domingo, 4 de diciembre de 2011

DOMINGO 4 DE DICIEMBRE


Lecturas
1.      Isaías 40: 1-5 y 9-11
2.      Salmo 84: 9-14
3.      2 Pedro 3: 8-14
4.      Marcos 1: 1-8
Es el II Domingo de Adviento.
En la historia  de los seres humanos se formulan muchas promesas: de amor, de regalos, beneficios, trabajo, cambio radical de situaciones negativas a gratificantes, mejora en las posibilidades de vida, cumplimiento de ideales. Digamos que la promesa es motor que impulsa a la humanidad. De ahí la exigente implicación ética que la estructura, porque están en juego realidades decisivas de sentido. Prometer demanda cumplir y satisfacer con creces las expectativas generadas.
La invitación para este domingo es a considerar el significado de la promesa en nuestra historia personal y colectiva. Hagamos una biografía de la misma, y en un ejercicio detenido de discernimiento desentrañemos su significado: nos sentimos favorecidos? Experimentamos con gratitud que nos han cumplido? Vivimos con intensidad los beneficios de lo prometido que se cumple? O, por el contrario, vamos de desencanto en desencanto, viviendo la frustración de la palabra que se empeña y luego defrauda?
En ambientes socioculturales más tradicionales, poco permeados por los avances de la modernidad, se daba y se da un notable valor a la palabra prometida. Sin necesidad de formalidades jurídicas, se da por sentado que la palabra expresa lo más íntimo del ser de una persona y se constituye en el aval de su seriedad.
A la luz de estas consideraciones y de la palabra bíblica de este II Domingo de Adviento valoremos todo lo que nosotros hemos prometido en nuestra vida: lo hemos cumplido? Al hacerlo hemos llenado de sentido la vida de otras personas? De qué manera?
También somos destinatarios de promesas: al ser cumplidas han cambiado nuestra manera de vivir? Reconocemos en ellas experiencias donde nuestra vida ha cambiado cualitativamente? Podemos dar fe de la hondura humanista y espiritual de la palabra cumplida? Qué estimulante es encontrar personas que son fieles a las promesas empeñadas! Todo el ser de alguien puesto en juego allí!
Si miramos con detalle el sentido de la primera lectura de hoy encontramos la referencia a estas realidades. Es Dios mismo el que, a través del ministerio del profeta Isaías, se la juega toda por su pueblo, a menudo fracasado por las veleidades de sus dirigentes, y con amargas vivencias de no cumplimiento. No es de Dios mirar el sufrimiento y el vacío y hacerse a un lado. Lo suyo es prometer, y cumplir dando vida.
Por eso: “Súbete a una montaña elevada, tú que llevas  buenas noticias a Sión;levanta con fuerza tu voz, tú que llevas buenas noticias a Jerusalem, levántala sin miedo y dí a las ciudades de Judá: Aquí está tu Dios, aquí está el Señor que viene con poder y su brazo le asegura el dominio; viene con él su salario, delante de él la recompensa” (Isaías 40: 9-10).
Prometer es un asunto de la mayor seriedad, no hay nada más grave y pecaminoso que defraudar ilusiones. Por eso “el asunto” de Dios, que es la felicidad y plenitud nuestras hasta los máximos de realización, lo define a El y lo hace evidente, sin ninguna reserva ni límite, en Jesús. Digamos que El es la seriedad prometedora, prometida y cumplida de Dios.
Para saber de esto no hay que limitarse a escuchar por ahí mensajes religiosos más o menos convencionales, que son abundantes, estereotipados, y de mínimo impacto. Esto impone ir a la densidad vital de la Palabra, Jesús es el relato de Dios por excelencia, y esta narrativa es cumplimiento liberador. Estamos pasando de la religiosidad convencional al universo de la palabra empeñada y cumplida?
Si Ustedes me permiten algo más personal, que es para mí genuina historia de salvación, les puedo decir con total garantía que Dios aconteció, densamente, fielmente, cumplidamente, acreditando que sus promesas se han cumplido de modo decisivo en la vida de mi hermana Clarita, llamada por El a su plenitud en la madrugada de ayer. El Padre cumplió en ella, y ella misma hizo de su vida un cumplimiento generoso, lindo, aún, en la notable fragilidad vivida en sus últimos meses, no bajó la guardia y se mantuvo fiel.
Ahora ella goza de la visión plena, está feliz, y sabe que El le cumplió! En estos trece meses de exigente éxodo ella experimentó la seriedad de estas palabras: “Nosotros, sin embargo, según la promesa de Dios, esperamos unos cielos nuevos y una tierra nueva, en los que habite la justicia” (2 Pedro 3: 13). Clarita ya es ciudadana definitiva de esa novedad del amor de Dios, y ella misma con el bello relato de sus 58 años es promesa cumplida.
Miremos al pionero Juan Bautista, a quien nos presenta el texto evangélico de hoy, como un portador de una noticia definitiva de esperanza, vigoroso, esforzado, apalabrado por Dios: “Según está escrito en el profeta Isaías: mira, envío mi mensajero por delante de ti, el cual preparará tu camino. Voz del que grita en el desierto:preparen el camino al Señor, nivelen sus senderos” (Marcos 1: 2-3. El evangelista refiere textualmente la cita de Isaías 40:3) . Esta invitación nos remite al  ámbito de nuestras disposiciones personales para este adviento 2011 y para la vida en general.
Estoy abierto a recibir buenas noticias que llenen de significado trascendente mi existencia o soy un escéptico recalcitrante? Me “encanta” amargar la vida de los demás? Me solazo dando interminables vueltas a asuntos disolventes, críticos, y llego a convencerme del sentimiento trágico de la vida? O pertenezco a ese grupo de veleidosos que hablan sin ton ni son, prometiendo maravillas sin tener los respaldos correspondientes?
Qué confrontaciones nos hace Juan Bautista? Tengamos presente que la severidad de su palabra fue dirigida su propia religión, haciéndolo sin contemplaciones, inquietísimo porque se usaba a Dios con escandalosa ligereza.
Cuáles son las señales de frustración ante promesas no cumplidas? Y cuáles las noticias que alientan y devuelven el encanto de vivir?
Con este profeta volvamos nuestra mirada a nosotros mismos y a estas realidades del mundo y de Colombia  en las que estamos, las más de ellas dramáticas, pero así mismo asumamos   los movimientos de la vida que pugna por salir adelante y por ganarle la partida a la muerte, y seamos también nosotros profetas al estilo del Bautista.
 Vámonos por esta ruta, hagámonos cargo, en el sentido más exigente de esta expresión, de las preguntas de la humanidad, de sus situaciones límite, de sus expectativas, y dejemos que Dios nos sumerja en el mundo de la palabra empeñada, de la vida prometida, de la dedicación total de nuestro ser a ser portadores de la más decisiva razón para la esperanza.
Así preparamos el advenimiento de Aquel que es todo promesa y todo cumplimiento.

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