lunes, 11 de julio de 2011

LUNES 11 DE JULIO


Lecturas de hoy
1.      Exodo 1: 8 a 14 y 22.
2.      Salmo 123:1-8
3.      Mateo 10: 34 hasta 11:1
Hoy es la memoria de San Benito Abad, fundador de la orden benedictina.
Les propongo que meditemos hoy en el misterio del corazón humano que es capaz de engendrar maldad, destrucción, muerte. Qué anida en el corazón de los sicarios que destruyen la vida sin contemplaciones? Los que asesinaron a Facundo Cabral? Los que en nuestro país perpetran masacres como las de Bojayá o el Salado? Los que cometieron el crimen de las dos niñas hace unas semanas? Los que planean y ejecutan los peculados y disponen delictivamente de los dineros que son para el bien común? El que vive y pasa indiferente ante el sufrimiento de los demás y los considera un estorbo? El que daña cualquier vida, cualquier dignidad?El dictador y autoritario que dispone de la vida y bienes de las personas arrasa sin piedad? El que ordena genocidios?
Hay un dinamismo de muerte en estas intenciones, actitudes y conductas. Indudablemente también hay que examinar el aspecto psicológico, la estructura de la personalidad, los resortes internos de quienes originan estas perversidades, sus motivaciones, seguramente los estudiosos de la mente y de la conducta nos pueden brindar luces decisivas sobre esto que tanto nos afecta cada día, y desde la óptica ética y moral también se nos invita a considerar los núcleos esenciales de este tipo de gente. Cuáles son sus imaginarios, prioridades, “valores”? Qué los lleva a proceder así?
Esto golpea cada día nuestros deseos de vivir con sentido, el equilibrio emocional y espiritual del mundo, la conciencia y experiencia de la dignidad humana, el respeto a la vida, el derecho legítimo a una existencia respetable, tolerante, dialogante, abierta al encuentro sano y constructivo con los demás seres humanos. Siempre hay evidencia de individuos y grupos empeñados en hacer imposible la vida de los demás, y esto a menudo sucede a gran escala, de tal manera que los agredidos son miles y millones de hombres y mujeres, ancianos, niños indefensos.
Esto qué interrogantes formula a nuestra sensibilidad , a nuestra conciencia? Como creyentes en Jesucristo seguimos un proyecto de humanidad plena, trascendente, digna, aspirante a lograr los mayores ideales de solidaridad, fraternidad, respeto, una vida llena de significado. No podemos quedarnos ante el impacto emocional del primer momento, cuando la noticia está a la orden del día y circula por doquier, hasta que “pasa de moda” y cualquier otro asunto ocupa nuestro interés, dejando atrás el drama y el sufrimiento de los vilipendiados.
Hay que trabajar en el asunto esencial del ser humano, de su interioridad, de lo que lo configura, de lo que hace su interioridad,de lo que lo motiva, de lo que inspira sus actuaciones, y este trabajo es una constante y creciente modelación de esa mente y de ese corazón, empezando por el propio. En el caso nuestro es inscribir nuestra libertad y decisión en la fuerza estructurante del Espíritu que genera en nosotros la nueva humanidad de Jesús y nos hace humanamente exquisitos, espirituales, respetuosos, amorosos, serviciales, solidarios, siempre dispuestos a lograr el máximo ideal de la dignidad de todo ser humano.
Quiero ser enfático en esta reflexión y compartirlo con Ustedes para que nuestro trabajo espiritual vaya siempre muy hondo en esta comprensión de la interioridad humana pero también en la tarea de gestación de sujetos dignos e impecables, sin vanidad de autosuficiencia moral y religiosa, en el mejor estilo evangélico. Pero no debemos conformarnos con este trabajo hacia nosotros mismos, debemos estar comprometidos en prácticas que salgan de nuestro círculo privado para proyectar esta apasionante y exigente tarea de ser instrumentos para ayudar a modelar estupendos hombres y mujeres.
Aquí están los retos de la formación y de la pedagogía, de la educación, del servicio social, del ministerio pastoral, del acompañamiento individual. Se trata de difundir a tiempo y a destiempo la prioridad del ser humano digno, y con ello la indignación profética ante todas las torpezas que cada día se cometen contra la humanidad, indignación que no debe ser la llamarada del momento inicial de la noticia sino una actitud y práctica permanentes, constitutivos de nuestros proyectos de vida.
En este momento me viene a la memoria la película norteamericana – no recuerdo el título – que refiere la historia de un criminal que asesina una pareja de enamorados, es llevado a prisión, juzgado y condenado a la pena capital. En el período que media entre estar en la cárcel y la ejecución de la sentencia una religiosa católica (actuada por Susan Sarandon) es su asistente espiritual. La película es muy bien lograda y presenta este esfuerzo de comprensión del corazón humano y de dignificación del mismo, a pesar el de un asesino. Si alguno de Ustedes recuerda el título de la película, por favor, refrésquenos la memoria.
Vayamos a lo más hondo de nosotros mismos, y examinemos los núcleos más íntimos de nuestro ser, donde están nuestros motivos, lo que nos mueve a vivir, lo que nos da sentido, también los vacíos y dolores no sanados, corramos el riesgo de hacer un viaje denso a ese universo de nuestra interioridad, y desde ahí también trabajemos por entender al ser humano, y por buscar infatigablemente la configuración de una humanidad bella, limpia, solidaria, siempre empeñada en la felicidad y en la plenitud de todos, sin límites de ninguna clase.
Y con respecto a los que engendran muerte y dolor, también estemos abiertos a llegar a esos corazones, a esas cabezas, no tengo respuestas para eso, pero sí la inmensa preocupación de estar allí porque cada día son muchas las tragedias, muchas las agresiones, muchas las muertes, muchos los desastres, y nosotros como hombres y mujeres deseosos de vida digna y plena no podemos estar impasibles ante los atentados constantes en contra de la bienaventuranza del ser humano. Este es un imperativo de la m más alta exigencia ética y espiritual.
Jesús es un especialista en el corazón humano, hagamos esta exploración tomados de su mano, y no escatimemos el más mínimo esfuerzo en este trabajo de conocimiento, sabiendo que este viaje a lo más profundo no puede ser inútil, se debe traducir en que nosotros seamos lo mejor de lo mejor en humanismo ( sin competir con nadie ni presumir, por supuesto) y, desde ahí, en ser medios para que Dios deshaga la malignidad que anida en tantos corazones.
Y sigamos apasionados y comprometidísimos en la oración de cada día por todas estas bellas personas que se nos han confiado para cuidarlas, para amarlas, para orar por ellas y presentarlas cada mañana confiadamente ante el buen Dios, con la garantía de los dos señalados creyentes que fueron nuestros protectores el Padre Arrupe y Monseñor Romero. Oremos por mi hermana Clarita, por todos y todas. Por Jesucristo, Nuestro Señor. Amén.

No hay comentarios:

Publicar un comentario

Archivo del blog