martes, 7 de junio de 2011

MARTES 7 DE JUNIO


Lecturas de hoy
1.      Hechos 20: 17-27
2.      Salmo 67: 10-11 y 20-21
3.      Juan 17:1-11

UNA IGLESIA DE ESTAR POR CASA
Nando  (Fernando Cortés)
Escritor y dibujante
Querido dios con minúscula:
Ha pasado mucho tiempo desde que empezaste aquella aventura química de poner la vida en juego, y solo un par de milenios desde que decidieras compartirla con nosotros bajo el mismo techo. Aquello fue una locura, tienes que reconocerlo, pero valía la pena. Aparentemente todo seguía igual. Pero tú estabas ahí, en medio de la vida y dentro de la gente. Donde acababa el hombre empezaba un dios, sin solución de continuidad. Y a partir de este momento se acabaron los dualismos entre lo humano y lo divino, lo religioso y lo profano…. Tú eras la manera infinita de ser hombre y el espacio ilimitado de nuestro entorno. Y tu rostro aparecía encajado en el “puzle”  (rompecabezas) recompuesto de toda la humanidad.
A esto le llamamos encarnación. Una experiencia fascinante que nos permite ser creyentes sin conservantes ni aditivos convencionales. Una fe gratuita que convalida el simple oficio de creer por el simple oficio de vivir. Porque la trascendencia es el fondo que queda cuando se apura la vida, sorbo a sorbo, día a día.
Querido dios con nosotros, las cosas empezaron así de sencillas. Tu mismo primogénito comparecía de paisano como hijo de un carpintero venido a educador de calle. Y ahí le encontraron sus primeros vecinos, cuando salían de un templo abarrotado de profesionales del misterio.
Llegará el día – le oyeron decir – que los verdaderos creyentes adorarán al Padre “en espíritu y en verdad”. Viajarán al fondo de sus almas para sentirse habitados,descubrirán en la calle los signos de tu presencia y lucharán juntos por una justicia que celebrarán en sus casas alrededor de una mesa.
Pero nosotros te hemos enmendado la plana para organizar una religión como dios NO manda. Convocamos a la ortodoxia desde lo alto de los campanarios, creamos las estructuras necesarias para preservar el espíritu de la materia. Planificamos curias, congregaciones y jerarquías. Y fuimos construyendo templos y más templos, como viviendas de protección oficial, para pasar de puntillas por la vida aguardando la eternidad. Y los hicimos tan bellos y tan grandes que, cuando se vaciaron de practicantes, se nos llenaron de turistas.
Y tú, querido dios de estar por casa, tal vez no nos llames feligreses, sino AMIGOS. Porque el feligrés entra por el despacho parroquial y sale por la sacristía. Pero los amigos son gente que vive en el mundo,que es la casa de todos. Y no precisan papeles que les acrediten un plus de espiritualidad por pertenecer a la institución. Ni permisos del Santo Oficio para mezclarse con los incrédulos y construir juntos tu proyecto fin de carrera: una fraternidad indiscriminada que merezca eternizarse en el reino de los cielos.
Algo de esto debieron entender las primeras comunidades, que tanto se distinguían del resto de los mortales por la admiración que despertaban y el mensaje de liberación que traían entre manos. Y se reunían en sus casas para celebrar tu memoria,partir el pan y poner sus bienes en común. Como aprendimos a hacerlo en nuestras propias familias, cuando en la sobremesa celebrábamos el amor del padre y el compromiso de los hermanos. Gestos humildes y vitales que poco tenían que ver con la grandilocuencia de nuestros dogmas, de nuestras liturgias y nuestras morales.
Querido dios del entresuelo, hemos construido el Vaticano por el tejado. Y hemos grabado en sus paredes – con el trazo de las mayúsculas – todas las Verdades que hay que creer, todos los Ritos que hay que practicar y todas las Leyes que habrá que cumplir para alcanzar la salvación eterna que aprendimos en el catecismo. Un manual avalado por el “nihil obstat” (nada impide) de las curias pontificias para vivir a la letra lo que debía escribirse en espíritu. Y no es que le fe se venga abajo. Es que se nos divide el alma entre “vivir la vida” y “cumplir con la Iglesia”. Y nos sentimos desencarnados de la mejor noticia de tu ángel Gabriel.
Y ahora, sin quererlo ni pretenderlo, la institución se lo ha hecho tan grande que a menudo los árboles no nos dejan ver el bosque. La fe menuda de los creyentes se nos tambalea incómoda entre el ser  absoluto de la religión y el padre nuestro del evangelio,entre la perfección del ser necesario que nos viene grande y el amor del dios con minúscula que solo nos quiere felices. Y hoy quizá seamos “más religiosos” con los templos vacíos. Y “menos evangélicos” con nuestras mentalidades cerradas.
Y – recuerdas?- cuando el papa Juan abrió una ventana, la mayoría de los cardenales se resfrió de repente y acudieron presurosos a cerrarla. No fuera que con los aires nuevos se abrieran de par en par sus espíritus conservadores. No fuera que una iglesia libre y comprometida apostara de pronto por la descentralización del poder, el protagonismo pastoral de las comunidades, el diálogo con las ciencias y con las culturas, la promoción de la mujer, la revisión de la moral sexual,la unión de los dispersos ,y una opción inequívoca por los marginados. En definitiva, un respeto por la vida que no nace de las leyes inmutables,sino de la solícita actitud de adaptarlas a los nombres y apellidos de cada persona.
Querido dios de la gente, a muchos nos cuesta – y nos duele – encontrarte en montajes tan complicados. Y miramos de reojo a la gente anónima que nos rodea. Y si fuera verdad? Y si el dios de los vivos estuviera en la vida? Y si viviéndola a fondo te encontráramos encarnado en cualquier rostro? Y si aquella encarnación “imposible” anunciada a María fuera felizmente “increíble” para nosotros? No sería un problema de fe, tu lo sabes. Solo llegar a creerse lo que se está creyendo. Y llegar a fascinarse por lo que era impensable.
Deja, pues,que tu locura de ayer sea hoy la nuestra, para vivir esta experiencia irrepetible y compartirla con las comunidades de nuestros barrios,que tu edificaste sobre un primer papa que tenía suegra (Pedro) , como tantos yernos. Quizá como signo de una iglesia de carne y hueso, nacida a tu imagen y semejanza.
Querido dios con minúscula, esta es la primera vez que te escribo una carta y, estando tú en todas partes, no sabría exactamente a qué dirección enviarla. Así que la compartiré con la gente de a pie, que es tu domicilio más cercano. A ver si entre todos logramos restaurar la fachada de esta iglesia ,que oculta sus piedras vivas con tantas miserias. Ya ves que pasamos por horas bajas. Pero no dramaticemos. Tu pueblo sigue encabezando el ranking del último concilio. Y nada nos extrañaría que cualquier día viéramos aparecer por las escalinatas del Vaticano a tu hijo mayor, con la pancarta-resumen de los hits más logrados de su buena noticia: “No tengan miedo. Ustedes son los hijos del Padre y yo estoy con Ustedes. Conviértanse a una vida nueva que merezca ser eterna. Vivan en paz. Quiéranse de veras. Y sean felices.”
Será una gozada tomar con él unas cervezas. Y, naturalmente, nos sabrán a gloria. Hasta entonces, un abrazo.
                                                             Nando

(Fernando Cortés – Nando – es sacerdote en Madrid, y caricaturista, con libros como “Qué bueno que viniste”, “Un señor como Dios manda”, “Para servir a Dios y a Usted”, “Francisco, el buena gente”, “Teresa, la de Jesús”. La carta está tomada del libro “Cincuenta cartas a Dios”. Ed. PPC,Madrid; 2005)

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