domingo, 10 de julio de 2011

DOMINGO 10 DE JULIO


Lecturas de hoy:
1.      Isaías 55:10-11
2.      Salmo 64:10-14
3.      Romanos 8:18-23
4.      Mateo 13: 1-23

Este domingo empiezo la reflexión evocando  a un profeta de la palabra, FACUNDO CABRAL (1937-2011), asesinado en Ciudad de Guatemala en la madrugada de este sábado 9 de julio. Un sembrador de vida, de dignidad, de humanismo, de gozo de vivir, un genuino repartidor de semillas que fecundó muchas mentes y corazones en sus 74 años de vida, que había cumplido el pasado 22 de mayo.
Como penosamente ha sucedido con tantos sabios y trabajadores del sembrado: Monseñor Romero, Luther King, Gandhi, Pablo, Fabricia Córdoba, ahora los insensatos de siempre nos han privado de esta estupenda humanidad que era Facundo, como una especie de profeta bíblico que regó semillas de sentido y esperanza con un inmejorable sentido del humor y con una deliciosa irreverencia. Justamente el evangelio de hoy es la parábola del sembrador….
Dedico este comentario de hoy a su memoria y los invito a agradecer a Dios por habernos regalado a este estupendo juglar argentino y universal. Con León Felipe decimos a Facundo:
Yo soy un vagabundo,
Yo no soy más que un vagabundo sin ciudad,
Sin decálogo y sin tribu.
Y mi éxodo es ya viejo.
En mis ropas duerme el polvo de todos los caminos
Y el sudor de muchas agonías.
Hay saín en la cinta de mi sombrero,
Mi bastón se ha doblado
Y en la suela de mis zapatos llevo sangre, llanto
Y tierra de muchos cementerios.
Lo que sé me lo han enseñado
El Viento,
Los gritos
Y la sombra….. la sombra!
(León Felipe, “Soy un vagabundo”,en Obra Poética Escogida.Espasa-Calpe.Madrid,1975).
Hasta siempre, Facundo Cabral, sembrador de las mejores semillas!
Dos de los textos de hoy nos hablan de fecundidad, de siembras, de semillas, de germinación de realidades decisivas: “Como bajan la lluvia y la nieve del cielo, y no vuelven allá, sino que empapan la tierra, la fecundan y la hacen germinar, para que dé semilla al sembrador y pan para comer, así será mi Palabra, que sale de mi boca: no volverá a mí vacía, sino que hará mi voluntad y cumplirá mi encargo” (Isaías 55:10-11), y por su parte la lectura de Mateo nos propone la muy conocida parábola del sembrador.
Aquí por PALABRA entendemos al mismísimo Verbo de Dios hecho carne y humanidad, es su legítimo significado, es una palabra que se da a sí misma para comunicar a todos la vitalidad de Dios, es creadora y re-creadora. En Jesucristo, el Verbo encarnado, Dios se proclama como la vida misma, incontenible y, por tanto, generadora de una nueva realidad, fecunda, generosa, vital. El nuevo ser humano como terreno abonado para la germinación de la semilla teologal.
Leía hoy un comentario sobre el libro del filósofo francés Michel Lacroix “Paroles toxiques, paroles bienfaisantes” (Palabras tóxicas, o palabras bienhechoras), en el que el autor se refiere al lenguaje como generador de muerte y malestar si es disolvente,agresivo, violento, o configurador de sentido y dignidad si es un lenguaje respetuoso, vinculante. Es la palabra que siembra vida.
En el Evangelio no se propone una ideología sino una persona y El mismo es el que siembra el germen de Dios en quienes lo quieren acoger. Y aquí viene la metáfora sobre los distintos tipos de terreno, de recepción, de condiciones de escucha.
Escuchar? Una actitud apta para generar un vínculo fundante con la palabra-semilla. Tenemos tantos ruidos interiores, prioridades desordenadas, mensajes que nos impiden la autenticidad, preocupaciones vanas, desmedido convencimiento sobre nuestros pareceres y “verdades”, ego excesivamente afirmado, autoescucha arrogante, que ponemos todas las barreras para no ser tierra fértil, y eso deriva en el ser humano aturdido por sí mismo, negado a la trascendencia, interiormente vacío, presuntuoso, sin referencia de projimidad, autosuficiente.
Acoger la Palabra-Semilla es hacernos dóciles para que Dios siembre en nosotros la vitalidad definitiva que nos constituye en estupendos seres humanos, según el modo de Jesús, enraizados en este mundo pero abiertos a la eternidad, sabios,sensatos, solidarios, gozosos, libres, creativos, espirituales, artistas del vivir con felicidad, y también, como Facundo, sembradores de cielos nuevos y tierras nuevas.
Somos tierra epidérmica, sin fondo, sin humus? O terreno árido y pedregoso? O lleno de espinas? Nos entusiasmamos de entrada pero no luego no permanecemos comprometidos en ser tierra apta para la semilla? Estamos tan enredados en los asuntos del poder, de la vida fácil, de la autocontemplación, del consumismo, que no reparamos en la invitación a  ser terreno profundo, generoso, decisivo de vidas con amor y esperanza? Recordemos que no todo lo inmediato, lo urgente, lo apremiante, es esencial; más allá de los apuros que nos ponen estas “importancias” está el ámbito donde se juega la vida verdaderamente, el universo de la trascendencia, la posibilidad de que nuestra existencia tenga un significado y que las nuestras sean biografías espirituales y profundas. No al estilo “Soho” o “Don Juan”, sino en la perspectiva de quien “escucha” la Palabra y la recibe como tierra generosa, vital, fiesta de la fertilidad.
Riquísimo tópico para la oración de este día,  que se completa con el  texto de Romanos que suscita en nosotros la ilusión  del mundo nuevo que está germinando, inaugurado por Jesús: “pero esta humanidad tiene la esperanza de que será liberada de la esclavitud de la corrupción para obtener la gloriosa libertad  de los hijos de Dios “ (Romanos 8:20-21).
No es retórico decir que tenemos en nosotros la semilla de la eternidad, y ella es depositada en nosotros por el Señor Jesús, en nombre del Dios Padre que es para nosotros plenitud de sentido. En un mundo lleno de tantas palabras que pretenden sembrar desconcierto, tristeza, frustración, indignidad, muerte, exclusión, nos encontramos con esta siembra que tiene pretensión definitiva: hacer del ser humano y de toda la creación la tierra fértil de una dignidad que se empieza a vivir ya y que se proyecta al futuro de Dios.
Antonio José Sarmiento Nova,S.J.
Provincia Colombiana de la Compañía de Jesús
Pontificia Universidad Javeriana
10 de julio de 2011

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