domingo, 26 de junio de 2011

DOMINGO 26 DE JUNIO SOLEMNIDAD DEL CUERPO Y LA SANGRE DE CRISTO: COMUNITAS MATUTINA


Lecturas de hoy
1.      Deuteronomio 8: 2-3 y 14-16
2.      Salmo 147: 12:20
3.      1 Corintios 10:16-17
4.      Juan 6:51-58
En este domingo la Iglesia quiere reconocer y honrar la realidad eucarística, el sacramento de la presencia del Señor Jesùs en su cuerpo y en su sangre, tradicionalmente llamada esta celebración como Corpus Christi.
Los elementos que podemos destacar para nuestro crecimiento en el Espìritu y para nuestra oración los podemos destacar asì:
1.      En el Antiguo Testamento (texto de Deuteronomio) se hace presente a Dios (Yavè) como el que està permanentemente comprometido con la vida del pueblo que El eligió para ser el pueblo prototipo de la fe. Especialmente en el gran recorrido del desierto hacia la Tierra Prometida, se hace evidente esta condición de Dios que, a pesar de todas las crisis vividas en el desierto (hambres, carencias, desesperación), mantiene la vitalidad del pueblo: “El te afligió, haciéndote pasar hambre, y después te alimentò con manà – que tù no conocías ni conocieron tus padres – para enseñarte que el hombre no sòlo vive de pan ,sino de todo lo que sale de la boca de Dios” (Deuteronomio 8: 3). Dios es creador y comunicador de vida, y permanece siempre comprometido para que sus creaturas se mantengan en esa dinámica vital, por eso alimenta y crea todas las condiciones para que ninguno de los suyos perezca, desfallezca. Esta memoria es central en el pueblo israelita y es una de las líneas esenciales que estructura su historia.
2.      El libro del Deuteronomio, quinto del Pentateuco, representa una tendencia renovadora en la fe de Israel, es el rescate de las tradiciones creyentes  originales del desierto, de lo vivido en esa experiencia en la que descubren a Dios como liberador de todos sus males, esclavitudes, vacìos, y lo experimentan en la experiencia concreta de su historia, y  particularmente en esa prolongada y crìtica travesìa del desierto. El manà es la evidencia de Dios que alimenta, que responde a todas sus búsquedas de sentido, que sacia el hambre que se vive cuando no se tienen las claridades requeridas para llevar una vida con significado. Esta tendencia deuteronomista, contenida en este libro y en los profetas, es una explicitación de la fe en el Dios que interviene en la historia de Israel para hacerlos pueblo digno, libre, paradigma de la humanidad que surge de la alianza, y se da el Deuteronomio en un contexto en el que muchos habían olvidado estas realidades originales del desierto, y se habían dedicado a un culto religioso vacìo de realidad histórica, de humanismo, de solidaridad, de vida profética, de coherencia entre la fe y la vida, dando mucho peso al rito solemne pero sin conversión del corazón. Por esta razón, muchos de los textos proféticos de corte deuteronomista están imbuìdos de un espíritu muy exigente que propende con el mayor vigor por la purificación del culto y de la religión para rescatar la conciencia y la experiencia del único Dios que libera verdaderamente, y en el texto que hoy proclamamos es la referencia al recuerdo del Dios que con el manà alimentò y mantuvo vivo al pueblo creyente.
3.      En el texto de  1 Corintios San Pablo, con una pregunta, afirma que el pan y el cáliz de bendición es comunión con el cuerpo de Cristo, que en ese gesto somos beneficiarios directamente del mismo Señor quien nos implica en la realidad sacramental, salvadora, de su cuerpo y sangre derramados para tener parte en la vitalidad decisiva que Dios nos comunica a través de Jesùs, y lo matiza con el carácter comunitario que se deriva de aquí: “Uno es el pan y uno es el cuerpo que formamos muchos; pues todos compartimos el único pan” (1 Corintios 10:17). La significación eficaz de la Eucaristìa es que Jesùs està presente en el pan y en el vino, esta sacramentalidad prolonga en la historia el don que Jesùs ha hecho de su vida con su cuerpo inmolado y su sangre derramada, don que es en sì mismo meritorio y que nos hace participar del beneficio salvador y liberador allì contenido, y esta participación nos hace comunidad de los que creemos en El y queremos que nuestra vida se configure con la de El. La comunidad de los creyentes, la Iglesia, se expresa y se celebra en la Eucaristìa. En este sacramento Jesùs se sigue implicando en nosotros, los bautizados, y esto lo hace convocándonos a vivir en comunidad, y haciéndose El mismo el centro vital de la misma.
4.      Por esto, la Eucaristìa tiene una dimensión social, no es un ritual religioso para satisfacer necesidades individuales de piedad y devoción, ni tampoco una ceremonia para legitimar religiosamente cualquier cosa en la vida (misa para inaugurar un local comercial, para bendecir las armas de los militares, etc.,como suele suceder, o para que el sacerdote se ponga a decir palabras para apoyar tal o cual grupo social o político, o para condenar estas o aquellas actuaciones). La Eucaristìa es esencialmente eclesial, comunitaria, en nombre de Jesùs, esto quiere decir que su vigor sacramental nos compromete a las relaciones justas, equitativas, solidarias, fraternas, a llevar un estilo de vida respetuoso de todas las personas en sus múltiples diferencias culturales, étnicas, religiosas, sociales, ideológicas, y a construir una manera vida en diálogo y comunicación. Y también, y esto debe ser muy fuerte, la significación eucarística debe llevarnos a la construcción de una sociedad justa y equitativa, afirmando una opción preferencial por los màs débiles ,excluìdos, afectados por la pobreza y por la injusticia. Recuerdo muy bien el profundo carácter social que tuvo el XXXIX Congreso Eucarìstico Internacional en Bogotà, agosto de 1968, que contò con la presencia y la presidencia del Papa Pablo VI. El mensaje de solidaridad, de compromiso con el desarrollo de los pueblos, de promoción de la dignidad humana, fue central en la temática de este evento, y esto determinò una influencia notable en la iglesia latinoamericana de aquellos años, que en ese mismo momento se ratificò con las conclusiones de la II Conferencia General del Episcopado Latinoamericano, reunida en Medellìn, y que fue inaugurada por el mismo Papa Montini.
5.      Yo soy el pan vivo bajado del cielo.Quien coma de este pan vivirà siempre. El pan que yo doy para la vida del mundo es mi carne” (Juan 6: 51). Asumiendo la centralidad del alimento  y de la bebida en la vida de los seres humanos, como garantes de salud y bienestar, Jesùs adopta el significado del pan y del vino en el contexto de la Cena y lo instaura como significación real de su presencia alimenticia y  comunicadora de la vida de Dios para todos los que nos beneficiamos del sacramento. Jesùs se hizo presente en nuestra historia para acercarnos a Dios, para insertar a Dios en nuestra historia, y para cambiar la perspectiva de muerte y sin sentido en una perspectiva de vida trascendente, de libertad, de dignidad. El sacramento de la presencia real de Jesùs en el  pan – cuerpo – y en el vino – sangre – es una legitimación de la vitalidad de Dios en nosotros que en Jesùs nos alimenta de eternidad, de superación gozosa de los lìmites que nos impone la condición humana. El mismo se parte y se comparte para darnos el sentido de la vida, el sacramento se refiere a El que no reservò para sì ni el derecho a vivir, que lo entregò todo para hacernos acreedores a los beneficios decisivos del Padre, que llenò todo lo nuestro de sentido y esperanza. La vida cristiana no es adhesión a una ideología religiosa ni pràcticas devocionales, es la implicación esencial con Jesùs, con su manera de relacionarse con Dios, con su Evangelio, con sus Bienaventuranzas. En la Eucaristìa Jesùs se implica con nosotros, y nosotros con El. Y esto se hace en el proceso alimenticio en el que el don es El mismo.
Antonio Josè Sarmiento Nova,S.J.
Provincia Colombiana de la Compañìa de Jesùs
Pontificia Universidad Javeriana
Domingo 26 de junio de 2011.

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