1. Lecturas:
a. Hechos de los Apóstoles 4, 8-12
b. I Carta de san Juan 3, 1-2
c. Juan 10, 11-18
2. En la primera lectura, el apóstol
Pedro pronuncia un emotivo discurso, en el cual denuncia la persecución
de los líderes religiosos de Israel. En un estilo directo, les echa en
cara su responsabilidad en la crucifixión y el descomunal error que
cometieron al negarse a reconocer en Él al Mesías anunciado por los
profetas: “Este mismo Jesús es la piedra que ustedes los constructores
han desechado y que ahora es la piedra angular”.
3. Sobre este telón de fondo cargado de
negatividad, se proyecta la imagen luminosa de Jesús como Buen Pastor.
Los invito a que focalicemos nuestra meditación dominical en este
inspirador texto del evangelio de Juan.
4. En este caso, el Señor no acude a
parábolas, las cuales son precedidas de expresiones como “el Reino de
Dios es como…”, “el Reino de Dios se parece a…” En el texto evangélico
que meditamos, Jesús utiliza un lenguaje directo: “Yo soy el Buen
Pastor”; no estamos, pues, frente a una figura literaria, sino que se
trata de la afirmación contundente de una identidad y de una misión.
5. ¿De dónde saca Jesús este lenguaje?
Ya en el Antiguo Testamento, particularmente en los Salmos y en los
profetas Ezequiel e Isaías, se encuentran expresiones como “el Señor es
mi pastor”, “como un pastor vela por su rebaño, así velaré yo por mis
ovejas”, “buscaré a la oveja perdida”, siempre en referencia a Iahvé.
6. Antes de seguir profundizando en el
sentido teológico de esta afirmación – “Yo soy el Buen Pastor” -, los
invito a asomarnos al arte cristiano de los primeros siglos:
a. Recordemos que la religión judía
prohibía absolutamente que la divinidad fuera representada en imágenes.
Esta prohibición no estaba motivada por un rechazo a las expresiones
artísticas, sino por la peligrosa inclinación que el pueblo de Israel
siempre sintió hacia la idolatría; a lo largo de su historia, con
frecuencia sucumbió a la tentación de adorar las imágenes que
representaban a los dioses de los pueblos vecinos, con los que sostenían
intercambios comerciales. La comunidad cristiana de los orígenes poco a
poco se fue distanciando de la normativa judía, y así, en el siglo II,
encontramos las primeras representaciones del Señor como Buen Pastor.
b. Esta figura del pastor se
representaba de dos maneras: unas veces, el pastor cuida atentamente a
su rebaño, estando de pie o sentado; otras veces, el pastor aparece con
el cordero extraviado en sus brazos o sobre los hombros.
c. Encontramos bellísimas
representaciones del pastor con sus ovejas en los mosaicos que decoran
las basílicas de los primeros siglos.
d. En el siglo VI empieza a desaparecer
esta iconografía del Buen Pastor, y el Señor es representado en la
escultura y en la pintura con un rostro mucho más definido en sus
rasgos.
7. Esta apropiación que hace Jesús de la imagen del pastor nos permite comprender mejor su misión:
a. En sus correrías apostólicas siempre
estuvo preocupado por la suerte de los que salían a escucharlo: los
consolaba en sus tristezas, les curaba sus enfermedades y, sobre todo,
les anunciaba la salvación.
b. Manifestó una particular sensibilidad
hacia los más vulnerables de la comunidad, es decir, hacia los más
débiles del rebaño, a quienes prodigó cuidados especiales.
c. Se opuso a los líderes religiosos que
habían traicionado su misión – los asalariados de los cuales habla en
el texto evangélico que meditamos -, y protegió a sus ovejas de las
agresiones externas.
d. Fue especialmente delicado con
aquellas personas que se habían apartado del camino del bien – las
ovejas descarriadas – y les tendió la mano.
8. Los líderes espirituales de hoy
deberían leer, una y mil veces, este texto del evangelista Juan, pues
encontrarán allí los rasgos inspiradores de una vida dedicada al
servicio, así como una cruda denuncia de los comportamientos
escandalosos de los que son infieles a su vocación.
9. Salgámonos del ámbito de lo
explícitamente religioso para explorar otros escenarios de la vida en
sociedad, donde el texto del Buen Pastor tendría mucho que decir… En
este texto se podrán inspirar todas aquellas personas que ejercen una
función de liderazgo dentro de una organización, pues el relato
evangélico pone de manifiesto valores como el compromiso personal que va
más allá del vínculo puramente formal y laboral, la importancia de
establecer relaciones cercanas con los miembros del colectivo, la
preocupación por el bienestar y la seguridad de todos, la creación de un
ambiente amable.
10. Que la meditación de este hermoso
texto en el que Jesús se describe como el “Buen Pastor” nos ayude a
comprender mejor la misión del Señor, y también nos ayude a ver, en una
perspectiva diferente, las relaciones sociales, que no pueden ser
simplemente funcionales o, peor aún, de dominación y explotación, sino
que deben estar marcadas por el sentido del servicio.
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