sábado, 30 de julio de 2011

SABADO 30 DE JULIO


1. Levítico 25: 1 y 8-17
2. Salmo 66: 2-8
3. Mateo 14:1-12


El texto de Levítico , del que se toma la lectura de hoy, anuncia un jubileo, un tiempo de gracia y beneficios especiales de Dios para el pueblo, que se expresa así: “Nadie perjudicará a uno de su pueblo. Respeta a tu Dios. Yo soy el Señor, su Dios “ (Levítico 25:17). En la mentalidad bíblica el año o tiempo jubilar es un espacio de tiempo en el que se hace mayor conciencia de la presencia y acción de Dios en la vida de las personas y de la comunidad, en el que se propicia el retorno a Dios, la superación de pecados y la consiguiente reconciliación, el perdón a otros, y el levantamiento de obligaciones onerosas, pero especialmente la disposición para recibir los dones que provienen de la gratuidad de Dios ordenados a una vida en los caminos de su voluntad.
Entendemos nuestra vida, la historia en la que estamos implicados, como tiempo de la acción salvadora y liberadora de Dios? Tenemos la mirada creyente para descubrir que toda la historia, nuestra vida cotidiana, la realidad en la que estamos inmersos, aún dolorosa, es el ámbito de Dios? Y descubrimos allí sus beneficios, gracias, realizaciones que nos hacen más próximos a El y a la humanidad? Y en esa misma perspectiva estamos dispuestos a perdonar, a superar resentimientos, a salir del modelo de vida cuadriculado por nuestro egoísmo “normativo” para construír unas nuevas relaciones con todas las personas inspiradas por el señorío de Dios?
El texto de Mateo relata la muerte de Juan el Bautista, gracias a la veleidad del rey Herodes y al capricho de la hija de Herodías. La vida del profeta servida en bandeja para satisfacer a esta mujer. El Bautista fue un creyente insobornable, libre, indignado por todas las inconsistencias de las autoridades religiosas y políticas de su país, y muy inquieto por constatar que el nombre de Dios se profanaba en los modos habituales de vida de estas personas, de ahí la fuerza de su palabra y de su existencia, de ahí la limpieza de su mente y de su corazón, de ahí la capacidad para denunciar aquello que consideraba indigno y profano: “Herodes quería darle muerte , pero le asustaba la gente, que consideraba a Juan como profeta” (Mateo 14: 5)
Todos los profetas incomodan porque ponen interrogantes de la mayor severidad cuando se ve con claridad de conciencia que hay prostituciones del santo nombre de Dios y de todo lo que El pide al ser humano para llevar a una existencia digna. Tenemos aptitud para entender a los profetas, para acoger su mensaje, para hacerlo parte de nuestra vida? Somos también lo suficientemente templados para no dar el brazo a torcer, para no negociar nuestras convicciones espirituales y éticas? Tenemos el talante para vivir a contracorriente, como Juan el Bautista, cuando la mentalidad dominante de nuestro ambiente es permisiva, moralmente frágil, espiritualmente precaria?
Oremos este sábado con estas preguntas.

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