Llamó
Jesús a los Doce y empezó a enviarlos de dos en dos, dándoles poder
sobre los espíritus malignos. Les encargó que no llevaran nada para el
camino, fuera de un bastón; que no llevaran pan, ni provisiones, ni
dinero. Que podían llevar sandalias, pero que no llevaran dos túnicas. Y
les decía: “Cuando se hospeden en una casa, quédense allí hasta que se
vayan de aquel lugar. Y si en algún lugar no los reciben ni quieren
escucharlos, al salir sacudan de sus pies hasta el polvo que se les haya
pegado: será una acusación contra esa gente”. Los discípulos se fueron,
y con su predicación llamaron a todos a volver a Dios, expulsaban
muchos demonios, y ungían con aceite a muchos enfermos y los curaban. (Marcos (6, 7-13).
1. Dios elige, llama y envía a cada cual para realizar una tarea específica
En el siglo VIII antes de Cristo, un “pastor y cultivador de higos”
de nombre Amós, quien nos cuenta su propia vocación en la primera
lectura (Amós 7, 12-15), fue llamado y enviado por Dios para realizar la
tarea de los auténticos profetas -porque también existían entonces los
profetas falsos-. En dicha primera lectura se cuenta que Amasías,
sacerdote del Templo de Betel (centro del culto en el reino del norte
llamado Israel que después de Salomón se había separado del reino del
sur llamado Judá, donde estaba el Templo de Jerusalén), le dijo a Amós
que se fuera al sur porque su predicación le resultaba incómoda a
Jeroboam, el rey del norte (Amós 7, 10-11). Y la respuesta de Amós
significa que él no era ningún vidente o adivino ordinario -como lo eran
los falsos profetas que adulaban al rey en su palacio-, sino que había
sido llamado por Dios para hablar en su nombre -y esto es lo que quiere
decir el término profeta, proveniente del griego-. Así lo hizo,
denunciando la idolatría y la injusticia, como también anunciando la
salvación para quienes se convirtieran a Dios.
Siete siglos después, Jesús escoge a doce de entre sus discípulos o seguidores, a quienes llama apóstoles -otro término proveniente del griego que significa enviados-,
y les confía la misión de invitar a todas las personas a convertirse,
es decir, a reorientar sus vidas hacia Dios, y de liberarlas del mal con
el poder del Espíritu Santo.
En el siglo I de la era cristiana, san Pablo, que no había formado parte de los primeros Doce, recibiría asimismo el título de apóstol
al ser escogido por Cristo resucitado para proclamar su mensaje
salvador a los llamados “gentiles”, que no pertenecían al pueblo judío.
Entre ellos se contaban los primeros cristianos de la ciudad de Éfeso en
el Asia Menor (hoy Turquía), a quienes dirigió la carta de la cual está
tomada la segunda lectura (Efesios 1, 3-14) y que justamente comienza,
en sus dos primeros versículos, con una presentación que hace Pablo de
sí mismo como “apóstol de Cristo Jesús por voluntad de Dios” (Efesios 1, 1).
También nosotros los bautizados y
confirmados en la Iglesia o comunidad de los seguidores de Jesucristo en
este siglo XXI, hemos sido elegidos y llamados por Él a realizar una
misión concreta, una tarea específica que el Señor le ha señalado a cada
cual para colaborar con Él en el cumplimiento de su plan universal de
salvación. Reconozcamos esta misión y preguntémonos cómo la estamos
cumpliendo.
2. Jesús envía a sus apóstoles de dos en dos, dándoles poder para predicar y sanar
En la tradición jurídica del judaísmo,
para que fuera válido y creíble un testimonio tenía que ser dado al
menos por dos personas que coincidieran en su contenido. Este es el
sentido originario de esta forma de enviar Jesús a sus discípulos -de
dos en dos-, a lo que podemos agregar el de ayudarse mutuamente para la
realización de la tarea.
Otro tema que llama la atención es la
instrucción que les da para llevar a cabo la misión. En cuanto a qué
pueden y qué no deben llevar, es significativo que lo permitido sea lo
relacionado con el hecho de ponerse en camino -el bastón, las sandalias y una sola túnica-,
mientras que todo lo demás que necesiten se supone que van a obtenerlo
de las comunidades a las que se dirigen, como contribución por el
trabajo que realicen en ellas. Pero más allá de estas especificaciones,
lo que en el fondo significa la instrucción de Jesús es que deben ir
ligeros de equipaje, sin apegos materiales que les impidan la agilidad
requerida para el camino, confiados plenamente en el poder de Dios que
les da la energía espiritual necesaria.
Termina la instrucción de Jesús a sus enviados con el símbolo de sacudirse el polvo de los pies.
Es una forma de expresar, con un gesto, que la Buena Noticia que están
llamados a proclamar puede ser rechazada en determinados ambientes, pero
no por ello deben desanimarse en su trabajo. Por el contrario, deben
buscar otros horizontes, con nuevos ánimos y dejando atrás todo lo que
les impida proseguir su tarea.
3. Llamaron a todos a volver a Dios; expulsaban muchos demonios, ungían con aceite a muchos enfermos y los curaban
El pasaje del Evangelio termina con una
breve descripción de la tarea que comenzaron a realizar aquellos
primeros discípulos, enviados por Jesús a proclamar su mensaje de
salvación. Para describir esa tarea, se hace referencia a tres elementos
esenciales: la invitación a la conversión, la “expulsión de los
demonios” -es decir, de las fuerzas del mal-, producida por la acción
renovadora del Espíritu Santo, y la unción de los enfermos con el óleo o
aceite consagrado como signo de sanación -no sólo física, sino sobre
todo espiritual y que corresponde a uno de los siete sacramentos de la
Iglesia-.
Pidámosle al Señor que nos disponga a
cumplir la misión que nos ha encomendado. En especial pidamos por el
Papa y los obispos, sucesores de los apóstoles de Cristo, y por los
presbíteros y diáconos que son sus colaboradores inmediatos. Asimismo
pidamos por los religiosos y religiosas de vida consagrada, como también
por los laicos (hombres y mujeres) comprometidos en variadas formas de
colaboración al servicio del Evangelio, entre ellas la de proclamarlo en
el ámbito de la familia. E invoquemos la intercesión de María santísima
-cuya advocación como Nuestra Señora del Carmen celebra la Iglesia
mañana 16 de julio- para que nuestro Señor Jesucristo, quien nos llama a
todos -a cada cual con una vocación específica- a proclamar la Buena
Noticia del Reino de Dios con el testimonio de nuestra vida en el
cumplimiento de las tareas específicas que nos ha encomendado, nos ayude
a realizarla con la fuerza de su Espíritu.-
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