domingo, 3 de julio de 2011

DOMINGO 3 JULIO


Lecturas de hoy
1.      Zacarías 9:9-10
2.      Salmo 144: 1-2 y 8-14
3.      Romanos 8:9-13
4.      Mateo 11:25-30
En la breve lectura del profeta Zacarías se destaca un elemento esencial del Mesías, que tiene plena vigencia en Jesús y en el Nuevo Testamento, “mira a tu rey que viene a ti, justo y victorioso, modesto y cabalgando en un  asno,en un pollino de borrica” (Zacarías 9:9). Es un Mesías humilde, sin pretensiones triunfalistas. Es un elemento esencial en la lógica de Jesús, el cambio radical de la expectativa apoteósica, gloriosa, de un arrollador y poderoso Mesías  a uno desposeído de esto para evidenciar que el poder salvador de Dios acontece de modo decisivo en la cruz de Jesucristo.
Primera consideración orante para este domingo es hacer el contraste entre nuestros criterios humanos de vanagloria, de prestigio, de dominación, de notoriedad, de “vano honor del mundo”, para encontrarnos con los de Jesús, manifestados en la donación total de la propia vida, en el despojo de toda arrogancia mundana, Mesías descalzo, en su explícita situación como pobre en el mundo de los más débiles y afectados por la exclusión, en su no acudir a los modos humanos de logros para expresar con toda contundencia la fuerza salvadora de la cruz.
Es una pregunta severa para nuestros egos y para ese deseo constante de aparecer, de ser aplaudidos, de triunfar, de sobresalir sobre los demás. Cómo me identifico con el Mesías que “cabalga en un asno”?
En el texto del capítulo 8 de Romanos, propuesto hoy como segunda lectura, se pone sobre el tapete uno de los grandes asuntos de la teología de San Pablo: la vida según el Espíritu. El gran motivo de nuestra esperanza es que Jesús, a partir de su resurrección, nos implica definitivamente en el beneficio salvador de la pascua, comunicándonos la vitalidad del Espíritu, realidad que hace posible nuestra entrada en una nueva manera de vivir, gozosamente condicionada por Dios: “si el Espíritu del que resucitó a Jesús  de entre los muertos habita en ustedes, el que resucitó de entre los muertos a Cristo Jesús vivificará también sus cuerpos mortales por el mismo Espíritu que habita en ustedes” (Romanos 8:11).
Cómo hacer para que esto no sea un lugar común, sabido por todos como “consideración piadosa” pero no asumido como garantía de la vida con sentido definitivo? Esta es una pregunta de fondo para que nos la planteemos en la oración de este domingo. Somos conscientes de que nuestra vida está plenamente avalada por el Espíritu que Jesús nos comunica? Esto nos hace vivir con entusiasmo y cambia totalmente la óptica de nuestra cotidianidad?
Los seres humanos llevamos puesta la fragilidad, ella es inherente a nosotros, esta constatación la experimentamos cada día de muy diversas maneras: nos enfermamos, nos afecta la soledad, sentimos vacíos emocionales profundos, nos impactan los dramas de la humanidad, alguien muy querido nos abandona, estamos insatisfechos. Este es el diario de una visión del ser humano que subestima esta condición. Somos así y debemos asumirlo con el mayor realismo, pero también con significado y esperanza.
Si vivimos por nosotros mismos, prescindiendo de Dios y afirmando sólo lo temporal, o una pretendida capacidad de darnos a nosotros mismos razón y sentido, estamos acabados, porque el ser humano es inevitablemente finito, precario, siempre susceptible de terminarse, pero si somos  lanzados, intrépidos, y decidimos vivir la aventura de Dios en Jesús, estaremos inmersos en la garantía del Espíritu, y accederemos así a una vitalidad que le da nuevas y definitivas razones para que nuestra vida tenga siempre sentido hasta pasar las fronteras de la muerte hacia la vida.
Dejémonos llevar por este don con la esperanza cierta de que no seremos defraudados.
Para entender y vivir todo esto se necesitan mente y corazón sencillos, desposeídos de galas y vanidades: “te doy gracias, Padre, Señor de cielo y tierra, porque has escondido estas cosas a los sabios y entendidos y las has revelado a la gente sencilla” (Mateo 11:25). Esta es la apuesta del evangelio de hoy. Desconocemos entonces los esfuerzos humanos del conocimiento y los ejercicios racionales para apropiarnos de la realidad y generar ciencia y transformación? Desde luego que no es por ahí lo que quiere decir Jesús, a lo que El se refiere es a deshacernos de estructuras mentales autosuficientes, pagadas de sí mismas, y de las absolutizaciones de ideas, conceptos, mentalidades, incluso de carácter religioso y moral, para dar paso a una actitud dócil, abierta, necesitada de la trascendencia de Dios para que la vida se abra para siempre a una dimensión total de sentido.
El modelo de ser humano que se desprende del mensaje de Jesús es el de la humildad, de la sencillez, de la austeridad, de la comunión, de la apertura constante al Padre y a los hermanos. Volvemos a recordar a los que hemos propuesto en COMUNITAS MATUTINA como referentes de identidad humana y cristiana, en ellos y ella brillan estas cualidades que los hacen aptos para el reino de Dios y su justicia. Es muy negativo el impacto de las personas soberbias, envanecidas, es muy estimulante el de las que vienen a nosotros en actitud de encuentro, de servicio, de simplicidad.
Preguntémonos en oración si nos dejamos envolver por criterios mundanos de “posudez”, como solemos decir en lenguaje coloquial, si nos complicamos la vida, y a los demás también, con mentalidades y estilos que impiden aflorar el verdadero ser feliz, el hombre y la mujer desposeídos de mundanidades vanidosas y dispuestos a la vida simple según el Evangelio.
El encuentro con Jesús, que nos beneficia revelándonos la realidad del Padre con todos sus alcances de salvación y de nueva visión de la vida, nos permite recibir de El un “yugo llevadero y una carga ligera” como propiedades del estilo de vida que acogemos si aceptamos seguirlo en su mismo camino hacia el Padre y hacia toda la humanidad.
Tenemos fatigas y agobios propios de la fragilidad humana, antes referida, dolores, tristezas, sinsabores, pesimismos, y no podemos permanecer en ese estado de pérdida, de ausencia de vida, de oscurecimiento de los mejores ideales. El llegar a Jesús, el llegar El a nosotros, es un acontecimiento legitimador de nuestra esperanza y un cambio de las razones para la misma. Seguir su camino no es hacerse parte de un club de perfectos, ni asegurarse en una institución religiosa, para protegerse del mundo y sus arremetidas: seguir a Jesús es cualificarnos para una vida totalmente asumida por Dios y dotada de los motivos del Espíritu para afrontar todo lo que venga.
Antonio José Sarmiento Nova,S.J.
Provincia Colombiana de la Compañía de Jesús
Pontificia Universidad Javeriana
Domingo 3 de julio de 2011

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