera comunidad apostólica; la fe de los discípulos de Jesucristo pasa
por el compromiso que genera acciones de justicia y amor con los que
padecen algún tipo de necesidad.
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