lunes, 12 de diciembre de 2011

Algo para pensar y orar en esta semana

El documental que veíamos sobre Norteamérica, nos mostraba los rostros acongojados de las víctimas de la burbuja de la crisis habitacional, la que había reventado. El temor de la pérdida de sus hogares se mostraba en todas las caras. Entonces el satélite nos mostró otra tragedia: en el Cuerno del África, vimos otros rostros acongojados, esta vez por la hambruna que azotaba esa región. Para despejar mi mente de todo este dolor, salí a caminar. Apoyado contra el muro de un gran edificio comercial, estaba un mendigo. Su voz me hablaba de su desesperación y su hambre, y traspasaba mi corazón. ¿Me atrevo a detenerme e involucrarme, o guardo una distancia? Cada voz de estas víctimas desafía mis defensas, tan cuidadosamente construidas, así como mis programas de felicidad personal.
Ya estamos a medio camino en nuestra jornada de Adviento. Nuevamente, la voz profética de Juan el Bautista nos llama a escucharlo. La voz de los que había desafiado, le presentó una pregunta de fondo: “¿Quién eres?” Su respuesta fue directa: “Yo soy la voz que clama en el desierto”. Juan se sumergió en el caudal de sufrimiento del pueblo de su tiempo. Alzó su voz contra la descarada injusticia y los sistemas corruptos. Juan era el portavoz de Dios en el amor, la compasión y la esperanza. Si Juan estuviera hoy entre nosotros, podría preguntarte: “¿Quién eres tú? ¿Por quién alzarás tu voz en este tiempo de Adviento?”
Quizás te sientes en el desierto; los tiempos en el desierto son necesarios en nuestras vidas. Ahí nos encontramos, cara a cara, con los obstáculos que impiden el flujo de vida divina y amor divino hacia nuestros corazones. Hasta que veamos nuestro mundo como Dios lo ve, no podremos respaldar firmemente a los que sufren de la injusticia, la degradación y la desesperación.

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