domingo, 12 de junio de 2011

DOMINGO DE PENTECOSTES 12 DE JUNIO

Lecturas de hoy
1.      Hechos 2: 1-11
2.      Salmo 103: 1 y 24-34
3.      1 Corintios 12: 3-7 y 12-13
4.      Juan 20:19-23
Hoy concluye el tiempo de Pascua con la solemnidad de Pentecostès. Estas lecturas nos proponen varios elementos esenciales para destacar el sentido de lo que hoy celebramos y para concluir con honda significación el tiempo pascual.
1.      “Todos estaban reunidos en el mismo lugar”  (Hechos 2:1), estaban expresando su condición de comunidad de seguidores de Jesùs.
2.      En esa comunidad irrumpe el Espìritu  de modo clamoroso, “como de viento huracanado” (Hechos 2: 2), y cambia radicalmente, en una novedad cualitativa, las condiciones de esa comunidad.
3.      Todos empiezan a hablar en diversas lenguas y  quedan desconcertados  porque al final “se llenaron todos del Espìritu Santo y empezaron a hablar en lenguas extranjeras,cada uno en la lengua que el Espìritu le sugerìa” (Hechos 2: 4), pero la sorpresa  aumenta al constatar que “al oìr el ruido,acudieron en masa y quedaron desconcertados porque cada uno los oìa hablar en su propio idioma” (Hechos 2: 6). Se da un entendimiento común a pesar de la diversidad de lenguas.
4.      Los presentes tienen diversidad de procedencias, son originarios de todos los lugares del mundo entonces conocido. Hay una presencia universal de todas las gentes.
5.      El reconocimiento del señorìo de Jesùs sòlo se puede hacer bajo la inspiración del Espìritu (1 Corintios 12: 3). El suscita la conciencia y la experiencia de que en Jesùs Dios ha constituìdo la presencia y realidad decisiva de salvación.
6.      El Espìritu concede dones, carismas, y diversos ministerios, todos orientados a la construcción de la única comunidad de creyentes, bajo el único Señor: “Todos nosotros, judíos y griegos, esclavos y libres, hemos sido bautizados en un mismo Espìritu, para formar un sòlo cuerpo. Y todos hemos bebido de un solo Espìritu” (1 Corintios 12: 13). El Espìritu hace posible esta comunidad diversas en dones y servicios bajo el único Señor, que es el fundamento de la comunidad.
7.      El don del Espìritu en la fe hace conscientes a los discípulos de la presencia del Resucitado que anima para siempre su vida comunitaria y apostólica: “Y en esto entrò Jesùs y dijo: Paz a Ustedes, y, diciendo esto, les enseñò las manos y el costado. Y los discípulos se llenaron de alegría al ver al Señor” (Juan 20: 19.20). Hay certeza  creyente de la realidad del Resucitado, el Espìritu confirma y legitima esta convicción.
8.      Por el don del Espìritu se confiere a los apóstoles el ministerio del perdón y de la reconciliación, ellos quedan con la capacidad sacramental para ejercer este ministerio y para transmitirlo a quienes reciban el mismo don por la sucesión apostólica y por la imposición de las manos de aquellos a quienes los apóstoles lo han conferido.
Rica oración la de hoy en Pentecostès. Podemos decir que se trata de la fundación de la Iglesia, ahì nace “formalmente” la comunidad eclesial, la comunidad de los seguidores de Jesùs, y nace con las características de ser comunidad justamente, diversa en orígenes socioculturales y étnicos, en dones y ministerios, pero todos enfocados a consolidar una realidad que hace visible en la historia el proyecto y la misión de Jesùs.
Para hacer esto el Espìritu los dota de El mismo, El se inserta en su ser y en su quehacer y les comunica la vitalidad del Resucitado para que ejerzan su misión. En clave creyente la Iglesia no funciona simplemente a partir de una dinámica humana o de una organización institucional y logística, es el Espìritu el que la anima a ser comunidad en la diversidad, a ser incluyente y a reconocer las riquezas y pluralidades que la constituyen, y a vivir y a expresarse como una única comunión en el Señor, que es su principio de unidad.
Y esto sucede de tal manera que aquí cambia cualitativamente la vida de estos discípulos, se produce un gran entusiasmo que va a permanecer para siempre en la vida de estos hombres y mujeres, antes tìmidos, precarios, limitados. Con la irrupción del Espìritu acontece para ellos una nueva manera de ser , es la bienaventuranza de Jesùs que los asume en su totalidad, los constituye como comunidad, y los proyecta a la misión de comunicar esa apasionante y seductora Buena Noticia creando nuevas comunidades que inician en la historia la dinámica ininterrumpida de la Iglesia presente en todos los lugares del mundo.
En nuestra oración de hoy pidamos al Espìritu el don de tener “conocimiento interno”, siguiendo el lenguaje y los contenidos ignacianos, de esto que constituye la identidad eclesial. Es para nosotros apenas una institución prestadora de servicios religiosos, a la que vamos pasivamente a recibir bendiciones, sacramentos, a escuchar mensajes, sin ninguna implicación de nuestra parte? O es un club de perfectos, con complejo de superioridad respecto de los demás, con derecho a juzgar y  a condenar a los que no son como nosotros?
Como lo hemos afirmado varias veces en los últimos días, el Concilio Vaticano II en su definición magisterial, precedido de un importante trabajo de reflexión teológica y de interpretación bíblica, explicitò a la Iglesia como Pueblo de Dios y como Sacramento Universal de Salvaciòn (Constituciòn Dogmàtica “Lumen Gentium”), estas no son afirmaciones retòricas sino definiciones teológicas que cambian el modo de vida eclesial: de hacer el  énfasis en lo institucional se pasa a hacer el énfasis en lo comunitario incluyente de la diversidad a partir de la animación constante del Espìritu, y esa comunidad es la que hace visible en la historia, de modo sacramental, la realidad y la misión del Señor Resucitado.
Màs tarde, en la III asamblea general de obispos de Amèrica Latina, en Puebla (Mèxico), nos enseñaron – ratificando  lo anterior – que la Iglesia es un misterio y una realidad de COMUNION y de PARTICIPACION. Esto cambia por completo el esquema de la institución que administra y entrega servicios religiosos a la comunidad que vive animada por la presencia del Señor Resucitado y que se proyecta misionalmente con el anuncio de la Buena Noticia y con el propiciar comunidades que viven al estilo de Jesùs. Es el constante hecho de Pentecostès.
Evoquemos también en esta oración de hoy la débil humanidad de los discípulos: frágiles y precarios como nosotros, temerosos, inseguros, después de la muerte de Jesùs quedaron intimidados pensando que todo se había perdido y que la última palabra la habían tenido los sacerdotes del templo, los fariseos, el poder romano y todos los que denigraron de Jesùs. En Pentecostès, y a partir de ahì, su vida se redimensiona y acontece en ellos una NUEVA HUMANIDAD, que es la misma de Jesùs, por la acción gratuita del Espìritu el temor se trueca en coraje y osadìa, en entusiasmo y vitalidad apostólica, y experimentan que Jesùs està en cada uno de ellos animàndoles a vivir todo aquello que en su vida histórica les había enseñado.
Cuàntas veces en la vida nos sentimos deficientes, bajos de tono vital, demasiado afectados por las crisis y vacìos, sin deseos de vivir, carentes de ideales, “hay días en que somos tan lúgubres, tan lúgubres” dice el conocido poema de Porfirio Barba-Jacob. Què hay que hacer para no ser y estar asì? Tantas respuestas a estos: unas de desespero y tragedia sin remedio, otras de evasión, muchas de buscar antídotos y milagros en el “bazar de la felicidad”! Cuàntos afrontan con entereza y talante constructivo la adversidad?
Justamente la fe en Dios a través de Jesucristo, y el modo de vida bienaventurado que se desprende de allì, es una reconfiguración del ser humano para que la vitalidad de Jesùs le haga una persona entera, con ideales, trascendiendo de sì misma, modelada por el Espìritu, abierta a toda la humanidad, generosa, feliz sin ignorar el aspecto dramático de la vida, con una visión cualitativamente nueva, evangélicamente nueva, que hace que su vida ahora tenga sentido definitivo.
Advirtamos con sentido crìtico que hoy se dan muchos movimientos religiosos en la Iglesia Catòlica y en las otras comunidades de cristianos que  bajo el signo del entusiasmo pentecostal son fundamentalistas, con prèdicas verticales e intransigentes, fanàticas, a menudo con serios “lavados de cerebro”, que generan estilos cristianos aislados del mundo, convencidos de ser la èlite de los perfectos, con manifestaciones religiosas emocionales que pueden problematizar la vida de las personas, como de hecho sucede.
No es por ahì el camino de Pentecostès. A donde el Espìritu nos lleva es a una manera de ser serena, humana y emocionalmente integrada, optimista, muy conectada con la realidad, muy abierta y dialogante, serena y profunda. Es Jesùs aconteciendo en nosotros gracias a la acción constante y creciente del Espiritu en nosotros.
Y esta Iglesia que surge en Pentecostès es una Iglesia de reconciliación , que incluye y acoge comunicando el beneficio de Dios a través del ministerio de Jesùs: “ a quienes les perdonen los pecados, les quedan perdonados; a quienes se los mantengan, les quedan mantenidos” (Juan 20: 22). Todo aquel que rompa el compromiso de su opción fundamental de seguir a Jesùs yendo por el camino de los afectos desordenados, pero que, consciente de su ruptura, desee emprender de nuevo ese vìnculo fundante, es susceptible de recibir este don de reconciliación que hace posible el ministerio de la Iglesia, animada por el Espìritu.
La intención del Padre es hacer posible que todos sin excepción quedemos incluidos en su iniciativa salvífica y liberadora, que nadie se pierda, que nadie se sienta abandonado de su amor, que no existan marginales ni condenados ni excluìdos ni personas marcadas con la señal del desconocimiento y del desamor. Es ministerio de la Iglesia reconciliar, reunir, perdonar, incluir; es decir, significar en su quehacer y en su misión, que esta es una comunidad que, en nombre de Jesùs, visibiliza con eficacia que todos los seres humanos son cobijados por el mèrito de la pasión y de la muerte de Jesùs para plenitud de su vida en Dios.
Esta celebración de Pentecostès nos pone ante la realidad apasionante de lo que Dios nos ha querido proponer en Jesùs. Nos apasiona y seduce hasta el punto de totalizar todo lo que somos? O apenas nos quedamos en ser cristianos de inercia sociocultural y de cumplimiento esporádico? Hoy, en clave del Espìritu, respondamos estas cuestiones y busquemos los replanteamientos radicales que requiere nuestra vida para que sea una existencia entusiasmada, contagiosa de bienaventuranza, profética, libre y liberadora.

Te bendecimos por haber puesto tu Espìritu
En hombres y mujeres, niños y adultos;
Y por el don continuo que de El has hecho
Siempre en la historia humana:
Espíritu de fuerza en jueces y gobernantes,
Espíritu rector en sus profetas fieles,
Espíritu creador en sabios e investigadores,
Espíritu soñador en artistas y poetas,
Espíritu solidario en los que se empeñan en hacer del mundo el lugar de la justicia,
Espíritu de vida y de ilusión en todos los humanos.

Te bendecimos, sobretodo, por Jesucristo,
El mayor de la humanidad,
El hombre espiritual por excelencia,
Siempre guiado por tu Espìritu,
Alentando y fortaleciendo a los débiles,
Dignificando a los pobres y excluìdos,
Confrontando las conciencias confortables de los vanidosos,
Revelàndonos tu ser paternal,
Hacièndonos a todos iguales y fraternos,
Entregando su vida por nosotros,
Y enseñàndonos a encontrar en tu voluntad
El genuino camino de la vida digna y libre. Amèn.

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