También tengo otras ovejas que no son de este redil; y
también a ellas debo traerlas. Ellas me obedecerán y formarán un solo
rebaño con un solo pastor. El Padre me ama porque yo doy mi vida para
volverla a recibir. Nadie me la quita, yo la doy por mi propia voluntad.
Tengo el derecho de darla y de volver a recibirla. Esto es lo que me
ordenó mi Padre." (Juan 10, 11-18).
La Iglesia dedica este domingo a la Jornada Mundial de Oración por las Vocaciones Sacerdotales a la luz de la imagen del Buen Pastor, con la que Jesús indica cómo deben actuar siguiendo su ejemplo, sus elegidos para realizar la misión de ser pastores.
Meditemos en lo que nos dice el Evangelio, teniendo en cuenta también
las otras lecturas de este domingo [Hechos de los Apóstoles 4, 8-12;
Salmo 118 (117); 1ª Carta de Juan 3, 1-2].
1. “Yo soy el Buen Pastor. El buen pastor da su vida por las ovejas”
La imagen del pastor es constante en la
Biblia. En el Antiguo Testamento, el libro del Génesis describe los
orígenes de Israel hacia el siglo 18 a.C. a partir de Abraham, Isaac y
Jacob, pastores que recorrieron los territorios desérticos del cercano
oriente en busca de agua y pasto para sus ganados de ovejas y cabras.
Seis siglos después -hacia el 12 a.C.- Moisés, tal como nos lo presenta
el libro del Éxodo, aprende el oficio de pastor junto al monte Sinaí y
es escogido por Dios como instrumento para liberar al pueblo de la
esclavitud que padecía en Egipto y conducirlo hacia la tierra prometida.
Dos siglos más tarde -hacia el 10 a.C.-, según se cuenta en el primer
libro de Samuel (16, 1-13), es designado rey de Israel un joven pastor
que cuidaba el rebaño de su padre Jesé; este joven fue David, quien
precisamente compuso los salmos que representan a Dios como el Pastor
que conduce, alimenta y protege a su pueblo. Por último, los profetas
Jeremías (23, 1-6) y Ezequiel (34, 1-31) -siglos 7 y 6 a.C.-, critican a
los jefes políticos y religiosos de su tiempo como malos pastores que
han descuidado el rebaño, y anuncian como nuevo y buen pastor a un
Mesías descendiente de David.
A estas profecías se refieren en el
Nuevo Testamento primero los Evangelios de san Mateo y san Lucas,
quienes presentan en boca de Jesús la parábola del pastor que encuentra a
la oveja perdida y la carga sobre sus hombros, para ilustrar lo que Él
mismo hacia al acoger con misericordia a los pecadores y pecadoras,
perdonándolos, reincorporándolos a la comunidad y ofreciéndoles la
posibilidad de una vida nueva (Mateo 18,12-14; Lc 15,3-7. El Evangelio
de Juan, por su parte, destaca una característica esencial del Buen
Pastor: dar su vida por las ovejas, en lugar de huir como los
asalariados. Esta donación de su propia vida, a la que Jesús hace
referencia tres veces en el Evangelio de hoy, es libre y voluntaria, y
además conlleva el anuncio de su Resurrección.
2. “Yo conozco a mis ovejas y ellas me conocen a mí”
El capítulo 10 del Evangelio según san
Juan se sitúa en el marco de la fiesta de la Dedicación, en la que se
conmemoraba la restauración y consagración del Templo de Jerusalén en el
año 164 a. C. En el transcurso de esta fiesta tiene lugar entre Jesús y
los jefes religiosos, precisamente en los atrios o alrededores de la
entrada del Templo, una discusión en la cual les dice que Él es el buen
pastor, lo que implica una crítica a sus adversarios como malos
pastores. Jesús se aplica la imagen del pastor a quien sí le importa
cada una de sus ovejas, y a quien éstas identifican como el que se
preocupa por cada cual y va delante de ellas (Juan 10, 4), abriéndoles y mostrándoles el camino.
Sin embargo, existe el peligro de
malentender la imagen del pastor cuando se concibe a la Iglesia como una
organización autoritaria en la que los jefes imponen su poder a unos
borregos pasivos sin libertad ni iniciativa propia. Por el contrario, lo
que Jesús quiere es que formemos una comunidad en la que todos sus
integrantes seamos reconocidos como “pueblo de Dios”, tal como lo indicó
el Concilio Vaticano II (1962-1965). Por eso, en la labor “pastoral” de
la Iglesia todos debemos reconocernos mutuamente como hermanos, con
distintos dones o carismas y variados oficios, pero todos iguales en
dignidad como “hijos de Dios”, como lo recalca la segunda lectura, tomada de la primera carta de Juan.
3. “También tengo otras ovejas que no son de este redil”
Esta frase y las que siguen se refieren a
quienes en aquel tiempo no formaban parte del pueblo judío. Para ellos
es también la obra redentora de Jesús, más allá de los límites estrechos
de un pueblo y de una religión específica con sus ritos tradicionales
simbolizados en el Templo de Jerusalén. El mensaje de salvación del Buen
Pastor es universal. Y para que sea efectivo, Jesús quiere formar una
Iglesia cuya unidad sea un testimonio creíble. Ya desde fines del siglo
primero, cuando con base en la predicación del apóstol Juan fue escrito
el cuarto Evangelio, se habían comenzado a producir divisiones entre los
cristianos y surgían grupos que se enfrentaban a los apóstoles y a sus
sucesores. Hoy persiste esta situación, y a pesar de lo que se viene
haciendo desde el Concilio Vaticano II -que fue llamado “Ecuménico” por
su intención de buscar la unidad respetando la pluralidad-, todavía
falta mucho para lograr el ideal de ser “un solo rebaño con un solo Pastor”.
Por eso, sea éste un motivo para renovar
la petición de Jesús evocada por el mismo evangelista Juan en su relato
de la última cena antes de su pasión: “No te ruego solamente por
éstos, sino también por los que han de creer en mí al oír el mensaje de
ellos. Te pido que todos ellos estén unidos (…), para que el mundo crea
que tu me enviaste” (Juan 17, 20-21).
Finalmente, al estar ya próximo a
comenzar el mes de mayo, que la Iglesia dedica muy especialmente a la
veneración de María Santísima, por la intercesión de ella pidámosle al
Señor que suscite muchas vocaciones de jóvenes que tengan y realicen el
deseo sincero de entregar sus vidas al servicio de la comunidad en el
sacerdocio ministerial, y de manera especial oremos hoy por las personas
consagradas como diáconos, presbíteros y obispos, para que cada cual
cumpla su misión pastoral a imagen y semejanza de Jesús, el Buen Pastor.-
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